Para-Donar: Una crítica feminista del intercambio

Para-Donar

Una crítica feminista del intercambio

Por Genevieve Vaughan, 2002

Estamos trabajando en la traducción de los otros capitulos. Los pondremos para que usted los lea lo más pronto posible. Muchas gracias.

Introducción

Introducción

El libro que usted tiene en sus manos es un regalo—de la autora al lector, de una mujer individual al Movimiento de Mujeres (y para los hombres de conciencia) de todas partes.

En cierto sentido, se podría decir que cualquier trabajo de teoría feminista encaja en esta categoría. Pero lo que Genevieve Vaughan nos ha dado es algo único—un trabajo tan apasionado en el sentimiento como reflexivo en el análisis. Un trabajo en el que la investigación escrupulosa y la erudición resuenan en sincronía con, y no en oposición a—los más mejores impulsos del corazón humano.

Esta insistencia en desafiar a la mente y al mismo tiempo enternecer el espíritu no es fácil en un mundo de ‘o u o.’ Se requiere una sana audacia para tan siquiera intentar ambas a la vez. Gen Vaughan señala correctamente como las feministas ya se atreven a considerar que “todo sistema académico es sospechoso” y va más allá, alentándonos a arriesgarnos a recobrar nuestra “ingenuidad” para animarnos a cuestionarlo todo. Pero no se equivoquen. Por ingenuidad no se refiere a un sentimentalismo o a un romanticismo que nuble la mente, aunque ella con frescura permite que el altruismo salga del closet y se aventure por las calles. Yo encuentro sus teorías “ingenuas” altamente sofisticadas en el mejor sentido: trabajadas inteligentemente, éticas, pragmáticas, factibles en lo intercultural, y aplicables, tanto en las relaciones íntimas, como en las políticas globales. En otras palabras, eficazmente transformadoras.

Diferentes lectores encontrarán aquí diferentes regalos. Los semiólogos, los lingüistas, los economistas, los politólogos, se encontrarán con un desafió intelectual feminista radical poco frecuente en sus campos enrarecidos. Pero no es necesario saber de semiótica o de otras disciplinas para apreciar este libro.

Los activistas encontrarán un análisis político accesible que se puede aplicar tanto al dinero como a la masculación, a la anorexia, a los armamentos, o a la arquitectura—una teoría con implicaciones, tanto para los sistemas cerrados, como para los sistemas cósmicos.

Los lectores masculinos encontrarán una teoría que no culpa de manera simplista al hombre, y que sin embargo no vacila en examinar detenidamente el patriarcado y en insistir en la responsabilidad moral individual como también en un cambio sistémico.

En general, los lectores pensantes, aburridos tanto de las modas pedantes como de los clichés del parloteo popular, encontrarán en estas páginas un acercamiento que desacomoda alegremente muchos de esos conceptos, como el desconstruccionismo, el posmodernismo, la beneficencia, y la codependencia (para citar solamente algunos).

Como poeta amante del lenguaje, encuentro un verdadero placer en el ingenio y en el juego de palabras (que deberían deleitar a los aficionados de Mary Daly). Aquí hay constructos—como “reciprocidad obligada,” por ejemplo—que se convertirán, anticipo, en frases verbales que marcarán un hito, comparables con los “derechos de reproducción,” “violación por un conocido,” o la memorable “heterosexualidad obligatoria” de Adrienne Rich. Como feminista, me deleito en los “relámpagos de conciencia” que se encuentran por todo el libro—y son tantos que muchas de estas joyas son arrojadas despreocupadamente en notas al pie de página. Como internacionalista estoy agradecida profundamente por la sensibilidad intercultural de Vaughan, quien toma sus ejemplos de todas partes del mundo. Como escritora de ficción, he disfrutado de la evaluación creativa que hace de los cuentos de hadas, los mitos, los arquetipos, y los estereotipos. Como politóloga, admiro su coraje de recuperar los “valores” de la derecha. Como persona interesada en la metafísica, estoy fascinada por las implicaciones del Paradigma del Regalo—desde las últimas investigaciones acerca del lado izquierdo y derecho del cerebro hasta visiones alternativas de la existencia misma. Y como militante política, aprecio y admiro la manera en que la vida de Gen Vaughan es un ejemplo de su teoría hecha práctica; de hecho, ha estado tan ocupada durante tantos años apoyando y participando en la energía global feminista, que le ha sido muy difícil sentarse a terminar este libro.

Ahora su trabajo puede encontrar su público, y deseo que sea muy numeroso. Porque este libro no sólo lo hará pensar, sino que lo persuadirá de que hay esperanza, al hacernos recordar la capacidad humana de transformarse. Y esto lo hará sentirse extrañamente feliz—aun cuando esté rodeada, como usted lo está, por el espíritu intensamente egoísta y letalmente explotador del patriarcado. Le ofrecerá un tercer camino, un pensamiento que desafía el statu quo que plantea alternativas insosteniblemente bifurcadas—egoísmo o desinterés, por ejemplo. Esta posibilidad, a su vez, le hará sentir su propio poder, no poder sobre, sino poder para. Si usted ha sido madre, reconocerá ese poder: el poder de dar—ya sea dar a luz, o la nutrición, o el tiempo, los cuidados y la atención. Si alguna vez ha estado enamorada, reconocerá ese poder de regocijo, abundancia, alegría efusiva (Julieta: “cuanto más te doy, más tengo, porque ambos son infinitos”), la celebración de la cotidianidad milagrosa.

Sin importar como usted se acerque a este libro, encontrará una posibilidad de un self y una sociedad más sabios. La transformación de ambos depende de todos nosotros. Estas páginas son parte de un mapa que se va construyendo en el camino; este libro es una herramienta para la tarea.

Un regalo, por cierto.

Robin Morgan

Gracias

Agradezco a Susan Bright por su comprensión y su edición clarificadora, que han hecho la tarea del lector más fácil como también la mía.

Agradezco a Liliana Wilson por su bello trabajo artístico y por su espíritu, su disposición a dar su tiempo y su creatividad.

Mi gratitud más grande es para Robin Morgan, quien por muchos años me ha animado desde su corazón feminista revolucionario y desinteresado, y que muchas veces ha leído y comentado varias versiones de los manuscritos.

Agradezco especialmente a mis hijas Amelia, Beatrice, y Emma Rossi-Landi, quienes me han escuchado continuamente, y me han animado y apoyado durante todos los años que estuve escribiendo este libro.

Agradezco a mi hermano Ben Vaughan; él me ha dado mucho apoyo material, y sin conocer para nada mis ideas acerca del tema nos proporciona un maravilloso ejemplo de padre que brinda cuidados a sus hijos.

Agradezco a mis padres y a mis abuelos que me proveyeron de los recursos del intercambio que pude usar para dar.

Agradezco a todas las mujeres de la Fundación para una Sociedad Compasiva y de las Feministas para una Sociedad Compasiva que han tenido que tolerarme mientras escribía mi libro. Agradezco su hermandad femenina y su apoyo. También les agradezco por su compromiso por paz para todos a través de los valores de mujeres, y por su liderazgo inspirado en el feminismo. Agradazco a San Juanita Alcala, Yana Bland, Rose Corrales, Patricia Cuney, Barbara Franco, Sally Jaques, María Limon, Sue Mc Nichol, Maha Nour, Shamaan Ochaum, Aina Olomo, Erin Rogers, Ángeles Romero, Susan Lee Solar, Freida Werden, Debbie Wiegarten y Ruthe Winegarten por hacer las correcciones al texto y por las sugerencias y revisiones del manuscrito. Algunas personas leyeron y comentaron versiones iniciales del libro, entre ellas: Letitia Blalock, Cam Magor y Dolly Mathis, por lo que les agradezco. Agradezco a Margaret Nunley por darme tiempo libre para escribir. Le estoy especialmente agradecida al Plain View Press por su compromiso con el feminismo y por su organización innovadora. Margo La Gattuta valientemente administró la inmensa tarea de la edición técnica, por lo que le agradezco. También agradezco a Terry Sherrell de Morgan Printing por sus expertas correcciones. Valoro a todas las personas que están tratando de lograr un mundo mejor a través de regalar tiempo, ideas, dinero imaginación, buena voluntad, y un duro trabajo, porque ellas harán posible un cambio de paradigma. Especialmente valoro al lector por abrir su mente a este libro y por usar sus contenidos. Sin su atención, el regalo continuaría sin darse.


He sido muy afortunada en las cosas que la vida me ha llevado a hacer. Por ejemplo, en 1963 me casé con un profesor de filosofía italiano. Me mudé a Italia y ahí pude participar de varios movimientos intelectuales. En 1964 un grupo de profesores de Boloña que querían iniciar una publicación filosófica solicitaron a mi esposo que aplicara el análisis de Marx sobre la mercancía y el dinero al lenguaje. El problema y la forma en que comenzó me fascinaron. Empecé a pensar sobre ello y no he dejado de hacerlo desde entonces. Aunque la publicación no llegó a concretarse, mi ex esposo escribió sobre las relaciones entre lenguaje e intercambio. No estaba de acuerdo con él pero me llevó mucho tiempo comprender el porqué. Por fin, pasé dos años en Estados Unidos en 1975-76 y pude dedicarme a pensar el problema. En 1977-1978 escribí un par de ensayos académicos que fueron publicados en los 80. Figuran citados en la bibliografía, e invito al lector que tiene inclinación por lo académico a que los lea. Pude ocuparme allí de algunos temas con más profundidad que en este libro. Por ejemplo, en “Saussure y Vigotsky vía Marx” discuto el concepto de Saussure de valor lingüístico en relación a la analogía que hace con el intercambio, corrigiendo las diferencias que Marx vería en su idea de valor de intercambio. En “Comunicación e intercambio” introduzco la idea de necesidad comunicativa, e identifico al intercambio como comunicación aberrante, y analizo el dinero como lenguaje de ‘una sola palabra.’ En 1978 me divorcié y comencé a asistir a un grupo de toma de conciencia feminista. Muchas de las mujeres trabajaban en la Organización de Alimento y Agricultura de las Naciones Unidas (F.A.O.), cuya sede quedaba cerca de mi casa, en Roma. Venían mujeres de muchos lados a hablarnos de temas que abarcaban desde las protestas en Greenham Commons hasta los ‘bebés gelatina,’ afectados por la radioactividad en las islas del Pacífico. Mujeres y desarrollo eran cuestiones que también estaban en la primera línea de análisis. Muchas integrantes del grupo asistieron a la Conferencia de la Década para Mujeres de las Naciones Unidas en Copenhague, y cuando volvieron nos contaron lo que había ocurrido.

En aquel momento se estaba dando una interesante discusión filosófica en el Movimiento Feminista Italiano. Participé de algunos cursos en el Centro Cultural Virginia Woolf, una universidad independiente de mujeres iniciada por la filósofa feminista Alessandra Bochetti. Fue durante esa época que comencé a darme cuenta de que el trabajo gratuito de la mujer en el hogar era el gran elemento invisible que podría ser la base para una nueva filosofía. Había estado dando muchos regalos en mi propia vida, criando a mis hijas y como esposa. Comencé a ver que mis valores y los de la mayoría de las mujeres diferían de los valores y prioridades de la mayor parte de los hombres que había conocido, ya fueran académicos o burócratas, obreros o activistas. Se me ocurrió que la labor gratuita de las mujeres podría entenderse como la base económica para una superestructura alternativa, un sistema de ideas y valores diferentes a los valores e ideas patriarcales predominantes.

En 1983 volví a Estados Unidos para intentar poner en práctica los valores del regalar en ámbitos fuera del hogar. El último capítulo trata sobre ese intento, que continúa aún. Esta práctica, que estaba relacionada con mi situación, no me dejaba mucho espacio para hacer el trabajo teórico. (La práctica del regalar llega a consumir gran cantidad de tiempo, como lo hace la actividad de maternaje). Participé en muchos movimientos de mujeres y discutía la idea de la ‘economía del regalo’ con todas. Una de ellas, Sonia Johnson, lo usó en su libro Wildfire, citándome. Creo que su tratamiento del tema quedó encerrado en medio de las contradicciones entre el ego y el otro, y no podía conducir hacia el tipo de cambio social en todo lo que yo considero que es necesario. Creo que comencé a trabajar en este libro en 1988; por supuesto, no a tiempo completo, y sin las ventajas o desventajas de lo académico. Se hizo muy largo y luego muy corto. El archivo que guarda esta versión figura como ‘libro corto.’ He tratado de incluir la mayor parte de las ideas en el texto y en las notas al pie, pero muchas tuvieron que ser dejadas de lado.

Durante el tiempo que vivimos en Italia percibimos las corrientes que provenían de Francia, donde muchos pensadores se ocupaban de temas como comunicación, economía, semiótica y psicoanálisis. La escuela de Jacques Lacan había abierto el camino, y antropólogos como Claude Lévi-Strauss y Maurice Godelier ampliaron las investigaciones iniciadas por Marcel Mauss y Émile Durkheim. Georges Bataille, Michel Foucault y Jacques Derrida investigaban el lenguaje, la cultura y el inconsciente. El más interesante de esos pensadores, en mi opinión, era Jean Joseph Goux, quien aplicó el análisis marxista de la mercancía y el dinero a varias estructuras sociales. (Entre otras razones porque mi entendimiento de Marx era diferente). Las pensadoras feministas Luce Irigaray y Julia Kristeva lidiaban con el difícil contexto patriarcal en el que debían operar, y a veces llegaban a Italia para buscar apoyo entre las filósofas italianas. El Instituto de Verano de Semiótica, en Urbino, funcionaba como un excelente caldo de cultivo intelectual. Allí muchos de los especialistas en semiótica franceses e italianos, y (en aquellos tiempos) los ante-posmodernistas, como también algunos de Estados Unidos y de Europa del Este, se reunían para presentar sus teorías a los fieles. Ahí pude escuchar a Jean Baudrillard y a Jean-Francois Lyotard, y también a Umberto Eco, Massimo Bonfantini, Augusto Ponzio, Luis Prieto, mi ex marido Ferruccio Rossi-Landi y a muchos otros. Para el último Instituto de Verano al que asistí escribí un ensayo sobre el cuidado y la comunicación, pero como no hice los trámites burocráticos para ser incluida en la lista, se lo presenté sólo a un pequeño grupo que se reunió con ese propósito. También pertenecí al Centro Romano de Semiótica y asistí a muchas presentaciones y charlas de conferencistas locales e internacionales.

Cuando me mudé nuevamente a Estados Unidos en 1983 me encontré con el libro de Lewis Hydes El regalo, la imaginación y la vida erótica de la propiedad. Si bien era alentador ver una descripción honrosa del regalar, pensé que la falta de una teoría sobre el lenguaje como un dar regalos limitaba el alcance del libro a la crítica literaria (que, de todas maneras, se ocupó demasiado de los desvaríos antisemitas de Ezra Pound). Ya había leído en la universidad el libro de Bronislaw Malinowsky Argonautas del Pacífico Occidental,ymás tarde el Ensayo sobre el don,deMarcel Mauss. En estos libros leí sobreel potlach practicado porlas tribus nativas del noroeste del Pacífico, de Estados Unidos, y desde entonces he discutido estas donaciones no sólo con antropólogos sino con gente para la que constituyen un modo tradicional de economía. Libros como el de Jean Baker Miller—Hacia una nueva psicología de mujeres—, el deNancy Chodorow—La reproducción del maternaje—, el de Carol Gilligan—En una voz diferente—, y más tarde el de Sara Ruddick—Pensamiento maternal me mostraron como las mujeres en Estados Unidos se estaban ocupando de sus diferencias con el patriarcado. Ya en Italia había habido un movimiento grande entre las feministas que se ocupaban de la diferencia sexual de una manera positiva.

La crítica posmoderna del ‘faloegocentrismo’ suscita muchos temas importantes. No obstante, creo que el reconocimiento de la importancia fundamental del regalar puede ser un antídoto al faloegocentrismo en un plano de realidad (con repercusiones importantes en el plano psicológico y el verbal). Espero que mi uso del modelo del experimento de Vigotsky en la formación de conceptos pueda aclarar como llega a existir el patriarcado, como los hombres son ‘logoficados’ y las mujeres ‘reificadas.’ La ventaja del modelo de Vigotsky es que presenta la formación de conceptos como un proceso dinámico con etapas, y no es un cuadro estático de semejanzas y diferencias. Transfiere al plano de la psicología cognitiva una temática que ha sido importante para la filosofía desde el problema uno-muchos de Aristóteles hasta las preguntas de Derrida acerca de la ejemplaridad. Veo este problema como un síntoma de siglos de concepciones patriarcales incorrectas.

Vigotsky creía que los niños solo podían formar conceptos en la pubertad. Si la estructura del concepto plantea un enigma a la sociedad, como propongo, altera el contexto en el que nacen niños de ambos géneros, haciendo que les sea difícil a los niños comprender sus propios procesos cognitivos, por lo menos hasta que los ejerciten a otro nivel en la pubertad. Esta consideración me lleva a una teoría del conocimiento que solo mencionaré, y que llamaré Nel blu dipinto di blu (‘En lo azul, pintado de azul’) de la canción Volare de Domenico Modugno. Creo que cuando estamos haciendo algo en nuestras vidas es más probable que veamos cosas semejantes en el mundo que nos rodea. Por ejemplo, fue durante el auge del capitalismo de la ‘supervivencia del más apto’ que se desarrolló la teoría evolucionista de la ‘supervivencia del más apto.’ Con esto no quiero insinuar que no sea ‘verdad,’ sólo que tal vez no hubiese sido visto para nada si la gente no hubiera estado actuando de una manera similar en un nivel diferente. Quizá ha sido importante en filosofía porque los hombres han estado encarnando la relación uno-muchos en su vida y luego la proyectan en la sociedad. Vigotsky no hubiera estado menos libre de esto que cualquier otro. Además, por varias razones ligadas a la práctica del intercambio, que discuto en este libro, tampoco estamos reconociendo el regalar que muchos de nosotros ya practicamos. Espero que este libro permita que hombres y mujeres no sólo practiquen el dar regalos sino también que vean que ya lo están haciendo en gran medida. Espero que reconozcan que ya están ‘pintados de azul’ y vean el azul del cielo que los rodea.

Creo que mucho del antiautoritarismo de mujeres y hombres puede entenderse como una actitud antipatriarcal correcta. El deseo de poner el corazón por encima de la cabeza o la emoción por encima de la razón es una especie de traducción de la necesidad de poner el paradigma del regalo por encima del paradigma del intercambio. Deberíamos hacerlo no sólo por razones sentimentales (que también tienen que ver con el dar regalos), sino por razones prácticas que tienen que ver con la supervivencia de la vida sobre el planeta. He escrito Per-donar para comprender al patriarcado, para que nosotros, mujeres y hombres, podamos hacer los cambios profundos y de largo alcance necesarios.

Mientras escribía el libro, en cierto punto pensé si no se me acusaría de envidia del pene y de una actitud castradora. Sin embargo, la Diosa quiso que justo en ese momento recibiera una llamada de una amiga de Alemania que me habló de las mujeres en la ex Yugoslavia, y una llamada local de una amiga que es hija de una violación, que estaba trabajando sobre esa problemática. En Bosnia, dijeron, nacieron 18.000 mil bebés como producto de violaciones; muchos de ellos fueron abandonados. ¡Qué historias horrorosas! Después de colgar, al retomar la escritura lloré y grité por la pena, la frustración y la rabia. Dijeron que, a veces, a los hombres se los había forzado a violar para permanecer en el ejército. Violaron y mataron a las madres delante de las hijas, que también fueron violadas. Se extirpaban los bebés del vientre materno y se ponían fetos de perras en su lugar. Podríamos alegar que esto sucedió sólo en la ex Yugoslavia y ubicarlo en un contexto que no pertenece a Estados Unidos, pero he escuchado muchas historias similares de diferentes partes del mundo. Y en 1991, cuando Estados Unidos inició la guerra contra Irak recibimos información de que en los campamentos de la Infantería de Marina los hombres cantaban este estribillo: “Violen a las mujeres, maten a los niños, es lo único que se puede hacer….” Lo siento, hermanos míos. Aquellos de ustedes que desertarían y arriesgarían la muerte para evitar esto… quizá no se aplique a ustedes. Deseo que por el bien de todos nosotros no sea así. Pero ¿se dan cuenta de cuánto dolor e inconmensurable horror provoca este ‘viaje’ de ustedes, o de ellos? Dejen que los hombres que leen esto aprendan a dar dándome la libertad de acción de seguir adelante y contar las cosas como son. Si me ignoran están favoreciendo ese comportamiento. Y lo mismo para ustedes, madres que quieren proteger a sus hijos de recibir un golpe a su autoestima. Protejan a sus hijos no de mí, de la verdad, sino de la sociedad que los convierte en vampiros y devoradores de muertos, y a su instrumento de amor en un instrumento de odio. Protéjanlos de las imágenes fálicas y de las resonancias que las convalidan desde la sociedad en su conjunto, que llevan a pensar que soy ‘poco realista’ y que hacen que les permitan ingresar al ejército o convertirse en fabricantes de armas o explotadores o capitalistas. Todos los violadores y los torturadores tenían madre. ¿Qué puedo decir? ¿Que lo siento, porque veo esto con tanta claridad? Lo siento por todos nosotras. Pero si lo vemos podemos detenerlo. Cualquier cosa que podamos hacer para cambiar la situación vale la pena ser considerada. Por favor, lea este libro sabiendo que ésa es su intención.


Disculpas

Pido que se me per-done por el largo tiempo que me insumió sacar estas ideas a la luz. Traté de hacerlo antes, pero no lo logré.

Pido per-dón por todo aquello que pueda ser inadecuado o impreciso en este libro. Como defensa sólo puedo ofrecer esta consideración: que una vez que se deja de tomar seriamente a los proveedores del paradigma dominante, es muy difícil recordar con exactitud lo que dicen.

Pido per-dón a aquellas amigas que se sorprendan por mis ideas. Un paradigma está todo conectado y necesita ser explicado de una sola vez. A pesar de que he expresado mis opiniones, a menudo me he encontrado con una falta de comprensión, porque el contexto más amplio de opiniones es invisible. Por esa razón no siempre expuse mi punto de vista (pero sí traté de practicarlo).

Querido lector, si mi análisis en contra del patriarcado le hace sentirse incómodo, quiero poner en claro que creo que toda forma de vida es sagrada y milagrosa, y eso significa que su vida también lo es. El problema es una lógica y un sistema, un paradigma de dominio que se auto-confirma, y un paradigma dominante; no el hombre o la mujer individual. Escuchen la explicación de William Blake en su poema ‘Londres’ en Cantos de experiencia:

En el sollozo de cada Hombre,

En el grito de miedo de cada Infante,

En cada voz: en cada prohibición,

Escucho las esposas que forjan la mente.

Creo que las esposas no sólo se forjan en la mente, sino también en lo material, a través de un bucle retroalimentador. Tal vez no podamos romper las esposas, porque eso requeriría la violencia que confirma la dominación patriarcal. Sin embargo, podríamos abrirlas. En este libro trato de encontrar una llave tan pequeña que pueda calzar dentro de la mente. Por favor tómela y úsela

“El lenguaje es tan viejo como la conciencia, el lenguaje es conciencia práctica que existe para otros hombres también (sic) y tan sólo por esa razón realmente existe para mí personalmente también…”

Karl Marx

“¿A quién sirve el Grial?”

La Folie Perceval, 1330 A.D.

Capítulo 1: ¿Dónde comenzar?

Tanto el capitalismo como el comunismo son patriarcales. La filosofía del cambio social, más amplia y profunda que aquéllos, es el feminismo. Yo creo que el feminismo es una filosofía colectiva, un corpus de pensamiento y de acciones basado en los valores de las mujeres del mundo entero, que en la actualidad se manifiesta en la conciencia de todos. El patriarcado ha contagiado a mujeres y hombres a lo largo de los siglos, distorsionando nuestra visión del mundo y deformando nuestras prácticas socioeconómicas. La agenda del feminismo tiene el objetivo de liberar a todos—mujeres, niños y hombres—del patriarcado, sin destruir a los seres humano, que son sus portadores, y al planeta Tierra, donde éstos viven.

Ubicarse fuera del patriarcado le permite a las mujeres colocarse en una situación similar a la de los antiguos filósofos presocráticos, que estaban pensando antes del comienzo de la cultura socrática patriarcal. Si rechazamos los patrones de pensamiento que han aproblemado y plagado la cultura europea, se abre ante nosotros un inmenso terreno inexplorado,. Es necesario reconectarnos con nuestra inocencia, con los corazones que no han hecho la guerra que nos han empujado a cuidar a los niños y a los ancianos, a pesar de grandes dificultades en vez de abusar de ellos. Necesitamos rechazar el punto de vista patriarcal del mundo y empezar de nuevo—mirando en forma ingenua a través de nuestros propios ojos.

Cuando pongamos en duda aquello que nos enseñaron, encontraremos la verdad, pero nuestra habilidad para reconocerla ha sido anestesiada, sumergida profundamente en los estratos de la historia de los individuos, de las culturas y de las especies. Es el despertar de la perspectiva formulada colectivamente por las mujeres lo que prueba que la especie humana no fué una equivocación de la Madre Naturaleza. Al adoptarla, las mujeres , y los hombres que las siguen, podrán invertir la destrucción de los seres humanos y del planeta.

Para rechazar el pensamiento patriarcal es necesario diferenciar entre este y algo diferente un pensamiento alternativo . Las disciplinas académicas tienden a expanderse formando mundos a los cuales contribuyen miles de investigadores y pensadores internacionales. A pesar de los muchos‘avances,’ estas validan una visión del mundo y una realidad en las cuales el abuso y la dominación son endémicos en muchos niveles. Hay una falla relativamente simple y fatal que socava el pensamiento ‘primermundista,’ incluido el pensamiento académico. Iniciamos las investigaciones después de la ocurrencia de esta falla por lo que desde ya estamos bajo su influencia. El punto de vista ingenuo nos permite comenzar al principio, antes de esta falla,. Usualmente los académicos suelen montarse sobre el pasado en un sitio despues de la falla y entonces esta no se puede identificar. Sin duda, ésta parece constituir la realidad. Es al principio que podemos esperar encontrar la alternativa.

Por circunstancias de la vida, he podido volcar mi mirada ingenua sobre un área académica de gran importancia en el siglo XX: el estudio del lenguaje y de otros sistemas de signos. Cualquiera que sean sus otros logros, la lingüística, la semiótica y la filosofía del lenguaje han señalado la importancia fundamental del lenguaje para el carácter y la condición del ser humano. Si el lenguaje es tan importante, entonces el estudio del lenguaje—de la lingüística y de la semiótica—constituye un buen punto de partida para investigar el pensamiento patriarcal.

Comunicacion a traves del lenguaje es actualmente considerada por los académicos como una actividad separada e independiente gobernada por reglas. Según algunos lingüistas, el hecho de que todas las comunidades humanas utilicen el lenguaje constituye una prueba de que éste se transmite, en gran parte, no culturalmente sino genéticamente. Las reglas de la sintaxis e incluso hasta ciertos elementos del vocabulario aparecen para ellos como parte del hardware que se transmite de generación en generación. A mi me parece que estas dotes genéticas predeterminarían , nuestro comportamiento linguistico, de una manera semejante en que “la biología es destino.” En este sentido el lenguaje se asemeja ria al género, cuyas características fueron consideradas durante siglos como características transmitidas biológicamente y, por lo tanto, eternas e incuestionables, sobre todo por el género ‘genéticamente inferior.’

Si consideramos el lenguaje como un regalo del ADN y no como una herencia cultural, lo colocamos en un área que está mas allá de la intervención humana. En cambio, si concebimos el lenguaje como un don social, que debe ser aprendido por la totalidad cuerpo-mente joven en desarrollo, variará en este sentido nuestra idea del carácter del ser humano. Lo aprendido queda sujeto a una revisión colectiva; sus mecanismos pueden ser investigados y las consecuencias pueden ser alteradas.

Por extraño que a mi me parezca las consideraciones sobre la transmisión genética del lenguaje son tomadas en serio y repercuten en otras disciplinas. Se crea un ambiente donde ciertas ideas encajan y prosperan porque son valoradas como permitidas y respetables, mientras se desacreditan sus alternativas. El llamado ‘mercado libre’ de las ideas, como el mercado libre del comercio, suele promover el beneficio de unos pocos (¿acaso de los genéticamente superiores?), aunque se presenta como si fuera bueno para todos.

Cada vez que hablamos de la condicion humana, debemos someter nuestro discurso a, por lo menos, dos pruebas : “¿Qué hay para mí en el plano material?” y segundo, “¿Qué hay para mí en el plano psicológico?” La crítica de la ideología ha mostrado que sistemas completos de pensamiento han servido para el dominio de unos grupos sobre otros. Se debe sospechar de todas las disciplinas académicas. Los conjuntos de ideas que nos han sido enseñadas como verdades irrefutables respaldan los sistemas políticos y económicos de los cuales forman parte.

Afortunadamente, he estado fuera del mundo académico y no dependo de él para mi bienestar material. Por eso, he conservado mi ingenuidad. Deseo un cambio social radical; como madre, quiero que mis hijos y los hijos de todas la madres gocen de un futuro sano, cuerdo y libre de la psicosis colectiva del patriarcado. Mi retribución psicológica sería contribuir efectivamente a forjar ese futuro.

Espero probar que hay una explicación feminista del lenguaje, y que nuestro pensamiento se puede re-enmarcar, en gran parte, como un derivado de prácticas que se basan en la mujer. Bajo las abstracciones de la lingüística y la semiótica, existe un paradigma completamente diferente al que es posible acceder. Algunas feministas, justamente desoladas por el dominio masculino del lenguaje, han optado por escribir y hablar poéticamente como alternativa . Algunas incluso han escogido permanecer en silencio para substraerse del discurso patriarcal. Sugiero que, encontrando y adoptando concientemente el paradigma escondido, podemos empezar a liberar del control patriarcal tanto al lenguaje como a la práctica social.

Pese a las interminables discusiones, los filósofos no han podido contestar la siguiente pregunta, “¿Cómo se ‘enganchan’ las palabras con el mundo?” Esta pregunta es el fin de un hilo enredado en la maraña de la filosofía patriarcal y, por lo tanto, constituye un buen lugar para iniciar una investigación ingenua. Todas las respuestas a este interrogante están influidas por la postura patriarcal de los filósofos, mayormente hombres que han pensado al respecto . Sus puntos de vista se desarrollaron a partir de la negación del modelo femenino, y han servido para apoyar las jerarquías patriarcales a lo largo de los siglos. No pretendo refutar una por una las teorías actuales o pasadas del lenguaje, pues haría de este libro una tarea académica infinita, realizada precisamente en el territorio de aquellos a quienes quiero desafiar. Simplemente propondré una teoría alternativa.

Plantearé algunas preguntas que necesitan respuesta. Es necesario saber como ‘significan’ las palabras, las frases y los discursos. ¿Cómo se relacionan entre sí y con el mundo? ¿ Cuál es la importancia del lenguaje para la naturaleza del ser humano, como individuo y como especie? ¿Por qué es importante para nosotros saber esto? Dado que se considera que el lenguaje juega un rol vital para nuestra evolucion como seres humanos el responder a estas preguntas en terminos de un sistema abstracto, nos hace identificar nuestra humanidad con nuestra capacidad para el pensamiento abstracto, con la consecuencia que aquellos que tienen un pensamiento más abstracto son considerados más humanos que los otros.

A las mujeres se les ha asignado por estereotipo el campo de la ‘emoción,’ mientras que los hombres se han apropiado del área de la ‘razón.’ Si creemos que el lenguaje es un sistema abstracto que tiene la capacidad de hacernos humanos, la ‘superioridad’ del hombre parecería estar justificada por su presunta capacidad para la abstracción. Las teorías del lenguaje respaldan teorías o al menoscreencias populares de género.

En otro nivel de complejidad, si se considera la sintaxis como un conjunto de reglas, ésta también atribuye a los seres humanos el caracter ser gobernados por reglas. De este modo se otorga validez a nuestros sistemas legales, y los hace parecer como naturales porque como la sintaxis tambien son colleciones de reglas y requieren actividades gobernadas por reglas. Lo que ocurre en la academia, en cuanto al lenguaje, puede repercutir ampliamente en el resto del mundo. Las teorías económicas académicas tienen efectos importantes en la manera en que los bienes se producen y se distribuyen en todas partes. Aun cuando los efectos no son directos, los supuestos que cimientan estas disciplinas influyen en el comportamiento individual y grupal en muchos áreas de la vida.

Cambiar los supuestos básicos tendría un efecto multiplicador, porque estos son la motivación y la justificacion de las políticas y de los comportamientos, en la misma forma en que la existencia del complejo military industrial es la motivacion y justificación de la política exterior de Estados Unidos.

Co-creación del patriarcado

En Estados Unidos, el movimiento de la Nueva Era suele hablar de la co-creación de la ‘realidad.’ Se dice que con nuestros pensamientos podemos provocar que ciertas cosas ocurran y otras no. Intentaré demostrar que estamos creando colectivamente una realidad patriarcal, que actualmente es biopática (es decir, dañina para la vida), y mi propuesta es que desmantelemos esta realidad. Nuestros valores y las interpretaciones auto-determinantes de la vida que hacemos a causa de ellos, crean una ilusión dañina que nos lleva a actuar y a organizar la sociedad de una manera perjudicial. Este es un sentido en que nuestros pensamientos si provocan lo que sucede. Si entendemos lo que estamos haciendo, la realidad patriarcal puede ser cambiada. Primero, debemos tener el coraje de cambiar los supuestos básicos, que sirven como mecanismos de seguridad, para evitar que ocurran cambios sistemáticos profundos.

Si bien la dominación masculina existe en muchas culturas (o en casi todas), quiero dirigir mi atención hacia la dominación del hombre blanco. Muchos patrones de dominación y de sumisión se han unido para crear un patrón de dominación característico de ese grupo, en todos los niveles. Con esto no quiero decir que todo hombre blanco sea dominante, o que sólo los hombres blancos dominan, sino que los patrones de sexo, raza y clase se combinan perfectamente para permitir y promover que los hombres blancos dominen en muchas diferentes áreas de la vida. Los patrones de dominación se propagan a sí mismos, y tambien propagan los valores sobre los cuales se basan.

En la historia de Europa, el crecimiento del capitalismo y de la tecnología, la matanza de las brujas, la invasion de las Américas, el genocidio de los indígenas, la esclavitud de los africanos, el Holocausto nazi, son todos momentos extremos de una cultura donde el sexo, la raza y la clase trabajan juntos como un mecanismo gigante para privilegiar a unos y explotar a muchos otros. Desafortunadamente, este mecanismo fija la pauta y convalida comportamientos similares en otras culturas. Dictadores del mundo entero suben las escaleras erigidas ante ellos por sus hermanos europeos, perpetrando horrores.

En la actualidad, los hombre blancos son los proveedores más exitoso del patriarcado. Mediante mecanismos como el mercado libre, ellos continúan dominando la economía global. Por lo tanto, es responsabilidad de sus cuidadores, especialmente de las mujeres blancas —en alianza con las mujeres y hombres de color y con los hombres blancos—,volverse en contra del patriarcado y desmantelarlo desde adentro. Debemos dejar de recompensensar las conductas y los sistemas biopáticos. Las mujeres y los hombres con valores de cuidado no deben alimentar al patriarcado.

El capitalismo le ha dado ventajas a muchas mujeres especialmente a las mujeres blancas, en que nos ha permitido alcanzar unas posiciones structurales que antes estaban reservadas a los hombres. Formar parte de la fuerza de trabajo y educarse para ocupar puestos de autoridad han permitido a muchas mujeres adquirir una voz—la habilidad de hablar y de definir las situaciones—un logro difícil para las mujeres que sólo tienen acceso a los roles tradicionales dentro de la familia, donde los hombres poseen toda la autoridad.

Muchas mujeres están usando su libertad para hablar en contra del sistema que las ha ‘liberado’ respecto a sus muchos defectos que las afectan directamente como : los salarios bajos, la falta de centros para el cuidado de los niños y el sistema que privilegia permanentemente al hombre. También condenan la explotación de sus hermanas y de los hijos de sus hermanas en el llamado ‘Tercer Mundo,’ tanto en Estados Unidos como en el exterior, el enorme despilfarro de recursos destinados al negocio de las armas y a la guerra, y la devastación endémica del medio ambiente.

Pienso que las mujeres dentro del capitalismo están en una posición particularmente favorable para percibir la verdad detras de las ventajas aparentes; porque aún nos educan para criar a nuestros hijos y al mismo tiempo nos alientan para que escalemos los peldaños económicos. La contradicción entre los valores que acompañan a estos dos mandatos nos impulsa a dirigir nuestra atención hacia las profundas contradicciones del sistema mismo.

Las terapias y las drogas de todo tipo tienden a tratar de ‘ajustarnos,’ a obligarnos a concentrarnos en nosotras mismas, como la causa de nuestro malestar. Sin embargo, muchas feministas han comenzado a mirar hacia afuera, en contra del sistema biopático. No estamos utilizando los métodos violentos del sistema, estamos buscando otras maneras de provocar cambios desde adentro.

Creo que todavía no hemos tenido exito, porque no nos damos cuenta de que tenemos una perspectiva común con las mujeres en todos lados y de que los problemas que estamos enfrentando son sistemáticos. Revelando los eslabones entre los diferentes aspectos del patriarcado, y descubriendo y asegurando nuestros valores comunes y alternativos, las mujeres podemos comenzar a desmantelar el patriarcado , recrear la realidad y guiar a todos desde el borde del desastre hacia la paz .

El paradigma del regalo

Hay un paradigma fundamental, con efectos extendidos y lejanos , que nos afecta a todos pero que no notamos. Resulta extraño que en los tiempos de los viajes espaciales, de la computación y de la ingeniería genética, algo verdaderamente importante pueda ser ignorado. Deberiamos recordar el concepto del ‘elefante en la sala’ de que se habla en Alcohólicos Anónimos. La gente que niega el alcoholismo del otro, no lo menciona. Para mantener el statu quo vuelca su atención hacia otras cosas.

Creo que hay una gran parte de la vida que es negada e ignorada. A diferencia del alcoholismo, es la forma de ser saludable y normal, pero estamos dirigiendo la atención hacia otro lado para mantener una falsa realidad: el statu quo patriarcal. A esta parte de la vida que no se ve , la denomino ‘El paradigma del regalo.’ Es una manera de construir e interpretar la realidad que se deriva de la practica del cuidado de la madre y que, por lo tanto, se basa en la mujer (por lo menos, mientras sea la mujer la que cuida al niño la mayor parte del tiempo).

El paradigma del regalo enfatiza la importancia de dar para satisfacer la necesidad del otro. Está orientado por la necesidad y no por las ganancias. El satisfacer gratuitamente las necesidades del otro—el nutrir o cuidar al otro, es a menudo descontado y suele parecer invisible o vacio de informacion en nuestra sociedad, porque se basa en lo cualitativo y no en lo cuantitativo. Sin embargo, el satisfacer las necesidades crea un vínculo entre los que dan y los que reciben. Reconocer la necesidad del otro y actuar para satisfacerla convence al que da de la existencia del otro. Análogamente, recibir del otro algo que satisface una necesidad prueba la existencia del otro para el que recibe.

Las necesidades cambian y son reemplazadas por otras nuevas, según la manera en que éstas se satisfacen, se desarrollan los gustos y nacen nuevas necesidades. A medida que crecen, los niños requieren independencia y las madres también pueden satisfacer esa necesidad al negarse a satisfacer otras necesidades de los niños.

En oposicion al regalar existe el intercambio, que es dar para recibir. Aquí el cálculo y las medidas son necesarias, como también lo es establecer una ecuación entre los productos. En el intercambio hay un movimiento lógico orientado por el ego y no por la necesidad del otro. Quien da usa la satisfacción de la necesidad del otro como un medio para satisfacer sus propias necesidades. Irónicamente, lo que llamamos ‘economía’ se basa en el intercambio, mientras que el regalar se circunscribe al ámbito del hogar, pese a que el término ‘economía’ significa originalmente ‘cuidado de la casa.’ En el capitalismo, el paradigma del intercambio reina sin ser cuestionado, y constituye el pilar principal de la realidad patriarcal.

Incluso muchos de aquellos que quieren desafiar al capitalismo sólo proponen una economía sin dinero, una economía de trueque, que desde luego se basa en el intercambio. Creo que ellos colocan mal la linea divisoria entre los paradigmas haciendo al dinero el factor responsable en vez del intercambio, entonces ellos no pueden ver la alternativa que ofrece el dar unilateralmente. Ayudando a la mantención del status quo y a la economia del intercambio hay un concepto de la naturaleza humana como egoísta y competitivo cualidades que son requeridas y aumentadas por el capitalismo . Las cualidades requeridas y aumentadas por el cuidado de la madre son, orientación hacia el otro, la amabilidad y la creatividad. A pesar de que son imprescindibles para criar a los niños, es muy difícil cumplir con estas cualidades, y incluso exigiendo el autosacrificio, ya que una de las consecuencias de la economía del intercambio es la escasez para la mayoría. Estas cualidades no son consideradas como parte de la ‘naturaleza humana,’ ni como parte de la realidad.

Creo que el paradigma del regalo está siempre presente en nuestras vidas, pero estamos acostumbrados a no verlo. El intercambio, con su requerimiento de medidas, es mucho más visible. Sin embargo, aún cuando saludamos al prójimo y le decimos “¿Cómo está usted?,” le estamos preguntando “¿Cuáles son sus necesidades?” ‘Co-muni-cación’ implica darnos regalos (del latín munus—regalo). Es como formamos la ‘co-muni-dad.’

Al satisfacer las necesidades de los niños que dependen de ellas, las madres forman los cuerpos de aquellos que viviendo juntos constituyen la comunidad. Ellas también cuidan y mantienen las herramientas, las casas y los lugares donde se producen las interacciones comunitarias. Nos comunicamos entre nosotros a través de nuestros regalos de bienes, a través de la co-muni-cación. Cada regalo lleva consigo algo del proceso del pensamiento y de los valores del que da y afirma el valor del que recibe. De hecho, los bienes y servicios que se otorgan de manera gratuita para satisfacer las necesidades dan valor por implicación a quien los recibe.

Intercambio

El intercambio a diferencia se refleja a si mismo. Este requiere que la atención esté concentrada en la equivalencia de los productos y el valor que se le podria haber dado al otro vuelve en vez al que da como satisfacción de sus propias necesidades. En el intercambio la satisfaccion de la necesidad del otro es solo un instrumento para satisfacer nuestras propias necesidades.Cuando todo el mundo hace esto, la co-muni-cación se altera y sólo tiene éxito al crear un grupo de egos aislados, sin vínculos, independientes, y no una co-muni-dad.

En sus aislamientos, estos egos tienden a desarrollar necesidades artificiales para el cuidado y los vínculos, y utilizan el dominio para procurarse un sentido de comunidad y de identidad que les falta, forzando a otros a cuidarlos. Utilizan todo, desde la violencia personal hasta la manipulación de los sistemas abstractos, para lograr la satisfacción de sus necesidades, satisfacción que no se está recibiendo al no participar directamente en las interacciones del donar y recibir.

De hecho, nuestra sociedad está hambrienta de regalos gratuitos y de los vínculos creados por ellos. Nuestra compasión está bloqueada y parece que sólo podemos sobrevivir negándonos a dar y a recibir. Aún más el no dar está matando a aquellos que podrían dar

igual que el no recibir está matando a aquellos que tienen necesidades materiales. Para mantener esta situación aberrante, es preciso establecer leyes y pagar a las fuerzas armadas para que las apoyen.

Se destinan enormes cantidades de dinero para nutrir al sistema judicial, al gobierno, a la policía y a las fuerzas armadas. Estos gastos provocan escasez, y la escasez hace que sea muy difícil el dar unilateralmente y que el intercambio sea un mecanismo necesario para poder sobrevivir. Los sistemas legales abstractos y las organizaciones jerárquicas, tales como el gobierno y las fuerzas armadas, son sistemas de reparto de regalos que se arrebatan de las necesidades de los muchos en la comunidad, y se destinan a satisfacer las necesidades de grupos especiales de intercambio, que han sido socializados con un ego hambriento de ‘tener más.’

Si bien podemos estar agradecidos con aquellos que intercambian (los empresarios) por la creación de empleos, debemos recordar que los puestos de trabajo permiten que el empresario obtenga lo que Karl Marx denominaba ‘plusvalor’—y que nosotros podríamos llamar regalo de tiempo de mano de obra entregado por el trabajador. Para poder sobrevivir, el trabajador o trabajadora debe tambien recibir muchos regalos de sus cuidadores. Los regalos son distribuidos de acuerdo con una jerarquía, de abajo hacia arriba, de los pobres hacia los ricos, de los que regalan a los que intercambian, aunque pareciera que el flujo va en la otra dirección.

La dinámica del intercambio ha parecido tan natural que no requeriría ser investigada. Sin embargo, el intercambio es en efecto artificial, pues deriva de un mal uso de la co-municación. Si comprendemos que el intercambio no es natural y que no es uno de los pilares de la realidad, nos daremos cuenta de que estos criterios para valorarnos a nosotras mismas no dependen de como participemos en el intercambio. De hecho, para muchas mujeres el propósito de nuestra liberación consiste en lograr que se nos permita participar más plenamente en la sociedad. En Estados Unidos, esta sociedad es un patriarcado capitalista. Las mujeres nos sentimos incómodas con esta situación, porque nuestros valores son diferentes y muchas veces esto impide que seamos exitosas. La solución a nuestro problema no consiste en cambiar para adaptarnos al esquema patriarcal, sino en cambiar el esquema para que éste se adapte a los valores de la mujer. Y dicho cambio requiere que afirmemos que estos valores son más viables que los valores del patriarcado. Debemos entender y criticar profundamente el patriarcado, para poder darnos cuenta de que ya tenemos la alternativa en nuestras manos.

En vez de reclamar el respeto (del lat. respectus: re-de nuevo, spectus-mirar)de aquellos que han prosperado en este sistema, tenemos que tomar una posición fuera de este sistema. Además, la palabra ‘re-speto’quiere decir mirar de nuevo, evaluar y ser igual que, es decir, con conceptos basados en el intercambio, que son importantes únicamente cuando el cuidar todavía no se considera la norma .

En la medida en que modifiquemos nuestro enfoque para validar el paradigma del regalo y señalar los defectos del paradigma del intercambio, podremos observar como muchas cosas cambian su apariencia: el capitalismo patriarcal, que parecía ser la fuente de todo bien, se revelará como un sistema parasitario donde los de arriba son alimentados con regalos por sus ‘anfitriones,’ que están más abajo. Las ganancias son regalos entregados gratuitamente a los que intercambian por los otros participantes en el mercado y por aquellos que los alimentan. La escasez es necesaria para el funcionamiento del sistema de intercambio y no es solamente el resultado desafortunado de una insuficiencia humana o de calamidades naturales.

Observando la superficie del lenguaje, me pregunto el significado psicológico que los filósofos y los lingüistas asignan especialmente a aquellos términos que tienen que ver con “regalar” y que necesitan tener un don genético, o términos económicos como “deben” y “no deben.” Éstas son claves para las agendas ocultas del patriarcado psicosocial.

No pretendo cubrir todas las diferentes formas de patriarchía que ocurren en diferentes culturas: estoy usando patriarchía Euro-Americana como un ejemplo para comparar e identificar sus características y diferencias con otras patriarchías. Vea el capítulo 5 para entender este tipo de raciocinio.

En el mundo se gastan 19 billones de dólares en armamentos cada semana. Con esa cantidad de dinero se podría alimentar a todas las personas hambrientas del mundo. Estos gastos no crean ningún producto que sirva para vivir, sino que son un drenaje para la economía del cuidado.

Capítulo 2: El lenguaje y el dar

Dado que utilizamos el lenguaje durante nuestras vidas diarias, y gran parte de nuestro pensamiento ocurre en el lenguaje, es obvio que tendria un gran efecto en nosotros—no sólo como un proceso o un instrumento, sino también como un modelo. Además, el lenguaje tiene el poder de surgir de los otros, de los muchos. Es una conexión profunda con las otras personas de la sociedad, es una parte importante de nuestra socialización en la niñez.

El hecho de que todas las sociedades humanas posean un lenguaje no implica que el lenguaje tenga una base genética. Hay otro aspecto que todas las sociedades comparten: el cuidado hecho por las madres . Esta constante social no depende tanto de la naturaleza biológica de las madres como de la naturaleza biológica de los niños, quienes nacen completamente dependientes. Si nadie se encarga de satisfacer sus necesidades, ellos sufrirán y morirán. Además, la satisfacción de esas necesidades se produce fuera del intercambio, porque los infantes no pueden devolver el equivalente de lo que reciben.

Por lo tanto, quienes cuidan de los infantes están forzados a ejercer un altruismo funcional. La sociedad a menudo interpreta las capacidades biológicas de la madre—tales como el embarazo, el alumbramiento y la lactancia—para asignarle a la mujer el rol de madre y de cuidadora. Las niñas son educadas con los valores que les permitirán actuar en maneras orientadas hacia el otro que son necesarias para cumplir este rol.

Si vemos la co-municación como el cuidado material o el dar gratuito que forma la co-munidad, podemos observar que el cuidado que la mujer brinda es la base de la co-mun-idad del núcleo familiar. La familia nuclear, especialmente la relación entre la madre y los niños, es apenas un vestigio de la comunidad basada en el dar general que podria haber existido en tiempos pasados o que podría llegar a existir en el futuro. El aislamiento entre las islas de comunidad hace que el modelo del regalo sea débil, mientras que la escasez en la que nos vemos obligados a vivir dificulta el dar , ya que muchas veces el dar en estas condiciones exige el autosacrificio y, por lo tanto, resulta poco realista para muchos.

Si bien la escasez hace difícil el cuidado material , hay una cosa de que disponemos en abundancia ilimitada y para la cual casi todos nosotros poseemos los ‘medios de producción.’ Disponemos de una provisión ilimitada de lenguaje, que siempre nos permite producir frases siempre nuevas. Nuestro vocabulario es finito, pero sus combinaciones son infinitas., Recibimos y damos palabras o frases gratis de otros y a otros sin tener que pagar. El lenguaje funciona como un tipo de economía del regalo No la reconocemos como tal porque no le otorgamos validez al regalar en nuestras vidas economicas, y de hecho sólo reconocemos la existencia específica del cuidado en la relación madre-hijo. Por eso no se nos ocurre utilizar el regalar como un punto de comparación para entender el lenguaje. Con el lenguaje creamos los vínculos humanos que hemos dejado de crear a través de la co-municación material. El lenguaje nos brinda la experiencia de cuidarnos en abundancia, que ya no tenemos—o que aún no hemos obtenido—en el plano material.

Esta idea me ha hecho pensar que si el lenguaje es lo que permitió la evolución de los seres humanos, quizás es el aspecto del regalar en abundancia lo que hizo la diferencia y no el sistema abstracto. Si pudiéramos reinstalar una co-munidad donde se regalara en abundancia, podríamos desarrollarnos de nuevo, como pretenden los partidarios de la Nueva Era y muchos otros. De hecho, creo que la economía del intercambio misma es la que impide nuestra evolución.

Según la lógica de la maternidad, el que cuida debe poner atencion a las necesidades del otro. La recompensa para este comportamiento es el bienestar del otro. Hay muchas clases de necesidades y a veces es muy difícil comprenderlas y satisfacerlas. El dar y el recibir de manera continuada genera expectativas y recompensas, permite el conocimiento del otro y de los bienes que satisfacen las necesidades, crea el compromiso de seguir cuidando y la expectativa de esta continuidad, construyendo una relación. Cada participante es modificado de alguna manera por la experiencia.

Aún cuando los bienes materiales no estén disponibles o no se usen, puede surgir la necesidad de vincularse con la otra persona. Llamo necesidad comunicativa a esta necesidad de vincularse, de establecer una relación. Las palabras son objetos sociales verbales que han sido diseñados para satisfacer las necesidades comunicativas. Dado que utilizamos las palabras para satisfacer las necesidades comunicativas respecto de algo, podemos considerar las palabras como regalos. La madre primero cuida a su niño o niña con bienes y servicios, y luego lo cuida y nutre con palabras. El niño, a su vez, es capaz en efecto de participar en el tomar turnos con su madre dándole regalos comunicativos antes de brindar regalos materiales.

Las palabras como regalos

Surge la pregunta ahora acerca de la materialidad del regalo verbal. Si bien podemos identificar una palabra como una unidad de sonido que se repite y que comparte esta característica con las demás palabras, sólo se la puede usar para satisfacer las necesidades comunicativas y no para satisfacer directamente las necesidades materiales. La palabra ‘pan’ no satisface la necesidad de comer. Sin embargo, las necesidades comunicativas pueden a veces ser utiles indirectamente para satisfacer las necesidades materiales. Por ejemplo, la frase ‘Hay pan en la alacena’ puede interpretarse como un servicio que ayuda a alguien a satisfacer su necesidad material de pan. El decir la palabra ‘¡pan!’ como una petición satisface la necesidad del oyente que el hablante sepa lo que aquél necesita. Podríamos considerar el léxico como una colección de regalos que satisfacen las diferentes necesidades comunicativas. Cada palabra es una secuencia de fonemas, un programa de comportamientos vocales, que puede ser identificado por la necesidad o las necesidades comunicativas que satisface.

El hervir un huevo es una secuencia de comportamientos relacionados con diversos objetos materiales que satisfacen la necesidad de comer un huevo cocido. Pronunciar la palabra ‘huevo’ es una serie de comportamientos vocales que satisface una necesidad comunicativa, estableciendo una relación con otros respecto a un huevo o huevos. La capacidad de brindar información deriva de la especificación de una experiencia a través del uso de las palabras-regalos, porque la relación que se establece entre nosotros no es sólo con las palabras en sí mismas, sino también con cosas en otros niveles de realidad. La capacidad de recibir información basándose en el uso de las palabras da un valor a esas palabras por la satisfaccion de necesidades materiales y también por la satisfacción de necesidades comunicativas.

Preguntarse si las palabras-regalos son bienes o servicios es como preguntarse si la luz está constituida por partículas o por ondas. Los tipos de necesidades comunicativas que las palabras-regalos satisfacen han proliferado para hacer uso de ellas así como en nuestro planeta el ojo y la corteza visual han evolucionado para hacer uso de la luz. Es útil considerar la materialidad de las palabras como algo entre los bienes y los servicios, porque los regalos del plano no verbal que ellas re-presentan pueden ser de diversos grados de materialidad.

Desde el amor hasta el color verde, desde la luna hasta el capitalismo, toda clase de cosas no verbales son re-presentadas por cosas verbales creando la co-muni-cación verbal y la formación de co-muni-dades lingüísticas y, a veces, materiales. Así como el dar y el recibir bienes materiale constituye los cuerpos físicos de los miembros de una comunidad, el dar y recibir objetos verbales contribuye a la formación de sujetos sociales con identidades psicológicas.

Relaciones

El dar y recibir palabras-regalos organizadas en frases y discursos crea una relación humana entre las personas respecto a las cosas en el mundo. La necesidad comunicativa es la necesidad de relacionarse con el otro respecto a algo. No podemos obligar a la otra persona a relacionarse con algo. Sin embargo podemos interpretar su falta de relación como la necesidad de un medio para lograr esa relación, y podemos satisfacer esa necesidad con una palabra-regalo. La necesidad surge de las circunstancias en que la gente se encuentra para hablar de algo. Una persona da a otra palabras-regalo que re-presentan dan denuevo) las partes del mundo pertinentes. Somos seres sociales y el lenguaje nos permite incluir a los otros en experimentar el mundo con nosotros.

Si digo ‘Mire el atardecer,’ estoy satisfaciendo la necesidad del oyente de saber que está atardeciendo y que yo creo que es algo que merece ser visto. Al proveer a esa persona esas palabras (que ya conoce) en el presente, satisfago su necesidad de una relación momentánea conmigo y con el atardecer, que es la misma necesidad que yo tengo de relacionarme con esa persona y con el atardecer. Se supone que yo estoy percibiendo el atardecer, de modo que la motivación de mi hablar es incluir a la otra persona en mi experiencia, satisfaciendo lo que yo entiendo como su necesidad de ser incluida en esta relación. La sociedad en general nos ha provisto de la palabra ‘atardecer’ como una palabra-regalo que puede utilizarse para satisfacer las necesidades vinculadas con los atardeceres.

La recepción creativa de quien escucha esas palabras-regalos la sitúa en una relación humana inclusiva conmigo, y al mismo tiempo dirige su atención hacia el atardecer de manera que podemos incluirnos el uno a la otra no sólo respecto a las palabras pero al relacionarnos en formas similares a través de nuestra atención a una experiencia no verbal compartida. La relación con la experiencia no verbal es tambien en cierto sentido un regalo, que llamamos usualmente información. Mirar con otro un atardecer puede ser una experiencia positiva, para los dos participantes, y como tal satisface una necesidad experimencial estetica pero tambien hay informaciones que parecen decididamente negativas.

Por ejemplo, la frase ‘Yo te odio’ crea una relación común entre nosotros respecto a mi emoción negativa hacia tí. Esta emoción no es ciertamente un regalo para tí, pero es útil que tú sepas lo que yo siento, por lo tanto mi frase se puede ver un regalo como un regalo o servicio, aunque sea negativa. Creo que tanto en la vida como en el lenguaje, hay muchos niveles de regalos que están ocultos, porque no los miramos. Podemos decirnos cosas positivas y podemos nutrirnos de esa manera, pero aun cuando decimos cosas negativas o neutras, quien escucha tiene muchas maneras de recibir lo que se le ha dado transformandolos en regalos a través de su creatividad.

La frase de Karl Marx citada en el frontispicio de este libro, “el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres [sic] y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo;”identifica una lógica de la orientación hacia el otro como la lógica de la comunicación. Esto conduce a la segunda pregunta del Grial, “¿A quién sirve el Grial?” o en términos más simples, “¿Para quién es?” Esta pregunta, siempre pertinente al regalar, a menudo permanece sin preguntarse y sin responderse en nuestra sociedad basada en la ganancia.

Procesos generales y particulares.

Un aspecto de la comunicación a través del lenguaje que imita el rango de posibles experiencias del momento a un presente compartido, que desde luego puede también incluir la mención de otros lugares y tiempos. A menudo nos proporciona un tema o el hilo de un cuento alrededor del cual podemos organizar nuestro comportamiento y volver juntos a visitar e interpretar nuestra experiencia. El hilo del cuento y los temas de nuestra conversación son regalos de un terreno común, en el que crecen nuestras diversas subjetividades.

Creo que lenguaje opera combinando cosas constantes y generales de manera contingente y particular. Podemos identificar las cosas constantes y generales al extraerlas del flujo de la conversación en el nombrar y en el definir. Su generalidad está en evidencia cuando están aisladas en esta manera. En la frase ‘Los perros animales de cuatro patas, menean la cola y ladran,’ la frase nos permite considerar los perros y la palabra ‘perros’ en su generalidad. Sin embargo, es el uso de las palabras por los muchos en innumerables combinaciones en frases particulares lo que les da su generalidad. Las palabras son el producto común de la colectividad pero también son necesidades comunicativas generales.

Cuando cualquier cosa se vuelve relevante y valiosa para los muchos, a tal punto que las personas necesitan relacionarse entre ellos respecto a esta, surge una palabra para llenar esa necesidad. Si la necesidad para la relación inclusiva es solamente contingente y pasajera, llenamos esa necesidad creando una frase, combinando palabras que satisfacen las necesidades con respecto a los aspectos constantes de la cosa o del tema en cuestión*. Una necesidad comunicativa contingente y pasajera puede surgir a partir de cualquier experiencia.

En la frase ‘Después de la tormenta, el sol hizo que las gotas de agua brillaran,’ una necesidad comunicativa contingente para relacionarse con otros considerando una situación particular transitoria es satisfecha al combinar palabras que a su vez pueden ser usadas en otras partes, en otras frases con respeto a otras situaciones contingentes. Los elementos de estas situaciones son relevantes repetidamente para la sociedad de los que se comunican verbalmente , de tal manera que una necesidad común surge del regalo verbal que les puede ser otorgado y una palabra constante surge para satisfacer esa necesidad. En la homonimia, una misma palabra puede ser usada para satisfacer necesidades respecto de distintas cosas y en la sinonimia, una cosa se puede relacionar con diferentes palabras.

Las necesidades se construyen unas encima de otras, y las necesidades comunicativas pueden surgir con respecto a contextos verbales y no verbales. Si la situación que da origen a la necesidad comunicativa contingente es compleja, podemos armar un discurso combinando frases que usamos para satisfacer una variedad de necesidades comunicativas contingentes con respecto a esa situación. Las frases trabajan en conjunto en los discursos para presentar un tópico en común, y para satisfacer las distintas necesidades comunicativas que surgen al respecto.

La lógica del regalo es lalógica de Ur

Algunos filósofos y lingüistas a veces han explicado el lenguaje en función de estructuras lógicas subyacentes, tales como lenguajes más simples —lo cual no explicaría como trabaja el lenguaje en sí mismo— u otras estructuras y procesos elementales. Uno de estos procesos era el de causa y efecto. Se creía que era posible reducir la estructura sujeto-verbo-objeto a una estructura subyacente de causa y efecto. Un ejemplo a menudo usado es la frase ‘Juan mató a María’ a la cual se le dio una “traducción” en terminos de causa y efecto: ‘Juan le causó la muerte a María.’ Me horroriza la hostilidad hacia la mujer (probablemente inconsciente) que solemos encontrar en los ejemplos de los lingüistas. Tal vez se deba a la culpa que sienten por negar el paradigma materno (¿María?) como explicación del lenguaje. Pero muchos lingüistas concluyeron que no era apropiado reducir el lenguaje al proceso de causa y efecto, tal vez porque no brinda información suficiente. En efecto, no conlleva las consecuencias de la relación humana como las que implica el regalar.

Sostengo que el regalar es el proceso lógico al que debe reducirse el lenguajeo. No sólo las palabras pueden ser vistas como regalos que satisfacen necesidades, sino también la estructura sintáctica sujeto, predicado, objeto puede ser visto como derivada de el que da, el regalo (o servicio), y el que recibe. Por ejemplo, en la frase ‘La niña golpeó la bola,’ ‘la niña’ es la que da, ‘golpeó’ es el regalo (o servicio) y ‘la bola’ es la que recibe. La ‘traducción’ sería entonces ‘La niña le dió un golpe a la bola.’

La intencionalidad del dar se encuentra en muchas acciones humanas y en la intencionalidad del hablar. Un sentido de movimiento y consumación que transmite una frase transitiva simple es similar al movimiento y consumación que se producen cuando se da un regalo. En efecto, regalar es un acto transitivo, es el movimiento de algo desde un lugar o una persona hacia otro lugar u otra persona. En la frase en voz pasiva ‘La bola fue golpeada por la niña’ se coloca el énfasis en el que recibe y no en el que da el regalo.

El cuidado de la madre es el proceso social necesario en el principio de la vida, y es también el momento en que ocurre el aprendizaje del lenguaje. El cuidado es un universal cultural , requerido por la biología—no de los adultos pero de los infantes. Para cada una de las diferentes culturas, la maternidad puede aparecer como parte de la naturaleza de las cosas, pero para las madres la necesidad de cuidar es social y su logro es intencional. La capacidad de la madre de lactar es una ventaja biológica que hace del cuidado algo más conveniente, pero las mujeres deben hacer el cuidado en un contexto cultural dentro de los parámetros sociales. En la maternidad hay una transferencia intencional de bienes y servicios desde un adulto hacia un niño, desde la que da hacia el que recibe.

Esta experiencia es fundamental para los infantes, ya que su vida depende de ella, También es importante y formativo para los que cuidan, si no por otra razón porque toma muchísimo tiempo. No debe sorprendernos que la mitad de la humanidad sea educada desde su nacimiento para el cuidado materno, porque éste requiere de mucha atención y compromiso. Un libro reciente, The Language Instinct de Steven Pinker, atribuye nuestra capacidad lingüística a un don genético. De la misma manera, hasta hace muy poco tiempo, la maternidad era considerada instintiva. En ambos casos, la lógica del regalo está escondida por la negación.

La situación del cuidado es más fundamental que la condición de la objetividad. La experiencia de los regalos gratuitos dados por la madre y recibidos por el niño es más básica para el ser humano que el conocimiento de la relación causa-efecto. La madre es la que da—su cuidado es el regalo o servicio—y el niño es quien recibe. Este proceso se desarrolla mientras el niño aprende el lenguaje en alineamiento con una estructura sintáctica de sujeto (el que da), predicado (el regalo) y objeto (el que recibe).

Si las palabras son regalos verbales que satisfacen las necesidades comunicativas sociales constantes, en la estructura de un discurso interpersonal, el que habla es el que da, las palabras y las frases son los regalos, y el que escucha es quien los recibe. Las frases son combinaciones de palabras que satisfacen las necesidades comunicativas contingentes .No es muy arriesgado pensar que el proceso de combinación de palabras pueda regirse, también, por la lógica del regalo.

La hipótesis de que el lenguaje se basa en el dar y recibir nos permite observar los múltiples niveles en los que pueden presentarse, y explicar los aspectos aparentemente misteriosos del lenguaje como elementos del proceso del dar en cualquier nivel. Primero, hay el nivel de co-muni-cación material—la madre le da regalos o servicios al niño. Segundo, hay una co-muni-cación verbal—la madre le habla al niño. Tercero, las palabras son regalos sociales: cada una satisface las necesidades comunicativas constantes. Cuarto, las palabras se combinan en frases que satisfacen las necesidades comunicativas contingentes. Quinto, el mensaje y el tópico pueden considerarse regalos, cuando satisfacemos la necesidad de saber algo o de hablar de algo. Sexto, en el nivel de la sintaxis (dentro de la frase), la relación sujeto-predicado-objeto- retraza la relación entre el que da, el regalo y el que recibe.

Es importante ver esto como a una relación sintáctica que ocurre en el nivel de las palabras mismas, porque en el nivel de las cosas que las palabras re-presentan los regalos pueden ser negativos, como en “El niño le pegó a la niña” o en “Juan mató a María” (traducción: “Juan le dió muerte a María”). En el nivel de la comunicación material, tal violencia es contradictoria y dañina, pues causa mas necesidades dolorosas en vez de satisfacer necesidades.No obstante, al nivel de la estructura de la frase, el proceso del regalo puede funcionar independientemente del nivel de la experiencia. Entonces, las frases “La niña golpeó la bola,” “Mamá hizo un pastel,” o “Juan mató a María,” tienen la misma estructura de donante, regalo y receptor aunque en el nivel de la realidad, son eventos muy diferentes.

Al nivel sintáctico podemos mirar a las relaciones entre adjetivos y sustantivos, adverbios y verbos como relaciones entre regalos y receptores. En la frase ‘El perro blanco corrió rápidamente hacia el portón,’ ‘blanco’ se le da a ‘perro,’ ‘rápidamente’ a ‘correr.’ Los filósofos sostenían que blanco era una ‘propiedad’ de perro y que rápidamente era una ‘propiedad’ de su correr. Blanco se puede llamar una ‘propiedad’ porque… le es dado al perro permitiendo que la palabra ‘blanco’ modifique la palabra ‘perro,’ uniéndolos como regalo y receptor transpuestos para satisfacer una necesidad contingente comunicativa que surge de un perro de ese color.

Los lingüistas suelen usar modelos matemáticos, algebraicos o científicos, en lugar de un modelo de vida—pues todavía dicen que las palabras ‘llenan las hendiduras’ de las otras palabras en una frase. Podríamos considerar las ‘hendiduras’ como necesidades, y las palabras como regalos que las satisfacen. Si una palabra sólo puede relacionarse con una clase específica de otras palabras (por ejemplo, el artículo determinado ‘el’ acompaña únicamente a sustantivos), es una clase de regalo que sólo puede darse a cierta clase de receptor. Solamente esa clase de receptor tiene una necesidad (‘hendidura’) para ese regalo. Algunas palabras y grupos de palabras tienen que unirse a otras determinadas; ellas solas no pueden dar sus regalos, pero sirven o son servidas por otros grupos.

Por ejemplo, ‘al portón’ tiene que servir; no es autosuficiente. No es en sí una transacción de dar, ni siquiera un donante, pero un regalo a un regalo. Si se forman vínculos entre el receptor y el regalo, tal vez podamos atribuir el mismo proceso a nuestras palabras. ‘Blanco’ le es dado a ‘perro’ por el que habla por el momento, satisfaciendo así la necesidad comunicativa que surge en torno a un perro blanco. ‘Perro’ recibe el regalo ‘blanco’ y se une a este por el momento.

La transparencia y el ceder

Los regalos se dan en el nivel verbal que interpretan la realidad al re-presentarla en términos de regalar, pero verdaderamente son transparentes a la experiencia. Por ejemplo, los regalos verbales de esta frase son transparentes para el ser blanco de el perro, (tenía ese color) poniendolo en primer plano como parte de la experiencia o del tema que los interlocutores pueden compartir. La transparencia de la estructura del regalo nos recuerda de otra característica del regalar: el que regala se hace a un lado, y cede para darle valor al que recibe. Por lo tanto, podemos fijarnos que sólo el contenido de lo que decimos es un regalo, como cuando transmitimos alguna información, y ésta es entendida y usada por quien la escucha. No nos damos cuenta de que la manera en que decimos algo es un proceso de regalo que se da en muchos niveles.

En el nivel de la ‘realidad,’ las cosas que podrían haber sido regalos en la co-muni-cación dan lugar a las palabras-regalo que toman su lugar. Esas cosas se hacen a un lado graciosamente, y permiten que las palabras pasen a primer plano. De hecho, la falta de competitividad de las cosas nos hace olvidar que muchos de ellos jamás podrían haber sido efectivamente transferidos de una persona a otra. Las ideas abstractas, los objetos materiales enormes, las criaturas fantásticas, los estados subjetivos, se hacen a un lado con ecuanimidad igual y permitiendo que sus lugares sean tomados y dando valor a las palabras que los toman .

En otro nivel, se puede decir que las emociones que acompañan nuestro discurso o el mero hecho de hablar con los otros cuida a esos otros creando vínculos. Sin embargo, por lo general no reconocemos las estructuras del regalo en el lenguaje, porque ellas también se hacen a un lado; al otorgarle valor a lo dicho y al que escucha, el receptor de los regalos verbales. Otra razón por la que no percibimos las estructuras del regalo es porque son diferentes de las estructuras de la definición-intercambio, y porque sus niveles no se han formado de la misma manera. Las estructuras de la definición-intercambio se apoderan de las estructuras del regalo, del mismo modo en que se construyen instalaciones militares sobre manantiales sagrados de mujeres.

La capacidad interpretativa del regalar ha sido negada y dominada al ver la interpretacion como un tipo de ‘penetración’ por la mente. Las frases como ‘la manera en que las palabras se enganchan con el mundo’ o ‘llenar las hendiduras’ sugieren metáforas de la sexualidad masculina. En cambio, desde la perspectiva feminista basada en la maternidad, la relación entre el mundo y las palabras consiste en una relación entre regalos en diferentes niveles, donde la realidad misma es un regalo, desde la percepcion de los sentidos hasta experiencia de lo dado.El mundo se hace accesible para los seres humanos a través de los regalos del lenguaje en los múltiples niveles, resultando en la transmisión de mensajes, ideas e información, y en la legación de la cultura. De hecho desde este punto de vista, podríamos llamar a nuestra especie homo donans y no homo sapiens. El dar y el recibir son anteriores a—y necesarios para—nuestra manera humana de conocer. Son la base de una ‘gramática’ universal no sólo del lenguaje sino de la vida.

Transitividad

También podemos observar la estructura del regalo en el nivel de la transitividad lógica. El silogismo, sobre el cual la diciplina de la logica fué fundada como “Si ‘A’ entonces ‘B’ y ‘B’ entonces ‘C,’ implica que ‘A’ entonces ‘C,’” puede ser visto como transposición de la transitividad del regalo: “Si ‘A’ da a ‘B’ y ‘B’ da a ‘C’ entonces ‘A’ da a ‘C.’” Así tanto la lógica como el lenguaje derivarían de la maternidad y no de la capacidad de abstracción. Los conectores lógicos (artículos, preposiciones, partes del discurso, prefijos, sufijos) alteran los tipos de regalo que las palabras son , por el hecho que son dadas a ellas y se ligan a de vez en cuando de diferentes maneras. Las respuestas acerca de las preguntas ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo?, etc., satisfacen necesidades comunicativas que surgen alrededor de la capacidad misma de dar y recibir.

Cuando la experiencia que se describe no es una transacción de regalo completa, no obstante podemos usar la estructura del regalo para transmitir el mensaje al que escucha: ‘El perro blanco corrió rapidamente hacia el portón’ es ‘intransitiva.’ El perro sólo se da en forma ostensiva; presenta (da) el comportamiento para que nosotros lo percibamos. La información adicional que se da con ‘hacia el portón’ aumenta el carácter útil de la frase pues señala hacia dónde se dirigía el comportamiento de correr. ‘Hacia el portón’ le da una ubicación a ‘corrió’ y lo hace así más específico.

El patriarcado ha asignado ‘actividad y creatividad’ al hombre y ‘pasividad y receptividad’ a la mujer, porque ha sido ciego a la creatividad del regalar y el recibir. Tanto el regalar como el recibir son creativos. El uso de lo que se nos ha dado es necesario para que lo recibido sea un regalo. Si no lo usamos, es inútil, no tiene vida. El hecho de que la capacidad de recibir sea tan importante como la capacidad de dar se manifiesta en nuestra capacidad de transformar las frases activas en pasivas, y viceversa. Más aún, el que recibe en un determinado momento, puede ser en el que regala en el proximo cuando pasa el regalo a otras manos: ‘La niña golpeó la bola que golpeó la ventana’

Quien habla podría ser considerado el que recibe una experiencia, que el transmite nuevamente al que escucha. Quizás el que habla podría ser considerado como el término medio en una transacción del regalo. ‘A da a B, B da a C.’ El que habla (B) al describir un evento pasa a otro (C) el regalo que la vida o “la realidad A le ha dado” (A). El da un regalo que también involucra su creatividad receptiva: y ya ha seleccionado algunos de los rasgos de su experiencia que son más importantes que otros. Su re-presentación da valor a los elementos que ha seleccionado.

El que escucha énfatiza algunos de los elementos que se le han dado y colabora activamente en la creación del producto que recibe. El estereotipo de género y la importancia que la sociedad otorga al intercambio hacen parecer que hay una gran parte de la actividad humana (masculina) que no es regalo, que no está dirigida a la necesidad. Si volvemos a colocar el paradigma del regalo en su lugar central, entre los registros interpretativos a través del cual nos dirigimos al mundo veremos que gran parte de la actividad humana se orienta a la satisfacción de las necesidades en algún nivel. Consecuentemente el lenguaje aparece no como una concatenación mecanica de actividades (verbales), sino como una colección de regalos y de maneras de dar y recibir, alineados con las necesidades comunicativas que surgen de la experiencia y que proliferan en muchos niveles, dado que hay medios abundantes para su satisfacción.

Cabe considerar que las palabras que dan cabida a expresiones idiomáticas ocurren entre la constancia de la palabra y la contingencia de la frase.

Steven Pinker, The Language Instinct, Penguin Books, Londres, 1994.

El hecho de que varíe la forma de expresar estas funciones en los diferentes lenguajes y en el orden de las palabras y la sintaxis, no invalida la hipótesis de que dar y recibir son estructuras de comportamiento de las cuales derivan esas funciones.

Hay una gran cantidad de comunicación que no es verbal y que ocupa un espectro entre la maternidad material y el lenguaje. Sin embargo, es el extremo más abstracto del espectro, que el lenguaje debe ser entendido primero, para luego poder ver bajo esta luz la comunicación que no es verbal.

De esta manera, la frase “la mujer enferma” atribuye la enfermedad a una mujer según una estructura de regalo, creando un tema del que se puede hablar; sin embargo, la enfermedad es un regalo que no se quiere compartir.

Muchas de las palabras que usamos para conversar están relacionadas con “regalo”: atribuir una propiedad, dar un significado o un mensaje, transmitir información. El lenguaje, el medio de expresión de la comunidad, ha hablado de sí mismo, pero nosotros no le hemos prestado atención porque hemos estado escuchando al patriarcado. El lenguaje no decía lo que nosotros esperábamos. Lo hemos interpretado como una metáfora postal—como un paquete o codificador de la información que se envía, se abre y luego se decodifica. Pienso que la metáfora postal es una manera de esconder el regalo dentro del envoltorio. Vemos al mundo a través de la lente del intercambio, por lo que podríamos interpretar este tomar de turno como una forma de intercambio. La motivación de tomar turnos no implica una reciprocidad forzada, sino compartir, alternar el dar y recibir, y comunicación.

Según el Oxford English Dictionary, la palabra “thing” (“cosa” en inglés) deriva de una antigua palabra noruega que significa “corte,” lo que, en mi opinión, implica el juicio colectivo acerca del valor de algunos artículos culturales. Considero que tanto las palabras como los objetos no verbales son de distintas clases y presentan diversos grados de materialidad, según el juicio colectivo acerca del valor de dichos objetos.

Capítulo 3: Reciprocidad

La lógica del dar y la lógica del intercambio son contradictorias entre sí, pero una es construída sobre la otra. El intercambio es un regalo doble, forzado, donde el que recibe debe dar a quien le da el equivalente de lo que ha recibido. El producto de una persona toma el lugar del producto de la otra. Creo que este requisito de equivalencia y toma de lugar son derivativos del nombrar donde el regalo verbal toma el lugar del regalo no verbal y de la definición donde algunos regalos verbales toman el lugar de otros regalos verbales. En el intercambio que opera en el plano material; un ‘regalo’ devuelto ocupa el lugar de mi regalo, y puede parecer servir como lo haría un sustituto-regalo verbal para crear un vínculo afectivo entre quienes lo intercambian.

Sin embargo, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, y adquirir el ‘regalo’ equivalente que se nos devuelve se convierte en la unica motivación del ‘regalo’ original. Al transformar el proceso de regalar en un intercambio igual, borra la orientación hacia el otro de los dos que intercambian, haciendo su igualdad solo la igualdad de sus propios intereses. El intercambio se convierte en un molde magnético alrededor del cual la sociedad se organiza. Nuestro pensamiento gravita hacia él, otorgándole un gran crédito, tal vez por la similitud con el nombrar y la definición (los procesos lingüísticos de los cuales se deriva y que seguimos usando). El regalar continua constante pero invisible, y no se generaliza como modelo que es validado al tener seguidores conscientes. De hecho, el paradigma del regalo cede, no compite con el paradigma del intercambio. De ese modo, hay una situación donde el paradigma del regalo le otorga valor y muchos regalos al intercambio.

El intercambio se refleja a sí mismo y, por lo tanto, se auto-valoriza. Tiene una forma simétrica, y el requisito de equivalencia entre los productos cambia de manera radical el foco sobre la necesidad del otro. Porque el intercambio se basa sobre y promueve los intereses de quienes intercambian; hay una equivalencia no sólo entre los productos sino también entre las motivaciones de las dos personas involucradas.

Como en instancias de igualdad, estas instancias son entonces iguales entre sí y así comienza el efecto del ‘salón de los espejos,’ que es denuevo igual a este mismo efecto que se repite en todos los otros momentos de intercambio, por ejemplo todos los que ocurren en el mercado. El proceso de sustitución y equivalencia en el lenguaje, resuena con y confirma los procesos derivativos del mercado, dando al ‘salón de los espejos’ muchos reflejos abstractos.

La necesidad abstracta de ecuaciones que se establece por el proceso de intercambio en función del (auto) interés de quienes intercambian, adquiere una independencia, un tipo de vida propia. Cualquier cosa que se pueda sustituir por un equivalente aparece como un valor (un valor de intercambio), sea dirigida o no a satisfacer la necesidad del otro. Creo que el excesivo énfasis en la ecuación, mientras se ignora el regalar, es la fuente de la idea de que muchas de las actividades humanas no son dirigidas por las necesidades. Las necesidades abstractas de los procesos de intercambio no se consideran necesidades, sino parte de ‘como son las cosas.’ Sin embargo, empieza a ser más importante satisfacer estas necesidades que las necesidades que pudiese tener el ser humano, entonces el proceso de intercambio le quita el lugar al regalar, apareciendo como fuente de los valores ‘humanos.’ Por esa razón, tenemos la categoría inhumana y cruel ‘de demanda efectiva’ que impulsa al mercado.

Por que el intercambio requiere de una ecuación, que es igual a otras ecuaciones en el mercado y en otros ámbitos, este conlleva en sí una especie de metanivel autoconstruido, que le permite propagarse a sí mismo y permanecer en el primer plano. Al mismo tiempo, el regalar (que sólo requiere de un imitador que sirva como modelo) es empujado hacia el fondo y se lo hace invisible, aunque se lo sigue usando de muchas maneras. De hecho, el intercambio está empotrado de una manera parasitaria en un proceso más amplio de regalar, que actualmente le da al proceso de intercambio, permitiéndole así que continue prevaleciendo. El intercambio en sí se convierte en ‘el otro’ del proceso del regalar.

La generalidad del regalar es capturada por el ser prácticada al intercambio, y luego es redefinida como algo inferior o como un intercambio fracasado. El regalar entonces aparece como un caso especial de intercambio incompleto, que tiene solamente un lado y que no puede existir por sí solo. Actualmente la lógica y la práctica del intercambio son parasitarios de la lógica y de la práctica del regalo. Los regalos recibidos permiten dominar la vida y la visión del mundo de los que practican el intercambio y de los que practican el regalar.

Hay un flujo de regalos hacia arriba, en contra de la gravedad, que van hacia las posiciones superiores de las jerarquías patriarcales y se alejan de las necesidades. Se llama ‘reproducción social’ a la presencia de muchas de estas jerarquías del regalo-intercambio, que se apoyan mutuamente por su similitud o por sus servicios. El salón de espejos crea profusas imágenes de las mismas estructuras—y en ese sentido se asemeja al lenguaje—pero estamos siendo guiados por la ecuación que se refleja para tomar la señal de entender el mundo desde el aspecto de la propagación de imágenes similares y uno-muchos en vez de desde el aspecto del regalo del lenguaje.

Quizas es porque hay estructuras similares en diferentes niveles que el paradigma parasitario del intercambio es elevado al nivel de un sistema, que se perpetúa a sí mismo con una ‘mente’ propia. Si estos procesos operan en la formación de las mentes individuales—conciencia versus subconciencia por ejemplo—, quizas estan también creando patrones idénticos en una escala social mucho más amplia.

La auto-perpetuación se facilita por la confirmación del hallazgo o la creación de imágenes similares entre sí, en niveles diferentes. Miro a estas similitudes entre las estructuras patriarcales en diferentes niveles no como analogías o isomorfismos históricos u homologías, sino como patrones sociales auto-similares, creados por una retroalimentación reciproca de la misma forma de la definición en la definición de género (y viceversa, la definición de género dentro de la forma de la definición) en muchos niveles.

Esta idea de auto-similaridad fue desarrollada por Benoît Mandelbrot en el estudio de la geometría Fractral, donde encontró donde encontró que los mismos patrones se repetían en niveles o ‘escalas’ muy diferentes. La coliflor es un ejemplo típico: cada flor y cada parte de la flor se parece a la coliflor en su totalidad.

Creo que lo mismo ocurre en la sociedad, en lo que llamamos ‘estructuras sociales.’ En los fractales, los patrones se crean introduciendo el resultado de la ecuación en la misma ecuación millones de veces. Socialmente, estamos haciendo lo mismo—introduciendo la definición de género y sus características “masculinas” resultantes dentro de las estructuras de otras definiciones infinitamente, entonces estamos en realidad creando los mismos patrones en diferentes niveles.

¿Es la reciprocidad intercambio o turnarse?

El homo economicus, el protagonista de la economía neoclásica, está hecho a imagen del intercambio. La propia palabra homo, que significa ‘lo mismo,’ trae con sí la idea de una ecuación. Educamos a los niños para que sean unidades similares de la masculinidad, para que rivalicen entre sí por una superioridad económica y simbólica. Educamos a las niñas para que alimenten este proceso y eduquen a sus niños según esta imagen. Este tiene el efecto que en el ‘mercado libre’ (un oxímoron) hay más hombres que practican el intercambio y todavía hay más mujeres que practican el regalar.

Nuestros sistemas económicos se basan en el intercambio y nuestro estudio de estos sistemas, la Economía , también está basada en el intercambio. El capitalismo practica los valores de la masculinidad y la masculinidad practica los valores del capitalismo. Puesto que se trata de roles sociales, también pueden ser ejercidos por personas del otro sexo biologico. Sin embargo esto se hace más difícil, ya que la interpretación social de los géneros crea muchos impedimentos para que un género tenga éxito en áreas normalmente ocupadas por el otro. Una de esas áreas es la Economía, la disciplina que estudia el capitalismo.

Porque el estudio de la producción y la distribución de los bienes en nuestra sociedad se basa en el intercambio auto-valorizante y lo promueve, no considera el regalo como ‘económico.’ Pero, el regalar es efectivamente la producción y distribuición de los bienes. La microeconomía de una macroeconomía diferente (basada en el regalo) ocurre en cada hogar. El trabajo de la mujer, que es regalado y no remunerado con dinero, ha permanecido invisible para los economistas hasta ahora, porque sólo aquellos que practicaban los valores de intercambio, lo estudiaban.

Ahora, algunas mujeres economistas, educadas, como otras mujeres, para la maternidad y la práctica del regalo, están aplicando los valores del regalo al estudio del intercambio y sus profesiones, y ellas están experimentando una saludable disonancia cognoscitiva. Sin embargo, aún no se preguntan por la validez del paradigma del intercambio como visión de mundo, tal vez porque todavía se mueven dentro de este paradigma, de una manera más o menos exitosa.

Para quienes están fuera al menos parcialmente de la lógica del intercambio, es más fácil identificar y promover el regalar como paradigma socialmente relevante—de hecho como la solución a los problemas causados por el intercambio. Esta ‘vanguardia revolucionaria’ incluiría no sólo a las mujeres, amas de casa y madres (remuneradas o no), sino también a todos quienes no obtienen ganancia en el intercambio, y en vez le están entregando en forma inconsciente: estos son los ‘anfitriones’ masculinos y femeninos del parasito.

La mayor parte de nosotros estamos enceguecidos al regalar debido a la internalización de la lógica autoreflectiva del intercambio. Incluso cuando lo estamos practicando, no ‘re-conocemos’ el regalar, no pensamos en él, en un meta-nivel y no tenemos un meta-lenguaje con el cual hablar de él. Continuamos pensando en términos del intercambio acerca de nuestra propia cultura, e incluso acerca de ejemplos del regalar institucionalizado en otras culturas,

En Francia ha surgido una nueva escuela de pensamiento, basada en los trabajos del antropólogo Marcel Mauss, que dedica mucha atención al regalar, y lo ve compuesto de tres momentos: dar, recibir, y devolver. Pero insistir en la reciprocidad esconde el carácter comunicativo del dar y recibir simplemente sin reciprocidad; esto no les permite a estos pensadores hacer una clara distinción entre regalar e intercambiar, como paradigmas opuestos.

Para ellos, el regalar parece solamente una variación del intercambio, con un plazo de pago más largo y con un énfasis menor en la igualdad. Los vínculos todavia parecen ser producidos por una reciprocidad forzada en vez de por la satisfacción directa de las necesidades. Como muchos hombres, estos investigadores están limitados en sus pensamientos, porque no han sido socializados para la experiencia adulta de la creación de vínculos a través del maternaje. El regalar aparece como una curiosidad, no como una lógica de vida mamífera basada en la madre o un programa para el cambio social.

Años atrás, la descripción del antropólogo francés Lévi-Strauss sobre el ‘intercambio simbólico de las mujeres’ entre los grupos familiares, inspiró mucha especulación entre antropólogos, psicoanalistas, lingüistas y estudiosos de la semiótica en la modalidad del intercambio. Desde el punto de vista del paradigma del regalo, las mujeres son las fuentes de la crianza; en consecuencia, el ‘regalar’ de la mujer es un regalo de los que regalan: un meta-regalo. El ‘intercambio’ (si la interacción es forzada y considerada desde el punto de vista del capitalismo) y el ‘turnarse’ del dar y recibir (si no lo es) tienen un contenido que, en el caso analizado por Levi-Strauss, son las mujeres, la fuente de dar.

El dar y recibir, en vez de la reciprocidad forzada, es la causa de los vínculos. La interacción del cuidar y la recepción del cuidado (o del dar y recibir de la mujeres que cuidan) es el factor mutuamente creativo, no la imposición y el acatamiento de la ley, no la equivalencia del intercambio, ni la reciprocidad forzada. En las sociedades menos marcadas por el intercambio que la nuestra, la práctica del regalo (o ciclos de regalos) tiene como uno de sus fines la definición y especificamente define las relaciones entre los miembros del grupo. Esa práctica del regalo podría considerarse como descendiente del lenguaje, de otro linaje que no es el intercambio, pero que usa el dar y recibir regalos y la co-municación por el fín del estatus. (Vea la Figura 2.)

Las mujeres son la Vanguardia

Lewis Hyde, Jerry Martien y otros escritores han analizado el ‘intercambio’ de regalos, han trabajado re-interpretando la literatura histórica y antropológica y liberando, al menos parcialmente, la idea del regalo de la coacción del capitalismo. Quizás es porque ellos no han experimentado el maternaje, tienden a concebir el regalo como algo poético del pasado, algo olvidado, marginalizado y encubierto, como fué su propia experiencia con la modalidad del regalar (con sus madres cuando eran niños), que ha sido encubierto pero aún permanece en el inconsciente, en los mitos y en los cuentos. Si continuamos interpretando el acto de dar regalos en términos de reciprocidad (esto es, de intercambio), el discurso queda encerrado dentro de los parámetros del statu quo patriarcal.

Las mujeres reconocemos con facilidad la presencia del regalar en todo lugar, porque tenemos un ejemplo real en la práctica de nuestro rol social adulto (aunque esté socialmente descalificado y devaluado). Por eso las mujeres son la vanguardia; las portadoras de la economía del regalo como programa social, una manera de organizar la sociedad ahora y en el futuro.

La falta de una teoría del lenguaje basada en el regalar dificulta la comprensión del regalar como un principio viviente. Sin embargo, la discusión del dinero como ‘regalo’ y Wampun como ‘actos de hablar’ propuesto por Martien es un puente entre el lenguaje y el dar regalos materiales (como fué Wampun en sí) . Martien nos muestra que Wampun eran un medio de co-municación material (interpretado por los colonos europeos solamente como una forma ‘primitiva’ de dinero). Los cordeles de mostacillas hechos con conchillas eran enviados de un lugar a otro para definir situaciones y satisfacer vínculos necesarios de atención y de cuidado. Por ejemplo, unas mostacillas especiales se enviaban a los que estaban de duelo para satisfacer su necesidad de ser consolados. Otras servían para cerrar pactos o mantener promesas entre los grupos sociales. Wampun parecía ser un lenguaje material de muchas palabras, que trascendía la definición para crear la solidaridad y la inclusión mutua, a diferencia del dinero que permanece en un estado donde nombra cada cosa cuantitativamente para facilitar una forma de relación humana más ‘primitiva,’ una relación de exclusión mutua, basada en el tener y no tener la propiedad privada.

En nuestra vida, como también en las investigaciones de otras culturas, surge la pregunta: es posible seguir y aseverar un modelo claro del regalar, o sí acaso al enfocarse en el devolver cualquier transacción es asimilada por el modelo del intercambio. Hay aquí una intersección de dos lógicas distintas; pero suele interpretarse como una pregunta moral (preguntamos: ¿es esta persona realmente altruista o es esto solo una manipulación oculta?), lo que crea confusión y algunas veces nos hace pagar por nuestro actos de amor con vergüenza. Nosotros comentamos irónicamente: “Ningún buena acción pasa sin ser castigada.” El interés propio parece ser la motivación básica de todos los seres humanos, con la escasez como su complemento natural. El bien de la totalidad parece ser, siguiendo a Adam Smith, el compendio de los intereses propios de todos mientras que la orientación hacia las necesidades del otro resulta poco realista e implica el autosacrificio. La reciprocidad es la manera de mantener el interés propio de ambas partes en la interacción.

La costumbre de devolver un poquito más de lo que uno ha recibido, es una manera de confirmar el modelo del regalo, aun cuando a través de la reciprocidad, uno corre el peligro de que su acción se interprete como un intercambio Sin embargo, este proceso ha sido asimilado en el intercambio como el interés sobre los préstamos . De hecho los prestamistas dan su dinero por la expectativa del regalo extra que recibirán. (Este tipo de intercambio se ha convertido en la norma, de tal manera que un préstamo sin intereses es considerado un regalo.)

Tanto los antropólogos, como todos los que vivimos dentro del patriarcado, tenemos dificultad para quitarnos los anteojos-espejos del paradigma del intercambio. Por eso hablan del ‘intercambio de regalos,’ confundiendo las dos modalidades desde el principio. De nuevo, el regalar parece ser una versión subdesarrollada del intercambio en vez de un método diferente y más viable para organizar la sociedad. En las llamadas sociedades ‘primitivas,’ el regalar a menudo tiene una función simbólica. Creo que esto se debe a que, al imitar el lenguaje como hemos visto en el Wampun los regalos especiales materiales sustituyentes (como los regalos verbales sustituyentes) se dan de una manera organizada con el propósito de crear vínculos específicos entre los que dan y los que reciben.

En otras palabras, tanto el intercambio de artículos por dinero como el ‘intercambio de regalos simbólicos’ son variaciones del mismo tema de la co-municación. Son dos usos alternativos de los patrones entrelazados. De hecho, tanto el lenguaje como la producción y la distribución de los bienes materiales aparecen en todas las sociedades y han coexistido durante milenios. Las sociedades han aprendido a usar sus propios procesos, en una diversidad de formas, para crear nuevos procesos de co-municación.

El lenguaje es una segunda economía (verbal) del regalo, mientras que la definición y el nombrar son procesos especiales decontextualizados del lenguaje

Estos procesos decontextualizados se transforman en intercambio cuando se transfieren al plano material, cuando las personas sustituyen un producto con otro y los equiparan cuantitativamente.

La introducción del dinero provee un ‘equivalente general,’ un regalo sustituyente único (como una palabra), en el cual el valor de todos los productos del mercado, pueden ser expresados y evaluados. Mientras que el dinero brinda un elemento abstracto adicional en el proceso de intercambio, éste no altera su lógica básica. Por lo tanto, el trueque no es una solución a los problemas causados por el intercambio. Sino más bien es un ejemplo de la misma lógica sin dinero. Si se toma la distinción entre el dar regalos y el intercambio, como el hito entre dos paradigmas básicos de la interacción humana, podemos aclarar un sinnúmero de problemas diferentes, que aparentemente no se relacionan entre sí.

Muchos regalos

Podemos entender muchos aspectos irracionales y dañinos del patriarcado capitalista como un punto de contacto entre los dos paradigmas. El plustrabajo la porción del tiempo del trabajador que no se paga y que se vuelca hacia la ganancia del capitalista, puede ser considerado como un regalo forzado, del trabajador al capitalista. La tendencia de pagar a la mujer menos que al hombre por un trabajo similar, puede interpretarse como un intento de mantener a la mujer en la posición de regalar, reinforzando nuestra práctica del modelo del regalo invisible, obligándolas a dar aún más trabajo gratis (regalos) que nuestros compañeros hombres. Por la igualdad del intercambio y por el valor que le otorgamos (regalamos), calificamos al mercado como ‘justo,’ aunque nos está penalizando (El padre sabe más).

La mano de obra no remunerada de la ama de casa se calcula que añade un 40% o más al Producto Bruto Interno. Este es uno de los ejemplos más sobresalientes de trabajo regalado y no reconocido que existe. Tenemos que considerar también los regalos que le llegan a los ricos desde los pobres, al Norte desde el Sur, a las economias basadas en el intercambio desde las economías aún basadas en el regalar. Las diferencias en las tasas de cambio, los niveles de vida y la autosuficiencia de los países ‘en desarrollo’ permite el flujo de regalos de esos países hacia los llamados países ‘desarrollados.’

Este flujo no sólo no es reconocido como tal, sino que se le atribuye la dirección contraria, de tal manera que el Norte aparece como el que otorga créditos, el que brinda ayuda material, información, tecnología, mercados, protección y además una ‘influencia civilizadora’ al Sur, que a su vez queda agotado y lisiado, tratando de pagar el ‘plus,’ el interés de lo que ha sido ‘dado’, pero que en realidad sólo sirve para estimular más regalos ocultos que drenan su capital.

Por ejemplo, la disminución del nivel de vida en el Tercer Mundo le sirve al Primer Mundo pues ocasiona una disminución en el precio del trabajo transformando el diferencial del bajo costo de mano de obra y las materias primas en regalos colectivos, entregados por una multitud de personas del Sur a traves de unas pocas del Sur para una pocas en el Norte. El uso manipulador del dar regalos con el propósito de obtener ganancias (apalancando más regalos) es en sí intercambio. Sin embargo, si se malinterpreta el regalo como un intercambio, y las ganancias como aquello que se ‘merece,’ entonces se confunden los dos paradigmas. Esta confusión no sólo afecta a los académicos sino que es un punto de vista muy extendido que sirve de apoyo a la explotación.

Los numerosos ejemplos de esclavitud que han emponzoñado la historia del ser humano son evidencia de la tendencia de colocar a grupos de personas en posiciones donde son forzadas a regalar a través del “poseerlos”. Las mujeres de todas las razas y todas las culturas han estado en posiciones similares respecto de sus esposos, fueran éstas consideradas sus “propiedades” o no. Para poder acumular capital, los regalos excedentes deben provenir de algún lugar. Por ejemplo, la esclavitud proporcionaba el excedente ‘gratis’ para sus ‘dueños’ en el Sur de Estados Unidos, a pesar del inmenso sufrimiento que ello implicaba para los esclavos.

Pero el intercambio proporciona un mecanismo eficiente para la acumulación, al ocultar los regalos recibidos detras de la pantalla de una ecuación que aparece como ‘justa’ y una transacción aparentemente basada en una “libre elección” (sin importar la falta de alternativas que muchas veces reducen a la gente pobre a una situación similar a la esclavitud). El capital puede ser visto como los regalos conjuntos de los muchos, capturados por el intercambio y entendidos dentro de los parámetros autorreflejantes del intercambio, como la ganancia justa de una inversión. El intercambio de cosas iguales no produce una ganancia. El regalo laboral es necesario para lograr este propósito.

Como dijimos anteriormente respecto del lenguaje, es muy fácil ocultar el regalo laboral pues el regalar es transitivo. Si ‘A’ da a ‘B’ y ‘B’ da a ‘C,’ entonces ‘A’ da a ‘C.’ Luego, si el ama de casa da su trabajo gratis a su marido y éste a su vez da su plus trabajo al capitalista, el trabajo gratis de la esposa pasa de manera transitiva a través del esposo al capitalista. El regalo es también invisible porque desviamos la mirada de la fuente original. A lo más miramos a ‘B’ dando a ‘C.’ Lo que está en plena evidencia completamente sin embargo, es el llamado intercambio “equivalente” entre ‘B’ y ‘C,’ donde el capitalista le paga un salario al trabajador, un salario que está determinado por el precio de esa clase de trabajo en el mercado.

Si nos enfocamos en el precio ‘justo’ del trabajo, desviamos la mirada del acto de regalar cuantificable y no cuantificable que también está ocurriendo. El intercambio se valida a sí mismo y encaja con los otros intercambios que ocurren en el mercado. Éste flota como un cúmulo de burbujas sobre un mar de regalos ocultos, dados por las mujeres, por los trabajadores, por los malpagados, por los no pagados, por los pobres, por los desocupados (quienes con su demanda de empleo mantienen bajo el precio ‘justo’ del trabajo), y por todas las clases y los países que están en la postura de dar regalos a las clases y los países privilegiados.

Tambien existen los regalos de los consumidores, quienes consistentemente sobrepagan por productos tales como la gasolina, que tienen un costo de producción relativamente bajo pero una utilidad muy alta para la gente, cuyas necesidades han sido determinadas por las industrias de transporte. Existen los regalos del pasado: la plusvalía contenida en el ‘capital fijo.’ También existen los regalos (procedentes, sobre todo, de las mujeres) de mantenimiento de los edificios, de los bienes, de los valores de uso y de las personas de generaciones anteriores– sus hijos, su arte, su cultura, y los productos derivados de sus vidas. Hay un enorme flujo de regalos que no ha sido reconocido: los regalos del pasado que llegan al presente, y también los regalos de las clases y los países que están en la postura de regalar aque llegan a las clases y los países que están en la postura de tomar.

Existen los regalos de la naturaleza listos para nuestro uso, el aire, el agua, la luz del sol, que por nuestra evolución estamos adaptados para recibir creativamente pero que estamos contaminando y haciendolos escasos al ser gastados y despilfarrados en forma oculta para disminuir los costos (dar regalos) al servicio del paradigma del intercambio. Esta polución obliga a las generaciones aún no nacidas a entregarnos su uso potencial de los regalos de la naturaleza para que nosotros obtengamos una ganancia rápida. Estamos bloqueando el flujo de los regalos hacia el futuro. Nuevos tipos de comercio invaden áreas que antes eran de regalos, desde los restaurantes de comida rápida hasta las lavanderías automáticas. La herencia de todos está siendo comercializada por la industria bio-genética, transformando incluso los regalos (biológicos) de los muchos en ganancias para los pocos.

El “metalenguaje” es el lenguaje que habla del lenguaje. Los términos tales como “sustantivo” u “oración” forman parte del metalenguaje de la gramática. El efecto del “salón de espejos” generado por el intercambio hace que todas las ecuaciones y estructuras reflejas convaliden el intercambio en la sociedad. Por su similitud éstas aparecen diciendo “Esto es normal.” El foco de la autorreflexión desvirtúa nuestra visión, exagerando el proceso de intercambio y descontextualizándolo—sacándolo de su contexto—su otro—del regalar. En Principia Mathematica, Bertrand Russell propone la teoría de los tipos lógicos, donde los niveles lógicos “superiores” difieren de los están debajo de ellos. Por ejemplo, la clase de todas las clases es una meta-clase de un nivel lógico superior al de sus miembros. Los meta-mensajes son mensajes acerca de los mensajes y nos dicen como interpretarlos. El efecto del “salón de espejos” crea muchos meta-mensajes que mantienen nuestro foco encerrado en los procesos de intercambio. Véase también Gregory Bateson, Steps to an Ecology of Mind, Ballantine Books, Nueva York, 1972. Bateson analiza la potencialidad para resolver los lazos dobles de la esquizofrenia, cambiando los meta-mensajes. Creo que la causa de los lazos dobles son las motivaciones ocultas del intercambio en un meta-nivel. Si se reconoce el regalar como el contexto donde el intercambio y la clasificación están implicados, surgirá un enfoque nuevo acerca de nuestra economía y de nuestra lógica, que le dará valor al regalar. Para una explicación de la geometría fractal y la noción de similitud en sí misma, véase James Gleick, Caos Making a New Science, Penguin Books, Nueva York, 1987.

Asociación Internacional de Economistas Feministas (IAFFE).

Véase, por ejemplo, el trabajo de Jacques Godbout, Serge Latouche y el resumen de MAUSS (Mouvement Anti-utilitariste des Sciences Sociales).

En el prólogo a la nueva edición de The Gift de Marcel Mauss (W. W. Norton, Nueva York, 1990), Mary Douglass analiza el intercambio o la reciprocidad en la creación del vínculo del regalo. La autora se basa en su experiencia en una fundación donde aprendió que “al receptor no le agrada el que regala, sin importar lo amable que sea.” Afirma que los regalos gratuitos no se deben dar porque “rechazar la satisfacción coloca al acto de dar fuera de los lazos mutuos.” Las mujeres también pueden ser seducidas por el paradigma del intercambio para que crean en la reciprocidad y no en la satisfacción de las necesidades, como la fuente de las relaciones humanas. Quiero agregar que existe un malestar psicológico en torno al dar gratuitamente, y que las obras de caridad suelen asumir una actitud paternalista que menosprecia al que recibe, por lo que el receptor tiene sus razones para “no agradarle el que regala, sin importar lo amable que sea,” como señala Douglass.

Claude Lévi-Strauss, Anthropologie Structurale, París, Plon, 1958

Lewis Hyde: The Gift, Imagination and the Erotic Life of Property, Random House, Nueva York, 1979. Jerry Martien: Shell Game, a True Account of Beads in North America, Mercury House, San Francisco, 1996. En Indian Givers (Fawcett Columbine, Nueva York, 1988), Jack Weatherford analiza el impacto del oro y la plata americanos en el capitalismo europeo, al igual que otros innumerables regalos (no reconocidos) que los nativos dieron al resto del mundo.

Capítulo 4: Definiciones e intercambio

Nombrar y su forma más complicada, la definición, constituyen momentos especiales del lenguaje donde las palabras mismas son dadas para satisfacer las necesidades metalingüísticas (necesidades respecto del lenguaje mismo) de los que escuchan. Al nombrar las cosas para el otro, o al definirle las palabras, le proporcionamos los medios de producción de la co-municación lingüística. Esta situación es diferente del discurso en sí, porque el nombrar y el definir están al menos en parte descontextualizados y sus procesos internos son de una clase especial. Nos salimos del flujo del discurso hacia un metanivel, para entregarle al que escucha algo que aún no tiene, un término ‘nuevo’ que satisface alguna necesidad comunicativa constante y general.

La necesidad que se satisface con el flujo del discurso, a diferencia es una necesidad de una relación presente y contingente con algo, que se satisface cuando el hablante da al oyente un producto verbal, combinando palabras (cada una de las cuales considerada como nombre descontextualizado nos proveería con una relación constante) en oraciones. En el discurso, el oyente mismo podría, en principio, construir las frases del hablante, pero no ha reconocido (en esa instancia) la necesidad de formularlas. En el caso del nombramiento y definición, el que escucha necesita las palabras apropiadas, que aún no tiene y que por eso no puede usar. Su necesidad es comparable con la necesidad material de los medios de producción—sólo que en este caso se trata de medios de produccion para la producción de regalos verbales.

En los procesos de nombrar y de definir, el hablante efectúa un servicio para el oyente, comprendiendo lo que éste necesita saber y brindadole una palabra adaptada de tal manera que la pueda aprender. Si una persona está hablando con un infante o con alguien que habla un idioma extranjero, puede decir la palabra al mismo tiempo que la ‘cosa’ está presente como dada por la experiencia. Esta también la puede indicar, alzar o sostener hacia la otra persona etc. Sin embargo, si piensa que el oyente ya tiene algún conocimiento del vocabulario de ese lenguaje, puede construir una frase definitoria usando términos que imagina que el oyente ya conoce.

Para hacer esto, es necesario colocarse en el lugar de la otra persona, pensar en sus conocimientos, ‘leerle la mente,’ acerca de su vocabulario y su experiencia de vida. La definición requiere la orientación hacia otro de parte del hablante Este puede adivinar qué palabras usar por haberlas escuchado del otro, cuando hablaba y ella escuchaba. El que habla o el que escribe tiene que usar términos que supone que los otros ya saben, aunque esté definiendo una palabra para el público en general. Si una definición escrita no es clara, el lector se ve obligado a adquirir más conocimientos lingüísticos en otras fuentes; por ejemplo, en un diccionario. Sin embargo, aun las definiciones impersonales del diccionario requieren que los que definen usen términos que los otros puedan entender. Las definiciones no se mantienen solas, como los filósofos (influidos por las ecuaciones y el intercambio) suelen pensar. Son regalos de palabras de una persona a otra o a muchas otras.

El definiens es una frase que forma parte de la definición que funciona como un regalo sustitutivo y provisional por la cosa definida, permitiendo que la relación general social de la cosa con su nombre se lleve al frente. El nombre es la palabra-regalo social y constante que satisface la necesidad comunicativa general respecto de esa clase de cosa en la sociedad en general. El que habla da un regalo individual provisional (definiens) sustituyendolo por la cosa dada, y por la palabra-regalo social (definiendum) y la entrega al que escucha. Por ejemplo, tanto ‘el animal peludo y amigable como la mascota de Tía María’ como ‘felino doméstico’ son ambos regalos provisionales, que se pueden dar a quienes escuchan para definir la palabra ‘gato.’ Su selección, o la selección de otras variaciones, depende del vocabulario y de la experiencia que tenga el que escucha (y su necesidad comunicativa), según la interpretación del que habla. El definiendum es provisto como un regalo sustitutivo social y constante (el nombre) para aquella clase de cosas y para cualquiera de los otros definiens respecto a esa clase de cosas. (Vea la Figura 3.)

La implicación es: Lo que el definiens ha hecho con respecto a la cosa, el definiendum puede hacerlo y más. En nuestros ejemplos, ‘El animal peludo y amigable como la mascota de Tía María’ escoge una ‘muestra’ de gato, mientras que ‘felino doméstico’ ubica el animal en una taxonomía, que requiere de un sistema complejo de interrelaciones de definiens y definienda para distinguir entre categorías similares. El definiendum ‘gato’ es más general que cualquier definiens (cualquier frase que define) y toma el lugar de todas las posibles frases definitorias como el nombre de aquella clase de cosas para los hablantes de ese lengua.

Al proveer el nombre mediante el proceso de sustituir el definiendum por el definiens, el que habla está regalando las palabras, que a su vez otros le han regalado. Este proceso gratuito de regalar, recibir y pasar a otros, crea subjetividades humanas en relación con el lenguaje, con cada uno y con una enorme variedad de cosas, eventos e ideas cualitativamente diferentes. En esta relación mediatizada lingüísticamente, nosotros los humanos nos encontramos como una especie que se constituye a sí misma y que somos capaces de vincularnos de casi tantas maneras como las experiencias que tengamos. Usamos los procesos de regalar y los regalos verbales para vincularnos entre nosotros, a un nivel recién creado de organización de las experiencias—un nivel de asuntos compartibles, dados linguísticamente.

La definición es una suerte de ‘paquete’ que contiene varios regalos en diferentes niveles. Al crear un definiens, juntando los términos que el oyente ya tiene, el hablante le hace un servicio a éste. El relaciona algo que hay en el mundo, y el definiens al definiendum, y proveyendo al oyente con el uso de una nueva palabra. Las “cosas” en el mundo —los gatos, por ejemplo—son obligados a ceder por el momento como regalos co-municativos, porque ahora efectivamente hay una frase-regalo sustitutiva que se le entrega al oyente en su lugar—por ejemplo, el definiens ‘felinos domésticos.’ Entonces, la combinación de palabras, la frase que constituye el definiens, ‘felinos domésticos,’ también es obligada a ceder su posición equivalente en favor del definiendum, ‘gato,’ que se hace cargo. Tanto la cosa dada por la experiencia, ‘gato,’ y el definiens, ‘felino doméstico,’ dan su lugar al definiendum, ‘gato’ como el regalo verbal por medio del cual la comunicación usualmente ocurre con respecto a esa clase de cosas para la gente en esa co-munidad.

La palabra ‘gato’ es más usada para hablar acerca de los gatos y, por lo tanto, es más general que los definiens ‘felino doméstico,’ o ‘un animal como la mascota de la Tía María,’ o ‘un animal peludo y amigable con una cola larga.’ Es usada por más gente con mayor frecuencia que cualquiera de estos definiens. Sin embargo, éstos podrían utilizarse en caso de que surja la necesidad comunicativa contingente de hablar de esos animales de esa manera, con ese nivel de especificidad. ‘Gato’ es más constante y más general que ‘un animal peludo y amigable con una cola larga.’ Le dimos el nombre ‘nombre’ a la palabra ‘gato’ y no a frases tales como ‘un animal peludo y amigable con una cola larga,’ etc.

Todos estos regalos están ligados por la necesidad comunicativa metalingüística del oyente, y el servicio del hablante que satisface las necesidades. El hablante no guarda para sí su conocimiento del léxico (aunque algunas élites y grupos cerrados lo hacen), sino que lo da libremente al que escucha, preocupándose por crear y proveer un definiens que el oyente pueda entender.

Pese a ser un paquete de regalos, la definición no funciona internamente según el proceso dador-regalo-recipiente, como lo hace la frase transitive (como lo hemos estado diciendo ). Funciona en vez por una sustitución interna y por una sustitución externa.

Ambos un dato no-verbal y una frase ceden su lugar a una palabra general, el nombre que toma su lugar como regalo sustitutivo constante co-municativo que satisface las necesidades.

Quiero mencionar que el verbo ‘ser’, contenido en la definición es el sustituto para los actos de sustitución que son el definiens y el definiendum al cual ambos ceden implicando que estos actos identicos, porque como actos son sustituidos por la misma palabra, trayendo así toda la operación ordenadamente al presente. (Vea la Figura 4.)

La relación de las palabras con las palabras y de las cosas con las palabras en ‘la niña golpeó la bola’ es diferente de la relación de las palabras con las palabras y de las cosas con las palabras en ‘una bola es un objeto redondo usado para jugar.’ En el primer caso, la frase completa es un regalo y contiene dentro de sí el regalo del predicado que el sujeto le da al objeto. En la definición, alguien está entregando el regalo de una palabra a otra persona que no la conoce, mediante la sustitución de algo que el oyente conoce. Por ejemplo, ‘un objeto redondo que se usa para jugar’ es sustituida por algo que el oyente no conoce: la palabra nueva ‘bola.’ El hablante es el sujeto donante que da el definiens y el definiendum al oyente que es el receptor del definiendum como una adquisición permanente. El definiens cede su lugar al definiendum, que toma su lugar del mismo modo en que la cosa ‘cede su lugar’ primero al definiens y luego (de manera permanente) al definiendum como su nombre.

El que escucha tiene una necesidad metalingüística inmediata de una palabra que no ‘tiene’. La memoria y la comprensión de ese patrón fonético constituyen ‘los medios de producción’ de una palabra-regalo que los hablantes pueden dar, para satisfacer las necesidades co-municativas de otros y que los oyentes pueden recibir creando vínculos con ellos respecto de esa clase de cosa. El hablante da la nueva palabra satisfaciendo así la necesidad metalingüística del oyente.

Origen del intercambio

Los procesos de sustitución y de ceder en la definición y en el nombrar, son los procesos originales desde los cuales se deriva el intercambio. En el intercambio estos procesos han sido retransferidos en patrones de interacción no-verbales, y distorsionados para mediar la clase de necesidad co-municativa que surge de la relación humana mutuamente exclusiva de propiedad privada. Las estadísticas muestran que en el mundo muy poca propiedad privada—quizás sólo el 1% está en manos de las mujeres (quienes, sin embargo, son bien capaces de ejecutar los procesos de nombrar y de definir). Es más, la propiedad privada es una institución que pertenece a las llamadas sociedades ‘desarrolladas,’ y no a las llamadas sociedades ‘primitivas,’ que no obstante también tienen deben tener los procesos de nombrar y de definir. Entonces, el lenguaje basado en la inclusión mutua del regalo precede al intercambio y a las relaciones de propiedad basadas en la exclusión mutua, que son mediadas por éste. Los procesos de nombrar y de definir donde la sustitución y el ceder son predominantes, han sido estirados y alterados al haber sido transferidos al plano material. Esto se advierte especialmente en el intercambio monetario, donde según su función como regalo sustituto, el dinero crea una imagen auto-similar de la palabra, en una escala diferente. Además en la ausencia del regalar y sin el proceso de intercambio, la institución de la propiedad privada mutuamente exclusiva sería esclerótica e inmanejable, puesto que cada propietario no tendría acceso pacífico a la satisfacción de sus necesidades por los otros.

El uso de estos procesos lingüísticos para evitar el regalar y para mantener el aislamiento de cada uno de los operadores económicos, contradice el principio fundamental de la vida y el lenguaje, que es el dar y el recibir, y crea un ambiente misógino y hostil, al que los grupos humanos han tenido que adaptarse. De hecho, nos hemos adaptado tan bien que parece ser natural, mientras que los comportamientos agresivos y competitivos que son necesarios para sobrevivir el el aparecen como inherentes a la ‘naturaleza humana’ (que se expresa ‘históricamente,’ es decir, según el punto de vista masculino).

La existencia de los mismos procesos en el plano verbal y no verbal crea muchas re-verberaciones. Por ejemplo, en nuestra sociedad capitalista actual hay una retroalimentación circular entre la definición verbal y el intercambio no verbal, donde una valida al otro, y asume la función del otro y viceversa. Una persona o un producto se define por la cantidad de dinero que esa persona o ese producto ‘valga.’ Los nombres, las categorizaciones, los títulos desde ‘mujer policía’ hasta ‘doctor’ tienen un valor monetario.

Al controlar a la gente a través de su salario, que es una definición por el dinero, respaldan el nombrar, catalogar y definir a los otros por su valor monetario como un medio para controlarlos Lo nombres de los productos y las marcas justifican los precios más elevados. Vemos los procesos de definición como si éstos dieran significado a nuestras vidas. Si tenemos un título, un grado universitario, un apellido de casada, somos ‘alguien.’ Sin embargo, todo este acto de nombrar sucede en una sociedad que no reconoce el regalar, como el principio subyacente del significado del lenguaje y de la vida.

Restituyendo los regalos a la definición

El intercambio se refleja en la idea que tenemos de la definición, haciendola aparecer aséptica –una ecuación intelectual en vez de un paquete lleno de regalos. Entre los regalos ya mencionados, debemos agregar la consideración más amplia que, a veces, la definición sirve para transmitir socialmente las palabras entre las generaciones, entre los grupos lingüísticos, etc. Es más, encontrando un ‘lenguaje común,’ utilizando las palabras que muchos otros ya tienen, tanto en el discurso como al ejecutar el servicio de la definición, el que habla o el que escribe pueden comunicarse con personas situadas en distintos puntos del espacio y del tiempo. El debe identificar, usar y construir sobre los términos que otros ya tienen aunque por supuesto, los otros pueden por sí mismos haber hecho el esfuerzo para adquirir estos términos a través de la educación, desarrollando un cuerpo de conocimiento sobre cualquier disciplina o de algún aspecto de la vida (a veces con un lenguaje propio y especializado).

La necesidad de definir las palabras es común , ya que nadie nació sabiéndolas, por esto las definiciones abundan en libros, diccionarios y tratados. También se explora la naturaleza de las cosas en discusiones que buscan definir las clases de cosas. Si está bien construído, utilizando palabras que otros comúnmente tienen, el paquete de regalos de la definición puede continuar funcionando, independientemente de quienes lo han creado. Los regalos surgen para satisfacer las necesidades del lector, tan pronto como éste abre el diccionario.

Esta habilidad para continuar satisfaciendo las necesidades (meta) co-municativas independientemente hace que el origen humano de la definición y la relación entre el que da y el que recibe parezcan poco importante. En un sentido, podríamos decir que es la sociedad, la colectividad, la que nos da los ‘medios de producción’ verbales, estableciendo así un vínculo con nosotros. En otro sentido, el servicio incondicional y generoso del que define es fácilmente olvidado, cuando usamos las palabras que se nos han dado para establecer relaciones con los otros.

Equivalencia

Cuando ignoramos el servicio o el regalo implícitos en el lenguaje, creemos que el proceso básico del lenguaje consiste en la forma en que las palabras toman el lugar de otras palabras en la definición, y no en la satisfacción de las necesidades. Se produce una especie de fetichización, en el que el ‘significado’ parece proceder de la relación entre las palabras, en lugar de surgir de la relación entre las personas, al usar las cosas o al usar las palabras respecto de las cosas. Entonces ya que los filósofos se han concentrado en las definiciones para hablarnos de todo, desde la humanidad, hasta Dios, hasta el Ser mismo investigamos las definiciones para encontrar la relación entre las palabras y el mundo—y sólo vemos que las palabras toman el lugar de otras palabras en sistemas cerrados. No vemos el nutrir como co-municación, ni vemos la necesidad lingüística co-municativa como una necesidad relevante socialmente que surge necesariamente del mundo y de los otros, cuya satisfacción es un fin que motiva la interacción verbal y no verbal entre los individuos.

Debido a la plantilla magnética de la lógica del intercambio, la necesidad del otro solo nos parece funcional a nuestra propia necesidad. Su ‘demanda’ debe ser ‘efectiva;’ el debe tener una cantidad de dinero adecuada para sustituirlo por nuestro producto, para satisfacer nuestra necesidad co-municativa por el dinero. No vemos el aspecto de ‘servicio’en la definición, sólo vemos su llamada ‘función de verdad,’ si su ‘intención’ (o significado) corresponde a su ‘extensión’ (las instancias de esa clase de cosa en el mundo).

‘Un soltero es un hombre que no está casado,’ es un ejemplo que suele usarse porque el definiens y el definiendum parecen corresponder exactamente. Todo hombre que es soltero es también un hombre que no está casado. Definiciones como ésta son regalos que satisfacen solo la necesidad metalingüística de ejemplos filosóficos de definiciones. El aspecto del regalo metalingüístico de la palabra se ha convertido en un aspecto secundario. La orientación del que define hacia el otro parece también irrelevante respecto de la equivalencia de ‘extensión’ e ‘intención.’ Por lo tanto la orientación hacia el otro, se ignora, mientras la definición aparece como independiente y aséptica, no afectada por las relaciones humanas.

Cuando pensamos en el lenguaje, lo hacemos bajo la influencia de las prioridades del intercambio, la necesidad de identificar los bienes, sus medidas y la verificación aséptica y objetiva de su equivalencia para la satisfacción de las dos partes (o de la sociedad en su totalidad). La correspondencia envuelta entre vender y comprar se convierte en el modelo de la correspondencia entre el lenguaje (precio) y la realidad (mercancías). La motivación hacia la necesidad del otro como un fin es ignorada tanto en el intercambio como en el estudio del lenguaje.

Puesto que las definiciones son hechas con las palabras que sustituyen otras palabras, la relación entre las palabras y el mundo parece derivarse de la forma de la definición, de la forma de sustitución como un fin en sí mismo—y sin ver la actividad creativa de dar, recibir y ceder. La relación de las palabras con el mundo parece surgir de la forma de la ecuación (x = y), o de las palabras mismas, o de la voluntad de quien las pronuncia. Al concentrarnos en la sustitución, y sin la idea de regalar, es difícil volver al mundo desde el lenguaje, y entonces aparece solamente que “el sentido de un signo es otro signo,” y así en un regreso (aunque sistemático) al infinito como si las palabras no estuviesen del todo ‘enganchadas’ con el mundo.

Regalar en ambos niveles

Parece que ‘re-present-ación’ es un proceso en el que no ha habido una ‘present-ación’ anterior que lo respalde. En cambio la ‘re-presentación’ (tomar-el –lugar-de) es sólo un momento en el proceso de regalar, que es tanto lingüístico como no lingüístico. Sin duda, podemos sustituir un regalo con otro, pero el proceso total, desde la identificación de la necesidad hasta la elaboración del regalo específico— de palabras o frases—que podrían satisfacerla, implica mucho más que tomar-el-lugar-de o sustitución. Implica la orientación hacia el otro, la habilidad de reconocer las necesidades del otro en relación con el mundo y las cosas en el mundo que son relevantes a esas necesidades. Implica el reconocer que uno puede potencialmente satisfacer las necesidades de las otras personas, usando los tipos de cosas apropiadas, y teniendo la motivación de satisfacer al menos las necesidades comunicativas, sino las necesidades materiales. Esto también implica reconocer a los otros como los que satisfacen las necesidades de uno mismo. El punto de vista patriarcal ve el mundo como hecho solamente de aquellas cosas por las cuales debemos competir, y no de cosas que tienen valor porque son relevantes para la satisfacción de las necesidades de los otros.

También es necesaria la orientación hacia el otro para ser capaz de usar las palabras que los otros pueden entender, ponernos en su lugar y considerar lo que ellos no saben como una necesidad que podemos satisfacer. Cada necesidad es un tema con muchas variantes. La necesidad general de comunicarnos acerca de los gatos—para constituir relaciones humanas con respecto a los gatos—abarca todas las maneras en que éstos pueden estar presentes o ser relevantes para los humanos. Individualmente, somos capaces de reconocer esas maneras como necesidades, que surgen de los contextos extralingüísticos o lingüísticos, necesidades que otros puedan tener de relacionarse con nosotros respecto de los gatos. La palabra ‘gato’ se nos ha dado socialmente como un medio para satisfacer, al menos en parte, cualquiera de esas necesidades comunicativas.

Hemos debido recibir de otros materialmente y lingüísticamente en el pasado para poder ser capaces de dar a otros en el presente. Así debemos haber sido los receptores de la satisfacción de nuestras necesidades comunicativas por los que eran orientados hacia los otros que en este caso fuimos nosotros Tenemos que ser capaces de elaborar frases nuevas según los patrones transpuestos del regalo—como emparejadores poniendo las palabras en la posición de dar a otras palabras. Más aun, tenemos que buscar y usar los vínculos lingüísticos que creamos con otros y con respecto a los regalos del mundo, para desarrollar nuestra subjetividad social, y la de otros. Regalar es el contenido de la forma de la sustitución, que es la verdadera razón de la existencia de la forma. Es lo que importa de la forma; es la matriz (maternal).

El regalar y el ceder no han sido comprendidos como comportamientos enteramente humanos. En el patriarcado, ganar, dominar y el avasallar han sido sobrevalorados. Sin embargo, el ceder es un complemento necesario de tomar-el-lugar-de otro. Ser sustituido es un complemento relacional activo y necesario de la sustitución. También recibir es el complemento activo y creativo de dar. En la definición el proceso de sustitución y ceder de los regalos son los elementos funcionales. En la mayoría de las frases en un contexto hablado, el proceso de sustitución está en segundo plano y los procesos de regalar crean transparencia en otros niveles.

Sustituir y ser sustituido son los procesos en primer plano en la definición y el nombrar, porque lo que es dado es una palabra general, un regalo social para una clase de cosa dado a través de una serie de sustituciones. La necesidad que se satisface no es primeramente una necesidad contingente para una relación mutuamente inclusiva de las personas en relación con el mundo, sino una meta-necesidad del otro, de los medios de producción de regalos con respecto a clases de cosas. Tal vez, debido a la fuerza del patrón del intercambio (que es como hemos dicho el descendiente de la definición), el proceso de sustitución y de ser sustituido ha sido unilateralizado, omitiendo el llamado lado ‘pasivo’ de la relación. Al faltar uno de los lados, la relación de sustitución (y de ser sustituido) o de tomar el lugar de otro (y ceder) ha parecido no ser una relación en absoluto. . El lenguaje ya no parece tener ninguna relación con lo que ha sido sustituido. En cambio parece ser, una actividad unilateral puramente verbal sin relación con el mundo, un sistema autosuficiente que usa sonidos arbitrarios de una manera gobernada por reglas para ‘transmitir’ (dar) un ‘significado’ (que tampoco es entendido).

Para los filósofos que ignoran el regalar, la relación de la palabra ‘gato’ con los gatos resulta abstracta; un acto sui generis de parte del que habla (o de la comunidad) que de alguna manera iguala ‘gato’ con gatos, o que impone ‘gato’ encima de gatos, separándolos de los perros y de los monos, tal vez a través de una habilidad ‘transmitida’ (dada) genéticamente. Parece que al nombrar algo lo ponemos en una categoría y éste parecería ser el propósito de la comunicación.

La pregunta que surge es: ¿qué tiene que ver la categorización con el entendimiento? Así caemos en una clase de razonamiento semejante a la propiedad privada—preguntando que cosas pertenecen a qué categorías. Entonces la persona que tiene más conocimientos es la que ‘tiene’ más categorías. Organizamos las categorías en jerarquías de inclusión y de función, ‘transformando’ las frases particulares, sustituyendo nombres más generales por nombres más específicos subiendo los árboles sintácticos, viendo su interacción como gobernada por leyes o reglas, según lo que es apropiado para sus identidades y clases. Después igualamos estas jerarquías con ‘entendimiento.’

El diagrama del árbol (o raíz) sintáctico

Una clase es solo una colección de cosas suficientemente importantes para tener un nombre, que surge de las necesidades comunicativas respecto a éstas.

En un nivel metalingüístico, expresiones tales como sintagma nominal (SN) o sintagma verbal (SV) designan clases de frases, porque los profesores de lingüística necesitan hablar de ellas. Las reglas de la sintaxis muestran como las palabras y las oraciones pueden ‘dar’ una a la otra, mientras que los diagramas de los árboles sintácticos expresan visualmente la relación del dar como ramas de dependencia. Siempre me parecía que el diagrama del árbol sintáctico estaba al revés—hasta que comprendí que no son árboles sino sistemas de raíces, cuyo flujo de regalos va hacia arriba (de lo particular a lo general) y no hacia abajo (de lo general a lo particular).

La creatividad lingüística, la capacidad de generar frases siempre nuevas, usando un numero limitado de palabras es acompañada y provocada por la habilidad de reconocer las necesidades que esas palabras y oraciones pueden satisfacer. La práctica colectiva que utiliza clases de cosas para satisfacer necesidades, otorga a esas cosas un valor el cual a su vez es parcialmente transferido o dado por implicación a las palabras-regalo que las sustituyen . No es una relación jerárquica categorizante, lo que hace que el lenguaje funcione, sino una dinámica creativa de satisfacción de necesidades que mueve al lenguaje y a la vida.

Creo que las relaciones del regalar dentro de la oración en sí, son los motores de su significado y no la interacción entre las categorías. Equívocamente hemos tomado la parte del nombrar en el lenguaje como la llave de su dinámica. No es la ‘aplicación’ de las palabras a las cosas lo que promueve el cambio de niveles, causando el movimiento hacia ‘arriba’ desde el nivel de la experiencia no verbal hacia el nivel de la práctica verbal; hay un proceso completamente diferente que no estamos viendo.

Le otorgamos a un grupo de cosas algo con lo cual se pueden relacionar como su sustituto. Entonces le transferimos a éste algo de su valor, de acuerdo con la importancia de estas cosas para los seres humanos, porque las necesidades se asocian con ellas. El regalo-sustituto recibe una destinación en la satisfacción de una necesidad comunicativa, que también puede hacerlo útil desde una distancia para la satisfacción de las necesidades materiales; por ejemplo: ‘el pan está en la alacena’ o ‘el tren parte del andén número 12.’ Hay un flujo ascendente de significado o de valor desde el mundo del que somos parte, y no sólo una aplicación de arriba abajo o un tajar del mundo a través de las categorías. Un metalenguaje es solamente una colección jerárquica de términos categorizantes, un parásito sobre el objeto-lenguaje, porque carece de una dinámica propia del regalo.

La ramificación de un árbol sintáctico debería ser visto en cambio como la coyuntura de elementos que pueden darse entre sí, haciendo así un ensamblaje cooperativo de términos. Podemos dar ‘la’,’ o ‘la’ puede darse a sí misma a ‘niña,’ y llamamos a este acto-regalo ‘sintagma nominal.’ Luego juntas como unidad pueden dar el verbo ‘golpear’ a la unidad que se forma cuando ‘la’ se da a ‘bola.’ Podemos hacer un diagrama con estas unidades nombrándolas ‘el artículo definido,’el ‘sintagma nominal,’ ‘el verbo,’ ‘la oración.’ Estos terminos nos dicen cuales son los que dan, los regalos y los que reciben. Damos algunas partes de la oración, ‘la niña golpea la bola,’ a tales palabras como ‘sintagma nominal,’ para ser sustituidas por ellas. Creemos que sabemos más cuando podemos revelar la jerarquía. Saber quién controla a quién es útil en la vida real pero no nos damos cuenta de los regalos de valor que se filtran desde abajo.

El árbol sintáctico es el árbol que creció en el jardín porque Adán nombró demasiado. No es porque estén agrupadas en categorías o porque sigan las reglas, que las palabras se pegan (se vinculan) en frases. Más bien, es porque se dan entre sí, se combinan, y luego se dan juntas a otra palabra o a una parte de la oración. Pueden hacer esto porque las cosas (y las personas) les han dado a estas. Si negamos el flujo ascendente, lo único que parece existir es un mecanismo nombrante vertical de arriba abajo, y no podemos entender como las palabras están enganchadas con el mundo.

La pregunta no debe ser, “¿Dónde se divide en ramas el árbol sintáctico (fractal)?” sino “¿Dónde se junta el sistema de raíces que trae los regalos de valores que ascienden por la planta?” La pregunta es, “¿Quién está alimentando a quién?” y “¿Quién está cuidando a quién?”—el mecanismo nombrante o el mecanismo donante que confiere valores?

Masculación

Las palabras mismas, regidas por la sintaxis, podrían parecer que contienen el secreto de su propia relación con el mundo. Creo que esto es una ilusión que surge de la definición del género que exacerba los aspectos de la sustitución.

¿Qué sucede cuando un niño se da cuenta de que él es de un género distinto al de su madre donante? Como en las otras instancias de nombrar o de definir, el nombre o el definiendum ‘niño’ le causan a él (como un bien material) el ‘ceder’ como el regalo no verbal. Antes de que él comprenda lo que los adultos están diciendo, el niño se considera igual a su madre. Pero cuando empieza a comprender la implicación del término que se refiere a su género, se da cuenta de que él no debería ser como ella. El ser nombrado o definido como un niño (con la definición social de ‘masculino’) de manera contradictoria hace que el niño renuncie al carácter de regalar, para diferenciarse así de su madre. (Vea la Figura 5.) El nombre que se le da por su género es mucho más perjudicial para él de lo que podemos imaginar.

Como su propia vida depende del cuidado que su madre le da, un cambio de categoría, para parecerse a su padre, podría parecer una situación muy espantosa. El niño se hace semejante a alguien que usualmente no conoce muy bien, que puede parecer (como la palabra que está ‘tomando el lugar’) solo un dominador abstracto. Un aspecto del lenguaje se injerta en el comportamiento de género del niño. La sustitución, como parte del proceso de definición, autoreflejandose ocupa el lugar del proceso del regalo, que cede. La categorización se hace más poderosa que la co-municación. Las palabras ya no son regalos comunicativos benignos, sino varillas mágicas que pueden cambiar la identidad del niño.

La pregunta “¿Qué es el hombre?” realmente deriva de esta pregunta “¿Qué es el hombre si no es como su madre?” La respuesta es—ésta es una pregunta falsa. El hombre es como su madre, un ser que cuida, pero el es alterado al ser nombrado por su género, el nombrar entonces se convierte en una profecía que se auto-cumple. Puesto que es sólo una palabra la que se lleva al niño por arte de magia, las palabras aparecen como muy poderosas. Puesto que sus papás, antes que él, han tenido la misma experiencia, este asunto es algo que los varones tienenen común. No es evidente para el niño—ni para nadie en la sociedad—que se ha hecho una distinción falsa y arbitraria. Al contrario, la comunidad basa la diferencia con la madre sobre el factor biológico de sus genitales—él tiene un pene como su padre, mientras que la madre no lo tiene. Pero si cuidar es la base de la comunidad y de la comunicación, entonces no existe realmente nada, ningún contenido disponible para esta categoría oposicional. Para llenar este vacío, la sustitución, la definición, y la categorización mismas empiezan a ser el contenido de la identidad (masculina), de aquellos a quienes se les ha dicho que no deben cuidar de otros.

En este caso, las palabras son asignadas un papel social no como regalos sino como poderosos abstractos categorizadores, que asumen poder y controlan la identidad de una persona. Según el mecanismo de sobrevivencia, de imitar al opresor, los niños empiezan a ser como la palabra—como lo hicieron sus padres antes que ellos. La identidad del género masculino imita el aspecto de nombrar o ‘definir’ del lenguaje y el proceso de tomar-el-lugar—dándole importancia a la equivalencia con el otro, el padre quien está ocupando el lugar de la madre (que cede) y también el lugar de los otros hombres. El pene tiene un papel importante en esto pues es esa característica física que sitúa al niño en la categoría de su padre.

Los símbolos fálicos están en todo lugar, a pesar de que hemos aprendido a ignorarlos y a negar su importancia. La ecuación misma, como un momento de similaridad y de intercambio, recibe regalos de atención y de valor de los muchos. Tal vez, el símbolo de igualdad (=) estaba formado originalmente por dos pequeños símbolos fálicos. Es esta característica (o propiedad), que el niño tiene y la madre no tiene, la que lo saca de la categoría de cuidar de la madre. Los efectos psicosociales de ‘tener’ o de ‘no tener’ esta característica física se han vuelto inmensamente importante, como veremos.

El niño tiene muchos privilegios. De hecho, el cuidado que se le da es mejor porque es varón, al cuidado que se le daría si fuera hembra como su madre. A menudo, se lo valora como un ser superior, incluso a ella. Como la palabra, él tiene la capacidad de la sustitución y en ausencia de la orientación hacia el otro y el regalar, se convierte en tomar-el-lugar y dominar. Se lo ‘compensa’ con esa capacidad y con esos privilegios por haber renunciado a su identidad de cuidar.

He acuñado la palabra ‘masculación’ para referirme a este proceso en el que el niño es socializado en una identidad falsa, de no cuidar, encarnando la palabra que lo aliena. Me parece que éste es un momento esencial en el desarrollo del hombre, que no es reconocido y que, por lo tanto, reproduce imágenes autosímilares en muchos otros aspectos de la vida. Al actuar estos procesos en las diferentes gamas sociales, la colectividad espera, inconscientemente, poder deshacerse de esta falla fatal creada por ella misma. Al mismo tiempo, hay muchos mecanismos de seguridad que la mantienen operando, impidiendo que podamos ver con claridad lo que está pasando.

Sin el altruismo y la orientación hacia el otro, no podemos justificar la sociedad o la cultura. No hay ningún grupo que pueda sobrevivir como un conjunto de egoístas aislados. La cohesión social es provista por el proceso oculto del regalar y por la orientación hacia el otro, especialmente de la mujer. No solemos considerar la comprensión del que escucha como la satisfacción de su necesidad, pero la vemos expresada en otras palabras, como la necesidad de un comprador tiene de expresar en dinero una demanda efectiva. De otra manera no “existe” para el vendedor.

El acercamiento a la semiosis iniciado por Charles Sanders Pierce, Collected Papers, Harvard University Press, Cambridge, 1931-35, (1931, 2.230) ha atrapado a sus seguidores en una deconstrucción ad infinitum, dentro del plano de la definición, lejos del ámbito de la co-municación material del regalar. Las cadenas de sustitutos niegan la importancia del “regalo,” el regalo que satisface necesidades.

El movimiento de la no violencia liderado por Gandhi demostró la importancia política de “hacerse a un lado,” y nos permitió reconocer lo que las mujeres han estado practicando personalmente. Usar el “hacerse a un lado” como una respuesta al “tomar el lugar” hizo que los que tomaban el lugar advirtieran, entre otras cosas, que su acción era de relación. El regalar y el ceder son los regalos que son la base de la relación de de la re-present-ación.

En su Curso de lingüística general, Ferdinand de Saussure distingue la langue—el léxico, la colección de palabras sacadas fuera de contexto y relacionadas entre sí de manera puramente diferencial—y la parole o discurso. Nombrar y definir pueden aparecer como prerrequisitos para el resto del discurso (a pesar de que aprendemos palabras sencillamente escuchando las conversaciones de los otros). Considero que el proceso por el que adquirimos palabras y las consideramos en sí mismas fuera de contexto, en su generalidad, es distinto al proceso en el que las usamos poniéndolas juntas. El proceso de la definición del regalo interno es diferente del discurso, que es el modelo oculto del intercambio. Esas frases son lo que Roman Jakobson llamó “frases ecuacionales.” “The Speech Event and the Functions of Language” en On Language, compilado por Linda Waugh y Monique Monville-Burston, Harvard University Press, Cambridge, 1990. Véase el capítulo 9, donde aparece un análisis más completo del verbo “ser.”

Capítulo 5: El concepto del hombre

Como en el lenguaje, la capacidad de formar conceptos se puede atribuir al hardware biológico o a la socialización. Muchas investigaciones se están llevando a cabo sobre estas dos posibilidades. Algunos dicen que la capacidad de reconocer cosas semejantes es un don genético. Otros creen que formamos conceptos por un proceso de comparación y generalización. Para algunos, este proceso usa un prototipo, posiblemente derivado de la primera cosa de esa clase que el niño vió o de algún tipo cosa que estaba en su entorno inmediato. Mediante comparaciones reiteradas de cosas se pueden abstraer algunas cualidades comunes. Un experimento dirigido por el psicólogo ruso Lev Vigotsky en la década de 1920 anticipó la teoría del prototipo y se le puede identificar con esa corriente de sicología.

Uno-muchos

Según Vigotsky, el desarrollo de un concepto presentaba una serie de etapas que culminaban en una etapa final de ‘uno-muchos,’ donde el prototipo o la ‘muestra’ adquiría una relación estable de ‘uno-muchos’ con un número de objetos con los que se los comparaba, excluyendo así los objetos que eran diferentes. Los objetos adquirieron también una relación común entre ellos, al ser comparados con la muestra y al encontrarlos similares a la muestra de las mismas maneras. Esto generalizó la muestra, y la cualidad común de los objetos similares era un reflejo de esa generalidad. A la muestra se le dió un nombre, y los objetos que tenían esa cualidad común tenían también ese nombre.

La descripción que suele hacerse del experimento de Vigotsky fué presentada por E. Hanfmann y J. Kasanin en el libro Conceptual Thinking and Schizophrenia, 1942, pp. 9-10:

“El material usado en las pruebas de formación de conceptos consiste en 22 bloques de madera que varían en color, forma, altura y tamaño. Hay 5 colores, 6 formas, 2 alturas (las figuras altas y las figuras chatas), y 2 tamaños de superficie horizontal (grandes y pequeñas). En la parte inferior de cada una de las figuras, que el sujeto no puede ver, está escrita una de las siguientes palabras sin sentido: ‘lag,’ ‘bik,’ ‘mur’ y ‘cev.’ Sin importar el color o la forma, ‘lag’ está escrito en todas las figuras altas y grandes, ‘bik’ en todas las figuras grandes y chatas, ‘mur’ en todas las figuras altas y pequeñas, y ‘cev’ en todas las chatas y pequeñas.

“Al comenzar el experimento, todos los bloques (bien mezclados en cuanto a color, forma y tamaño) se esparcen en una mesa frente al sujeto. La persona que dirige el experimento da vuelta uno de los bloques (la muestra), se lo enseña al sujeto, le lee el nombre, y le pide que escoja todos los bloques que él piensa que pertenecen a esa misma clase. Después de que el sujeto ha hecho esto, el que realiza el experimento da vuelta uno de los bloques escogidos equivocadamente, y le muestra al sujeto que es un bloque de otra clase, y le pide que continúe tratando. Después de cada intento otro de los bloques equivocados se da vuelta. Al aumentar el número de bloques dados vuelta , el sujeto obtiene en etapas una base para descubrir a qué característica de los bloques se refiere la palabra sin sentido.

“Tan pronto como hace este descubrimiento, las ‘palabras’ empiezan a representar tipos específicos de objetos (por ejemplo: ‘lag’ para los bloques grandes y altos y ‘bik’ para los bloques grandes y chatos), y se contruyen así nuevos conceptos para los que el lenguaje no provee nombres. Entonces el sujeto es capaz de terminar la tarea, de separar en cuatro clases los bloques. según las palabras sin sentido. Por lo tanto, el uso de los conceptos tiene un valor funcional determinado para el desempeño requerido por la prueba.

“Si acaso el sujeto en actualidad usa el pensamiento conceptual para tratar de resolver el problema, esto puede ser inferido por la naturaleza de los grupos que él construye y por sus procedimientos para construirlos. Casi cada paso de su razonamiento es reflejado en su manipulación de los bloques. La manera en que el sujeto se enfrenta por primera vez al problema, el manejo que hace de la muestra, la respuesta a la corrección, el encontrar la solución—todas estas etapas del experimento proporcionan datos que pueden servir como indicadores del nivel del pensamiento del sujeto.” (Vea las Figuras 6 y 7.)

La estructura del concepto ‘uno-muchos’en sí es importante para la psicología cognitiva, mientras que la demostración experimental de Vigotsky de las posibilidades de diferentes tipos (‘equivocados’) de uso de la muestra, nos permite ver lo que no se está haciendo en el razonamiento conceptual de uno-muchos. Dos de las posibilidades del razonamiento ‘errado’ muestran esto con claridad: el complejo del ‘nombre familiar,’ en el que la muestra se sostiene firmemente y las cualidades por las que los otros objetos se le parecen varían; y el complejo de ‘cadena,’ en el que la característica de uno-muchos se pierde, porque un objeto se parece a la muestra en una característica y el siguiente se parece al segundo objeto en otra característica diferente, y así sucesivamente. Las estrategias ‘erradas’ señalan la importancia de mantener la muestra firme y de tratar de desarrollar generalidades, comparando reiteradamente los objetos con la muestra con respeto a las mismas similitudes. Al final del experimento, la muestra ya no es necesaria, porque se ha reconocido que un tipo de bloques tiene uno de los nombres dados a las diferentes clases de cosas en el experimento.

He reflexionando mucho acerca de esto y se me ocurrió que en realidad la palabra toma el lugar de la muestra y asume su generalidad. Esto me dió una segunda caracterización de las palabras, que podia agregar a la caracterización de las palabras como regalos para la satisfacción de las necesidades comunicativas. De hecho es justo que una palabra-regalo pueda tomar el lugar de la muestra, que no siempre se puede dar como tal y que probablemente no podría permanecer estable por mucho tiempo, salvo como una imagen. La palabra, al contrario con su repetibilidad infinita, tiene la característica de ser ‘la misma cosa,’ aún cuando cada instancia de esa es actualmente un evento diferente de cada otra instancia. Al reemplazar la función uno-muchos de la muestra, la palabra ayuda en la organización del concepto de tal manera que los miembros de ese concepto son considerados similares entre sí, por la relación común con su nombre, y también por su relación común con la muestra.

Una vez que se establece la relación entre las cosas como similares, según las mismas cualidades, la muestra ya no es necesaria y la palabra puede traer las cosas a la mente como una clase de cosas independiente . La razón de esto es que, en la relación ‘uno-muchos,’ se establece una polaridad donde el uno se mantiene como un punto de referencia y los muchos se comparan con él uno por uno. La palabra, al tomar el lugar del ‘uno,’ mantiene la polaridad, haciendo evidente la relación de los ‘muchos’ entre sí, y también consigo misma. (Vea las Figuras 8 y 9.)

La muestra o el prototipo debe ser mantenido firme con sus cualidades. Si no, no se puede construir un tipo consistente o categoría de cosas y nuestros pensamientos pueden vagar de una asociación a otra. Sin embargo, cualquier cosa de la clase puede ser escogida como el ‘uno,’ al cual se le debe sostener firmemente como muestra y una vez que la categoría ha sido construída, esta muestra puede ser degradada de su posición ‘uno-muchos’ y convertirse de nuevo en un miembro de esa clase de cosa. Recalco este punto

porque pienso que la posición del uno (o muestra) ha sido malentendida, al constituirse como parte de la definición de género, y por ello se la ha enfatizado, investida con privilegios especiales y proyectada a las estructuras de la sociedad como patrones auto-similares en diferentes niveles.

El padre y su familia, el rey y sus súbditos, el general y sus tropas, el gerente y sus negocios, etc., encarnan la relación polar de uno-muchos establecidas en el desarrollo del concepto. La relación entre el dinero y los productos también es una encarnación del concepto y podemos usar esta relación polarizada entre los objetos para delucidar la relación uno-muchos entre las personas. Incluso la relación entre la persona y su propiedad se puede ver como una relación uno-muchos que se deriva de la estructura (investida de género) del concepto (Aunque quizás es más como el complejo de ‘nombre de familia’).

El uno privilegiado

Privilegiar la posición de la muestra es particularmente peligroso, porque la polaridad y los conceptos formados con su ayuda son originalmente inocentes ya que son formas útiles de organizar nuestros pensamientos y nuestras percepciones. Es un nivel muy íntimo y básico de pensamiento el que se inviste con el privilegiar pernicioso de la posición del uno. Y por ser tan básica, esta ‘investidura’ es muy difícil de investigar, y la proyectamos hacia fuera para poder lidiar con ella. Puesto que nunca pensamos rastrear el origen de nuestro extraño comportamiento de uno-muchos hasta el desarrollo de los conceptos, continuamos exteriorizando el proceso en muchos niveles de la sociedad, creando estructuras que luego interactúan entre ellas, compiten, se apoyan entre sí y se arreglan nuevamente en jerarquías de uno-muchos. Juntas, estas estructuras forman el sistema social que se propaga a sí mismo y que llamamos ‘patriarcado.’

En la raíz de estos sistemas se anida la cuestión del género masculino y la masculación. El hombre ha sido escogido como muestra de la categoría ‘humano.’ La diferencia de categoría de genero de los ‘niños’ que los separa de la categoría de las madres que los cuidan, ha provocado que pareciera que los hombres tienen que ser la ‘muestra’ (en la posición uno) si es que deberían ser incluídos en la categoría de ‘humanidad’en absoluto. Las mujeres los han apoyado en esto, cediendo, al no aparecer como la muestra con la que los muchos se deberían comparar para encontrar su identidad humana. Por esta razón, parece como si a las mujeres les faltase algo, al carecer de esas supuestas características humanas que los hombres tienen. El pensamiento abstracto, la agresividad, el individualismo, el liderazgo, la independencia (cualidades que tienen que ver con el logro competitivo de la posición del ‘uno’) aparecían como ‘humanas,’ y las mujeres parecían seres humanos inferiores porque este no era su foco.

De hecho, las mujeres seguían practicando el paradigma del regalo cuando esto no se hacía imposible por escasez, guerra, y violencia individual de varios tipos. El concepto ‘humano’ fue cuestionado por siglos por su significado mientras los filósofos consideraban a la mujer inapropiada como muestra para este concepto. Mientras tanto, el paradigma del regalo (que las mujeres practicaban) fué y continua siendo el origen del significado, la comunidad, e incluso la vida misma.

Las características que hemos considerado como distintivas del género masculino son en realidad las características de la posición del ‘uno’ pegadas con elementos de los patrones de reemplazar-al-otro, que derivan del papel de la palabra en el nombrar y en la definición. Estas características son asumidas por los niños para poder llevar a cabo la profecía autocumplidora de su concepto de género, distinto al de sus madres. La posición del ‘uno’ que ocupa el padre respecto a su familia como los ‘muchos’ parece ser el papel que el niño debe lograr para poder ser llamado ‘hombre’. El mandato de Edipo no es tanto matar al padre como tomar la posición del ‘uno.’

La consideración lógica y simple de que no todos pueden ser el ‘uno’ en una manera polar con los ‘muchos’y que esta caracteristica es relacional y no permanente, puede no ser clara para los niños pequeños. Los mandatos del género masculino parecen decir “Sea distinto a las mujeres, crezca para ser igual o superior a su padre, para ser capaz de reemplazar el puesto de éste y ser así merecedor de llamarse hombre.”

El niño mismo pareciera relacionarse con la muestra que lo cuida antes de entender las implicaciones del nombre de su género. Luego la palabra ‘niño’ saca al niño de la categoría de la madre. Entonces, el papel del padre, de avasallar y dominar, pareciera surgir de la capacidad de la palabra de sacar al niño de su identificación con la madre. La habilidad de colocar las cosas en categorías parece ser una de las capacidades del padre y un aspecto del rol del ‘uno.’ El padre es el estándar (como el dinero), y este estándar tiene la capacidad de hablar y (al reemplazar la muestra de la madre) de ser la palabra, que categoriza y divide. Cada juicio resuena con el poder que él (o su nombre de género) pareciera haber tenido—para dividir al hombre de la mujer.

La relación del niño con su padre empieza a ser una relación de inferioridad, de ‘los muchos’ con ‘el uno’, de la propiedad con el propietario, de la cosa con una palabra o muestra (una muestra que no es donante). La masculación es un clase de des-humanización original, porque el modelo del padre es objetivizado como una cosa no humana. Entonces las mujeres son definidas como lo opuesto (inferior) al hombre, mientras que la relación entre los miembros masculinos del concepto es sobrevalorada.

La historia bíblica de José y sus hermanos se refiere a la situación en la que los muchos’ hermanos rivalizan entre sí por la posición del ‘uno’ que heredarán del patriarca. En el sueño de José, las gavillas de maíz el sol, la luna y las estrellas se inclinan hacia él, y expresan simbólicamente esta relación. Cuando el niño toma a su padre como muestra para su propio concepto, él es parte de ‘los muchos’ reales o potenciales con respecto al ‘uno.’ La identidad de su género pareciera ser la de una lucha competitiva contra los miembros del mismo género por la posición del ‘uno.’ Su padre puede estar haciendo la misma cosa en su trabajo. ‘Reemplazar al otro’ pareciera ser el mandato de rol de su genero, según el cual los hombres reemplazan a las mujeres, y la muestra masculina (y la palabra) reemplaza a la muestra femenina y su modalidad de regalar.

Entonces, lo que a temprana edad los niños pequeños perciben como el rol de su género es la encarnación de la posición de la muestra misma y la encarnación parcial de la palabra. Ser igual o parecerse a la muestra y reemplazar a los otros se convierte en una parte importante de la identidad masculina, mientras que la orientación hacia el otro y el regalar permanecen como principios de la identidad femenina. Al erigir al hombre en la muestra para el concepto de ‘humanos,’ se cancela la importancia percibida del regalar. Sin embargo, las mujeres (y otros hombres) continúan dándole a los hombres, cuyas identidades son construídas de esta manera, sobreprivilegiándolos y recompensando especialmente a aquellos que logran la posición del ‘uno.’ Entonces el regalar apoya esta construcción de identidad, aún cuando es cancelado y juzgado por esta como un comportamiento ‘instintivo e inferior’( aún menos que humano). El regalar se extiende a todas las actividades humanas y todavía es la manera de transmitir los bienes y los mensajes, de co-municar y de formar nuestra co-munidad. Hemos alterado y distorsionado, el regalar y sin embargo, lo usamos para favorecer al ‘uno’ en desmedro de los muchos. Desde muy pequeños, se nos enseña a desconocer la modalidad del regalo dándole otros nombres (‘actividad,’ ‘trabajo hogareño,’ ‘ocio,’ ‘valor agregado,’ ‘ganancia’). Al empezar a reconocer la dinámica de los dos paradigmas, podemos finalmente darle el valor y los nombres apropiados al acto regalar.

La palabra encarnada

En la masculación, los hombres se encarnan como el regalo sustitutivo, tomando el lugar de la madre, tomando al padre como la muestra y renunciando al regalar. Éste es el momento de la Caída—cuando el niño varón advierte que no podrá participar en la modalidad material co-municativa de regalar por causa de la definición de su género.

Tal vez, la equivocación más grande (y más pequeña) cometida por la humanidad haya sido darles nombres opuestos a los niños según el género—equivocación tan inocente pero tan terrible, tan pesada como un pedacito cortado de la pluma en la balanza de Maat. ¿A veces nos preguntamos por qué el Espíritu del Bien no nos ha destruido dado todos los horrores que cometemos—como el genocidio, la violación, la violacion genocida, la agresión y violación de los niños, la violación y contaminación de la tierra y los mares, el asesinato de especies y de individuos, la tortura física y mental? Tal vez es porque el origen de todos esos horrores reside en una inocente mala interpretación, muy fácil de hacer.

Hemos encarnado la palabra, el proceso mismo de nombrar, y la palabra que hemos encarnado es varón. Era sólo una palabra, pero le hemos permitido dominar nuestra psicología y todas nuestras estructuras sociales. La hemos usado para alienar a la mitad de la humanidad de la norma de regalar.

Después de alienar a nuestros hijos varones incluyendolos en la categoría de no-dar, nosotros (madres y padres) los sobreprivilegiamos, los recompensamos, y les damos más a ellos que a nuestras hijas. Luego tratamos de enseñarles altruismo a través de una moralidad autoritaria o de los preceptos religiosos que surgen de la Ley. Entonces nos preguntamos por qué es tan difícil de lograr y justificamos la dificultad pensando que la ‘naturaleza humana’ es cruel.

Ahora ha surgido una necesidad co-municativa para toda la humanidad—la necesidad de un término nuevo, para mediar nuestras relaciones humanas con respecto a nuestros bebés. Necesitamos una nueva palabra-regalo para todas esas pequeñas criaturas que son nuestros regalos más grandes, del uno para el otro, para el futuro y para ellos mismos. Usando esa nueva palabra-regalo, un término para ambos géneros, podemos terminar de recrear los problemas que están destruyendo a nuestra especie, a nuestras madres y a nuestra Madre Tierra.

Véase Lev S. Vigotsky, Thought and Language, editado y traducido al inglés por Eugenia Hanfmann y Gertrude Vakar, M.I.T. Press, Cambridge, Mass, 1962. Véase el análisis de Karl Marx sobre la moneda como el ‘equivalente general,’ en el primer libro de El Capital, capítulo 2 [Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999].

El experimento de Vigotsky muestra como los niños son capaces de identificar conscientemente los conceptos y el uso de estrategias del pensamiento conceptual en la pubertad. Trabajos desarrollados más recientemente por la psicología muestran como los niños usan la relación del prototipo desde su infancia. La situación experimental de Vigotsky pone a prueba un cierto nivel de conciencia en el uso del concepto. Curiosamente, Carol Gilligan et al. han escrito acerca de la elección que las niñas hacen en la pubertad entre dos modalidades, que me parecen similares a los modos del regalo y del intercambio. Véase Making Connections: The Relational World of Adolescent Girls at Emma Willard School, editado por Carol Gilligan, Nona P. Lyons y Trudy Hanmar, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1990. Tal vez el pensamiento ‘uno-muchos’ y el privilegio masculino reciben un nuevo énfasis en la pubertad.

Esta transición se parece mucho al intercambio, como veremos en el capítulo “Mercado y género.”

Capítulo 6: Categorías 'marcsistas'

La co-municación crea la mutua inclusión de los co-municadores con respecto a todas las diferentes partes de su mundo. El nombrar del género divide a los co-municadores en dos grupos mutualmente excluyentes, en categorías opuestas entre sí desde el principio, contradiciendo así la inclusión mutua de la co-municación. Igual que las modalidades opuestas del regalo y del intercambio, los géneros entran en un tipo de complementaridad aunque no encajen perfectamente. El sobrevalorar la dominación hace difícil la mutua inclusión y la vinculación creativa del regalar y del recibir. Desarrollos extraños como ver el dominio y la sumisión como inclusión mutua, a veces aparecen como la resolución de esta contradicción. Darle al que domina puede convertirse en un patrón estable—como ocurre con los llamados ‘valores de la familia.’

Al hacer la diferenciación de los géneros, los aspectos del lenguaje que involucran el regalar y el ceder se identifican como comportamientos biológicos de las mujeres, mientras que los aspectos de sustitución y categorización se asignan a los hombres. Finalmente, estos dos roles se traducen en cuidado sin poder por un lado, y en dominación/intercambio por el otro. El aspecto de exclusión mutua de los géneros surge del lenguaje mismo, donde lo ‘masculino’ y lo ‘femenino’ se conectan en opocisición directa. Para poder exhibir un comportamiento supuestamente apropiado para quien porta el término de su género, posiblemente se podría mirar el comportamiento del otro género y hacer simplemente lo opuesto.

En un texto fundamental sobre los universales del lenguaje, Joseph Greenberg expone las categorías lingüísticas de ‘marcado’ y ‘no marcado,’ que se encuentran en los niveles fonéticos, gramaticales y léxicos con respecto a los términos opuestos. Por ejemplo, términos tales como ‘corto’ y ‘largo,’ ‘ancho’ y ‘angosto,’ ‘arriba’ y ‘abajo’ implican extremos opuestos de un continuo. Uno de estos opuestos suele ser la norma lingüística. Nosotros preguntamos de que ancho es la mesa y no cuán angosta, ancho es la norma, lo que los lingüistas llaman el término ‘no marcado.’ Según Greenberg, ‘hombre’ es el término ‘no marcado’ y ‘mujer’ es el término ‘marcado.’

En mi opinión, las expresiones metalingüísticas ‘marcado’ y ‘no marcado’ están al revés. El término más general, el más inclusivo, debería ser el ‘marcado’ (pues llama nuestra atención) y el menos inclusivo, el ‘no marcado.’ En cambio el término menos importante tiene una marca extra, un prefijo o un sufijo, mientras que el término más importante que se llama un ‘signo cero,’ no tiene agregados. Por ejemplo, en inglés, agregamos una ‘s’ a la palabra en singular para formar el plural. El plural es la categoría ‘marcada’ y el singular la ‘no marcada.’ Incluso los dos términos mismos tienen sus significados extrañamente cruzados. ‘Marcado’(marked) no está marcado, y ‘no marcado’ (unmarked) está marcado.

Greenberg cita un artículo de Jakobson que define esta distinción: “El significado general de una categoría ‘marcada’ afirma la presencia de una cierta propiedad ‘A;’ el significado general de la categoría correspondiente ‘no marcada’ no afirma nada respecto de la presencia de ‘A’ y se usa principalmente pero no exclusivamente para indicar la ausencia de ‘A.’” Entonces Greenberg continúa diciendo, “Por lo tanto, en términos de Jakobson, ‘mujer’ afirma la presencia de la categoría marcada ‘femenina’ mientras ‘hombre’ se usa principalmente, pero no exclusivamente, para indicar la ausencia de lo ‘femenino.’”

Este análisis es contra-intuitivo para las mujeres, que fueron enseñadas a través de los golpes de la vida que la propiedad importante es ser varón, y que es la carencia de esta propiedad lo que nos define como mujeres. Continúa Greenberg, “Por lo tanto, el término ‘hombre’ tiene dos significados, para indicar la ausencia explícita de lo ‘femenino’ en el sentido de ‘ser humano hombre,’ y para indicar también el ‘ser humano en general.’” Entonces según Greenberg, el término que indica la ausencia de lo femenino también incluye lo femenino cuando se usa en su sentido general. Las mujeres son incluídas mientras que lo femenino es explicítamente indicado como ausente.

Se me ocurre esta fantasía: si los hombres y la mujeres fueran palabras, hombres serían el término ‘marcado’ con el prefijo del falo—según esta teoría, menos importantes, diferente—mientras las mujeres serían el signo ‘cero,’ sin el prefijo, más importantes, la norma. Si es verdad que ‘hombre’ se define como la ausencia de la propiedad femenina, ¿qué es esta propiedad? La propiedad de las mujeres es solamente la ausencia de esa propiedad distintiva, ‘la marca,’ y (agregado a esto) la ausencia de la propiedad, en el sentido de la propiedad privada. Sin duda, la mujeres son la norma, como las ‘muestras’ carentes y no aceptadas de la especie humana.

Los hombres se definen a sí mismos y definen a la humanidad sobre la base de la ausencia de la muestra femenina. El falo sería el doble negativo, la ausencia de la ausencia. (Jacques Lacan habla de la ‘carencia de la carencia.’) No debe sorprendernos que los lingüistas y los niños estén confundidos. En inglés la palabra ‘wo-man’ es ‘man’ marcado con un prefijo, que quizás esconde el hecho de que la madre no tiene un prefijo ‘físico’. La diferencia, el que la mujer no tenga una marca, se considera como su diferencia, de ella, una carencia con respecto a la norma, a la que el niño varón sí se parece. La palabra inglesa ‘mankind’ (humanidad) demuestra el problema. Tomando el falo como la ‘marca’ de los hombres, y a los hombres como muestras de la especie, las mujeres aparecen como ‘defectuosas,’ como miembros (sic) de una clase inferior.

El ser la norma se ha convertido a si misma en una característica del género masculino, y a su vez el falo se ha convertido, paradójicamente, en la ‘marca’ de la norma. La palabra ‘masculino’ y todas las palabras que se usan para dominar a través de la definición, empiezan a tener una inversión fálica, por la similitud entre el mandato del género masculino y la definición (de que se deriva). La palabra ‘masculino’ desbanca a los hombres, a aquellos que tienen una ‘marca; y que a su vez se convierten en desbancadores, y quienes usan su ‘marca’ para dominar o desbancar. Cuando ocupan posiciones de ‘autoridad’ debido a sus ‘marcas,’ ellos usan las palabras para definir y conquistar.

La comunicación verbal entre hombres y mujeres entonces debe crear una mutua inclusión entre aquellos que están culturalmente definidos como polos opuestos; uno de estos polos es definido como ‘superior’ al otro, como norma marcada y la muestra de la especie. Las contradicciones lógicas envueltas en esta situación, crean doble-vínculos dañinos que la sociedad no ha podido resolver. De hecho muchos metamensajes acerca del genero son orientados al ego y construídos sobre la logica del intercambio y confirman la superioridad del género masculino. Este libro es un intento de metamensaje alternativo basado en el regalar, acerca de las categorías de género, que serviría la necesidad de abolirlas.

Sobrevaloración de la sustitución

Desde que más valor es socialmente dado a los hombres masculados, más atención es socialmente dada al lado sustitutivo del lenguaje , prevalenciendo así sobre el lado de regalar, en nuestra comprensión. Se desarrolla una serie de patrones auto-reflejantes que expresan el carácter contradictorio del género basado en el lenguaje y tambien lo perpetúan. La sustitución o reemplazar al otro, se convierte en dominio, se repite a sí mismo y le usurpa el lugar al regalo, que lo sigue nutriendo. El hombre le quita el lugar a la mujer como modelo de la humanidad; en cambio, las mujeres continúan dándoles a los hombres y otorgando valor al modelo masculino. Los comportamientos masculinos como el dominio y la competencia reemplazan a la no-competencia del regalar y del ceder . Estos comportamientos repiten aspectos de los mecanismos de servicio y sustitución que vimos en la definición. Dar valor es un aspecto del dar, que continúa apoyando la sustitución y el dominio en nuestra sociedad.

En el nivel del lenguaje, damos valor a los regalos sustitutivos que son las palabras, mientras que en el nivel de los géneros damos valor al sustituto, el hombre que reemplaza a las mujeres (y a otros hombres). Enfocamos nuestra atención en el reemplazante y ya no miramos más a las que han sido reemplazadas, ni a la Madre Tierra ni a la madre ni a nadie que dé regalos. El regalar aparece como algo inferior (no se le da valor) cuando se lo compara con la sustitución, que usualmente ha sido despojada de sus aspectos de regalo para aparecer más completamente lo opuesto. Entonces en la economía, el intercambio—un mecanismo de sustitución y de ceder—sustituye en una manera auto-similar a toda la modalidad del regalo, que cede. (Vea la Figura 10.)

Otra expresión de la masculación es el uso de la definición y del nombrar para controlar el comportamiento de los otros a través del mandato y de la obediencia (el ceder de la voluntad). Luego de que los miembros de una mitad de la humanidad han sido dados el mandato de no cuidar es muy difícil convencerlos de que deben hacerlo, en momentos apropiados y hasta un cierto punto. Entonces, paradójicamente, se les pega (dominio físico) a los niños por no dar y no ceder, por ser desobedientes o irrespetuosos. La moralidad y la ley están también estructuradas de acuerdo con el mandato y la obediencia, o sea la dominación por la palabra. La venganza y la represalia son la consecuencia de la desobediencia. El castigo ‘justo’ se da en intercambio por haber violado la ley. El regalar se ha hecho parecer como poco realista, cuando actualment lo que se necesita no es justicia—basada en la definición, en la masculación y en el intercambio—sino la amabilidad, el restablecimiento del paradigma del regalo y del modelo de la madre.

Una comunidad dividida

Virtualmente todos los miembros de la comunidad se turnan en los roles de hablar y escuchar (el dador y el receptor linguistíco). También se da la comunicación entre los miembros de un mismo género, por lo que los que hablan y escuchan (los que dan y reciben) pueden ser del mismo sexo. Cada género desarrolla su propia comunidad de mutua inclusión con los de su mismo sexo, mientras trata de tender un puente sobre la exclusión mutua y el acto de regalar formando una comunidad con los del sexo opuesto.

Por lo tanto, hay dos procesos diferentes para cada género. Si al mismo tiempo que se organiza la co-munidad, se construyen nuestras identidades individuales, habrá dos clases de identidades para cada género—una identidad, que se forma al co-municarnos con el mismo sexo, y una que se constituye por la co-municación con el sexo opuesto. (Los dadores dan a los dadores. Ellos también dan y ceden a aquellos que están involucrados en tomar el lugar del otro; los que toman el lugar forman una comunidad de similares, que compiten, a su vez, para desplazarse entre sí.) Los principios básicos del funcionamiento de la co-municación—el regalar y el sustituir—operan en los dos roles de los géneros opuestos.

Los malos usos de la definición y del nombrar—de los procesos y de los mecanismos lingüísticos que serían relativamente neutrales y beneficiosos para la colectividad—se han hecho possible debido a la invisibilidad del regalar en el lenguaje y en la vida. Estos son ambos causas y efectos de la masculación y de la desaparición del modelo de la madre. Si restauramos el regalar en nuestra visión del lenguaje y de la vida (y restauramos la idea de servicio y de la satisfacción de las necesidades comunicativas en la definición y en el nombrar) podemos debilitar la posesión patriarcal de un proceso de definición reificado y deshumanizado al mismo tiempo quitandole la inversión fálica a la palabra.

Valores de la familia

En la práctica, el modelo de la madre ha sido relegado a la familia y ha sido desempoderizado, y no ha sido extendido al resto de la sociedad. La Derecha ideological lo ha interpretado como subordinado al modelo del padre dominante. Las familias basadas en los ‘valores familiares’ opresivos son la piedra angular del patriarcado. En estas familias la que cuida y da es capturada al servicio permanente de aquel quién la domina y usurpa su posición de modelo para sus hijos—un hecho que al mismo tiempo la convierte en modelo de debilidad y de sumisión para sus hijas. En cambio el cuidado de la madre podría convertirse en una base razonable y eficiente para nuestras instituciones sociales y el regalar se liberaría entonces como el principio de un mejor orden social.

No quiero decir que el Estado patriarcal deba apropiarse del cuidar como ha sido intentado mediante muchas formas de intercambio disfrazadas como programas de entrega y asistencia. En Estados Unidos la ayuda para el ‘Tercer Mundo,’ dentro y fuera de sus fronteras, suele ser un intercambio oculto que beneficia al ‘que da,’ y que perjudica y humilla al ‘que recibe.’ El cuidado practicado por el modelo masculino, e incluso por el modelo masculine colectivo, no ha funcionado , como lo demuestran los muchos ejemplos costosos del comunismo (capitalismo estatal) y de la burocracia.

Los gobiernos deberían re-organizarse para eliminar la competencia por el dominio, para que los individuos y los grupos relativamente pequeños podrían participar en el cuidado de unos y de otros. Una transformación de esta clase también requiere crear la abundancia al poner fin al despilfarro. La actual escasez esta siendo creada artificialmente; a través del despilfarro en gastos de productos que no nutren la vida—tales como los armamentos, las drogas y los lujos simbólicos. Estos gastos extenúan la economía de la mayoría, para permitir la continuación de sistemas socioeconómicos patriarcales de explotación y el sobreprivilegiamiento y el poder de los pocos.

Es necesario buscar en el lenguaje las claves para la organización de la sociedad, porque el lenguaje tiene la característica de ser al mismo tiempo individual y social, tanto en nuestras propias mentes como en las de nuestros grupo. Como factor creativo muy importante en la formación de nuestras identidades individuales y colectivas, permite cerrar la brecha entre la persona singular y la multitud.

El intercambio, constituido por un mecanismo de sustitución y de ceder como un derivativo de la definición, es un patrón autoreflexivo que nos induce a interpretar todo a su imagen, mientras al mismo tiempo oculta el regalar. Sí podemos señalar, comprender y desmitificar sus mecanismos, y restaurar a nuestra idea del lenguaje, el principio de regalar en abundancia, podemos usar el lenguaje como una guía para crear una sociedad materna en nuestro hogar, aquí en la Madre Tierra. El regalar y sus valores ya están disponibles. Solo tenemos que alterar nuestra perspectiva quitándonos los anteojos del patriarcado para verlos..

Categorías sin género

Incluso cuando hablamos de lo ‘Bueno’ o de la ‘Justicia,’ términos que parecen ‘no marcados’ y neutros en cuanto al género, aún tenemos a los hombres como modelos no reconocidos. Lo ‘Bueno’ está cargado de imágenes del Dios masculino, mientras que la ‘Justicia’ depende de jueces hombres y de la ley masculina. El valor que se le da a la igualdad, que es un factor importante en la forma del concepto uno-muchos y un principio importante en la masculación y el intercambio, también perpetúa el modelo masculino. (Las madres cuidan a los niños que son diferentes a ellas, no iguales.) Las imágenes y los actores masculinos traen consigo los valores que les han sido dados socialmente, incluyendo el privilegio de su ‘marca.’

Es más las categorías aparentemente neutrales son revestidas de nobleza, como categorías a las que deberíamos tratar de pertenecer. Son un tipo de estado de existencia artificial ‘no marcado,’ una norma más ancha a la que los niños que tuvieron que dejar la categoría de su madre pueden tratar de volver como adultos—sin tener que pasar por el terror de la necesidad ilusoria de la castración. Comportándose de acuerdo a las leyes, a los mandamientos y a las reglas de los padres, los niños pueden hacerse iguales a sus padres y hermanos, que en realidad no son diferentes de sus madres en esto, ya que las reglas son iguales para todos, aunque los hombres tienen mayor autoridad.

De esta manera, cuando los niños se convierten en hombres pueden deshacerse parcialmente de la diferencia inventada que arruinó su integridad primordial, su totalidad e identidad con sus madres—esa experiencia original y real que tuvieron que negar cuando se dieron cuenta de que pertenecían a la otra categoría. Sus madres y las otras mujeres son ‘elevadas’ a un nivel igual con ellos, siguiendo las mismas reglas y disfrutando, supuestamente, de los mismos privilegios.

Las categorias neutras y objetivas (‘imparciales’) prometen una suerte de utopía a la que los niños pueden aspirar si se comportan correctamente, o si toda la gente se comporta correctamente. Si actuamos de cierta manera para poder pertenecer a una categoría de ‘lo bueno’ (incluso también la categoria de ‘Demócrata’ o de ‘estadounidense’), pareciera que tenemos la oportunidad de superar la alienación original debida a la ‘marca’ o la falta de ‘marca,’ que causa la diferencia de género. Quiero insistir que este viaje doloroso es innecesario, porque la alienación original es innecesaria. Es la interpretación social del género que distancia al niño de la madre por culpa de su ‘marca.’ Y podemos cambiar una interpretación social. El niño pequeño todavía es un miembro de la categoría humana con su madre que lo cuida como modelo, así como lo es una niña pequeña, y desde el principio la ‘marca’ es en realidad irrelevante para la categoría del ser humano.

‘Hum’

Los adultos socializan al niño en estos roles mediante su comportamiento, insistiéndole que él es un niño, empujándolo hacia la identidad del padre y alejándolo de la indentidad interactiva y donante que experimenta diariamente con su madre. (El problema se agrava cuando el padre está ausente, y el niño sólo ve a otros hombres en la calle o en la televisión.) Nosotros los adultos dividimos su identidad conceptual de su experiencia. El niño sólo intenta usar el lenguaje con respecto a sí mismo, de la misma manera que lo usa con respecto a otras cosas para entender qué son.

Asimismo, una niña pequeña aprende de la sociedad que la categoría a la que ella y su madre pertenecen es ‘inferior,’ que a menudo ni siquiera es visible como categoría, y que su madre, que todavía es su modelo, probablemente valora más al varón por su ‘marca’ que a su hija, a sí misma o a su género.

Otro efecto de la masculación es que el privilegio de un tipo o de otro, aparece conectado a una ‘marca.’ El dinero, los automóviles, las posesiones funcionan como ‘marcas’ de clase; el color de la piel, la altura, y otras diferencias físicas funcionan como ‘marcas’ de categorías raciales o culturales, pero todas estas dinámicas se originan en la ‘marca’ fálica, y por la definición de la diferencia del niño con la madre como una diferencia física. Promueven la idea de un ‘desviado de la norma’ privilegiado. Después parecería que tendríamos que comportarnos de una manera masculada obsesiva porque estamos conectados con (o poseemos) una ‘marca.’

Por ejemplo, el dinero, como el falo es la ‘marca’ que parece identificar la norma. Descalifica la norma (de regalar), cuyo lugar ha ocupado, haciendo de los que no tienen dinero‘inferiores.’ Otras características biologicas, como la piel blanca, pueden funcionar como la ‘marca’ de la norma impuesta culturalmente interpretando los otros colores de piel como categorías ‘carentes’ o ‘menos normales.’ Todos nosotros actuamos de acuerdo con nuestras definiciones, tal como los niños y las niñas lo hacen. Seguimos ciegamente las profecías de los nombres de nuestras categorias que se auto-cumplen las cuales traen en sí las lecturas sociales erróneas de nuestras diferencias físicas y no físicas. O tenemos que lidiar con las profecías y contradecirlas. Sería más fácil cambiar las definiciones que tratar de cambiar las vidas y los patrones sociales, que ya han sido distorsionados en su imagen.

Ambos, hombres y mujeres pueden aprender (y muchos ya lo están haciendo) a hablar a los niños desde un metanivel acerca del género, diciéndoles cosas tales como “Las palabras que usamos para hablar de nosotros mismos no son exactamente correctas; somos un poco diferentesm,m,m.. a como suenan las palabras. Aun cuando hablamos de ‘hombre’ o ‘mujer,’ ‘niño’ o ‘niña,’ ‘papi’ o ‘mami,’ todos somos humanos. En realidad, todos somos parte de una misma categoría.” De hecho, cuando los niños y niñas son pequeños, ellos necesitan tambien pasar por alto otras grandes diferencias físicas (como el tamaño) para poder captar a la categoría ‘humana’ y a sí mismos como parte de esta. Sin duda, tienen la mente lo suficientemente abierta para pasar por alto la diferencia en los genitales para su definición, si nosotros no se la imponemos.

Escuche como la gente que tiene niños o niñas hablan respecto al género. Vestidos, un bebé niño y niña se parecen mucho, y lo primero que se pregunta es cuál es el género. “¿Es el bebé varón o hembra?” Incluso la costumbre de hacer una distinción entre los niños según el color de la ropa, rosa o celeste, es engañoso. . Nosotros no debemos imponer estereotipos a nuestros niños o niñas, debemos permitirles que crezcan con las interacciones del regalar y que tomen conciencia de lo que son conforme van creciendo. Tal vez, deberíamos permitirles a los niños que escojan su género en la pubertad, de acuerdo con su preferencia sexual, celebrándoles su elección con rituales y festejos. No deberíamos cargarlos con las profecías auto-cumplientes, que los alejan de nosotros y de ellos mismos.

Tal vez pensamos que los niños y niñas no son lo bastante inteligentes o lógicos para poder captar estas distinciones. Si éste es el caso, probablemente se deba a que los hemos confundido desde el pricipio al cargar los términos de sus identidades con diferencias tan difíciles y falsas. No estamos haciendo esto solo individualmente; es una parte y un producto de toda la corriente social misógina. La categorización en sí se ha convertido en un instrumento de opresión, conectado con la evaluación económica de todas las cosas según su precio. Pero el regalar y la satisfacción de necesidades son más importantes que la categorización para el bienestar de la humanidad. La categorización solo ha sido distorsionada y sobreenfatizada como consecuencia de la masculación.

Podríamos evitar la masculación si abolimos completamente los términos de género para los niños y niñas. Podríamos llamar a los infantes ‘hums,’ por ejemplo, un diminutivo de ‘humanos.’ Podríamos decir, “¿Cómo está mi pequeño hum?” A la pregunta, “¿Es niña o niño?” podríamos contestar, “Es un hum.” O bien podríamos tararear (‘hum’en inglés). Tal vez los adultos finalmente podriamos empezar a referirnos a nosotros mismos de esta manera también. Esto resolvería el problema de la identidad masculada basada en la separación y el de la definición de las mujeres como seres inferiores y la sobrevaluación de lo neutro u objetivo, al no imponer distinciones falsas en primer lugar. El pene no es un regalo especial o una ‘marca’ de una categoría superior. Es solamente una parte del cuerpo.

No pretendo negar las características positivas de las diferencias sexuales que realzan la vida, sino que trato de liberarlas de los estereotipos y, especialmente, de la obsesión de la masculación que está matándonos a nosotros y a la Madre Tierra. Tal vez es porque no podemos oír a la Tierra diciendo, “¡Ustedes son como yo! Ustedes pertenecen a mi categoría de los que regalan,”que hemos hecho esto? O es que no podemos oírla porque tenemos esta obsesión. Como especie, nos hemos definido a nosotros mismos como algo (‘Hombre’) que es ‘otro’ que la Madre y tenemos que actuar según esa profecía que se autocumple.

En otras palabras, hemos hecho con respecto a la Madre Tierra lo mismo que los niños pequeños hacen con respecto a sus madres humanas. Hemos negado nuestra similaridad, y nos identificamos a nosotros mismos como ‘algo diferente,’ pero no sabemos exactamente que es (y así terminamos identificándonos con la palabra misma). La muestra parece ser un dios masculino muy parecido a nosotros, que está arriba en el cielo, y que es más grande y más importante que la Madre. Tratamos de actuar de acuerdo con lo que él nos dice, inventando una Gran Cadena de Ser, jerárquica de los que reemplazan y ceden olvidándonos de los impulsos de regalar en nuestros corazones .

Dandoles confianza y permitiéndoles que jueguen de acuerdo con sus propias orientaciones los niños y niñas se hacen inmensamente inteligentes y creativos, como lo descubrió Maria Montessori. Tenemos que permitir que nuestra definición evolucione de nuestras experiencias y actividades gratis—tales como jugar, creare e interacciones de regalar—llenando nuestros “períodos sensibles” de aprendizaje con realidades vitales. No debemos obligar a nuestros niños a tratar de adecuarse a categorías de género preexistentes y contradicctorias, que tienen los adultos. Todo esto es más fácil cuando hay abundancia y cuando la experiencia del niño no es malograda por el abuso o por la escasez.

Tal vez ‘hum’ podría representar también el ‘humus,’ esa parte del suelo, ese terreno en el que nosotros y todas las culturas somos unos para los otros, la tierra de la que surgimos y a la que regresamos. Tal vez, al fin, podremos actuar de acuerdo con el regalar, como una continuación de la situación original madre-niño, que dejaremos florecer cuerdamente sin ser torcida por la sociedad.

Un experimento personal

En realidad no es difícil cambiar el lenguaje que les enseñamos a los niños. Yo lo traté de hacer con mi hija mayor, Amelia, en los años sesenta. Evité usar con ella los pronombres posesivos, no le enseñé los términos ‘mío,’ ‘míos,’ ‘de él’ o ‘de ella.’ Como en la realidad la madre es la muestra original, los niños aprenden mejor lo que ella dice que lo que dicen los otros. Les pedí a las otras personas que estaban con nosotras que también evitaran los posesivos. Desde luego, Amelia escuchaba esos pronombres posesivos en personas que no conocíamos bien, en la radio y así sucesivamente. Evité las dificultades de estas ideas diciéndole, por ejemplo, “Papi usa eso,” en lugar de decirle “Eso es de Papi.” Fué muy interesante que ella no aprendió a usar los posesivos aunque a los tres años de edad ya hablaba muy bien.

Yo sé como aprendió. Ella quería jugar con unos platos y otra persona le dijo, “No toques esos, porque son de tu mamá.” Siempre sentí que la razón ilógica (en realidad no debía jugar con esos platos porque se podían romper—y no porque fueran míos) sumada al hecho de que la dueña de los platos fuera yo, su madre, hizo que finalmente mi hija comenzara a usar esa categoría. Es difícil determinar si el hecho de no haber aprendido los posesivos hizo que mi hija fuera más generosa que hubiera sido de otra manera . El experimento terminó demasiado pronto, habían demasiadas variables, y haciendolo sola no fué muy efectivo.

De cualquier manera, el experimento no le hizo ningún daño. La posesividad no es algo tan básico como el género, y el flujo de la vida absorbió cualquier negatividad que pudo haber tenido esa experiencia. Sin embargo, evitar usar los términos de género a una edad temprana podría tener efectos de gran alcance en el concepto de sí mismos que tienen los niños y las niñas, por lo menos si se hiciera en los “períodos sensibles”del aprendizaje del lenguaje.

Podríamos tambien usar nombres andrógenos en el jardín infantil. Desde un metanivel, podríamos hablarles a las niñas y los niños del uso de los términos de género en Plaza Sésamo y El barrio del Sr. Rogers. Podríamos dar ejemplos a través de la televisión, de madres y niños o niñas usando términos sin género para definir sus categorías como parte de la humanidad común. Estoy convencida de que también aquí el flujo de la vida corregiría los aspectos negativos desconocidos que pudieran estar envueltos en el experimento.

Las mujeres han hecho una gran diferencia en el lenguaje en las últimas décadas, eliminando la terminología sexista. Seguramente podríamos concebir nuevas maneras de hablar a los niños y sobre los niños, lo que les permitiría seguir identifícandose con nosotras en forma continua fuera de los conceptos de genero estereotípicos. Entonces, quizás todos nosotros podríamos reconocer y admitir la afinidad que existe entre nosotros, con nuestras madres y con la Madre Tierra volviendo así a la norma del regalar.

Para Saussure, Curso de lingüística general, Alianza, Madrid, 1983, capítulo IV. Langue es un sistema de unidades de oposición puramente diferencial. Cada palabra se relaciona con las otras por exclusión mutua. Cada palabra se identifica a sí misma por su negación con las otras palabras. Cuando el significante es considerado en relación con el significado, se aplican otras oposiciones y asociaciones, como las oposiciones binarias y las variabilidades regulares y paradigmáticas. Joseph Greenberg, Language Universals, La Haya, Mouton, 1966.

Op. cit., On Language, Roman Jakobson, “The Concept of ‘Mark,’” capítulo 8.

Aunque el comunismo pueda ser considerado como la intención de satisfacer las necesidades, ha sido socavado, igual que el capitalismo, por el patriarcado. Marx y otros economistas hombres no entendieron y siguen sin entender el trabajo no remunerado de la mujer como un trabajo que produce valores. Si el trabajo de la mujer fuese tomado en cuenta (véase Marylin Waring, If Woman Counted, A New Feminist Economy, Harper and Row, San Francisco, 1988), tendríamos que agregarle por lo menos un 40 por ciento al PBI de muchos países centrales, y mucho más en los países del Tercer Mundo. Los economistas que han omitido esos elementos macroscópicos desvirtúan sus análisis. Es como si un estudiante omitiera el 40 por ciento de los planetas del sistema planetario: tendría que buscar otras explicaciones para sus efectos—irregularidades en las órbitas, por ejemplo—y no podría determinar un mapa para un viaje espacial exitoso. El feminismo propone un análisis más completo, más profundo y de mayor alcance y una base mejor para la planificación social que el capitalismo y el comunismo, porque a diferencia de éstos, el feminismo otorga valor a la mano de obra gratuita.

Distinguir el sexo de los niños por el color de la ropa es como diferenciar (y privilegiar) las razas por el color de la piel.

Capítulo 7: La fuente colectiva

A través del lenguaje, cada individuo teje una respuesta a la pregunta filosófica más profunda de nuestro tiempo: “¿Cuál es la relación del uno con los muchos?” La relación del individuo con su cultura y de ahí con los 7000000000 billones de seres humanos viviendo actualmente, es muy diferente a su relación con su aldea o grupo social de siglos pasados. Los medios de comunicación nos traen imágenes e información acerca de los billones de personas que nunca veremos ni conoceremos, que son tan humanos como nosotros. De la misma manera, la astronomía nos ha presentado una visión de nuestro planeta Tierra que es uno, entremedio de millones de galaxias y billones de otras estrellas y todos sus planetas eventuales. Mientras nuestro conocimiento de la humanidad y del universo, ha aumentado, nuestra dimensión como individuos en relación con la totalidad ha disminuído increíblemente. Sin embargo, cada uno de nosotros permanece en primer plano con respecto a nosotros mismos y por eso parecemos muy grandes, tanto que ocupamos toda nuestra visión.

La respuesta a esa pregunta desde el punto de vista del paradigma del regalo, es algo así : cada ser humano es parte de la colectividad porque su identidad se constituye usando los regalos materiales, lingüísticos y culturales colectivos que nos dan los otros y que nosotros damos a los otros. Nuestra subjetividad física y psicológica está hecha de esa materia, de esa matriz (o madre) que nosotros mismos reformamos y nos rehacemos de nuevo para los otros. Cada uno de nosotros es un lugar o punto en la trama generada por la transmisión de innumerables regalos. En esa trama, el proceso colectivo relaciona las cosas con las palabras, las palabras con las palabras, las cosas con las cosas, y a nosotros con nosotros mismos—por y a través de los regalos en todos los niveles diferentes.

La reiteración de la masculación en diferentes escalas ha alterado la configuración de este proceso colectivo, dirigiendo el flujo hacia una categoría de dominantes auto-motivados que atentan expandir su importancia personal estableciendo relaciones de control sobre la colectividad y sus regalos. A menudo, éstos son servidos por otros que obtienen acceso a una relación indirecta con los muchos, al relacionarse con quien domina a los muchos. Mientras que es concebible pensar que los dominantes podrían devolver sus regalos a los muchos, esto es incompatible con el mandato del género de desbancar. Desafortunadamente, la relación de dominación de uno sobre muchos parece tener como posible resultado la destrucción de los muchos por el uno. Recientemente, la capacidad de provocar una devastación nuclear ha hecho disponible este poder y algunos ‘unos’ han jugado con este. Nosotros debemos revelar el carácter ilusorio de la motivación para dominar y expander y debemos recrearnos mediante los procesos de regalar y de recibir, encontrando la manera de relacionarnos como personas que cuidan, unos entre muchos y muchos entre muchos.

Nichos ambientales

Un nicho ambiental es un regalo, para el cual los receptores evoucionan ; las criaturas se desarrollan con necesidades que pueden recibir esa clase de cuidados. El lenguaje es un producto y un subproducto de la vida de las pasadas generaciones, que las generaciones actuales e individuos pueden recibir y usar. Es un nicho ambiental y cultural creado por la colectividad

Tenemos que interactuar entre nosotros con respecto a las cosas, porque ellas son valiosas para nosotros, tanto colectiva como individualmente en muchas maneras. Tenemos que ser capaces de usar las cosas colectiva e individualmente de muchas maneras para conseguir la realización de su valor. Otras personas en la sociedad han contribuido mucho al valor de las cosas pero lo mismo es verdad con respecto al valor de las palabras. Normalmente, al menos el aspecto de ‘como se usa’ nuestro ambiente inmediato, se nos ha dado gratis — está ahí para que nosotros lo tomemos o ha sido transmitido a nosotros por nuestras madres. Esto, como también el conocimiento de lo cual sería apropiado para usar, nos lo transmiten muchas personas de la sociedad. Pero toda esa cultura material está a nuestra disposición porque otros han interactuado con ésta a lo largo de los siglos mediando sus interacciones con el lenguaje. No sólo las mujeres y las cosas han quedado fuera de consideración, pero los procesos de vida de las multitudes del pasado (y presente) han sido a menudo ignoradas por los filósofos, quienes valoran más las palabras que las cosas, porque contemplan el mundo desde un punto de vista masculado y descontextualizado. La actitud sexista es mucho más amplia que la cuestión del género. Inicia negaciones y distorciones de puntos de vista que influyen muchos otros asuntos. Entra en la dialéctica interactiva entre las palabras y las cosas, entre el que define y lo definido, alterando profundamente la perspectiva de la colectividad y la imagen del mundo que se presenta a su vista.

El intercambio ha confundido algunos procesos del lenguaje, y al transferirlos al plano material, en realidad ha creado una situación en la que el regalo se cancela debido al requerimiento de un contra-regalo equivalente. Esta situación artificial es creada al re-utilizar la parte del patrón donde la palabra toma el lugar de una cosa, haciendo que el regalo de la cosa sea innecesario para la creación de la relación humana en ese momento: No necesito darle una flor para crear una relacion humana de comunicación con usted en este momento. Basta con que yo diga la palabra ‘flor.’ La palabra también sirve como una muestra- equivalente. En la descripción del proceso del concepto, hemos dicho que la cosa ya no es necesaria como muestra cuando la palabra toma su lugar como un equivalente de las cosas de esa categoría. En el plano material del intercambio, cuando se da el contra-regalo, eso tambien cancela el carácter de regalo del primer regalo y expresa su valor al re-presentarlo. Esto es particularmente claro cuando el dinero es el contra-regalo.

El dinero toma el lugar del producto como equivalente de otros productos (así reemplazando y cancelando ese producto como equivalente). Mide y re-presenta el valor del producto en el intercambio como ‘regalo’ sustitutivo. (Curiosamente, el dinero, el arbitro del intercambio funciona solo cuando es dado.) El dinero también cancela ambos: el valor cualitativo y el valor de regalo (la inferencia de que la otra persona es valiosa), reemplazándolos por el valor cuantitativos y el valor de cambio, para que éstos sean vistos dentro de la categoría de todos los otros productos en el mercado.

La transacción humana de regalar, ha sido alterada y parte del proceso del concepto lo ha reemplazado para mediar la relación mutuamente exclusiva de la propiedad privada. Este uso material del proceso conceptual (y de la transposición del proceso lingüístico) permite a cada uno de los que intercambian que pongan en practica la definición dando y recibiendo la palabra-regalo sustitutiva, el dinero. Y así, los que intercambian pueden dar sin privarse a sí mismos. Les dan valor a las cosas y a su sustituto, el dinero, y no se dan valor entre sí. El dinero es un medio de co-municación mediante el cual se define un producto, y el comprador se lo da al vendedor, así como el que define le da el definiendum al que escucha. A su vez, el vendedor tiene que renunciar al producto—que en el proceso de la definición sería la cosa definida. Mientras que pasa a través del proceso encarnado del concepto, el valor de regalo del producto es cancelado y se transfiere al dinero, que es cambiado por el producto y que entoces llamamos el valor de cambio del producto. Cuando el producto se convierte en propiedad del comprador, sale del proceso del mercado y se transforma en su valor de uso.

Cuando se cancela la atribución de valor al que recibe, el proceso de intercambio cancela el valor -regalo del producto, en una manera que no es usualmente reconocida. El valor de uso es de cierto modo limpiado de las experiencias previas. Una vez comprado y pagado el precio, no pensamos más de donde viene. Usualmente no prestamos atención al origen del producto que estamos usando, si fué malpagado a trabajadores del ‘Tercer Mundo’, o hecho por mano de obra infantil, o por miembros de los sindicatos de Estados Unidos. El producto está listo para que lo usemos, pero ni gratitud ni reconocimiento se le da a quienes lo manufacturaron—ni tampoco es recibido de los manufactoradores como un regalo de cuidado que transmitiría un valor a los que lo reciben, por implicación. En cambio, el reconocimiento y la gratitud van dirigidos a quienes ‘hacen’ dinero, o tal vez al comprador, al vendedor o al proceso mismo del mercado. Por esta razón, creo que hay una diferencia lógica invisible entre los valores de uso que han pasado por el proceso de intercambio y los valores de uso de aquello que la gente hace directamente para otros, y que transmite el valor del regalo. La persona que utiliza el valor de uso, preparándolo y adaptándolo para satisfacer las necesidades de los integrantes de su familia, le agrega un valor de regalo, pero el valor del regalo otorgado por los trabajadores a sus productos ha sido cancelado (o desviado como ganancia hacia otros) a través del proceso de intercambio.

Empezando con el mundo

En su análisis del dinero y de las mercancías (productos en intercambio), Marx, tomó como punto de partida las mercancías. El creía que los intelectuales del pasado se habían equivocado al comenzar con el dinero. Una consideración similar puede aplicarse a la relación de las palabras con el mundo. Cuando nos formulamos nuestras preguntas acerca de esa relación, usualmente tomamos las palabras como punto de partida, lo que nos coloca para empezar en el camino equivocado. Debemos comenzar con el mundo, no con las palabras—con la co-municación material y no con la co-municación verbal. En cualquier caso, la respuesta pasa a través de la actividad de regalar de los seres humanos. Sin embargo, si comenzamos con las palabras mismas, no podemos percibir el carácter de regalo ni de las palabras ni de las cosas. El carácter de regalo está escondido por la transparencia de las palabras, porque la posición de la palabra está sobrecargada por la masculación y porque hay una motivación hacia el ‘toma el lugar del otro’ en la definición etc.

Colocadas en una postura ‘inferior’ de regalar a los hombres masculados, las mujeres tienen una posición similar a la posición de las cosas respecto de las palabras. Entonces para las mujeres es más fácil comprender el lenguaje desde el punto de vista de las cosas, mientras que los hombres usualmente asumen el punto de vista de las palabras. Por supuesto, todos los seres humanos son tambien ‘cosas relacionanadas con las palabras,’ como cuando refiriéndonos a alguien decimos: ‘esa persona que está allá,’ ‘el siguiente en la fila,’ “la amiga de Juanita.’ Sin embargo, como la palabra se ha encarnado en el género masculino, las mujeres analogamente toman el rol de las cosas en relación con esa‘palabra.’ Hemos sabido lo que es el ser habladas de nosotras en vez de hablar, ceder al que toma nuestro lugar, al que nos remplaza, al que nos representa en público, mientras que continuamos regalando en el hogar.

Pero las mujeres nos colocamos activamente en relación con los otros, hacemos el trabajo de mantener, de cuidar y criar a nuestros niños y niñas—y todas las multitudes de tareas que las mujeres han hecho-continuamente dando valor a los otros de muchas maneras. Las cosas no hacen esto en primera persona como lo hacemos nosotras. Las cosas no se ponen a sí mismas en una relación con a la gente. ¿A qué se debe su lado activo? Es la actividad y la recepción creativa de la colectividad—más allá del foco de lo individual, el segundo plano de los muchos, en el que las mujeres han quedado situadas anónimamente por siglos. Nuestro dar sin reconocimiento, proveyendo directa e indirectamente a los otros, es el proceso y el resultado de una permanente interacción dialéctica de la colectividad con las cosas. Los humanos no sólo practican el dar, pero en este proceso dejamos una cantidad numerosa de subproductos disponibles para ser tomados. Algunas veces, ha parecido que las mujeres (y las otras personas excluidas) eran solamente unos subproductos de unos pocos hombres y como las cosas, sólo tenían el valor que la colectividad les otorgaba y no el valor que surgía de ellas mismas, como donantes en interacción. Las cosas se parecen a las mujeres porque ceden a las palabras dejando que estas ocupen su lugar.

El tratamiento de las mujeres como ‘cosas’ que dan y ceden su lugar en la relación ‘muchos a uno’ con aquellos hombres que las reemplazan y que las poseen o controlan, repite la relación entre las cosas y las palabras, que siempre ha sido tan difícil de entender para los filósofos. Los filósofos masculinos empezaban desde su propio punto de vista, el punto de vista de los que reemplazan, de los propietarios y de los controladores, de los ‘unos’ en oposición a los ‘muchos.’ Las mujeres que han sido tratadas como cosas, pueden tomar el punto de vista de las cosas, de los muchos, de los que dan y ceden.

Alguien podría preguntarse: “¿Realmente las cosas se dan y ceden a las palabras, como las mujeres ceden a los hombres?”En el tejido de los numerosos regalos que constituyen el proceso vital de la colectividad, ¿se les da vida a las cosas, con nuestra manos mágicas, para que se conviertan en Pinochos, obedientes al fin a las palabras del padre? ¿O es todo una proyección? Dejando de lado las palabras de Gepeto, las brujas (y el hada azul) sienten la vida de los objetos inanimados, porque tal vez como mujeres sabemos que somos como ellos, bajo el hechizo de la objetivación. De todas maneras, nuestras palabras son diferentes, menos vacías que las de los hombres masculados, porque también nosotras hablamos cosas.

Empezando con las palabras

Empezando con las palabras, relacionando las palabras con las cosas hace que el investigador se concentre en las palabras, pero dividela idea de las palabras al menos en dos partes: el ‘vehículo’ (sonido, significante, señal, escritura, gesto del lenguaje de signos) y el ‘significado’ (idea, significado, referente, designatum, etc.). Creo que estamos actualmente empaquetando una parte del valor de las características de las cosas en lo que vemos como el ‘significado’ de la palabra. Entonces las cosas se escinden de las palabras, que se presentas como privadas de su valor para la comunicación, porque ni las cosas ni las palabras son reconocidas en su aspecto de ser orientadas hacia o darles valor a los otros. Deberíamos mirar las palabras no tanto por tener estas un valor sino como regalos sustitutivos que portan el valor de las cosas en y para la comunicación. Este valor contribuye a la formación de la comunidad en toda su variedad, permitiéndonos a cada uno de nosotros que nos vinculemos con otra gente de maneras específicas con respecto a todas las partes del mundo. Es la existencia general de las cosas para los otros.

En la comunidad distorsionada por la masculación, los géneros exteriorizan la relación entre las cosas y las palabras (lo cual no entienden.) Desde luego, estamos metidos en este problema porque los seres humanos somos más capaces que las cosas de responder a las definiciones como profecías que se autocumplen, aunque las cosas puedan parecer animadas. Los hombres actúan el rol de la palabra, la mujeres actúan el rol de las cosas. Los hombres, que estan reemplazando a las mujeres, son los regalos sustitutivos (para-otros) de las mujeres, llevando el valor de las mujeres en la comunicación para el tipo de comunidad que llamamos patriarcado. Las mujeres ayudan a crear esa clase específica de vínculos que constituyen y mantienen esa comunidad. Los hombres son los regalos comunitarios y sustitutivos de esos regalos individuales ocultos quienes dan regalos. También las cosas tienen un lado oculto de regalo, que se atribuye a las palabras que ocupan su lugar. Las palabras y los hombres son autoreferentes, mientras que pareciera que las mujeres y las cosas no fueran así. Toda esta confusión proviene de dividir la comunidad en dos categorías de genero inescapables y opuestas, comunidad que se creaba a través del hablar y el escuchar (del dar y recibir) incluyendose mutuamente ,

‘Significado’

Si comenzamos con las cosas y no con las palabras, podemos ubicar el ‘significado’en las cosas en toda su variedad de apariencias y de usos, entendiendo su relación con las palabras, como relación con su regalo sustitutivo para los seres humanos. Los diferentes tipos de cosas que se relacionan con una palabra (lo que llamamos usualmente los diferentes ‘significados’ de la palabra) pueden tambien parecerse entre sí. Por ejemplo, la palabra ‘dulce’ puede transmitir un sabor de miel o de pasteles, que tienen este sabor, o tambien el carácter afable de una persona. La miel, los pasteles o la actitud afable tienen relevancia para los seres humanos. Si no estuviesen relacionadas con ningunas palabras como sus nombres, podrían sin embargo estar relacionadas con frases compuestas de palabras a las cuales algunos de sus distintos aspectos son relacionados. Si no estuviesen relacionados con una única palabra podrían relacionarse con frases compuestas de palabras referidas a sus distintos aspectos. El hecho de que las cosas estén relacionadas con una palabra implica que ellas (o cosas similares a ellas) han sido utilizadas para satisfacer las necesidades de los muchos. Tienen una cierta generalidad. No son solamente las palabras en sí que son generales, pero las cosas que se relacionan a ellas a travéz del huso humano. En la formación de un concepto, la capacidad de las cosas de existir repetidamente para otros como cosas del mismo tipo es traída a primer plano, debido a la generalización de la muestra con respecto a los muchos y a la adopción final de la polaridad (uno a muchos) por una palabra general. El hecho de que haya una palabra para ese tipo de cosas, expresa la generalidad de esas cosas—no solamente de la palabra. De hecho, la palabra en sí no es nada; depende de la relación de las cosas con ella.

El ‘significado’ es el término que se usa para la relación entre las cosas y las palabras que empieza con las palabras y funciona de arriba hacia abajo. Esta relación la establecen los seres humanos de forma continua los unos para los otros colectiva e individualmente. A menudo sólo creemos en la relación entre la palabra y la cosa, pero es la relación cosa con cosa o cosa con palabra lo que les da valor a las palabras para los seres humanos. Sin esto, las palabras no tendrían ninguna utilidad para nosotros. La relación entre la cosa y la palabra es también funcional en la constitución de nuestras identidades por muchas otras razones: los seres humanos son también ‘cosas relacionadas con las palabras’ para nosotros (hablamos de nosotros); nos cuidamos entre nosotros lingüística y materialmente en muchos niveles; y como hemos estado diciendo muchos de nosotros nos hemos modelado en algúnos procesos lingüísticos.

Hemos proyectado estos procesos lingüísticos en la organización de lo colectivo, económica y políticamente, y en la estructura de la familia. Las proyecciones confirman y recompensan algunos tipos de comportamiento y descalifican otros, ‘entrenándonos,’ influyendo en nuestras identidades. Conforman los contextos donde vivimos, imponiendo los parámetros de la ‘realidad’ (a lo que llamamos el ‘patriarcado’) donde operan nuestras identidades artificiales y autoconstruídas (Vea las Figuras 11 y 12.)

En Estados Unidos, las mujeres no sólo tomamos los apellidos de nuestros esposos, sino que en los roles tradicionales aquí y en otras partes los hombres toman nuestro lugar en la esfera pública, hablan por nosotras y a menudo toman decisiones por nosotras. Se sabe quién somos por quienes son las personas con las cuales tenemos relaciones. Para poder conocer las relaciones entre las cosas y las palabras, debemos comenzar con las cosas—del mismo modo que si queremos conocer las relaciones entre las mujeres y los hombres, debemos comenzar con las mujeres, como nosha enseñado el feminismo. Durante siglos, los hombres han razonado desde las palabras hacia las cosas, y han tratado de entender a la mujer (a los niños y a las ‘cosas’) razonando a partir de ellos mismos. Me parece que quienes buscan el sentido de la vida son como los que buscan el significado de las palabras partiendo desde arriba hacia abajo enfocándose en las palabras. En su lugar, todos debemos comenzar con el regalar material y no con el regalar lingüístico, sustitutivo y re-presentativo. Necesitamos dar cosas, no palabras, satisfaciendo las necesidades materiales de los otros para crear abundancia para todos, co-municándose para forjar las subjetividades físicas (los cuerpos), y no sólo las subjetividades lingüísticas y psicológicas de la co-munidad. Necesitamos crear los cambios sistémicos que harán que la comunicación material y generalizada sea posible para todos a todos niveles.

Relaciones parasitarias

Algunas veces el altruismo parece fingido porque el ego artificial del intercambio masculado ha aprendido a hacerlo, pero no de una manera maternal. Las organizaciones de beneficencia paternalistas donan en pequeñas cantidades, sólo lo suficiente para aliviar la presión de unos pocos individuos, sin cambiar el cuadro completo. Ellos mantienen el control de los regalos y de los receptores a través de la ‘verificación diligente’ con la idea de que los que reciben tienen que ganarse su confianza. Entonces las mujeres (incluso las madres), sobrevalorando estos procedimientos ‘caritativos,’ los toman como la norma de como ser altruista. Si las mujeres continúan desacreditando el modelo de madre (la muestra para el concepto) y lo interpretan solamente desde el punto de vista autoreflejante y autovalorizante de la masculación y el intercambio—ya sea por nuestro propio éxito en el sistema o por tomar el punto de vista del hombre, el ‘otro’ sobrevalorado que nos degrada—perderemos el potencial revolucionario (el re-evolucionario) que ahora inflama el corazón del movimiento feminista mundial.

Al haber aceptado durante siglos el engaño masculino de que las mujeres somos inferiores (‘cosas’), y al aceptar ahora el engaño de que nosotras somos o deberíamos ser ‘iguales’ al modelo, corremos el riesgo de renunciar a nuestro alineamiento con la Madre Tierra, a la posibilidad de salvarla, de salvar a nuestras madres, a nuestras hijas e hijos, de salvarnos a nosotras mismas del espejo hambriento del paradigma del intercambio. Esta es una especie que se está comiendo viva a sí misma, porque no puede valorar la muestra del concepto de la madre que da en abundancia y ni siquiera puede verla.. Hemos hecho del acto de regalar, que es la fuente de la vida y de la felicidad, esclavo del ego masculado y artificial y de sus expresiones en los niveles económicos, políticos e ideológicos,. Esto drena los regalos de la humanidad hacia las arcas de unos pocos, cuyos excesos priápicos impiden la satisfacción las necesidades y son transformados en armamentos fálicos, ‘marcas’ mortales, por medio de los cuales un grupo puede demostrar su ‘superioridad’ (ocupación de la posición privilegiada de la muestra del concepto) sobre otro, que es obligado a ceder.

De esta manera, los regalos obligados de los muchos se desperdician en gastos que no alimentan y que sirven para la destrucción, por no mencionar la inmolación de los millones de corazones, mentes y cuerpos donantes. Des-haciendo los cuerpos de la comunidad, la co-municación se vuelve contra sí misma, a imagen de la muestra del concepto. Mientras tanto, al suplir las necesidades para la guerra (alimentando un intercambio fálico), se destruye convenientemente (gastando la riqueza en armamentos) la abundancia que podría facilitar el regalar en diferentes lugares del mundo, que no participan directamente en la guerra. Hemos creado una relación de muchas hileras en la cual una cantidad relativamente muy pequeña de personas actúan como parásitos de los demás, recreando así una situación de privilegio que originalmente fue creada al transferir la mitad de todos nuestros bebés a una categoría ‘superior,’ mediatizada lingüísticamente exenta de cuidar. Esta categoría es sobrevalorada y los que cuidan le otorgan demasiado, debido a su mandato de lograr la posición de la muestra del concepto. (La posición de la muestra es sólo un mecanismo funcional y conceptual para organizar nuestras percepciones y no la forma de ‘merecer’ amor o abundancia). El anfitrión debe re-educar y convencer al parásito (que de cualquier manera es parte de sí mismo). No debemos permitir que el parásito siga convenciendo al anfitrión.

El parásito está compuesto de espejos—intercambios, definiciones, juicios—y tiene que recibir energía, dinero, comida, tiempo y cuidados de otra parte, para poder hacerse lo suficientemente grande para poder convertirse en el ‘uno’ privilegiado tomando el lugar de muchos otros. Pero este estado aberrante de las cosas no es la culpa de nadie.

De hecho, el culpar y sentirse culpable son parte del paradigma del intercambio, una manera de hacer que el otro ‘pague.’ No podemos arreglar el paradigma del intercambio aplicándolo una y otra vez a sí mismo. Las prisiones y las sillas eléctricas están llenas de personas que ‘están pagando’ por sus equivocaciones. No necesitamos justicia; necesitamos amabilidad. En realidad la justicia es un intento de definir el crimen para que no ocurra de nuevo. Tratamos de cumplir esa definición mediante una clase de intercambio, porque el intercambio se deriva de la definición. El ‘pago’ implica una co-municación material forzada por medio del cual se requiere que el criminal dé algo y ceda. Pensamos que, tal vez, regresando al nivel material exigiendo bienes, tiempo o incluso la vida en un intercambio ‘igual’ tendremos más efecto sobre el que actúa mal. Se intenta evaluar la gravedad del crimen con respecto a otros crímenes (una forma de cuantificación). El criminal está masculado de nuevo, distanciado físicamente (descontextualizado) y puesto en una categoría de ‘otro’ con una condena o una ‘sentencia.’

Muchos ‘uno-muchos’

Pensando acerca de esto, ví que tenía tres areas de relaciones similares con las cuales trabajar: 1) las mercancías eran al dinero como; 2) las cosas eran a las palabras y como; 3) las mujeres eran a los hombres. Podria usar cada una de estas relaciones para clarificar las otras.

Por ejemplo, todas estas areas tienen relaciones del tipo uno-muchos como elemento constitutivo. Todas las mercancías son muchas y se relacionan con el dinero como su equivalente. También son muchas en relación con un precio en particular como uno. Las cosas se relacionan con las palabras de muchas maneras como muchos a uno: como muchos con respecto al lenguaje como un tipo de cosa; como muchos con respecto a una sola palabra (por ejemplo, la palabra ‘cosas’); y como muchas cosas con respecto a la palabra que ‘significa’ esa clase o que la re-presenta. Como género ‘inferior,’ todas las mujeres se relacionan con cada hombre como los muchos con el uno. Además, cada una de estas relaciones implica relaciones potenciales de uno a uno. La pareja humana es el ejemplo de una relación uno a uno, como la relación más trasitoria del intercambio de un producto por dinero, y como la idea del signo de Saussure de la unión entre el significante y el significado. Variaciones y cambios, en la relación uno a uno, ocurren en la relación en proceso entre la mujer y el hombre, con la relación de la familia al padre. La madre misma figura como el uno en cuanto a sus hijos, que son potencialmente los muchos, pero es reemplazada por el padre como ‘cabeza’ de familia. Ejemplos que obedecen a una doble moral, como el síndrome de Don Juan o la poligamia, también envuelven relaciónes muchos a uno. Otra relación muchos a uno es la de la propiedad con su dueño, que a menudo se combina con la relación de las personas y bienes de la familia como propiedad del padre o esposo. Entonces, desde luego, hay súbditos del rey, electores que eligen a sus representantes, naciones a sus presidentes, empleados a sus empleadores. Hay etapas sucesivas de muchos a uno, por ejemplo: católicos a los sacerdotes, sacerdotes a los obispos, obispos a los cardenales, cardenales a los Papas. Las fuerzas armadas están relacionadas en los mismos escalones de los oficiales hasta los generales, etc. El traslapar muchas estructuras uno a muchos crea un mecanismo gigante. Tal vez, cuando algunas de las piezas faltan, la situación puede ser más benigna, pero el refuerzo que ocurre entre las estructuras del patriarcado del Primer Mundo, lo ha hecho más letal y priápico que nunca antes—con las armas nucleares de estas naciones listas para aniquilar a los muchos, con su nube fálica en forma de hongo, evidencia de que se ha obtenido la posición uno (1).

Hemos estado razonando y actuando desde el punto de vista de las palabras en relación con las cosas, del dinero en relación con las mercancías, y de los hombres en relación con las mujeres. Me parece que la explicación para esto es que la economía del intercambio se enfoca en el ego individual y da valor e importancia principalmente al ‘uno,’ a la conciencia aislada y abstracta. La importancia (y los modos de usar) de la conciencia colectiva, de la conciencia de grupo, y de otras experiencias de regalo que tienden hacia los otros ha sido ignorada, porque sólo hemos sabido comenzar desde nosotros como seres individuales—y sólo a aquellos que han tenido éxito como individuos aislados se les ha concedido la credibilidad y la autoridad para hablar. Este centrarse en sí mismo se debe a la masculación, a la lógica del intercambio que se refleja a sí misma y al modelo jerárquico de arriba hacia abajo. Es consistente con el capitalismo, especialmente con el ‘productor independiente,’ o el empresario, héroe cultural. Los académicos no están más libres de este síndrome que los otros, aunque tal vez les gustaría estarlo. La competencia, en términos de creatividad y agudeza (siendo la recompensa la valoración del ego, la autoridad y el prestigio), influye en la visión del mundo de los académicos, como si las recompensas sólo fueran económicas. El lenguaje se ha convertido en un instrumento de poder, y los que lo estudian generalmente no están libres de los patrones que valoran al ego y que hacen que este poder sea posible permiten.

Luz y sombra

Las mujeres también podemos desarrollar un ego centrado en nosotras mismas, pero tendemos a permanecer orientadas hacia los otros, porque tenemos que continuar siendo las que cuidamos a los niños y a las niñas. Dentro o fuera de la academia, nuestra visión del mundo suele ser más amplia que la de los hombres, especialmente cuando no somos intelectualment serviles al patriarcado. Con un pie en cada bando, es más fácil advertir las contradicciones. De hecho, lo que podemos observar es que estamos paradas con una mitad en la luz y con la otra mitad en la sombra. Aun cuando compitamos con éxito en la economía del intercambio, a veces nos vemos a nosotras mismas como perteneciendo a las masas de mujeres que no son vistas ni reconocidas.

Nuestro lugar en la sombra también nos permite ver a otros que también están en la , oscuridad, las masas de gente, las culturas, las mujeres, los niños y los hombres que están colocados en el trasfondo por el ego masculado. Junto con estos están todas las cosas, animales, criaturas, plantas, inventos, arte y objetos caseros que han sido el objeto de nuestros cuidados, del uso y del mantenimiento a lo largo de los siglos. Aquí en las oscuridad están todas las mesas que hemos pulido, el maíz que hemos cosechado, los terrenos que hemos cultivado, los caballos, las vacas y las gallinas que hemos alimentado, la nieve que hemos paleado, los techos que hemos techado, las líneas de ensamblaje en las que hemos trabajado, los fregaderos que hemos desatorado, los bailes que hemos bailado, los niños y las niñas que hemos criado. En toda esta variedad de actividades, hemos conferido valor a las cosas y las hemos imbuido con material de nuestra vida que los otros pueden usar libremente. Aun cuando nuestra actividad ha sido muy costosa, humana y económicamente, los resultados de nuestras acciones, guiadas por los principios del cuidar, pemanecen como un legado gratuito para los otros. El legado consiste en maneras de cuidado, corazones y mentes valorizantes no masculados y en la realidad material —la casa en la que se vivió y que se le dió mantenimiento ha perdurado hasta el día de hoy, la casa que fué abandonada se pudrió y desapareció—

El ego masculino teme en forma notoria a la muerte y ama lo que teme, porque al desviar su mirada de los otros, niega lo que ha recibido de ellos—como también su existencia e importancia para este. Por lo tanto, es muy probable que se vea a sí mismo como una fuente aislada de lo que le ha sido dado por los otros, desde las masas de humanidad que lo precedieron, hasta los trabajadores en las fábricas y los agricultores, hasta su madre, su esposa, su hermana y (a veces incluso) su hermano. Esto es poco frecuente, porque el circulo de varones elitistas y el vínculo masculino sirven para incrementar el sentido de poder y de autonomía del ego masculino aislado como tal. Los hombres aprenden a reconocer la imagen autoreflejante y a valorarse entre sí. La posición del ‘uno’ funciona particularmente bien dentro de la negación del hecho de que ha recibido algo de otros. El ego ve todo desde el punto de vista del tomar—o por lo menos de ser merecedor de lo que toma. (Merecer es otra transposición del intercambio, que requiere una equivalencia entre las acciones pasadas y las recompensas presentes.) El énfasis que hemos puesto en la monetización del trabajo en el capitalismo, ha concentrado nuestra atención solo en esa área de nuestras actividades y en ese tipo de relación humana que es el ‘hacer dinero.’ Porque el ego piensa que sus percepciones, su mundo, y sus habilidades surgen de sí mismo, y de ese modo su propio carácter social y artificial es escondido y corre el peligro de sufrir de solipsismo.

Observar el lenguaje desde el punto de vista del paradigma del regalo es un buen remedio para el solipsismo. Si consideramos cada palabra como un subproducto gratuito de los procesos de la vida de innumerables personas del pasado mediatizados por el lenguaje a través de los cuales satisfacían necesidades comunicativas mutuas, entonces nos encontramos en contacto con millones de otros seres humanos que regalaban y se comunicaban porque hemos recibido nuestras palabras (y nuestra cultura y nuestros bienes materiales) de ellos. Actualmente, el solipsismo no es tanto una posición filosófica en nuestra sociedad, como una posición psicológica y política. Esta permite la crueldad sin responsabilidad, la felicidad por nuestro propio bienestar, enfrente del dolor de los otros. Nuestra compasión se atrofia y se seca y nuestras almas se convierten en prisioneras de nuestros egos. Permitimos que los gobiernos tomen innumerables decisiones que provocan la muerte de muchos o que los dejan morir, cometiendo así un genocidio económico y militar, mientras nosotros nos quedamos seguros en casa, preguntándonos si en realidad esa gente existía para empezar.

Las personas que hablan de crear nuestra propia realidad se inspiran quizás, sin saberlo en la creatividad ilimitada y en la cualidad mágica del regalo del lenguaje, sin tomar en cuenta que la fuente del regalo son los otros en general. Algunos actitudes religiosas, tanto los de la Nueva Era como los fundamentalistas, son propensos a escaparse de la raza humana, para evitar sentirse debilitados entre la multitud, y en vez pertenecer sólo a la posición privilegiada del ‘uno.’ Cuando empezamos a relacionarnos sólo con Dios (que a menudo es visto como el ‘uno’ masculado, y por lo tanto parecido a cada uno de nosotros como un individuo aislado) y no con la raza humana y el planeta, nos volvemos megalomaníacos y paranoicos. Entonces actuamos sin compasión, ignorando a esa gente fuera de nuestro enfoque inmediato—cuya espiritualidad es después de todo tan grande o tan pequeña como la nuestra. Si nosotros pudiéramos re-conceptualizarnos a nosotros mismos por haber recibido de la otra gente en el pasado y en el presente, comenzando con nuestras madres, no estaríamos aislados ni desempoderados. De hecho, el vernos a nosotros mismos como un ego masculado (recibiendo de los otros solo porque lo ‘merecemos’) nos quita realmente el poder. Después sobrecompensamos.

En cualquier caso el solipsismo es desmentido, por el hecho de que pensamos con el lenguaje y éste lo hemos recibido de los otros. Existía una teoría creacionista que contaba que Dios había enterrado los huesos de los dinosaurios para ‘probar nuestra fé’en la historia Bíblica del Genesis De igual manera, para los solipsistas Dios/a habría implantado el lenguaje en nuestras mentes para probar nuestra fé, al hacernos sospechar de que hay otras personas allá fuera. En la actualidad, la tierra es tan vasta y variada que nosotros no podríamos vivir en ella como individuos aislados. Necesitamos las percepciones comunes de los muchos para darle alguna clase de contexto real a nuestra vida individual. La sociedad es como un ojo de mosca gigantesco que, juntando múltiples facetas en una visión colectiva, es capaz de ver el cuadro total. Este cuadro es facilitado y transcripto en el lenguaje para poder mediar nuestras relaciones sociales mutuas. Y la transcripción, a su vez, provee una especie de inmenso tímpano que reverbera en respuesta a todo aquello que es importante, a un cierto umbral de intensidad más allá del nivel individual. A través de la elaboración colectiva, los valores culturales de las cosas a las que la co-munidad responde están guardados en las palabras, mantenidos vivos como regalos disponibles para todos y que se usan constantemente.

El ego patriarcal todavía ve sólo aquellas cosas que están en su enfoque, iluminándolas con luz propia. Es porque las personas de primer plano del ‘Primer Mundo’tienen esta mentalidad que son capacez de ignorar el flujo de regalos, dinero y valores que provienen del llamado ‘Tercer Mundo’ dentro y fuera de las fronteras de Estados Unidos. Cuando la CIA no está desestabilizando directamente los gobiernos del Tercer Mundo o los Estados Unidos no está financiando a tiranos fascistas en contra de los intereses de los muchos pobres, de todos modos el patriarcado del ‘Primer Mundo’se está apropiando de sus economías. Mientras que los medios de comunicación y nuestras terapia se enfocan en el aquí y el ahora, el gobierno usa nuestro dinero, su influencia y sus armamentos para devastar a la gente en la oscuridad. Las corporaciones se trasladan al tercer mundo causando desastres económicos y ambientales, mientras que algunos aquí cosechamos las ganancias y otros pierden sus trabajos. Cuando las corporaciones no se pueden esconder, éstos se cubren con mentiras, justificando lo que hacen como ‘desarrollo.’ Bajo la apariencia de ayudar a la gente, se enfocan en la modalidad del regalo,

falsamente para cubrir las cosas amargas y explotadoras que están haciendo en la modalidad del intercambio. Esto tiene el efecto de retratar la modalidad del regalo como algo distinto a lo que es, identificándolo con los hombres y especialmente con los del gobierno y de las corporaciones quienes son los que están más lejos de la verdad. A menudo, estos hombres como individuos nunca han cuidado a nadie, pues siempre han funcionado dentro del mecanismo del intercambio.

Actualmente nuestras necesidades primermundistas están siendo satisfechas de forma gratuita o a un costo muy bajo por los habitantes del ‘Tercer Mundo.’ A ellos no se les devuelve un equivalente de su trabajo. La diferencia entre las economías permite a los negociantes embolsarse la mayor parte del precio que pagamos, colocando ese dinero en nuestros bancos, transfiriendo ese valor una vez más de los que no tienen a los que tienen, de la oscuridad a la luz, de lo invisible a lo visible. Como en una esclusa el flujo de los valores es bloqueado y mantenido a un nivel más ‘alto.’ Las economías del ‘Primer Mundo’ en su totalidad han recibido cantidades enormes de las economías del ‘Tercer Mundo.’ Individualmente tal vez es difícil ver esto o quizás no sentimos los beneficios directamente. Pero la cantidad mucho más grande de valores que circulan aquí y no allá se debe a la desigualdad del intercambio, un intercambio que en la práctica termina como un regalo del ‘Tercer Mundo’a los Estados Unidos.

La motivación de las ganancias a corto plazo que encaja muy bien con la modalidad del ego deja a la gente en la oscuridad (las generaciones del pasado, los habitantes del ‘Tercer Mundo’ en el presente dentro y fuera de nuestras fronteras, y todas las personas del futuro, todos nuestros niños y niñas) dañándola y destruyéndola con la pobreza, la contaminación y la guerra, para que paguen por esa ‘luz,’que es nuestro continuo bienestar. El problema no es la depravación moral o la inclinación psicológica hacia la codicia, sino un punto de vista ‘normal’ del mundo, una estructura del ego y una forma económica que encajan y operan juntos en detrimento de todos. Individualmente no pienso que sabemos que estamos haciendo esto, o pararíamos o haríamos que todos pararamos. Nuestra conciencia colectiva se niega a reconocer lo que estamos haciendo—lo cual hace difícil acceder a la conciencia individual. Es por eso es que necesitamos desesperadament un cambio de paradigma.

El mandato de tomar el lugar del otro y de ser el ‘uno’ mediante la posesión y el dominio, se transmite en cada nivel de nuestra sociedad. La escasez, creada artificialmente por los todopoderosos para poder mantener el sistema de intercambio intensifica los castigos para los que no cumplen el mandato. No advertimos que es lógicamente imposible que cada uno sea “el uno”relacionado con los muchos y que no hay otra agenda de vida para los hombres que no sea la masculación per se. El trabajo significativo, la educación y la recreación se ofrecen casi exclusivamente a los que ‘tienen’ economicamente y como sea todas esas áreas forman parte de la economía del intercambio. Las pandillas y el comportamiento criminal son la única oportunidad para mucha gente para poder realizar la agenda masculada, la violencia contra la mujer sigue siendo una opción para los hombres que necesitan actuar como los ‘unos’ dominantes. Mientras que todas estas actividades deben ser definidas como ‘erradas,’ es sólo a través de una revisión y una redefinición de la sociedad misma que el problema puede ser resuelto.

Debemos cambiar el paradigma y educar a todos en el cuidado de los demás, no debemos mascular a nuestros bebés varones en una estructura del ego que requiere dominación y privilegio para sentir que está cumpliendo con el mandato de su identidad de género. Tenemos que restablecer el modelo de la madre para todos, educando a los niños varones para que sean cuidadores desde el comienzo. Después de ser obligados a renunciar a la madre y aprender a no cuidar, ¿cómo pueden aprender a ser ‘buenos’ más tarde ateniendose a reglas, a la sintaxis de conducta que deriva del nombramiento del género, la Ley avasallante del Padre?

Me parece fascinante que el busto haya sido a la vez degradado y convertido en un objeto sexual en nuestra sociedad. Hasta hace poco, las botellas de leche para los bebés tenían una forma fálica—otro síntoma de nuestra enfermedad, la de sustituir a la madre con el modelo del padre. Los niños y las niñas pueden participar en muchas de estas actividades en niveles diferentes. La relación de propiedad se asemeja a los complejos de Vigotsky. Es ‘uno-muchos’ pero no dependen de la similitud. El niño también puede ser propietario, por ejemplo, de juguetes, cuando es muy pequeño—mientras que él o ella ‘pertenecen’ al padre en la relación familiar. Complejos associativos o sus incarnaciones en la propiedad o la familia pueden mantenerse unidos también a través de un ‘tono sentimental,’ como Carl Jung dijo de la asociación de palabras y acerca de los complejos psicológicos. El tono sentimental de los conceptos sería influenciado por la masculación. Carl Jung, 1973 [1906] “A psychological diagnosis of evidence” Experimental Researches, Collected Works of C.G. Jung 2, Leopold Stein and Diana Riviere eds. London, Routledge and Keegan Paul, pp. 318-332.

A pesar de que todos alcanzamos una aptitud lingüística eficiente, la falta de acceso a las variedades culturales y a los aspectos positivos de la educación, priva de muchos de estos regalos a las personas de escasos recursos económicas.

De nuevo tenemos que preguntar, “¿Para quién es esto?” Atribuimos las cualidades de las cosas a las palabras y las cualidades de las palabras a las cosas. En el ejemplo de los lingüistas: ‘hombre’ = + adulto + masculino, ‘hombre’ no tiene las cualidades de edad adulta ni de masculinidad, porque ‘hombre’ es una palabra, mientras que un hombre no lo es. Tapamos la relación entre las cosas y las palabras con un concepto basado en la palabra, al que se pueden atribuir (dar) cualidades. Transcribimos las cualidades de hombre en una fórmula basada en la suma y la resta, que es la traducción cuantificable de dar y recibir, creando un ‘significado’ no amable—una actividad sin dar. ¿A quién sirven estas atribuciones? Si restablecemos el paradigma del regalo, podríamos llamar al ‘mean-ing’ (lo no amable) en inglés ‘kind-ing’ (lo amable). Nótese el juego de palabras entre mean (no amable) y kind (amable).

Capítulo 8: Envidia de la castración

Una guerra se está librando entre los que tienen y los que no tienen. Pienso que las causas originales de esta guerra están en lo que he decidido llamar la ‘envidia de la castración.’ La relación, de la propiedad privada, es un producto de la mutua oposición de las categorías de género, combinado con el de la posición privilegiado de la muestra del concepto. El niño descubre que está en la categoría opuesta a la de regalar, por lo que él tiene (el pene), mientras que la madre es definida como mujer porque da (cuidado) y porque no tiene (un pene). La categoría de ‘tener’ se opone a la categoría de ‘cuidar.’ El regalar y el no tener se identifican entre sí—y con el ser mujer. Puesto que el niño está en la misma categoría que el padre (que es la muestra privilegiada del concepto, un ‘uno’), el niño tiene que tomar parte del rol de las ‘muchas’cosas, aquellos que ceden, los débiles, antes de que esta relación pueda ser volcada y él como adulto pueda convertirse en la muestra, el ‘uno.’ El rol del niño también es parecido al de las mercancías, que son comparadas una y otra vez con un estándar general cuantitativo de valor. Mientras que ‘tener’ coloca al niño en una situación competitiva que podría ser considerada negativa y difícil, éste se consuela con el hecho de que pertenece al género privilegiado por lo cual se le da más.

La propiedad y el dinero

El dinero es el regalo (material) sustitutivo de la mercancía y además es la muestra de la categoría del valor. Ocupa el lugar de todos los otros modelos del concepto como muestra para el valor de los bienes de intercambio—en su transición hacia afuera de la modalidad del regalar. El dueño es a la propiedad como el dinero es a las mercancías, como el padre es al niño, como el pene del padre es al pene del hijo, como la muestra es a los muchos que se le comparan.

El hombre es uno que tiene ‘la marca,’ lo que lo señala como una muestra potencial de hombre y como dueño potencial en una relación ‘uno-muchos’ con su propiedad Tal vez el pene es una propiedad que funciona como muestra de todas sus propiedades. Pero es inalienable—el hombre no puede ni quiere renunciarla. . La posición del padre patriarcal se sitúa en una relación similar de propiedad ‘uno-muchos’ con su familia. En cierta manera, el control que el padre ejerce en la familia pareciera ser requerido por la consideración de que en la escasez los que dan van a carecer si no reciben de otros, y a los que tienen y no dan no les faltará nada. (Hay también un aspecto de retención anal en todo esto.) Las madres , los niños y las niñas controlados por el padre pueden ser obligados a no practicar el regalar fuera de la familia, negándose a satisfacer las necesidades sexuales y materiales de los otros. Aquellos que tienen, entonces continuarán probablemente sobreviviendo en la escasez. Al ser dueño de grandes cantidades de dinero, la muestra de valor, el que tiene se asegura más cuidados para sí mismo y para quienes se relacionan con él, bajo su control de ‘uno-muchos’ en la familia estructurada como el concepto.

El intercambio, al requerir equivalencia, compara un objeto relativo con el estándar y lo introduce en el proceso del concepto. El mismo proceso ocurre en muchas áreas diferentes de la vida: en la masculación del niño, en las medidas y pruebas de todas clases, en las notas de la escuela, en los concursos de belleza, en las marcas récord en los deportes, en la creación de los modelos a imitar. La relación de los presidentes con los ciudadanos, de los artistas de cine y músicos con sus admiradores, de los cerdos premiados a los cerditos, son variaciones del tema.

Similar al intercambio es la ceremonia matrimonial en Occidente, donde la mujer es un objeto que se transfiere fuera del grupo familiar, que está en relación con el padre como el ‘uno,’ a una nueva relación con su marido como el ‘uno.’ En cierta forma, en Estados Unidos este patrón está cambiando, pero continuamos bajo su influencia y sigue vigente con muchas variantes en todo el mundo. A pesar de que se supone que el día de la boda debería ser el más feliz de su vida para la mujer, un día muestra, y la mujer misma es vista como la muestra de la Mujer, ella está jugando solamente el rol de una cosa que es la muestra en el proceso de ser reemplazada por su sustituto (nuevo), el marido, quien está funcionando en una manera muy parecida a la palabra. Es apropiado entonces que la mujer deba tomar el apellido de su marido.

De nuevo se forma una unidad familiar que se replica a sí misma, donde los niños continuarán aprendiendo a ser masculinos renunciando al proceso del regalo (muchas veces castigándolo y degradándolo), y las niñas aprenderán a dar sus regalos y su alianza a la muestra masculina. La propiedad, como el matrimonio, se basa en la exclusión mutua de los ‘unos.’ Todo dueño está en una relación ‘uno-muchos’ con sus propiedades y en una relación de mutua exclusión con todos los otros dueños. El dinero aparece como la muestra para el concepto de valor, con el que se relacionan los productos y por el que son sustituidos, de manera similar a como el sacerdote se ubica entre el padre y el marido, para regular el traspaso de la mujer (todavía la que da) desde un ‘concepto’ de familia a otro. Cambiando la relación de los que pertenecen a una categoría relacionada con la muestra, para que puedan ser transferidos a una categoría diferente (mutuamente opuesta) y a una muestra diferente, requiere una palabra definitiva pronunciada por el sacerdote o presentada como una porción real de la palabra material y muestra de valor (dinero) del comprador. Las escrituras, las licencias y los contratos son re-presentaciones duraderas de las palabras definitivas.

Trabajo y dinero

La venta del tiempo laboral ocurre en una manera similar, aunque el trabajo a menudo se da gratis para la familia y para los allegados y los regalo y servicios realmente impregnan la vida, entonces el trabajo es algo más flexible que la propiedad privada. Debido a la escasez, los empleos (trabajo de intercambio monetizado) aparecen como regalos. Muchas mujeres y muchos hombres no reciben el regalo de ser definidos por el dinero, lo que permite la sobrevivencia . La monetización, o la falta de esta, es un instrumento de poder, porque define a un grupo como relevante al concepto de valor económico, y al otros como irrelevante (no tienen la ‘cualidad común’ del valor de cambio). Esta categorización implica que aquellos que están fuera podrían formar parte del grupo privilegiado, si sólo fueran más buenos, eficientes y con una buena educación. Su éxito o fracaso parece depender de cualidades que tienen o que no tienen. La importancia del valor de cambio es que permite el acceso a la categoría que tiene la oportunidad de sobrevivir. Sin embargo, la escasez (el no tener) que es necesaria para que el intercambio prevalezca como un proceso, es creada artificialmente para que la categoría monetizada (la que tiene) sea la privilegiada.

Los hombres masculados tradicionalmente necesitan mujeres que han sido abandonadas y despojadas del regalo de pertenecer a una categoría privilegiada, de tener un título o grado universitario (otra masculación verbal), o incluso de tener un trabajo remunerado (masculación monetaria), para que cuiden de ellos, para poder capacitarlos mejor en la feroz competencia para pertenecer a las categorías altamente monetizadas. Este es el punto de apalancamiento donde el capitalismo y el patriarcado están ligados con todos aquellos que ellos describen como ‘diferentes.’ El sistema en su totalidad necesita y usa las necesidades individuales de aquellos que están fuera de la categoría de los que tienen trabajo. Por ejemplo, el mercado de trabajo necesita de los desempleados para poder mantener bajo el precio de la mano de obra. Todos los que efectúan un trabajo monetizado necesitan del trabajo gratis de los otros; que pasa a través de ellos y les permite agregarle más trabajo regalada a sus puestos. El sistema recompensa a los empleados contrastando su aparente bienestar con el sufrimiento causado por las necesidades insatisfechas de los desempleados. Por lo tanto, ‘los que tienen’ son estimulados a atribuir más valor relativo a lo que ellos poseen, por miedo al abandono y al sufrimiento experimentado por los que no tienen. De igual manera, el maltrato a las mujeres y a las niñas, e incluso el abandono a la muerte de que son víctimas las bebés (en ciertas culturas), hace que los que tienen la ‘marca’ atribuirle mas importancia a esta y el pertenecer a la categoría masculada por miedo al maltrato similar que ellos podrían sufrir si fueran seres femeninos que no tienen.

El error primordial

Es como si existiera un razonamiento inconsciente de este tipo: si un niño, por su pene, ha sido colocado en la categoría de los que no cuidan, podría remediar este distanciamiento mediante la castración y entonces desear la castración, para poder ser como su madre cuidadora. (Freud descubrió que a menudo le tenemos miedo a lo que deseamos.) Pero la misoginia de la sociedad le hace ver que las niñas que nacen ‘castradas, son castigadas mas gravemente que él, por esto él debería valorar lo que tiene. Podría parecer que el niño tuviera envidia de la castración, pero que se la cura mediante el maltrato de los que no tienen. Y cuantos más bienes reciba de ellas/ellos, más grande será su ‘tener’ y menos querrá parecerse a los que no tienen o envidiará a su carencia.

Tal vez el niño quiera darle el pene a su madre, porque ella no tiene uno, y así satisfacer su ‘necesidad’ de estar en la categoría superior. Sin embargo, él decide quedárselo (lo trata como una posesión inalienable, y por lo tanto, más valiosa de lo que el podría regalar). Renuncia a regalarlo y al paradigma del regalo al mismo tiempo. Así, demuestra que la modalidad del regalo es alienable, o menos importante para él que guardar el pene (sin ser castrado) y así permanecer en la categoría ‘masculina.’ En el intercambio, el toma la sexualidad genital en lugar de el cuidar, así como la sociedad toma el intercambio económico en lugar del regalar. Como adulto, amasando propiedades y dinero (bienes que pueden ser ambos guardados o dados), tiene la oportunidad de participar de nuevo en un cuidado selectivo hacia los otros. De hecho, si se vuelve rico y lo quisiera, podría dar en abundancia y finalmente parecer más cuidadoso que su madre, quien despues de todo solamente le fue útil en la infancia. Dando a unos pocos, el puede repetir el patrón, privilegiandolos sobre los que no tienen, repitiendo así su propia entrada en la categoría privilegiada, haciendo que ellos sean de los que tienen como opuestos a sus contrapartes (económicamente femeninas), que son los que no tienen.

Otro defecto de la madre que cede y se hace a un lado como el modelo para el niño, es que el niño no es validado como algo precioso por parecer inalienable. Ella parece haber renunciando a su pene, tal vez se lo haya dado al niño. Por su lado, el padre no tiene ese defecto, porque no renunció a su pene y mantiene al niño en su categoría de género. El parece haber sabido como no dar demasiado. El niño puede pensar si el padre fuera la madre, él/ella tendría el pene y el niño podría parecerse a él/ella y todavía podría ser cuidador. Esta líneas de razonamiento especulativas son irrelevantes, por supuesto, porque no es el pene lo que aleja al niño de la categoría de la madre, sino la interpretación social del pene y la construcción del genero sobre la oposición de los terminos de género. Socialmente lo nombramos como ‘varón’ porque tiene un pene. Si quisiera permanecer siendo un individuo que cuida como debería ser como un pequeño homo donans, el no tendría que cambiar su cuerpo renunciando a su pene, pero solamente cambiar su nombre y el concepto de género en su sociedad (un trabajo arduo pero definitivamente menos amenazante que perder una parte del cuerpo). Esta curación del lenguaje le permitiría al niño no desear lo que más debe temer y no debe lograr—su castración. La sociedad podría dejar de sobreprivilegiar ‘el tener’ y penalizar ‘el no tener’ sea con respecto a los genitales masculinos sea con respecto al dinero y a otras clases de propiedades.

Puerarquía

La gente rica a menudo teme no tener, aun cuando quisiera participar en una economía del regalo con los que no tienen. Los mismos tipo de privilegios que recompensan a los niños sobre las niñas son dados a los ricos sobre los pobres. El miedo de la castración simbolica abruma a los ricos cuando perciben la necesidad de los otros como el deseo de quitarles lo que ellos tienen, y castrarlos de sus bienes relegandolos a la categoría sin privilegios. Las mujeres ricas están en una pocisión contradictoria, porque ellas sólo tienen dinero o propiedades y no la ‘marca’masculina del privilegio. Esta puede ser la razón por la que compran objetos portátiles muy caros, como joyas, que demuestran que son miembros de la categoría superior.

Las armas de fuego y los cuchillos son marcas que restauran la ecuación fálica y algunas veces hacen posible que la gente pobre obligue a los ricos a regalar a través del robo. Los ricos fuerzan a menudo los regalos de los pobres a través de la palanca de los bajos salarios y otros medios de explotación. Sin embargo, no se define como robo, sino como ganancia. El sistema de tomar ganancias es defendido por las jerarquías policíacas o militares armadas con cuchillos y armas. Los pobres son castigados por ‘no tener’ mientras que los ricos son recompensados por ‘tener.’

La intensificación de las necesidades de la gente pobre pone en evidencia la necesidad de practicar la economía del regalo en gran escala. Sin embargo, renunciar al dinero se equipara a ceder el pene (la castración), renunciando a la categoría privilegiada y entonces a la posibilidad de vivir en la abundancia. La abundancia en sí, es una buena cosa pero se la usa para recompensar al ‘tener’ al no dar y al tipo de categorización, definición y merecimiento que provienen de la musculación. Al generar escasez general, el capitalismo provee las condiciones para que prevalezca la economía de intercambio y convierte una herencia universal en el premio para unos pocos afortunados, así como la masculación lo hace con la abundancia de la madre. La relación entre ‘los que tienen’ y ‘los que no tienen’exterioriza la combinación de miedo y deseo por la castración, que proviene de las categorizaciones falsas de la masculación. La ansiedad de nuestros niños varones ha lanzado un maleficio sobre toda la sociedad, causando un inmenso daño. Puede ser difícil que reconozcamos esta situación porque inconscientemente sentimos que tendremos que pagar por el daño cometido. Sin embargo, en ese caso razonamos innecesariamente de acuerdo con el paradigma del intercambio.

No hay pago que pueda igualar el daño causado, pero el hecho es que si queremos pertenecer al paradigma del regalo, debemos de todos modos per-donar. Podemos empezar re-definiendo el sistema como algo que necesita ser cambiado no solo ‘como son las cosas’ y podemos comenzar dedicandonos a esta la necesidad. Podemos re-interpretar el patriarcado a la luz del paradigma del regalo como un mal sueño, y podemos empezar todo de nuevo. Tal vez podríamos darle un nombre nuevo al sistema que se basa en la pesadilla infantil de la castración, no llamándolo la patriarquía , sino ‘puerarquía,’ el gobierno del niño. Más aun, lo llamaríamos ‘puer’-arquía—el gobierno de la palabra ‘niño.’

Misoginia

El maltrato contra el sexo femenino en general puede tambien ser visto como una represalia en contra de las madres por ceder al niño al otro género. Tal intercambio (el desquitarse) es quizás no solo un ataque mercenario, sino otro intento de formar un concepto, al crear instancias repetidas del problema de inclusión/exclusión según las propiedades físicas. Este intento no ha tenido exito, y el abandono de ‘los que no tienen’ por ‘los que tienen’ ha crecido en gran escala. Ahora ‘los que tienen’ son unos 250 millones de personas, mientras ‘los que no tienen’ son 5.5 billones. Una razón de ello es que la traducción del problema de tener o no tener el pene a los términos económicos de tener o no tener los medios de sobrevivencia, ha creado innumerables problemas nuevos y ocultado su origen común en la percepción infantil distorsionada. Aquí, a diferencia de la pesadilla infantil (donde se puede tener miedo de que las madres dan sus penes a sus niños hombres), los que ‘no tienen’ en realidad dan a ‘los que tienen’—aunque esto está ocultado por un énfasis mayor en el valor presunto y en el mérito de ‘los que tienen,’ cuyas posiciones de ‘uno’ están sustentadas por las jerarquías y ganadas por la competencia y el dominio.

El malentendido que está creando una terrible distorsión en los valores (y en la realidad misma) es muy profundo, pero tan inocente y obvio que lo hace invisible. Es solamente la masculación y el alejamiento del modelo de la madre lo que nos hace valorar la muerte y la destrucción más que la vida y el bienestar de todos. ‘Los que tienen’ deberían dar a ‘los que no tienen,’ dar a fin de satisfacer sus necesidades, en lugar de abandonarlos o incluso matarlos para castigarlos por no tener- de modo que ‘los que tienen’ valoraran más sus posesiones, puestos, dinero y falos. Estoy tratando de explicar los patrones que creo están debajo de nuestros problemas. No niego que muchos hombres amen a sus niños, y que los niños muchas veces retienen la capacidad de cuidar (tal vez para algunos de ellos la masculación simplemente no ‘agarra’), pero creo que estos patrones cavan trincheras profundas en nuestra cultura, prejuician profundamente nuestras instituciones, e influyen en el comportamiento de todos de maneras innecesariamente negativas.

Cuidando al intercambio

En la lista interna de prioridades (‘marginales’) de los padres, la abstracción, el niño = el padre, es hecha más importante que la creativa y concreta relación de cuidado . La similitud física visible es más importante que los comportamientos y la construcción continua ad hoc del ser, basada en el amor. Sin embargo, esta construcción también tiene que ocurrir, a pesar de su ajenamiento a través de la servitud de la madre y el merecimiento del niño. La equivalencia entre el niño y el padre se autoconfirma por los efectos de espejo del niño que refleja al padre, quien, a su vez, se refleja a sí mismo en él (el padre se realiza a sí mismo como ‘uno’ a través de ser el equivalente con el que el niño está relacionado) y a través de otros ejemplos de las relaciones de concepto en el contexto más amplio. Regalar convalida al otro. Acualmente, está cuidando equivocadamente al intercambio como su ‘otro’ y confirmando la equivalencia, el principio de la sustitución. El regalar nutre la contradicción de sí mismo, la sustitución de regalar y su reemplazo por la ecuación fálica. Las madres dan al proceso de intercambio como su ‘otro,’ y también hacen al niño su ‘otro’ al permitir que la muestra del padre las sustituya—creando la imagen masculina (de equivalencia y sustitución) para que el niño la siga. Un simple proceso de orientación hacia el otro cede su lugar a un proceso autoreflejante complejo y artificial .

La madre sostiene y alimenta la similitud del hijo con el padre; ella confirma la importancia de esa similitud, mientras que es obvio y a la vez no visto que ella no requiere que el niño se parezca a ella, porque de hecho ella lo está criando— quien es diferente de ella misma (diferente porque es un infante y además porque se le está haciendo ser varón). Los privilegios y la atención del padre parecen estar condicionados por la semejanza del niño con el padre, y tal vez con el tamaño del niño y, por ende, con el tamaño del pene, que en realidad no es como el del padre de todos modos. (Entonces, su ecuación es solamente programática y contraria a los hechos en el principio.)

A esto cabe agregar la necesidad o el deseo de afirmar la paternidad, y entonces tambien el privilegiar otras características similares físicas, como las facciones, el pelo, el color de la piel o la altura. Incluso los rasgos de comportamiento también pueden ser identificados como similares. También, la obediencia del niño a la palabra del padre hace que el niño actúe de acuerdo con los planes del padre, demostrando así a quién ‘pertenece’ ese niño. La cracteristica de ‘pertenecer’ a alguien es importante también para las niñas. Necesitan pertenecer al padre y por lo tanto ser obedientes a su Ley, aun cuando, eventualmente , tengan que ser como sus madres. Este requerimiento se debe a que la propiedad y el concepto coinciden como patrones uno-muchos. Dado que el padre no puede ser el modelo del género de la niña (el otro patrón uno-muchos), la relación de propiedad emerge como la más fuerte. Las niñas siguen el modelo de sus madres al pertenecer al padre y al dar importancia al concepto de la relación uno-muchos entre los hombres.

Para mantener los paradigmas del regalar y del intercambio en su lugar, a veces es necesario para los que intercambian evitar incluso la apariencia del regalar. Sin embargo, hay muchos regalos en el intercambio, mediante el plustrabajo, el trabajo regalado directamente, y simplemente como resultado de la estafa. Incluso la inflación, la impresión de dinero nuevo y las diferencias de las tasas cambiarias proveen regalos gratis a algunos. Todo esto es ocultado por la apariencia del intercambio equitativo. Es por eso que tenemos que mantener la vista fija en la apariencia de igualdad, y eso es un regalo de la igualdad—que esconde los regalos del regalar y el vincular a las diversidades. Hace lo mismo en el cambio de las categorías del niño. La igualdadcon el padre esconde lo que el niño ha perdido para ganar su privilegio—la modalidad del regalar de que aparentemente ha sido desposeído y despojado—de donde viene lo bueno en realidad. Una vez que el regalar, ha sido abandonado es como si la sociedad decidiera cortar las pérdidas en el compromiso. El intercambio igualitario parece ser lo mejor que se pueda tener, y nos enfocamos entonces en sus regalos que son los valores del patriarcado: la seguridad bajo el reinado del patriarca honorable y (ocasionalmente) benigno, la igualdad y la justicia. Pero están acompañados por el dominio y por la desaparición de los valores del regalar y de la abundancia: la orientación hacia los otros, la amabilidad, la tolerancia, la diversidad, y el brinco de amor a través de la sinapsis.

El dinero ocupa el lugar del dueño como la ‘muestra’ del concepto con el cual las mercancías se relacionan como valores, hasta que se entregan y las mercancías se relacionan con los nuevos dueños como ‘muestras.’ Una relación de propiedad del ‘uno-muchos’ es ocupada por una relación de valor del concepto del ‘uno-muchos,’ entonces una nueva relación de propiedad ‘uno-muchos’ ocurre. Véase el libro de Anette Weiner sobre la lógica transcultural del no dar: Posesiones Inalienables, The Paradox of Keeping-While-Giving, The University of California Press, Berkeley y Los Angeles, 1992.

Creo que la sigla OBN (Old Boys’ Network), como el grupo de dueños de propiedades, encarna los valores diferenciales de las palabras que se oponen entre sí en la langue. Históricamente, las mujeres y sus hijos representan para sus maridos y padres lo mismo que las propiedades representan para sus dueños o lo mismo que las cosas representan para las palabras que las designan. Los miembros de las categorías maridos/padres están en categorías diferenciales donde se excluyen mutuamente, mientras que en sus familias la relación es del tipo uno-muchos. Los maridos/padres deben evitar que los otros ‘unos’ tomen su lugar, un reto que también deben asumir los dueños de la propiedad. En la langue, cada palabra está en una relación diferencial con todas las demás, mientras que tienen una relación ‘uno-muchos’ inclusiva con las cosas que que se relacionan con esta como su nombre. Hemos dicho que cuando la muestra ya no es necesaria para formar el concepto, se convierte en otra cosa de esa clase. Sin embargo, la eliminación de la muestra podría atribuirse a que se ha incorporado o incluido en la palabra, un tipo de logoficación. Los hombres (especialmente los que están en las categorías ‘superiores’) aparentemente se convierten en palabras, mientras que las mujeres (y otros individuos de categorías ‘inferiores’) aparentemente se convierten en cosas, ‘concretizadas.’ (Vea de nuevo la Figura 12.)

La idea de comprar y vender mano de obra aparece con claridad, pero hay muchas diferencias entre la posesión de nuestras vidas y la posesión de la propiedad. La relación con nuestras vidas no es en realidad ‘uno-muchos,’ como lo es la relación con la propiedad, aunque podamos dividirla en períodos temporales, aunque quizás tengamos o no tengamos cualidades o habilidades de uso para el mercado.

La institución de la asistencia social define a la categoría excluida como ‘pobre’ y permite que un mínimo regalo sea otorgado por el Estado patriarcal. Esta masculación paradójica de la gente como ‘los que no tienen’ provoca humillación y permite la subsistencia de una clase inferior que cree que su pobreza obedece a sus defectos personales (sus ‘carencias’).

Tal vez el apoyo monetario que le da a su esposa es una manera de hacer que ella ‘tenga’ lo que él no pudo dar a su madre.

Capítulo 9: Es = $

La necesidad que la palabra-regalo satisface no es una necesidad directa por el objeto o de consumirlo. Es por eso que no tenemos que cargar las cosas de las que hablamos con nosotros, como aquellos filósofos en Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift. A medida que avanza nuestra experiencia, necesidades siempre nuevas de comunicación surgen para establecer relaciones humanas de inclusión entre todos, respecto a todas las partes del mundo. Satisfacemos esas necesidades comunicativas dando regalos verbales para establecer las relaciones, en vez de dar y recibir regalos materiales. Haciendo esto, transformamos el mundo que hubiera parecido objetivo en un mundo de regalar intenso, donde los humanos actúan entre sí con base en el regalar todo el tiempo, por lo menos en esta área de sus vidas. El regalar lingüísticos continúa sucediendo, no importa qué más hagamos, aun cuando estemos actuando de forma inhumana entre nosotros. Sin duda, si nosotros pudiéramos alinear nuestras acciones en el mundo material con los aspectos de regalo del lenguaje, tendríamos la base del florecimiento de la humanidad.

Las palabras-regalo sin embargo, tienen varias ventajas sobre la mayoría de los regalos materiales. Primero, las palabras son fáciles de hacer y de guardar por los humanos. Segundo, las diferentes instancias de una palabra las usamos como una sola palabra. Este colapso de los diferentes eventos de sonido en uno permite que una palabra sea para cada uno de nosotros ‘la misma cosa’ que es para los otros. Esto hace posible que la palabra esté al mismo tiempo en dos o en muchos lugares diferentes. Tercero, estas peculiaridades hacen surgir la generalidad de la palabra, en que puede ser usada una y otra vez por muchos, como algo a lo que que las cosas se pueden relacionar y con respecto al cual las relaciones humanas pueden ser establecidas. Una palabra puede tambien ser construida casi por cualquiera y recibida casi por cualquiera.

El acto de sustitución de los regalos verbales por regalos materiales, y también de las cosas ‘no materiales,’ los eventos, las situaciones, las ideas que son vistas como para otros, es un acto especificamente humano . La palabra es una clase especial de regalo sustitutivo y las necesidades comunicativas que satisface son necesidades específicamente humanas, que también se han adaptado a los medios de su satisfacción. Multiplicando las necesidades por el número de cosas de las cuales se puede hablar y que son bastante relevante para las personas que provocan que surja una palabra-regalo única (un nombre), a su respecto tendremos un plenum de regalos lingüísticos plenum de inmensa variedad y combinabilidad, en la que cada palabra participa como uno entre muchos y cada miembro de la comunidad puede potencialmente usarla.

Ser Meta

Hay una palabra abstracta, el verbo ‘ser’ que ha dado mucho que pensar a los filósofos. A pesar de que no se usa en todos los lenguajes, en aquellos donde existe su presencia es intrigante. Su transcripción cuantitativa y lógica de ser como ‘=’ parece estar tan difundida como la economía del mercado. Creo que en la definición, el verbo ‘ser’ es una palabra-regalo que satisface una necesidad comunicativa que surge de la misma frase en la que está incrustada. Sustituye por los actos de sustitución verbales apenas ejecutados o a punto de ser ejecutados por las otras palabras en la frase. En ‘un gato es un felino doméstico,’ ‘es’ es el regalo verbal sustitutivo para el acto de sustitución ejecutado por medio del ‘gato.’ Al mismo tiempo, sustituye el siguiente regalo verbal sustitutivo, ‘felino doméstico,’ que entonces puede ser visto como un acto de la misma clase de ‘gato.’ Considerando el verbo ‘ser’ como una palabra-regalo sustitutivo por otros actos de regalo, que están ocurriendo dentro de la frase de la cual forma parte, nos permite considerarlo una parte ‘meta’ de la frase. (Vea la Figura 14.) Esto explica el carácter del tiempo presente del verbo ‘ser,’ ya que sus referentes (las ‘cosas’ que se relacionan con él) están de inmediato ahí, sucediéndose en la misma frase. Este acto de sustitución verbal es en sí un servicio que se hace para la otra persona. Satisface una necesidad comunicativa que es meta respecto a la frase, la necesidad de una re-presentación de los actos que están ocurriendo en la presente frase, estableciendo una relación entre las personas respecto a estos actos en el aquí y ahora. Esta inserción de una mutación de nivel hacia un meta-momento dentro de la frase mediatiza su función como definición, permitiendo al definiendum sustituir por el definiens.

Si el lenguaje funciona efectivamente por el principio del regalar sustitutivo, debería ser claro que un gran número de actos de sustitución verbal deben estar ocurriendo todo el tiempo mientras hablamos. El acto de sustitución en sí es un acto muy general. La palabra que funciona como regalo sustitutivo del acto de sustitución es, por tanto, la palabra más general de todas las palabras. No hay otras palabras en el mismo nivel de generalidad. Esto no le impide que se mantenga humilde y que sea usada en abundancia. Es por su posición única que el verbo ‘ser’ es difícil de definir, pero tratamos de definirla, ya que parece ser una palabra como cualquier otra. Nuestras mentes vacilan, se expanden hacia el mundo entero y se contraen al presente inmediato cuando decimos cosas tales como ‘el ser es.’ Tal vez esto se debe a que ‘ser’—el verbo ‘ser’—es una palabra regalo meta (no simplemente un sustituto, sino el regalo sustitutivo para el acto mismo de la sustitución verbal ). Es una palabra muy general y no existe un grupo de términos a su nivel de generalidad al cual podría ser opuesto como valor.

Para que se desarrollen las palabras y las necesidades comunicativas que éstas satisfacen, se necesita un plano verbal que se mantenga como un lugar en común paralelo al resto de la vida. Cuando las cosas empiezan a ser suficientemente importantes en el plano no verbal, adquieren un regalo comunicativo colectivo permanente en el plano verbal en la forma de una palabra. Usamos esa palabra cuando desplazamos nuestro dar comunicativo del plano no-verbal al plano verbal. El desplazamiento puede ser visto como una sustitución: tenemos acceso al regalo verbal y lo usamos en lugar del regalo no verbal (o en la definición en lugar de otros regalos verbales) para crear vínculos con alguien. Es el desplazamiento o el acto de sustitución mismo que nombramos cuando decimos ‘es.’ Por esto podemos usar ‘es’ tanto cuando hablamos de algo que no es verbal, indicandolo (deixis), como en ‘Ese es un gato,’ y cuando usamos un definiens verbal como ‘un gato es un animal amistoso y peludo con cola larga.’ En ambos casos ‘es’ re-presenta el desplazamiento de un regalo no verbal a un regalo verbal. Un desplazamiento se mueve desde el plano de la realidad hacia el plano verbal (pasando a través del sustituto relativamente vacío ‘eso’) y el otro se mueve del plano de la realidad hacia el plano verbal, y se mueve otra vez hacia un elemento más constante en el plano verbal.

Las frases combinan palabras-regalo colectivas y generales para satisfacer necesidades comunicativas contingentes y particulares. Cada uno de los aspectos de una situación o evento, tomados uno por uno, puede ser visto como relacionado con una palabra-regalo, su nombre. Cuando se toman conjuntamente las palabras en secuencia (lo que los lingüistas llaman el eje de la ‘metonimia’), se combinan y colaboran entre ellas (por procesos transpuestos de dar y recibir entre ellas), particularizandose entre ellas para satisfacer una necesidad comunicativa verdadera que surge de la situación a la que el hablante y el oyente están considerando. Juntas, son una manera provisional y fugaz de traer a un primer plano algunos elementos del mundo como relevantes , distinguiéndolos de aquellos elementos que no son relevantes. Proveen una combinación de palabras a la cual los elementos relevantes se relacionan, por lo menos, momentáneamente.

La relación entre las palabras y las cosas, como también la relación del concepto que hemos venido discutiendo, ocurren en lo que los lingüistas llaman el eje de la ‘metáfora.’ Aquí los terminos a diferentes niveles se interrelacionan en base de una la equivalencia y la habilidad de un elemento en un plano de tomar el lugar de otros en otro plano. El eje de la metáfora a menudo involucra la polaridad uno-muchos. La metáfora y la metonimia trabajan juntas en el discurso, como también en las definiciones. Cordeles de palabras (metonimia), muchas de las cuales están invidualmente en relaciones uno-muchos con cosas para las que son regalos sustitutivos (metáfora), se juntan en base a las relaciones transpuestas de regalos. Proveer una palabra como un regalo sustitutivo es en si una clase particular de servicio.

El verbo ‘ser’ constituye una intersección y un pasaje entre los dos ejes de la metonimia (la contigüidad) y la metáfora (la sustitución). Como un regalo sustitutivo para el acto de la sustitución, es metáfora, pero como sustituto colocado al lado de las cosas que representa (los otros actos de regalo-sustitución en la frase), es contiguo y forma una sucesión metonímica. Como vimos ánteriormente, en el eje de la contigüidad, una frase repite las relaciones del regalo que podrían ocurrir en el nivel no verbal. Sin embargo, la definición difiere de los otros tipos de frase, porque es construída según niveles de sustitución, en que el definiens sirve como una frase palabra-regalo provisional para el tipo de cosa que se está definiendo, y entonces el definiendum toma el lugar del definiens como el nombre constante y general de ese tipo de cosa para el oyente. La definición es un servicio que el hablante ejecuta para el oyente, creando una relación inclusiva y dando, en el momento, algo (una palabra-regalo) que puede guardar toda la vida el oyente.

Los conectivos lógicos como ‘ambos/y,’ ‘o/o,’ y ‘no’ modifican (son dados al ) verbo ‘ser,’ para hacerlo el regalo sustitutivo para el acto de sustitución de dos o más cosas ‘un gato es ambos un animal felino y un animal doméstico,’ uno de las dos cosas ‘un gato o es felino o es canino,’ o para algo que no es la cosa mencionada. ‘Un gato no es un canino’ dice que el primer término no satisface la misma necesidad general comunicativa como el segundo término y entonces, no puede ser sustituído por este. El ‘si/entonces’ silogística (“si todas las a son b y todas las b son c, entonces todas las a son c”) dice que ‘a,’ ‘b,’ ‘c’ son regalos-sustitutivos de la misma ‘cosa.’ El principio de la sustitución verbal del regalo, cambiando planos, funciona entre el lenguaje y el mundo, y también dentro del lenguaje mismo en la definición y al nivel meta con el verbo ‘ser’ en la definición.

Por otro lado, cuando usamos el verbo ‘ser’ para describir algo en el mundo, ‘el perro es café,’ usamos ‘es’ para ‘dar’ o atribuir ‘café’ al ‘perro.’ El perro tiene la ‘propiedad’ o regalo de ser café (dado por el universo o por el pintor de perros, la fuente no importa). Una discusión completa de todas las posibilidades de la interpretación del lenguaje usando el paradigma del regalo, aunque es fascinante, haría que este libro fuera demasiado largo y académico. Solamente quiero sugerir algunas de las posibilidades para avanzar la discusión del intercambio del dinero bajo la luz de estas posibilidades.

La definición es diferente a las frases del discurso continuo, porque tiene más que ver con el proceso de la sustitución en sí y sirve como un regalo metalingüístico , satisfaciendo la necesidad del oyente de una palabra que no tiene. Sin embargo, en un sentido, la definición ha sido vaciada de sus aspectos de regalar por siglos por los filósofos y lingüistas patriarcales, para quienes aparecería estar expresando relaciones asépticas ‘objetivas’ entre las palabras, en vez de relaciones entre las personas. Estas relaciones objetivas entre las palabras están reguladas por las leyes abstractas de sintaxis parecidas a las leyes abstractas que regulan nuestra sociedad masculada.

Podemos restaurar el principio del regalo al lenguaje, reconociendo que los patrones de las relaciones del regalo entre las personas siguen en el lenguaje y son tambien traducidos o desplazados desde el nivel humano a lo verbal. Debido a que la misoginia nos ha cegado y nos ha impedido reconocer esas relaciones del regalo entre las personas, nunca hemos pensado en buscarlas en el lenguaje. En lugar de eso, hemos reconocido unas leyes abstractas y arbitrarias parecidas a las que creamos para la regulación de la conducta masculada en el patriarcado. Podemos preguntar si nuestras leyes son una sintaxis utilizada para regular la auto-supremacía de cada una de nuestras palabras aisladas e incarnadas (masculinas), o si nuestra idea de la sintaxis esta extrapolada de nuestras reglas de dominación, mandato, y obediencia. También puede aparecer que el verbo ‘ser’ vacía a la frase de su regalar así como la masculación vacía a la sociedad.

En realidad, creo que esta apariencia viene del hecho que el verbo ‘ser’ está asociado con la definición (que en sí mismo es originalmente un proceso benigno) donde el mecanismo de la sustitución es utilizado internamente en una manera diferente del flujo del hablar. El regalar en la definición ocurre entre las personas en un nivel metalingüístico a través de una sustitución de palabras por otras palabras. Debido a que el proceso es diferente al resto del hablar, puede ser que sus regalos no sean evidentes, y la función ‘dominante’ del definiendum puede aparecer ser la ‘culpa’ del verbo ‘ser.’ Sin embargo, en realidad es el uso primordial de la definición en la masculación (los niveles diferentes de la sustitución contribuyen al efecto del salón de los espejos) que se traspasa al verbo ‘ser,’ dándole un mal nombre. Algunas personas involucradas con la Semántica General han sentido que deben evitar el verbo ‘ser’ completamente, y lo han eliminado de su habla. No es el verbo ‘ser’ que es parasitario de la humanidad, sin embargo, pero el puer-patri-arcado. Volviendo al paradigma del regalo en la economía (como en el lenguaje) permitirá, entre muchas más cosas, la restauración del verbo ‘ser’ a su lugar merecido como parte de la lengua maternal.

El ser y el dinero

Lo mismo ocurre en la definición hecha con el verbo ‘ser’ que ocurre ahora en el intercambio del dinero—que es un sustituto para el acto de la sustitución del producto de otro por el nuestro, y su propio producto por el del otro. La sustitución ocurre aunque los productos mismos son particulares—no puestos como generales, pero solamente como equivalentes particulares y sustitutos de los productos de la persona con quien el intercambio ocurre. Además, el acto de sustitución todavía no está completo cuando el dinero ha sido sustituido por él. Como el ‘ser,’ el dinero forma una sucesión metonímica con lo que representa, pero hace esto en realidad al interrumpir ese acto y se coloca así mismo en el medio, rechazando al primer producto. A menudo el dinero del comprador empieza el proceso en el mismo espacio con el producto con el cual está siendo intercambiado (contiguo con él), pero entonces, actuando en el eje de la metáfora, suplanta fisicamente el producto del vendedor, cambiando de manos.

La sustitución de dinero por un producto prevee la sustitución del dinero por otro producto, y la inversión de los roles de vendedor y comprador. Debido a que el dinero reemplaza todos los productos como su equivalente general, tiene el carácter de generalidad, que los productos no tienen. Cada vez que los reemplaza, provee ese carácter de generalidad y conexión con otros en la sociedad, para esa transacción particular. Cada vez que el dinero se cede por otros productos, este carácter de generalidad y conexión es cedido por el comprador. La sustitución del acto de intercambio que se hace con dinero por el acto directo de sustitución de un producto por otro hace casi lo mismo en el mundo económico que el verbo ‘ser’ hace en la definición. Crea un momento metonímico con lo que ha sustituido (los productos)—pero este requiere que los seres humanos tomen parte en la ‘frase’ como actores. Los actores toman se turnan en sus papeles de vendedor y comprador, y esta simetría altera la sucesión metonímica, impidiendo que se desarrolle en otro tipo de ‘frases’ más allá de la ‘definición.’

Los intercambiadores pueden, sin embargo, operar en el plano de la sustitución y comprar para vender, para aumentar la cantidad del equivalente general que tienen. El eje lingüístico de la metonimia es recreado en otra manera con la adición de unidades que son similares cualitativamente y cuantitativamente una a la otra (una más una más una) en el sistema numérico en que el valor es tasado por el precio. Este también permite la adición de sumas de dinero de uno al otro, que provee la posibilidad de acaparar y el desarrollo del capital.

Debido a que en una situación de la propiedad privada el dinero ha retenido un carácter de regalo material y muestra conceptual , este actualmente tiene que ser sustituido fisicamente por los productos y recibido o cedido en su lugar (el eje de la metáfora). Cuando está presente en las manos de uno, los productos no son; cuando los productos están presentes, el dinero no es. Y en realidad tenemos que llevarlo en nuestros bolsillos para darlo a otros, como sustituto por sus productos. El proceso de la sustitución lingüística ha completado el circulo; la palabra ha sido reencarnada. El escenario de Swift también ha resultado verdadero. (No tenemos idea de que el verbo ‘ser’ está tintineando en nuestros bolsillos.) Creo que a menudo las razones subconscientes influyen en los símbolos, y también influyen en las palabras que ‘pegan’ en nuestra cultura. Entonces, la similitud impresionante del signo del dólar ‘$’ al ‘es’ (is en inglés) me parece apoyar la identificación del ‘ser’ con el dinero.

El dinero sustituye el producto de la vendedora, y el intercambio por el dinero sustituye el acto de sustitución por su propio producto, que ocurrirá cuando ella, la vendedora, será compradora. Si la situación hubiera sido una de trueque, el producto de cada persona hubiera sido sustituido por el producto del otro. En vez de recibir el producto del comprador directamente, el vendedor recibe su sustituto en el producto artificial, el dinero. Al mismo tiempo, esta sustitución anticipa la próxima sustitución por el próximo vendedor. El proceso entero reemplaza el proceso del trueque, que reemplaza el regalar. El intercambio por el dinero crea un lapso temporal en la sucesión metonímica de los momentos del trueque. El dinero puede ser intercambiado por un producto y después guardado por unos días o años antes que sea intercambiado por otro. Se junta la interacción en sus momentos diferentes, creando su propio espacio social, el mercado. El intercambio toma los productos y la ‘palabra’ material, que los define, fuera del contexto (los descontextualiza fisicamente) en una manera que enfatiza el aspecto descontextualizado de la definición.

Debido a que el dinero tiene el carácter de medida de valor, funciona también como una palabra en ese respecto, en el eje de la ‘metáfora’(la sustitución). En su función de definir contesta la pregunta ‘¿qué es esto?’ con un precio. Se puede ver al mercado como una área social en que los productos y su equivalente general son extraídos de su contexto para que se les pueda definir, evaluar, e intercambiar. Esta co-existencia y el cambio de plano, y el uso de los mecanismos verbales en áreas no verbales, permite la introducción de variables que no existirían en el regalar o en el trueque.

En la situación del trueque, el producto de una persona es equivalente al del otro. Sin embargo, ambos son productos individuales, y pertenecen a una diada. Solo se sustituyen a sí mismos y, aunque esto les da una cualidad común recíprocamente como sustitutos, no hay concepto general que se pueda formar con respecto a ellos porque una relación uno-muchos es necesaria para que eso pueda ocurrir. Entonces el proceso entero del intercambio por el dinero reemplaza al trueque, así un tipo de proceso de formación de concepto toma lugar con respecto a esos dos o cualquier producto individual, expresando su cualidad común como sustitutos recíprocos pero relacionados con todos los otros productos y, entonces, teniendo valor general.

Debido a la situación de escasez y a la exclusión mutua de la propiedad privada, los intercambiadores solamente quieren intercambiar los productos de valor cuantitativo igual, entonces tienen que ser capaces de evaluarlos, saber ‘que son’ en términos de precio. La dialéctica lingüística surge otra vez: Lo que son ‘para otros’ en general en la sociedad determina lo que son, que precio tendrán, y también para los individuos. Una necesidad social de esta evaluación (y del equivalente sustitutivo en que está hecho) empieza a existir como una necesidad comunicativa, un elemento que es necesario para la comunicación e interacción de las personas con respecto a la transmisión (el dar) entre cada uno de su propiedad privada.

Entonces parece que necesitamos el equivalente sustitutivo, el dinero, para sí mismo, no por los productos que sustituye. La que era una necesidad comunicativa lingüística ahora es una necesidad material en el plano económico. Esto ha ocurrido debido a que la propiedad privada afecta a la co-munidad de regalar, aislándonos el uno del otro como dueños de productos. Nuestra falta de co-municación material crea una situación parecida a la de las consciencias aisladas sin el lenguaje. Entonces tenemos una necesidad común de los medios de comunicación, de establecer y alterar nuestras relaciones entre nosotros con respecto a las cosas—en este caso nuestra propiedad privada. Este medio de co-municación es la muestra-conceptual sustitutiva del regalo material, el dinero. El valor de cambio es el valor del producto (su relevancia) por la co-municación material distorsionada (el intercambio) en una situación de propiedad privada. Este es evaluable cuantitativamente a través de la muestra material equivalente y regalo sustitutivo ($).

Desde el punto de vista de una tercera persona de afuera, la ‘frase’ en que el dinero es el verbo ‘ser’ se completa por la repetición (por ejemplo, una camisa vale quince dólares y estos equivalen a diez libras de frijoles). Y desde ese punto de vista, los interactores de verdad están satisfaciendo las necesidades entre ellos, cada uno dando al otro lo que no tiene y recibiendo del otro lo que necesita. El dinero es simplemente un regalo sustitutivo, dado desde uno al otro, satisfaciendo la necesidad comunicativa que surge cada vez que tiene que decidir que recibir de los otros. Pero por supuesto, estas son gafas ‘objetivas’ de color rosa. En realidad, si el producto o el trabajo de una persona no se puede vender, está afuera del mercado (como si estuviera afuera de las fronteras del concepto) y no ‘existe’ en lo que el intercambio se refiere. No se puede sustituir por otro producto, y no será otro acto de sustitución por el dinero-verbo $ con respecto a ello. Si su trabajo no tiene valor para otros, su decisión de que recibir para satisfacer su necesidad no tiene ningún poder. Su demanda no es ‘efectiva.’ Su necesidad no ‘existe,’ porque el regalar a las necesidades en sí ha sido sustituido.

El ser y la norma aberrante

Las funciones parecidas del verbo ‘ser,’ el Falo y el dinero sugieren una conexión entre las esferas diferentes del lenguaje, la sexualidad, y la economía. Esta es una conexión que es ‘genética’ en el sentido que la masculación provee la “génesis” del Falo y del dinero, y también la inversión fálica del ‘ser.’ Si el padre no reemplazó a la madre como muestra, no habría ninguna posibilidad de sustituir ese acto de sustitución. (No habría un acto de sustitución para sustituir.)

La masculación ya no existiría para proyectar el intercambio a la sociedad como su manera económica, entonces no habría ninguna necesidad comunicativa por el dinero, y el dinero no tendría la función de la palabra. El verbo ‘ser’ en sí no sería hipostatizado, porque no sería invertido psicológicamente por la equivalencia con el Falo. Entonces, mientras las conexiónes sí pueden estar allá, son artificiales—porque la masculación misma es un aspecto artificial, no necesario, y perjudicial de la socialización del niño varón. Juntos, el Falo, el dinero, y el ‘ser’ confirman un cuadro falso, o para decirlo de otra manera, son todas las ‘marcas’ de la norma aberrante.

Tal vez el problema real es una precoz genitalización Falíca que reemplaza la etapa oral de los niños varones. El pene o el Falo reemplazaría a el senos como el objecto invertido de interés. La ‘marca’ del niño le ‘da’ a él privilegio, porque lo pone en la categoría ‘superior’—en una manera manipulativa, si ‘x’ entonces ‘y’—mientras los senos de la madre le dieron a él directamente. La erotización de esta “marca “coincide con el enajenamiento del niño a la categoría privilegiada que no cuida. Entonces, puede aparecer que él no solamente dejó el pecho para obtener el pene, pero el proceso de regalar puede ser identificado con las sensaciones internas de comer y evacuar (relacionados con la etapa oral), mientras su cambio de categoría tiene algo que ver con la genitalización y el pene (una parte externa del cuerpo). La identidad del género del niño depende así de una ecuación polar con el padre (más grande), quien siempre está en la posición equivalente y quien es la muestra grande de la genitalización. De este modo la identificación del niño en relación con un equivalente polarizado reemplaza la construcción de la identidad con la madre hecha a través del regalar, el tomar turnos y a veces el jugar. Aquí la cuantificación empieza a ser importante, porque la cantidad (el tamaño) del falo puede parecer ser la razón que el padre, no el niño, está en la posición polarizada del ‘uno.’ La cantidad Fálica parece ser la cualidad más importante.

La co-municación cuantitativa material

No es una palabra o evaluación cualitativa que es dada en el intercambio pero es una palabra o evaluación cuantitativa. El dinero hace lo mismo en el plano material que las palabras hacen en el plano verbal. Los precios expresan explícitamente las necesidades materiales co-municativas como cantidades del dinero. Están servidos por unas cantidades de dinero material que asumen el rol de palabras-como-regalos. La necesidad co-municativas que los precios expresan es la necesidad de un medio de co-municación que los vendedores de esos productos no tienen. El dinero es la palabra, pero distinto del lenguaje, los ‘comunicadores’ tienen que producir (y actualmente renunciar a) cualitativa las cosas que representa para recibirlo. El dinero, como la identidad masculina es una palabra encarnada. En su transmisión al plano material, este también ha sido un poco distorsionado afuera de las funciones originales de la palabra. Como una palabra, su solo uso real es en el ser dado a otros; pero el dinero puede ser acaparado y acumulado.

Debido a que el dinero es el regalo sustitutivo general por el acto de la sustitución, influye cada acto particular de la sustitución (cada acto de intercambio) en cuanto lo relaciona con todos los otros. El dinero es el material en que los valores de los productos relativo uno con el otro y con nosotros puede ser expresado cuantitativamente. De este modo, es como el lenguaje donde las palabras están disponibles para expresar los valores cualitativos de todas las partes de nuestro mundo en relación entre cada uno y a nosotros. El dinero es un lenguaje de solamente una palabra (material). Los que no lo tienen no pueden ‘hablar.’ No pertenecen a la ‘especie,’ a la categoría de los que sí lo tienen.

Tal vez ‘existir’ es tan general como ‘ser.’ En la definición hay una tensión continua, una polaridad entre lo que se dice y lo que no se dice, entre lo que está presente como equivalente y lo que se excluye. Esto ayuda en el primer plano de los elementos relevantes, en oposición a aquellos que no lo son. Si digo ‘el gato es un animal de cuatro patas,’ por ejemplo, no necesito decir ‘es un animal de dos patas’ o ‘dos patas no es de cuatro patas’ porque la aseveración ‘cuatro patas’ excluye ‘dos patas.’ Lo que ocurre gradualmente en el proceso de formación de los conceptos (y más o menos deliberadamente en la definición) está implicado en el uso de las palabras para satisfacer las necesidades comunicativas en el flujo de la conversación adulta.

La metáfora y la metonimia (sustitución y combinación) son dos polos de la función del lenguaje que también se pueden encontrar en la afasia (pérdida del habla), en un ‘trastorno de similitud’ o un ‘trastorno de contigüidad.’ Véase Roman Jakobson, ‘Two Aspects of Language and Two Types of Aphasic Disturbances,’ en On Language, compilado por Linda Waugh y Monique Monville-Burston, Harvard University Press, Cambridge, 1990, capítulo 7.

Debemos sospechar que la ‘objetividad’ sea una concretización o fetichización relacionada con la característica fálica y sus análogos, desde los coches y trenes de juguete hasta las armas y lo s mísiles. El concepto masculino de identidad del niño y la propiedad privada son dos relaciones transpuestas del concepto entre las cosas contrario a una identidad ad hoc de dar-y-recibir. Entonces una relación del concepto entre las cosas constituye la identidad masculada, no una configuración de sujetividades construidas para dar y recibir. Cuando las cosas que han sido privadas de su carácter de regalo son propuestas como ‘regalos’ para ser re-‘present’ados, la conexión de regalo entre los niveles no se puede ver. El ‘regalo’ (‘present’ en inglés) parece tener algo que ver solamente con el tiempo y no con el regalo. Sin embargo, tal vez el aspecto temporal del ‘regalo’ se derive del hecho que la satisfacción de las necesidades nos enfoca en el aquí y el ahora.

To Be or Not: An E-Prime Anthology, ISGS, San Francisco, 1992.

En el trueque, el intercambio permanece como una diada particular, no en relación con un equivalente general. Un sistema de trueque provee muchos momentos del intercambio diádico que requieren unas computaciones de equivalencia según el tiempo u otro estándar. Es importante no confundir el trueque con el regalar. El trueque todavía es el dar-para-recibir, mientras regalar es dirigido a las necesidades del otro. Las lógicas son distintas. Los sistemas de trueque y los dineros alternativos que están surgiendo de los grupos verdes y bio-regionalistas se pueden considerar como una etapa hacia una economía de regalar. Sin embargo, siguen siendo basados en el intercambio y contienen los defectos del intercambio, uno de los cuales reemplaza el regalar. Quiero ser muy clara que el regalar y el trueque no son lo mismo. Suprimir el dinero es como quitar el verbo ‘ser.’ No resuelve los problemas causados por la masculación y el intercambio.

En realidad el dinero es un ícono de palabras en que cada instancia de una moneda o un billete de una denominación se considera la ‘misma cosa,’ haciendo que sea posible que ‘una cosa’ esté en muchos lugares a la vez, que es lo que permite que el dinero sea general como la palabra.

El mercado y también el lenguaje son maneras de determinar si algo es la ‘misma cosa,’ teniendo el mismo valor para las personas incluidas, independiente de que si es el valor cultural-lingüístico o económico. Determinar un precio es un proceso colectivo parecido a la atribución colectiva del valor que da a luz un nombre.

Para la tesis presente, el Falo re-presenta o reemplaza el acto de la sustitución del padre por la madre, haciendo que sea parecido a lo del verbo ‘ser,’ con el carácter general social simbólico que Lacan creaba que fuera norm-al. Jean Joseph Goux tiene mucho que decir del Falo y el dinero como un equivalente general en Symbolic Economies: After Marx and Freud translated from the French by Jennifer Curtiss Gage, Cornell University Press, Ithaca, 1990 [1973]. Recomiendo fuertemente el libro de Goux para una aproximación más psicoanalítica e histórica a muchas de estas ideas, o por lo menos las con respecto al intercambio.

Jerry Fodor dice que la idea de Vigotsky del concepto es demasiado filosófica y critica su pensamiento de que el concepto requiere la abstracción de una ‘invariante sensorial.’ Habríamos descrito una situación global en que la ‘marca’ masculina es la invariante sensorial de la categoría privilegiada, abstraída por nuestras prácticas de dar a luz. El dinero es la invariante sensorial para la categoría privilegiada de las personas que tenían éxito en ser los ‘unos’ económicos. Véase J.A. Fodor 1972 “Some Reflections on L.S. Vigotsky’s Thought and Language” in Cognition I, 83-95.

Como muestra Jerry Martien (op. cit.), el wampum era un lenguaje material de muchas-palabras. No es sorprendente que los europeos redefinieron el wampum en términos de su lenguaje uno-palabra material, el dinero.

Es como si fuera un momento en la pre-historia cuando los que podrían hablar fueron parte del grupo y los que no podrían fueron dejados para morir, en una estrategia cruel ‘evolucionista.’ Parece que estamos imitando ese momento pre-histórico. Los que ‘tienen’ la palabra están privilegiados y los que ‘no tienen’ parecen merecer morir. Desde los griegos para quienes los que no hablaban el griego fueran ‘bárbaros’ hasta los hablantes modernos de cualquier lenguaje que no es el inglés estándar, los que no poseen el lenguaje ‘muestra’ son excluídos de la categoría privilegiada.

Capítulo 10: Valor

“Gracias a la vida”

Si tomamos en serio el regalar, podríamos finalmente entender mejor nuestra relación con la realidad como un hecho dado. Hay una cierta ‘textura’ en nuestra experiencia que surge de nuestra capacidad de dar y de recibir. Hemos evolucionado hasta percibir las cosas en este nivel. Por ejemplo, percibimos las manzanas como objetos rojos de forma redonda que podemos tomar de los árboles, comer o dar a otros para que las coman, y no como colecciones de átomos, porque no podemos darlas ni recibirlas como átomos. Es concebible que podriamos nutrirnos con partes de la naturaleza como átomos (tal vez por ósmosis), pero sería muy difícil que pudiéramos nutrirnos entre nosotros con esos. Por ejemplo, transportar átomos de un lugar a otro, manipularlos y prepararlos, abasteciendo a otras personas, sería muy difícil. En el nivel de la percepción, la integridad física y la destreza a la cual hemos evolucionado, podemos nutrirnos unos a los otros fácilmente con cosas de cierto tamaño y de cierta clase. El lenguaje expande esta ‘textura’ del dar y recibir, agregándole dimensiones de importancia colectiva, de abstracción, de generalidad, de imaginación, de espacio y de tiempo.

Una teoría del conocimiento podría desarrollarse que identificara el conocimiento con la gratitud experimentada por el individuo receptor de los regalos que le han dado la vida, la naturaleza, la cultura y los otros individuos. En gratitud, respondemos a nuestra experiencia diaria y recordamos ambos los regalos y sus origenes—la comida que comemos y las palabras que aprendemos, las personas que nos los dan y las culturas de las que provienen. Quienes carecen de las cosas buenas a causa de la pobreza, de la crueldad o de la enfermedad, son privados del derecho humano al conocimiento y a experimentar los regalos de la vida con gratitud. (La canción “Gracias a la vida” de Violeta Parra expresa la gratitud que todos nosotros, ricos o pobres, podemos sentir por los regalos mas básicos de la vida.) Desafortunadamente, hemos extraviado nuestra gratitud, pasándolo de la madre al padre, y hemos puesto nuestra fe en este cambio y en el intercambio. Por lo tanto, nosotros estamos más conscientes del padre y del intercambio; sabemos más de ellos que del regalar, que hemos aprendido a no agradecer. Consideramos el intercambio y el ego como necesarios para nuestra supervivencia, y estamos agradecidos de poder participar en el mercado.

Receptividad creativa y la ‘textura’ del dar

Si consideramos la receptividad como algo pasivo (y la pasividad como algo receptivo), nunca comprenderemos nuestras interacciones con el medio ambiente, con el lenguaje y entre nosotros. De hecho, las cosas tienen cualidades que son valiosas para nosotros porque podemos responder a ellas o recibirlas. (No es que existen porque nosotros podemos recibirlas, sino que son útiles porque podemos usarlas para satisfacer nuestras necesidades.) Una manzana nos parece roja, redonda y buena para nosotros, porque estamos adaptados física, psicológica y socialmente para recibirla y usarla de manera creativa. También estamos adaptados física, psicológica y socialmente para recibir creativamente la palabra ‘manzana,’ a la que atribuimos algunos de los valores culturales de las manzanas, porque sustituye por ellas como un regalo en la co-municación (aunque en sí misma no es ni roja, ni redonda, ni rica para comer). Si hubiésemos sido capaces de recibir creativamente las manzanas como un conjunto de átomos, habríamos evolucionado para percibirlos de esa manera. No tenemos ninguna manera de manipularlas o compartirlas entre nosotros en ese nivel. En su lugar, hemos evolucionado física y culturalmente para percibir las manzanas como redondas y rojas con la ayuda del lenguaje. La clase de percepción de nuestros sentidos es pertinente al nivel de complicación de nuestra actividad. En este mismo nivel, percibimos tambien el sonido como tal y no como vibraciones del aire.

Las percepciones que tienen que ver con objetos de textura más fina, tales como un conjunto de átomos y la acción de las enzimas en nuestro tracto digestivo, o de ‘textura más gruesa,’ tales como la migración de familias o grupos, no son accesibles per se, porque no tenemos formas para darlas y recibirlas creativamente. Los instrumentos y los métodos como los microscopios y las estadísticas sociológicas han sido desarrollados para estudiar eventos en diferentes niveles de complicación con el fin de satisfacer las necesidades—que a su vez son finalmente percibidas en el nivel cotidiano. El objetivo suele ser la de producir una ganancia, por ejemplo, en el caso de las enzimas al inventar medicinas o en el caso de los trabajadores inmigrantes, al tener acceso a la mano de obra a bajo precio . Sin la información provista por las disciplinas especializadas, debemos recibir pasivamente las influencias de una realidad de textura mas fina o mas gruesa. Una vez que los alimentos ingresan en el estómago, no los percibimos en el nivel de regalos, pero permitimos pasivamente que se dé el proceso automático de las enzimas.

Nuestro lenguaje y el mundo que percibimos están finamente sintonizados a un nivel en el que podemos dar y recibir entre nosotros, sin instrumentos especiales, sin microscopios, sin telescopios, sin encuestas ni estadísticas. Si consideramos este nivel como fuera del lenguaje, es el nivel de ‘datos percibidos,’ el mundo como dado. Sin embargo, sólo podemos considerarlo así si tenemos lenguaje. Si el lenguaje originalmente se deriva de la co-municación material de dar regalos, su textura se ha convertido, por ahora, en una textura más fina que la que es hecha por los regalos materiales que actualmente pueden ser otorgados por los seres humanos entre sí. Podemos comunicarnos acerca del color rojo en el pecho de un petirrojo que canta en el árbol; pero no podemos actualmente compartir ni el color ni la ubicación.

Mucha de la investigación científica y filosófica trata de la naturaleza de los datos de los sentidos y de los hechos de la experiencia. Sin embargo, ambas clases de investigaciones se producen después de que la modalidad de la co-municación de dar y recibir se ha establecido en el cuidado de la niñez, y el lenguaje ha sido aprendido por los investigadores. Los datos de los sentidos y las experiencias se convierten en interpretables como hechos dados, después de que el cuidado ha establecido el regalar y el recibir de la textura gruesa como importante y el lenguaje les ha dado el análisis de textura fina configurada por el proceso de vida de la colectividad.

La extensión del número de palabras-regalos sustitutivos para cubrir los aspectos de la experiencia que no pueden ser directamente dados provee la textura fina colectiva que permite que las cosas que no se pueden dar sean comprendidos como regalos de una textura mas fina. Por eso, podemos recibir el color rojo, la ubicación momentánea del pajaro azul, las historias geológicas, biológicas y culturales detalladas del mundo como cosas dadas, porque nos podemos comunicar acerca de ellas y satisfacer las necesidades comunicativas de cada uno, formando relaciones lingüísticas entre nosotros respecto de aquéllas, a pesar de que no podemos entregarlas en la mano.

Hay varias razones por las cuales ciertos tpos de regalos no se pueden dar. Por ejemplo, una montaña no se puede regalar porque es demasiado grande. El color rojo no se puede dar porque está firmemente adherido a los objetos de los que forma parte: podemos regalar una bola roja, pero no podemos dar el color rojo sin la bola—o la bola sin alguna coloración. De manera alternativa, si el color rojo es sólo una sensación subjetiva, como una imagen residual no puede ser percibido por los otros y mucho menos ser entregado a ellos en sus manos. Algunas cosas, tales como hechos o eventos, no pueden ser dados directamente, porque son demasiado transitorios y fugaces.

Por ejemplo, el hecho de que un pájaro esté cantando en la rama de un árbol no se puede dar como tal, porque es pasajero y sus componentes pueden ser facilmente cambiados. El pájaro puede dejar de cantar y volar a lo lejos , creando así uno o varios eventos nuevos. Sin embargo, podemos asir (recibir) los eventos fugaces como regalos y podemos regalarlos a su vez, si relacionamos los elementos constantes y repetibles(el pájaro, el canto, y el árbol) con los regalos sustitutivos—las palabras que la gente en nuestra sociedad usa para darse una a la otra en su lugar. Combinando estas palabras de maneras ordenadas (junto con palabras de instrucción meta-regalos o ‘marcas’ como ‘el/la,’ o ‘en,’ o ‘-ando’), también los hacemos dar y recibir entre ellos—haciendo regalos sustitutivos de una vida relativamente corta (frases) que nos damos entre nosotros. De esta manera, hacemos posible que se puedan dar eventos que en realidad no se pueden dar, formandonos como una co-munidad respecto a ellos. Por medio de nuestros regalos entre nosotros somos capaces de recibir creativamente la experiencia mutable, como terreno común que se nos ha dado en conjunto.

Una vez que aprendemos a co-municarnos y a usar el lenguaje, no necesitamos practicar ni una ni otra habilidad todo el tiempo. Podemos hacer a un lado el lenguaje y considerar simplemente la información dada por los sentidos, pero los regalos del lenguaje ya están ahí cuando nos acercamos al mundo como dado sin ellos. Es más, hacer a un lado el lenguaje es un proceso que requiere su uso. El mundo que experimentamos es un regalo y algo que nos es dado, porque podemos y dar y recibir creativamente partes y aspectos de él, realzados por nuestra capacidad de dar y recibir los regalos sustitutivos verbales (y no verbales), a los que las cosas ceden su valor en aras de la comunicación. (La mayoría de las cosas probablemente no se están regalando entre ellas pero porque tenemos el esquema de referencia del regalo, podemos verlas en esa luz.) Como el recibir, ceder puede ser creativo y atribuir valor al otro. Las cosas ceden a las palabras como regalos porque nosotros las obligamos a hacerlo —les damos un sustituto—pero también hacemos que las palabras hagan lo que nosotros queremos. El ceder le da valor al otro por implicación en la misma forma que dar implica el valor del otro. El valor dado a las palabras por las cosas que les ceden su lugares como regalos se junta con el valor que la gente les da a las palabras como el medio de satisfacer las necesidades co-municativas del otro. Por lo tanto, las palabras son recipientes de las atribuciones de valor provenientes de dos direcciones (además del valor de posición que tienen en la langue). Colocándose juntas y haciendose a un lado en el presente, permitiendo que su lugares sean ocupado por palabras en combinación, las cosas parecen relacionarse entre sí y parecen ser más valiosas que aquello que las rodea por el momento, y nosotros les damos nuestra atención.

La mediación lingüística de una percepción o de una experiencia constituye un regalo secundario que nos da un acceso común a la percepción o a la experiencia como un valor o como un bien comunicativo o material para satisfacer necesidades. Consecuentemente, podemos actuar en ciertas formas hacia ese bien, que podemos dar o recibir, consumirlo solos, turnarnos para usarlo, combinarlo con otros bienes, apartarlo o guardarlo para más tarde, etc. También podemos, simplemente, satisfacer necesidades comunicativas con respecto a algo convirtiéndonos en quienes somos como sus perceptores comunes—perceptores de manzanas, por ejemplo. Cuando conocemos un lenguaje, podemos también pensar en las manzanas, en su sustitutabilidad sin referirlas directamente a las palabras. Mantenemos una dirección hacia la comunidad en nuestro pensamiento porque la potencialidad de las necesidades comunicativas y de las palabras-regalo que las satisfacen siempre está ahí.

El valor que las cosas dan a las palabras y el valor que las palabras dan a las cosas en el nivel del léxico (langue) tienen una textura más gruesa que el valor atribuido por las frases. De hecho, las palabras, como las cosas, son regalos generales de la cultura, que son recibidos creativamente por la cultura, y tambien por los individuos (siendo los muchos más que la colección de los ‘unos’). Excepto en los casos especiales del nombrar, definir y enseñar el lenguaje, los usos de palabras combinadas en frases, proveen los regalos que los individuos dan a los otros que los reciben creativamente, la satisfacción de las necesidades comunicativas y las atribuciones de valor a una textura más fina que la de las palabras consideradas singularmente. Están realmente ocurriendo dos tipos de procesos—el regalo metalingüístico de las palabras a través del nombrar y el definir (sobre este proceso se construye la masculación y el intercambio), y el lenguaje que usa los procesos de regalo para facilitar la co-municación actual, el desarrollo del sujeto social y el objeto, su comunidad, su mundo y su visión del mundo. La existencia de diferentes niveles permite el dar y el recibir individual en base del dar y recibir social, una interacción entre texturas.

Las cosas importantes y valiosas requieren nuestra atención creativa y receptiva. Apreciamos los valores que ya tienen, mientras que al mismo tiempo les atribuimos valor. La apreciación y la atribución son parecidos al recibir y al dar creativamente. La gratitud es un aspecto de ambas. Usamos cosas para satisfacer necesidades y atribuimos valor a los otros (o a nosotros mismos) satisfaciendo necesidades.

Los múltiples valores del mundo para la comunidad de seres humanos están registrados en el lenguaje. Un proceso similar, hace que el valor de intercambio de las mercancías se registre en el dinero. Cuando recibimos de otros la satisfacción de nuestras necesidades (y la implicación consecuente de nuestro valor para ellos), podemos apreciar lo que se nos ha dado y a los otros como su fuente, en gratitud. Podemos también ignorar la fuente y vernos a nosotros mismos como la causa de nuestro bienestar. En la comunicación lingüística (y en otras formas de comunicación basadas en signos), podemos compartir un punto de vista y atribuir valor o darle atención a las mismas cosas, seleccionandolas como relevantes de nuestras experiencias en curso y usando los regalos sociales que ocupan el lugar de aquellos regalos materiales (o inmateriales).

A lo que le damos valor esta en nuestro enfoque dirigimos nuestra receptividad creativa hacia ello. Lo que no valoramos está fuera de nuestro enfoque. Lo que nos motiva para otorgar valor a algo depende de nuestras necesidades y de una síntesis de experiencias anteriores y de las atribuciones y apreciaciones previas de valor. El medio colectivo de otorgar valor, que es un regalo colectivo (la palabra), es suspendido en nuestras mentes y es facilmente accesible para ser usado en el flujo de la experiencia cuando surja la necesidad. Originalmente, esa necesidad es interpersonal, aunque cuando estamos solos, pensando, podemos usar las palabras para satisfacer nuestras necesidades de comunicación comunitaria, atribuyendo un valor social mediatizado a varias partes de nuestras experiencias y trayéndolas en el presente a un primer plano, cuando las necesitamos.

El valor, un meta-regalo

El valor puede ser interpretado como una clase de meta-regalo, un dar atención a algo para causar o alterar el donar de nuevos regalos. Implica aislar algo sobre lo que la atención receptiva creativa se focaliza. A menudo, atribuimos al objeto que captura nuestra atención la cualidad de ‘algo para los otros y por lo tanto también para nosotros.’ Puesto que el regalar es un acto que ha sido invisible y no valorizado, no hemos pensado en asociar el valor con el proceso de regalar y, por eso, éste ha permanecido misterioso. El valor de intercambio ha tomado el lugar del concepto del valor, convirtiéndose en su ‘muestra.’ En el intercambio, el aspecto de orientación hacia el otro del acto de regalar no se disuelve, sino que es escondido e instrumentalizado para los propositos del ego. El regalar está embebido en el intercambio y es inducido a contradecirse a sí mismo. Esta lógica delos dos pasos requiere que midamos la satisfacción de las necesidades del otro con la satisfacción de nuestras necesidades, y ambas con un estandar común para todos. En consecuencia, todas las necesidades empiezan a depender de este proceso contradictorio para su satisfacción.

El intercambio se convierte en un hecho de la vida siempre presente, y nosotros le damos valor a éste como un prerrequisito para la supervivencia de todos. Al hacer esto, escondemos y desacreditamos el regalar, negando así la orientación hacia el otro inherente al regalo. Cuando este aspecto es hecho invisible , el valor no puede ser entendido correctamente, y las conexiones entre el valor de intercambio y otros valores de la cultura son ocultados y negados. El valor es dividido y vencido. Sólo otorgándole valor al regalar podemos comenzar a resolver el rompecabezas del valor, y restaurar su contenido de orientación hacia el otro.3

El valor es básicamente un artefacto para (re)distribuir los regalos. Es un regalo de energía y atención a los regalos, que nos permite seleccionar algunos sobre otros regalos, para otra gente o para nosotros mismos. Al sobreenfatizar el valor del intercambio, distorsionamos este artefacto colectivo de distribución—lo alejamos de las necesidades y del dar, aplicándolo a un número reducido de cosas que tienen valor para los procesos del intercambio y del mercado. El egoísmo y el valor (y la atención) que le damos al egoísmo pueden ser considerados como los efectos de prepararse para y el practicar esos procesos. Estamos acostumbrados a enfocar esto desde el otro lado—como si el intercambio y el mercado fueran resultados naturales del egoísmo y de la avaricia humana. Este mismo punto de vista y los valores (la re-distribución de los regalos) que promueve, ayudan a mantener el monopolio de los procesos de intercambio.

Modalidades del valor

El valor es ambos atribuido y apreciado—libremente entregado a las personas, a las cosas y a las palabras, y recibido de ellas. Puede involucrar un proceso de autoestimulación en el sentido de que le otorgamos valor a algo cuando lo aislamos y nos enfocamos en él. Luego volcamos nuestra receptividad creativa en él, apreciando su valor. Entonces podemos olvidar nuestra parte en esa atribución, que fue dado libremente. Seleccionar una cosa entre otras cosas, traerla a primer plano, adaptarla a nuestras necesidades y donarla a otros para sus necesidades, son procesos mediante los cuales atribuimos valor algo y apreciamos su valor. Ese valor también es transferido a otros y a sus necesidades por implicación al darles cosas satisfaciendo sus necesidades. (Podemos atribuir y apreciar su valor directamente, simplemente dandoles nuestra atención.) Dando a algo un regalo-sustitutivo,e incluyendo a otros mutualmente respecto a eso, también otorga valor y aprecia el valor en ese tipo de cosa y en los otros mutuamente incluidos .

Hay cuatro modalidades principales de atribuir y de apreciar valor: el cuidado, el lenguaje, la masculación y el intercambio. Creo que los dos primeros son la norma (el cuidado y el lenguaje) y los dos últimos son las distorsiones (la masculación y el intercambio). Al mirar la norma, estamos mejor capacitados para comprender las distorsiones. Al ver las distorsiones y sus consecuencias, estamos mejor capacitados para entender mejor la norma.

La atribución del valor por medio del cuidado

La felicidad—no la búsqueda de la felicidad—no sólo es un derecho, sino una necesidad epistemológica, si la gratitud es un patrón básico para el conocimiento. El “asir” un concepto generalmente se asocia con la comprensión y se lo considera una necesidad para el conocimiento, pero solamente es una parte específica pequeña del recibir—que se hace necesaria por la escasez. Privando a las personas de la abundancia, de la posibilidad de dar y de recibir, las privamos de su ser humano. El homo donans (y recipiens) precede al homo sapiens.4 Es porque lo que conocemos son los regalos, y nuestro conocimiento es la respuesta agradecida a ellos, sea a la leche materna de los senos de nuestras madres, sea a los hechos de la experiencia, a las palabras y frases, a los temas de conversación, a los aguaceros, a los autos nuevos, a las obras de arte o a los pasteles de arándanos. (Estamos agradecidos de saber cosas negativas y no solamente cosas positivas, porque ese conocimiento es útil para poder enfrentarnos con el mundo.) Si alguien satisface nuestras necesidades, podemos apreciar lo que esa persona vale para nosotros y atribuirle valor. Parte de nuestra gratitud es la disposición de apreciar aquellas personas y cosas que nos han cuidado en particular. Hacemos esto no como un intercambio, pero tomando momentáneamente al que da como nuestro modelo, cuidamos en nuestros propios turnos.

El cuidar confiere valor al que recibe por implicación. A menudo, quien da se autoborra como fuente haciendo que parezca que la causa del regalo es el valor o la importancia de quien lo recibe. Por ejemplo, la madre cree que cuida a su bebé porque el bebe es importante no porque ella le atribuye valor a el. Sin embargo, si ella no le atribuyera valor y no lo cuidara el bebé moriría. El valor es, por lo tanto, una proyección muy útil, tanto para el individuo como para la cultura y la comunidad. El tejido de la vida diaria está compuesto de atribuciones innumerables de valor y es quizás por esa razón que ha recientemente (al fin) atraído la atención de los filósofos.

Parte de las maneras de dar valor a los otros es provocando, honrando, realzando, especificando o educando sus necesidades. Las madres, por ejemplo, se fascinan cuando sus bebés pueden comer alimentos sólidos, y les hacen probar diferentes alimentos para saber qué les gusta. La enseñanza en sí puede ser vista como el realce de las necesidades de los otros de saber acerca de las diferentes clases de cosas.

El conocimiento de los medios para cuidar que se transmitían por la línea de la mujer, de las abuelas a las madres y de éstas a las hijas, apreciaba el valor y lo atribuía a la cultura material. Estos valores y la manera de atribuirlos se están perdiendo en la medida en que los cuidados se están absorbiendo en el intercambio. La publicidad educa ahora nuestros deseos, no el amor ni la inteligencia de nuestras abuelas ni su imaginacion orientada hacia las necesidades del otro para satisfacer las necesidades. El valor del que recibe no está implicado ni directa ni maternalmente, sino sólo a través del mercado—como el que se lo ‘merece’ o como la responsabilidad de un estado que cuida.

Atribuímos valor a las cosas que nosotros creemos que pueden ser particularmente útiles para los otros o para nosotros. Luego apreciamos el valor de esas cosas útiles.5 La atribución misma de un valor es un regalo de nuestra disposición a comportarnos con cuidado hacia algo, y es un elemento de nuestra gratitud. A la inversa, la apreciación (de la que la gratitud es un aspecto) es un elemento de la atribuciónn del valor. Las dos actitudes están entrelazadas, pero la atribución es más activoa y refleja el dar, mientras que la apreciación es más receptiva y refleja el recibir.6

La atribución de valor por medio del lenguaje

Las cosas empiezan a ser relevantes para las personas en su uso en relación con las necesidades. Las necesidades proliferan y se diversifican según las maneras en que son satisfechas. Son tambien y hasta cierto punto, identificadas con aquellas cosas que las satisfacen.7 En el lenguaje, atribuimos cierta parte del valor co-municativo y cualitativo de una clase de una cosa a una palabra que ocupa el lugar de la muestra no verbal (usualmente) y que funciona como un regalo sustitutivo para ser usado en la formación de relaciones e interacciones humanas. La cosa o la clase de cosa momentáneamente se hacen a un lado como un posible regalo, y la palabra (que también tiene un valor-de-posición en la langue) se convierte en el vehículo para su valor en la comunicación, i.e., estableciendo o modificando las relaciones humanas con respecto a esa clase de cosa. La palabra se convierte en el vehículo del valor de las cosas y el uso de estas para establecer o modificar las relaciones humanas. Porque cada clase de cosa (y por lo tanto cada palabra) tiene un valor que es cualitativamente diferente de los otros en que está relacionado a diferentes necesidades humanas,8 la combinación de unas pocas palabras de acuerdo con el patrón del regalo en cualquier afirmación o proposición puede servir para expresar (dar) información específica.

Seleccionamos parte de nuestras experiencias como hechos a los que debemos prestar atención, y damos regalos nuevos reorganizando los viejos. Satisfacemos las necesidades comunicativas del que escucha en el momento, y entonces satisfacemos las nuestras también. Podemos recordar aquello que fue seleccionado y enfatizado en nuestra co-municación, guardando esta información para ser aplicada a nuestras necesidades futuras materiales o comunicativas. Los códigos no son las bases de nuestro entendimiento sino la lógica y la práctica de regalar.

Un código es solo una colección de marcas abstractas. En el sentido criptográfico, sirve más para esconder que para expresar la verdad. El lenguaje, como la vida, está motivado por las necesidades. La habilidad para satisfacer las necesidades de los otros es el aspecto de la vida que crea a la sociedad y hace que evolucionemos culturalmente—y quizás con el tiempo incluso biologicamente . En otras palabras, usamos los regalos con otros propósitos—no para lograr el producto equivalente en un intercambio, sino para alterar la relación del otro con el ambiente, poniendo en primer plano una cosa como valor para ellos en el presente. Esto nos permite compartir nuestra relación con esa cosa. Cada uno de nosotros sabe lo que el otro aprecia o conoce como un valor en determinado momento. Seleccionamos esa parte de nuestra experiencia como seres sociales sobre la base de lo que ha sido seleccionado antes de nosotros para satisfacer las necesidades de los otros, como resulta evidente en el léxico. Dándonos regalos sustitutivos entre nosotros, juntos damos un valor social a la misma cosa en determinado momento, y así podemos co-ordinar nuestras acciones y actitudes hacia esa cosa.9

Las selecciones que hacemos, en el transcurso de nuestras experiencias, son similares a las del proceso de selección que hacemos en el desarrollo de los conceptos. Pero en el discurso (puesto que satisfacemos necesidades comunicativas presentes y eventuales más que necesidades generales del proceso del concepto o necesidades metalingüísticas de la definición), estamos praticando el regalar en muchos niveles. Nuestras experiencias e interacciones continuas entre nosotros traen las cosas a nuestra atención verbalmente y no verbalmente (convirtiéndolas en ‘hechos dados’) y empujan siempre otras cosas al plano de atrás, por así decirlo (convirtiéndolas, por lo tanto, en ‘hechos no dados’ en el presente). Incluso una frase tan simple como ‘la niña pegó a la bola’ distingue parte de una experiencia compleja. En vez podríamos haber dicho ‘el cielo era azul sobre el campo de béisbol’ y/o ‘un jilguero estaba cantando.’ Si decimos entonces ‘la bola le pegó a la ventana’ estamos construyendo sobre los ‘hechos dados’ que son los regalos de ‘la niña pegó a la bola.’

Las necesidades (y los deseos) comunicativos surgen para que nos relacionemos entre nosotros (confirmando que cada uno es valioso) con respecto al enfoque de los aspectos de las cosas que pueden no ser ya obvios para la otra persona. De hecho, podríamos considerar que nuestra atención nos está diciendo algo como ‘puede que halla un regalo ahí.’ Al satisfacer sus necesidades comunicativas se focalizan algunos aspectos de una situación para los interlocutores. Les da un primer plano valorizado y común y un segundo plano no valorizado y solo mas o menos común. Juntos, los interlocutores consideran que algunos elementos de la situación son relevantes y otros irrelevantes. Ellos atienden a las mismas cosas. Entonces, lo que ha sido puesto en el fondo en una instancia puede ser puesto en el primer plano en otra instancia. Cuando satisfacemos las necesidades comunicativas de los otros con respecto a algo—lo que hemos visto como un regalo para ellos en relación con nosotros—son traídos para participar con nosotros en el presente. Una relación se estable como compartida con respecto al regalo que el hablante ha dado pero que el oyente que ‘tiene’ la mayoría de las mismas palabras hubiera podido dar (diferente en esto de satisfacer las necesidades materiales en que damos algo que la otra persona no tiene). La relación del oyente es establecida por el hablante pero quizás como un potencial no dicho, tiene tanta influencia en el comportamiento como la parte evidente de la comunicación.

Una interacción compartida es también la matriz del intercambio—en que los otros demuestran que dan valor a nuestro producto al ceder una cantidad igual de dinero. Entonces el dinero (con su cualidad abstracta social) resulta el modelo escondido pero poderoso para nuestro entendimiento del lenguaje, y de la vida. Eso no es solamente debido a que el dinero es el ‘niño’ del lenguaje, pero debido a la similitud actual de los procesos—de dar valor al dar algo (diferente).

El hablar y también la experiencia pueden dar lugar a más atribuciones de valor y a más necesidades comunicativas. Además, los tipos de cosas a que atendemos, los tipos de valor que descubrimos (y atribuimos), dependen de una síntesis continua de nuestras experiencias previas de la vida, que pueden ser parecidas o muy diferentes a las experiencias de otras personas. Lo que parece irrelevante en un momento puede ser relevante en el próximo, o para otra persona (y con respecto a algo diferente), así todo en realidad siempre es potentior valioso (incluso cuando es excluído en el presente como irrelevante).

Esta posibilidad hace con las experiencias como un Jardín del Edén inmanente, desde donde recogemos y compartimos los frutos solo unos pocos a la vez cuando los necesitamos, arrancándolos de su abundancia fantástica. La escasez material en que vive mucha gente esconde el carácter de regalo de la vida, exiliándolos fuera de la muralla del Jardín. Restorando la abundancia permitiría que el valor sea otorgado otra vez según la experiencia colectiva o individual, en vez de poner al individuo en contra de la colectividad (como pasa en el intercambio basado en la escasez). Nuestra economía podría estar alineada con la parte humanizante y unificante de nuestro lenguaje, en vez de estar en oposición con esta debido al valor excesivo que nosotros atribuimos (inconscientemente) colectivamente a la definición y a la masculación.

La atribución de valor masculado

El tipo de ego que es útil en el intercambio en realidad es el ego masculado. El sistema de valor que promueve este ego lo apoya con premios y castigos económicos, en el tener y no-tener tipos y cantidades de propiedades. El ego es vulnerable a la publicidad que educa sus deseos. El valor puede parecer ser transferido a una persona que recibe la satisfacción de esos deseos o necesidades a través del mercado. Sin embargo, en realidad está siendo transferido al vendedor del objeto, quien ha causado que el consumidor compre el producto a través de la manipulación de la verdad. El tipo de valor-como-posición que es adquirido por una persona por el “tener comparativo” se puede entender como el estatus y no satisface en realidad las necesidades sujetivas individuales basadas en el regalo. El consumidor siempre necesita tener más, porque el tener realmente no le da ningún valor, pero contribuye más valor económico al vendedor.

Mientras a veces puede ser verdad que sin un instrumento de la tecnología (o una herramienta fálica) los hombres no conozcan el mundo objetivo (porque ellos, y esto, están afuera de la ‘textura’ de dar y recibir), las mujeres están adentro de esta ‘textura’ más frecuentemente debido a nuestros papeles de cuidadoras. Entonces, estamos más inclinadas a voltear nuestro conocimiento como gratitud a lo dado de nuestra experiencia.

Sin el objeto, no habría ningún instrumento. Las mujeres son objectos y también son sujetos. Por ejemplo, el pene y la vagina son los arquetipos psicológicos para el instrumento del conocimiento y el objeto del conocimiento. Si el propósito de la sexualidad no es dar y recibir, satisfacer las necesidades del uno al otro, el ‘conocimiento’ instrumental trata al ‘objeto’ como si fuera una cosa no viva y no creativamente receptiva para ser ‘penetrado’ forzadamente. La ‘gratitud’ experimentada en este caso por el conocedor masculado fálico solamente es para el refuerzo de su ego, en una posición uno-muchos avasallante y tierra-dominante. No es la gratitud ni el conocimiento orientado al otro. De hecho, es más como recibir la tranferencia de propiedad del intercambio.

Mucho del conocimiento fálico instrumental del mundo objetivo ha sido inspirado por el motivo de ganancia del ego y refleja las limitaciones del lente con que es visto. Poner al fondo las necesidades humanas de los muchos le ha dado al ego el poder destructivo de la adquisición por la fuerza o de la indiferencia del no cuidado. Ellos que siguen viendo la realidad a través del lente de regalar oponen los productos del conocimiento científico que amenazan la posibilidad de todos de dar y recibir. Ninguna cantidad de usos pretendiendo ser benigno tales como la tecnología nuclear, la manipulación genética, o los venenos químicos puede traer los aspectos negativos de esas tecnologías a la textura de regalar, o convencer a aquellos que cuidan las necesidades que en realidad son regalos a la humanidad.

Las mujeres pueden con gratitud conocer la vagina, el ‘objeto,’ internamente sin el instrumento fálico. Es interesante pensar que si las mujeres fueran ‘cosas’ reificadas, la vagina correspondería a la ‘cosa en sí’ de los filósofos que supuestamente no se puede conocer. Entonces esta en el acto sexual empezaría a ser para otro y entonces en realidad para nosotras también.

Como las que cuidan las cosas para otros, sabemos más de ellas que aquellos que no satisfacen las necesidades de los otros con ellas. Podemos señalar las plantas que curan, las maneras humanitarias, y también las fallas en los argumento para la violencia. Nuestra energía vital a menudo ha ido al cuidado y mantenimiento de los cuerpos de los otros y de nuestro mismo directamente, sin intercambiar y sin una definición interpuesta o una evaluación basada en el intercambio.

El valor del intercambio

El valor del intercambio es el valor comunicativo (lingüístico) en el tipo de comunicación distorcionada que es el intercambio. El intercambio es como la definición que localiza a algo con respecto a su nombre y entonces lo localiza con respecto a todo lo demás. El hecho que algo tiene un nombre depende del valor cultural de ese tipo de cosa para los seres humanos. El nombre específico que tiene depende de la totalidad de la langue. Esa relación diferential ha sido transformada y ordenada cuantitativamente en los precios.

El proceso del lenguaje que atribuye el valor es utilizado otra vez en el intercambio, cuando cada uno de nosotros da el mismo valor a los productos que estamos intercambiando según la base de su valor general social. Lo hacemos cada vez que decimos que una libra de frijoles = un dólar. El hecho de que una persona cede los frijoles y la otra cede el dólar demuestra que ellos dan el mismo valor a los frijoles que al dólar. Los frijoles tienen ese precio como una función de todos los otros intercambios que están ocurriendo en el mercado en ese momento, particularmente los relacionados con los frijoles. Similarmente el uso de palabras depende de como están siendo utilizadas por los otros que están hablando ese lenguaje.

El principio del intercambio es do ut des (Yo doy para que tú dés). El principio de la comunicación basada en el regalo es parecido, excepto por la diferencia fundamental que el regalar es mutuamente inclusivo mientras el intercambio es mutuamente exclusivo. En la comunicación basada en el regalar, uno da para que el otro pueda dar—la atención y el valor al tema, y también al hablador y al oyente mismo. El hablador y el oyente tienen una necesidad de medios para poder dar valor a algo juntos; las palabras sirven a este propósito y los interlocutores les dan valor al darlas. El acuerdo en un precio les permite a los intercambiadores dar el mismo valor. Las consecuencias de la co-municación y de la atribución del mismo valor por los hablantes y oyentes y por los vendedores y compradores son diferentes porque el intercambio es mutuamente exclusivo mientras la comunicación verbal es mutuamente inclusiva. En el intercambio, el principio material do ut des requiere que el receptor devuelva un equivalente al dador. Regalar satisface unilateralmente la necesidad del otro.

En nuestro altruismo damos el mismo valor para establecer relaciones comunes entre nosotros como seres humanos con respecto a las cosas. Pero en el intercambio este altruismo es utilizado para servir nuestro egoismo. La similitud misma de los procesos ha escondido el lado altruísta de regalar de la comunicación detrás del intercambio, dado que el intercambio se ha tranformado en una actividad tan importante para todos en nuestra sociedad. Solo damos con la restricción de que el otro dé un equivalente, porque al vivir en un sistema basado en la escasez y el mercado, nos consideramos a nosotros mismos en términos de una cantidad de cosas (o de valores de intercambio) que son necesarios para nuestra sobrevivencia.

Cada cosa que damos o gastamos, cada valor que atribuimos, parece robar de esa totalidad, evaluada como el salario—el ingreso que ganamos. El intercambio es como un lenguaje en que las cosas en realidad son ‘cedidas’ cuando las palabras son habladas (y las palabras son también ‘cedidas’). Estamos siempre calculando si tenemos o somos suficientes, como si tuviéramos ansiedad de rendimiento (o competencia). Hay una evaluación económica del valor de los seres humanos, un nombre económico (masculado), un salario que se nos ha ‘dado’. Pareciera que las personas no existen o no merecen existir a menos que sean masculadas, y si no existen, no merecen comer—pero quizás todavía pueden comer, si pertenecen a ‘uno’ masculado como lo hace una esposa.

Individualmente y también socialmente, invertimos nuestra energía en lo que consideramos valioso, incluyendo cuando esto resulta en la degradación y el detrimento de nosotros o de los otros. Por ejemplo, invertimos energía y dinero en drogas y en la violencia. Los individuos atribuyen el valor a estas actividades, tal vez debido al placer fisiológico y al refuerzo temporal del ego. Aún cuando no aprueba conscientemente de estas actividades individuales, la sociedad da valor al tipo de ego con que están alineadas. De hecho, el hedonismo cabe dentro de la masculación—con la orientación hacia el ego y no hacia el otro. También parece que, por acumular gran cantidades de capital, podemos tener más valor que los otros en una manera casi sin límites, una consideración que provee al ego artificial con el tipo de aprobación que necesita para seguir acumulando más. El poder sobre los otros, que parece ser la prerrogativa de la posición muestra, es utilizado para proveer las recompensas que motivan al ego masculado. Las interacciones basadas en regalar son más satisfactorias genuinamente, sin embargo, y a menudo son apropiadas como los ‘botines’ del éxito.

El valor de intercambio parece tener el mayor valor, o tal vez el único tipo de valor. La sociedad basada en ello, pretende proveer un acceso al bien general al promover la totalidad de los valores orientados al ego como su fin. Por supuesto, esto deja de lado a los valores y personas que están orientados hacia el otro, y también a los que simplemente fracasan. El punto de vista del CVN (Circulo de Varones Elitístas) que el homo economicus ocasiona el bien general recientemente ha sido disputado por las economistas feministas. Creo que ver el valor del intercambio como el principal o único tipo de valor nos impide criticar genuina y radicalmente el homo economicus. Como alternativa, propongo que consideremos como primario el valor cultural de las cosas para los humanos creadas a través del regalar y expresadas en el lenguaje, que funciona según el regalar. Entonces el valor del intercambio puede ser visto como una distorsión del proceso de dar valor.

Re-present-ación

El lenguaje sigue manteniendo nuestra manera de regalar aún cuando estamos viviendo nuestras experiencias en una economía basada en el intercambio y entonces ya no nos estamos co-municando más materialmente. La tecnología, motivada por la ganancia, extiende la percepción en otra dirección, más allá del regalar hacia un tipo de objetividad inhumana. Esta ve bajo el nivel de los regalos posibles las impresiones sensoriales entendidas como reacciones electro-químicas, y encima del nivel de los regalos posibles a través de los telescopios que nos permiten ver los orígenes del universo. La teccnología también funciona contra la co-munidad del regalar, utilizando su conocimiento para crear los armamentos convencionales, biológicos, químicos y nucleares. Mientras que los niveles de ‘realidad objetiva’ descubiertos por la tecnología más allá del regalar a veces pueden ser utilizados para los intentos humanos que satisfacen necesidades, a menudo también son utilizados para hacer mucho daño. Son empresas patriarcales motivadas por el intercambio (no por el regalo). Al aceptar la textura de no regalar, que en realidad produce un salario útil en la economía de intercambio para los investigadores, los académicos pueden desacreditar a los que aceptan la textura de regalar como ‘realistas ingenuos.’ (Debido a la escasez, los ‘realistas ingenuos’de todos modos normalmente no tienen acceso a la tecnología que permitiría ver las cosas en forma diferente.) Cuando el regalar ha sido robado del ‘presente’ por el intercambio el vínculo entre la vida y el lenguaje es obscurecido. Entonces la re-presentación, no el patriarcado, aparece a los pensadores postmodernos como la razón de la tiranía.

El valor lingüístico y también el valor económico tienen que ver con la re-presentación—es decir, con la comunicación a través de unos sistemas de regalos sustitutivos. Tenemos que reconocer lo que tienen en común para entender el valor mismo. Cuando yo miraba lo que tenían en común empecé a ver la masculación como una ramificación de la representación, una mala-representación de la identidad del niño—haciéndola en la imagen de la representación misma , valorizandolo demasiado debido a esta, y después transmitiendo ese mecanismo a la sociedad entera. (Es como si una parte rota del proyector de películas hubiera sido proyectada en la pantalla junto con la película.) La masculación es una distorción del proceso que atribuye valor—al mismo nivel del intercambio y ocurriendo antes que ello. Se retroalimenta a través del intercambio y la misoginia hacia la re-present-ación sobreenfatizando a los ‘uno-muchos’ y los aspectos jerárquicos dominantes y negando el regalar.

El valor del intercambio es el valor del cuidado (o del regalo) que es filtrado por el proceso anti-regalo del intercambio, modelado en la masculación. La masculación desvaloriza el regalar y en vez de ello le da valor a la posición uno-muchos, a sus encarnaciones en jerarquías, y a la competición para ser el primero. Muchos de los regalos y mucho del valor dado por la masculación a sus prioridades en realidad fluyen a través de esta transitivamente desde los que cuidan, quienes dan preferentemente a los varones y al proceso de la masculación en sí. El cuidado norm-al y no distorcionado da valor directamente a las necesidades, a los receptores de sus regalos y a los métodos y cosas para la satisfacción de las necesidades. El lenguaje provee el regalar verbal de la comunidad basado en el valor y en la textura del dar, que media la interacción y la cooperación afinadas, creando el valor dado por los muchos trabajando juntos en sus esfuerzos comunes y contribuyendo a las subjetividades individuales físicas y también psicológicas de los co-municadores.

Estamos considerando el valor no económico como la norma oculta, en vez de un sub-caso de valor económico. Fundando nuestra idea del valor no económico en el valor lingüístico, nuestra idea del lenguaje en el regalar y nuestra idea del valor lingüístico en la importancia variada de los regalos del mundo a la comunidad, nos da una perspectiva diferente desde donde podemos mirar, no solo al valor económico, pero también a lo que normalmente llamamos valores ‘morales.’ Al desconectar los tipos diferentes de valores entre cada uno y negar el regalar (o al menos considerarlo como una curiosidad debido a una propensión irracional hacia el cuidado), el patriarcado ha impuesto los valores de la masculación en la sociedad entera. Practica el dominio por la categorización, repitiendo en todas partes en términos diferentes, la masculación que fue hecha a los niños a través de su definición del género cuando fueron categorizados como separados y superiores. En esta situación, los valores ‘morales’ son un esfuerzo para regular los intereses mutuos y exclusivos para que no hagan daño para mitigar sus efectos negativos, y para reintroducir el regalar después del hecho en una manera auxiliar. Al contrario, el regalar en vez de la masculación es la base para crear una sociedad en que todos pueden cuidar a los demás sin daño.

Otros valores culturales, como los valores estéticos, historicos, espirituales, y étnicos, están ubicados originalmente dentro de un contexto creado por el cuidado y el lenguaje, pero son ahora usualmente alterados por la masculación y el intercambio. Pero que podrían ser los valores culturales mas allá de esa alteración será visible cuando finalmente seamos capaces de desmantelar el patriarcado. Sin embargo, muchos de estos valores culturales ya contienen la esperanza para un mundo mejor. Ellos son los regalos de la imaginación que curan algo del sufrimiento soportado por la humanidad durante siglos.

3 ‘Valor de uso’ es una categoría del mercado definida en oposición a ‘valor de intercambio,’ y también se opone a la acción de regalar. Los regalos son bienes con un origen y un destino, son parte de una relación humana. Desde el punto de vista del paradigma del intercambio el valor de uso es algo que tiene un potencial general e indiferente para satisfacer las necesidades humanas—algo ‘nombrado’ con dinero y objetivado como propiedad. El valor de uso es el prerrequisito del valor de intercambio, que al mismo tiempo se da como un producto ajeno al proceso del regalo, afuera de la ‘fibra’ de regalar. Desde el punto de vista del paradigma del regalo, los valores de uso forman parte de un proceso más completo que involucra a las personas. Dado que después del intercambio, las personas usan bienes para satisfacer las necesidades, se rompe la relación con el productor como fuente original de los productos generalmente. Es más, en el capitalismo, los productores no producen valores de uso como regalos sino como bienes por los que la gente tendrá que pagar para usarlos. Se agradece al mercado, al proceso de intercambio en sí mismo. Es indudable que la lógica del regalo es fuerte y podemos encontrarla en el fenómeno del ‘nombre de la marca’ que identifica el origen de los bienes en una compañía específica como si fuera un regalo, recreando una relación humana artificial con el que ‘da’ para que los que ‘reciben’ compren más. Las ofertas, las gangas y los regalos presentan una dinámica parecida. 4 La práctica de compartir la comida estaba ampliamente difundida entre los hombres en la prehistoria. Los arqueólogos masculados suelen ver la cacería como algo más importante para el dasarrollo del hombre.

5 En su libro Marxism and the Philosophy of Language, Nueva York, Seminar Press, 1973 [1930], V. N. Volosinov afirma: “Cada etapa en el desarrollo de una sociedad tiene su círculo propio y específico de bienes, que sólo son objeto de atención para esa sociedad, y que se los puede dotar con un acento evaluador de la atención. Sólo los bienes en ese círculo podrán adquirir la formación de signos y convertirse en objetos de la comunicación semiótica.” Y ese objeto “…debe asociarse con los prerrequisitos socioeconómicos vitales para la existencia de ese grupo.” pp. 21-23. Pienso también en las pinturas prehistóricas de las cavernas, que eran pintadas (se cree ahora) con la boca—escupiendo la pintura en las paredes—como lo hacen actualmente algunos aborígenes australianos pintores de cavernas. La pintura es escupida (atribuida) a la pared y luego es vista. La analogía, que me parece más fuerte que pintar con las manos o con pinceles, viene de la alteración fisiológica de la respiración y de la saliva que se produce al escupir la pintura. La aceleración de la respiración o el incremento de la saliva puede servir como un ‘anclaje’ psicológico para dar acento a los valores y a las atribuciones, que siempre se dan en nuestra experiencia pero de los cuales no somos conscientes. La atribución y la apreciación (y proyección) del valor a través del lenguaje coincidiría entonces con los énfasis hechos mediante las alteraciones de la respiración. La respiración también implica recibir (inhalando) y dar (exhalando).

6 En su capítulo “Exchanging” en The Order of Things, An Arqueology of the Human Sciences, Vintage Books, Nueva York, 1994 [1966], Michel Foucault analiza el valor dentro del paradigma de intercambio como ‘atributo,’ ‘aprecio’ y ‘articulación.’

7 Véase Karl Marx, Critique of Political Economy, Charles H. Kerr & Co., Chicago, 1904 [1859], (pp. 274-292), para un análisis del carácter relativo de la producción y el consumo, de la especificación de las necesidades a través de la producción que las satisface y de la especificación de la producción de las clases de necesidades que deben ser satisfechas.

8 Creo que estas relaciones con las diferentes necesidades están por debajo de los valores ‘puramente diferenciales’ que Saussure reconoce como el principio abstracto que organiza la langue. Se usan diferentes clases de cosas en diferentes procesos de regalar, para satisfacer diferentes clases de necesidades y permitir que diferentes palabras tomen su lugar como regalos comunicativos. Los casos de homonimia y de sinonimia no son problemáticos mientras su mutua exclusión se mantenga en el plano fonético y las necesidades que deban ser satisfechas sean claramente diferentes entre sí. El valor por las posiciones mutuamente excluyentes que se encuentran en el langue es la estructura de las instituciones derivadas de la masculación, como la OBN (Old Boys Network) o la propiedad privada. Las jerarquías tienen estructuras similares a las de los términos que subordinan o se subordinan de acuerdo con la generalidad y la inclusión. Por ejemplo, una palabra subordinante sería ‘planta,’ que es más general e incluye palabras subordinadas como ‘flor,’ ‘árbol,’ ‘enredadera.’ A su vez, la palabra ‘flor’ subordina por ser más general que ‘rosa,’ ‘dalia’ o ‘mimosa.’

9 La metáfora postal: remitente (codificador), paquete (mensaje) y receptor (decodificador), es la acción de regalar vista como ‘correo.’ Un código es una colección compartida de ‘marcas’ que un grupo ‘tiene’ y otro grupo ‘no tiene.’ Codificar y decodificar, enviar y recibir un mensaje son metáforas de empacar y abrir un regalo. De hecho, otra característica de la economía del regalo en nuestra sociedad (además de los cuidados maternales) es el enviar y recibir regalos para celebrar cumpleaños, las navidades, etc. Acerca de los regalos celebratorios, véase David Cheal, The Gift Economy, Routledge, Londres, 1988.

10 Creo que lo que los semiólogos llaman ‘señales naturales’ también pueden ser interpretados como regalos, aunque los comportamientos en que son útiles para los animales pueden ser menos complejos que los de nosotros. Las flores a través de su color y su olor dicen a los insectos, “Aquí está el nectar.” El color y el olor son regalos secundarios, que demuestran el regalo material del nectar. El regalo depende del receptor para su existencia como un regalo. La nube negra es un regalo (una señal natural) para todos los que puedan utilizarla para llegar a casa ántes de que empieze la lluvia. El árbol cayendo en el bosque es un regalo a cualquiera persona que pueda utilizarlo en sí. Recientemente oí una canción medioambiental de los árboles cayendo en la selva tropical.

11 The Journal of the International Association for Feminist Economics (IAFFE) Feminist Economics, Diana Strassman ed., empezó en 1995 y es publicado por Routledge, Nueva York.

¿Importa que se trate de una proyección sobre las cosas, mientras actúe dándoles valor a las palabras? En el patriarcado hemos creído que las mujeres eran pasivas al ceder ante los hombres, pero lo que hacían era darles valor a los hombres por implicación. Los tipos de ceder como en el caso de las manzanas, las montañas, el pájaro cantando en el árbol o la niña golpeando la bola son lo suficientemente similares como para dar valor a las palabras-regalo que ocupan sus lugares aun cuando son acciones o partes muy diferentes del mundo. Las ideas abstractas (e.g., la justicia) y las creaturas fantásticas (e.g., los unicornios) ponen incluso menor resistencia al ser reemplazados. Leyendo acerca del punto de vista de filosófico sobre la labor del cuidado que hace la mujer, puedo comprender la frase de Marx acerca del lenguaje como concientización práctica que existe para otros y que, por lo tanto, existe para mí. La labor de cuidar es una concientización práctica—el lenguaje es uno de sus aspectos generales. Sobre la perspectiva del cuidado, véase Sara Ruddick, Maternal Thinking, Ballantine Books, Nueva York, 1990. En un contexto económico más específico, Nancy Folbre, Who Pays for the Kids?, Routledge, Londres y Nueva York, 1994.

Capítulo 11: Virar hacia el intercambio

Cuando usamos palabras para comunicarnos, en lugar de regalos materiales viramos hacia otro plano que hemos creado—el lenguaje, que funciona con principios co-municativos similares. Pero cuando nos movemos del regalo material al intercambio económico, actualmente cambiamos de logica, pasamos a la lógica de la sustitución en lugar de la lógica del regalo. La lógica de la sustitución (que tiene una función lingüística) en un proceso auto-similar, toma el lugar de la lógica del regalo. Debido a estos dos niveles de sustitución, la sustitución del dinero por un producto y la de una lógica por la otra, nosotros abarcamos más terreno del que advertimos; entre el regalar y el intercambio hay un abismo más grande que la brecha que separa las cosas de las palabras. (Este abismo se llena, por un lado, con lo que ‘el merecer’ y, por el otro, con la correspondencia entre la palabra y la cosa—lo que a veces llamamos ‘verdad.’) Hay un movimiento de lo micro a lo macroscopico a través de las estructuras auto-similares de la sustitución y el intercambio. (Vea la Figura 15.)

La alineación de las estructuras auto-similares crea una especie de enchuecamiento mental, un hollo en el techo, una grieta con una fuerte corriente de aire que va para arriba hacia la ‘nueva’ mentalidad del intercambio. Luego esta nueva mentalidad o paradigma atrae la atribución de valor hacia ella. (Solamente es ‘nueva’ en oposición al regalar, que la precedió ontogenética y filogeneticamente.)

Debido a la similitud y a la auto-referencia en los diferentes niveles, le damos al menos la misma credibilidad a la sustitución de la lógica completa del regalar por la lógica de la sustitución que le damos a la simple sustitucion de una cosa por la otra. El nuevo nivel material de textura más gruesa es familiar. Sabemos inconscientemente como el micronivel de textura fina funciona, porque usamos ese proceso de sustitución todo el tiempo, cuando aprendemos el lenguaje y definimos las cosas. Nos viramos en un nivel nuevo cuando aprendemos el lenguaje, y el lenguaje ha mediado todo lo que somos. La similitud a la masculación del producto que recibe un nuevo ‘nombre’ en el precio y que es cedido por el ‘productor’ fuera del regalar hacia una nueva lógica de sustitución, de nuevo establece confirmaciones recíprocas. El intercambio nos atrae, y el paradigma del intercambio nos avasalla, tomando el lugar de cualquier otros modelos posibles para nuestros conceptos de interacciones humanas.

Si un valor superior no fuera constantemente atribuido al intercambio, éste no continuaría existiendo como tal. Tampoco el varón masculado continuaría existiendo como tal si no se le atribuyera un valor superior. El regalar, y la extensión y la valoración del paradigma del regalo, harían que el intercambio fuese innecesario. Por eso, en el presente, el regalo está manteniendo a su ‘competidor’ (la competencia es, desde luego, un aspecto del intercambio, no del paradigma del regalo). La lógica y la práctica del intercambio necesitan de esta atribución del valor, y todos satisfacen esta necesidad, incluso aquellos que practican el paradigma del regalar. Por habérsele dado un valor superior, el intercambio se convierte en la única manera de sobrevivir—ocupando el espacio, saturando nuestras vidas, y marginando o excluyendo sus alternativas.

Las instituciones sociales del intercambio por dinero nos permitenvirarnos entre paradigmas cada vez que compramos o vendemos. El cambio en sí se ha vuelto tan común que no lo notamos; impregna nuestras vidas. Tanto el paradigma ‘nuevo’ como el cambio se convierten en algo natural y normal para nosotros. El ‘viejo’ paradigma de bienes o servicios gratuitos es des-valorizado por contraste, a pesar de que continúa funcionando.

Las personas orientadas hacia el ego atribuyen valor al intercambio, no sólo porque lo necesitan para sobrevivir, sino también porque asociándose a él pueden merecer y recibir un valor extra, y de ese modo aparecer como si esas personas se hubieran hecho a sí mismas (como si fueran el origen de su propia superioridad). Ademas, el patrón de la masculación en el intercambio repite su propia toma del lugar. Las personas orientadas hacia el otro también le atribuyen valor al intercambio como consecuencia lógica, porque no sólo se otorgan valor a sí mismos sino a aquellos que necesitan del intercambio para sobrevivir. El intercambio ocupa el centro del escenario y atrae la atención, porque promueve la competencia para la cual la visibilidad es util. El vendedor debe atraer la elección del comprador a través de la visibilidad y del atractivo del producto que será intercambiado.

La sustitución del dar—descartandolo —hace que la transacción del intercambio sea contenciosa. Como la otra persona está haciendo lo mismo en una fase diferente del proceso (por ejemplo, dando dinero mientras que nosotros damos un producto), ella es nuestro reflejo atrasado o anticipado y, como nosotros, en situaciones de escasez siempre estará lista para recibir nuestro producto más barato o a vendernos su producto más caro—incluso recurriendo al engaño. En el intercambio, cuando ‘nos ponemos en el lugar del otro,’ reconocemos nuestros intereses antagónicos. Un mecanismo de nuestro altruismo se trunca a sí mismo cuando se da cuenta de que la otra persona tiene que engañarnos como nosotros tenemos que engañarla. Esto sería para los intereses mutuamente exclusivos de cada uno

El virar hacia el intercambio se convalida juntandose con la masculación, y de esa manera atrae una parte del valor que se atribuye a la masculación y viceversa. Como la masculación, el intercambio cancela e invalida el origen en el regalar, haciendo aparecer autonomo al que lo practica . Establece la pauta para el campo económico y aun para la ‘realidad’ misma. Lo similar al intercambio parece no sólo más valioso sino real y normal, mientras que todo lo demás es incierto y no confirmado (otra forma de descartar a las mujeres y al regalar). El intercambio se ocupa del valor evidente abiertamente, lo nombra, lo acumula y lo guarda como dinero y prevé sus posibles fluctuaciones. Éste parece ser el meollo del asunto. En otras palabras, a este nivel el proceso de intercambio atrae el regalo del valor. Nos movemos hacia adelante y hacia atrás desde apreciarlo hasta atribuirle valor al intercambio, contradictoriamente recibiendo de éste—del proceso—y dándole a éste. Soplamos el hálito vital del valor al proceso de intercambio, como Dios sopló la vida en Adán. El valor atribuido al intercambio por los que participan en éste, como por los que se situan afuera de éste, está influenciado por las fuerzas del mercado, y es finalmente acumulado en capital, recompensando a los que tienen y castigando a los que no tienen, lo que motiva al proceso en su totalidad.

La importancia del intercambio está “sobredeterminada”, como podríamos suponer , pero el paradigma del regalar tambien recibiría valor y confirmación desde muchas áreas diferentes, si los regalos y su valor no fueran drenados hacia el intercambio. Muchos procesos pueden ser interpretados como procesos de regalar y recibir—desde la sexualidad hasta el dar luz a hijos, el amamantar, el respirar, hasta la Madre Naturaleza que deja caer su pañuelo para que nosotros lo recojamos (en golpes de fortuna y las sincronías), y todas las formas de cuidado que hemos mencionado en todos los niveles. Éstas pueden ser y son simbolizadas de muchas maneras, comenzando por la Madre Tierra y la Hermana Agua, el cuerno de la abundancia y el Grial. Sin embargo, a menudo el regalo es escondido porque el intercambio (como la masculación) está en competencia con el regalar, y depende de este como un parásito por el valor que se le atribuye. El intercambio necesita estar en primer plano, para ocultar o borrar el regalar, y para parecer recibir valor porque se lo merece.

De hecho el intercambio necesita que el valor parezca surgir de sí mismo y no que sea atribuido por los otros. Esto es, necesita aparecer como que tiene la fuente de su valor en su lógica doble, como si tan sólo estuviese recibiendo el equivalente de lo que él, el intercambio, ya ‘dió.’ Parece que re-establece el regalo en su propio meta-nivel (parcial), para que todos pensemos que el intercambio es un regalo beneficioso para la comunidad. De heho las sociedades llamadas en ‘vías de desarrollo,’ suelen tener esta idea cuando comienzan a cultivar cosechas para vender y no para su consumo. El incremento inicial en prosperidad e ‘independencia’ parece casi mágico, pero pronto se contrarresta por los defectos de la dependencia en una economía de mercado. Esta dependencia privilegia solo a unos pocos, mientras hace parecer a los otros que sus propios defectos —tales como falta de inteligencia, estrategias ineficientes, preferencias equivocadas, la mala suerte, etc.—son las razones de su fracaso. El culpar a los individuos (en vez del sistema) por su fracaso permite que se le continue dando valor excesivo al intercambio y al mercado.

Puesto que el intercambio es considerado como la única fuente de los bienes para la supervivencia, en una economía basada en la escasez, parece merecer toda nuestra atención. Sin embargo, el sistema basado en el intercambio necesita crear la escasez como un prerrequisito—porque el regalar en abundancia subvierte el intercambio, haciéndolo innecesario. A medida que se expande la economía monetizada, ocupa el espacio que previamente estaba disponible para la producción y el consumo de regalos, haciendo difícil que los que no participan del intercambio sobrevivan. Los recursos naturales son usados o destruidos (intencional o no intencionalmente), de tal manera que no puedan ser usados como fuente de sustento para aquellos que tradicionalmente se alimentaban con ellos. La marginación de los indígenas norteamericanos y la destrucción de las grandes manadas de búfalos que eran el sustento gratis de muchas tribus en las planicies de Estados Unidos, son algunos entre muchos ejemplos trágicos.

Demostrando que el intercambio es un parásito de los regalos del paradigma que oculta y niega, comprenderemos finalmente que aquél no es la fuente primaria del bienestar económico, y que incluso según su propio criterio, no merece la atención ni el valor que le otorgamos. Si damos valor a un punto de vista-meta más amplio en beneficio de todos, podremos volver a virar del paradigma del intercambio al paradigma de regalar.

Actualmente el decir la verdad debería ser visto como comunicación orientada hacia el otro, satisfaciendo las necesidades comunicativas de los otros de saber acerca de una situación para poder satisfacer sus otras necesidades complejas. El mentir es orientado hacia el ego. Como en el intercambio, usa al otro para satisfacer las necesidades del ego. La publicidad falsa es una mentira que promueve un intercambio. La verdad ‘objetiva,’ la corresponencia entre palabras y cosas, puede ser visto como un reflejo del intercambio equivalente, afuera de la fibra de dar y recibir.

El nuevo nombrar ocurre también en el movimiento fundamentalista cristiano con el bautismo y con el re-nacer, lo cual es similar al adquirir un nuevo valor (de intercambio) al auto-relacionarse con el equivalente general. Es también similar a la masculación y casi crea una tercera identidad de género, con sus propios mandatos de conducta.

Capítulo 12: Dándole valor al intercambio

Dándole al mercado

El intercambio en sí mismo no otorga valor, aunque parece hacerlo a través del proceso de la definición monetaria—al incluir algo en la categoría de las cosas que pueden ser cambiadas por dinero. Cualquier cosa que sea incluida en esa categoría actualmente recibe el valor que se le otorga a esta cosa y tambien a la categoría como totalidad desde afuera. No sólo se le atribuye valor a las cosas en esa categoría porque hay personas que las quieren comprar, quienes luego ceden su dinero para poder recibirlas, pero sino porque todos le dan valor al proceso como una totalidad (como lo hacen al proceso de masculación)

Y a aquella parte de esta totalidad que es la categoria de los productos en el mercado como también a todas las complejidades del capitalismo construídas sobre esta.

En el regalar, el valor pasa transitivamente del que da al que recibe; en el intercambio el valor del regalo no pasa al otro, porque la satisfacción de la necesidad regresa a cada uno de los que intercambian. La implicación del intercambio no es que lo importante es el que recibe los productos o sus necesidades, sino el que inicia el intercambio y sus necesidades. El dinero que se le da al que vende permite que el producto que tiene ese valor de intercambio regrese al comprador—que antes era vendedor y por lo tanto merece la devolución. Si el comprador no recibe ‘lo que vale su dinero,’ más valor pasa al vendedor—lo que sería parte de la motivación del engaño.

Al comprar para poder vender se intenta incrementar el valor que se le da a un producto por los otros, y en consecuencia la cantidad de dinero que se entegará para adquirirlo. Es de esperar, por ejemplo, que a un producto que es transportado a otro lugar se le atribuya un valor mayor por otros. Su rareza puede incluso convertirlo en prototipo o muestra, y como tal ser muy deseable. El comercio se vuelve posible porque los productos pueden ser colocados de modo que se les da características de disponibilidad, durabilidad, conveniencia, etc.—y de esta manera los otros les conferirán mayor valor desde afuera. Ante la amenaza de no poder satisfacer sus necesidades la gente les otorga más valor a los productos. La escasez sirve para incrementar la atribución de valor y a menudo es creada para lograr ese propósito. El ‘incremento de la demanda’ es un eufemismo para nombrar la creación de la escasez.

La rareza de un producto pareciera incrementar el valor de su propietario—y el comprador paga por eso, repitiendo el patrón. Muchos productos poseen un valor como ‘marca’ en tanto status (masculado), que incrementa el valor que el comprador se da a si a través del intercambio. Todas estas atribuciones de valor influyen en las prioridades y decisiones ‘marginales’ de los compradores. Sus atribuciones de valor parecen manifestarse en sus selecciones, las que luego son interpretadas por los economistas en termino de sus propio interes. Desde luego estas seleccioness se dan dentro de los parámetros del intercambio tomando al mercado como algo ‘dado.’

Los productos están disponibles para recibir el valor desde afuera al estar en la categoría de las cosas intercambiables. A los productos que están en el mercado se les da más valor que a aquellos que abundan y son muy necesarios, como el agua y el aire, o cosas que no se pueden vender, porque están quebradas, son defectuosas o son demasiado abundantes. Estar en el mercado pone de manifiesto el valor que los productos ya tienen, un valor que les ha sido dado por otros en el pasado que a menudo se calcula y expresa como costos de producción. El mercado coloca cosas—y personas—en una posición descontextualizada y donde es “revelado “su valor por la sustitución, y donde se les da valor por contraste con lo que no tiene ningún valor de intercambio. Llevar algo al mercado es similar a poner atención a algo acerca del cual nos comunicaremos—respecto al cual alteraremos nuestras relaciones humanas—apreciando su valor y atribuyéndole valor. La semiotización se repite en cámara lenta en el plano material.

En el mercado alteramos nuestras relaciones mutuamente exclusivas de propiedad, con respecto a un producto particular, al transferir el producto a su nuevo dueño mientras que mantenemos su valor en forma de dinero. En el lenguaje alteramos nuetras relaciones mutuamente inclusivas con respecto a las cosas a las que ponemos atencion creándo una experiencia compartida y un terreno común sobre la base de regalos sustitutivos compartidos. Al alterar nuestras relaciones humanas mutuas de una manera consistente y coordinada con respecto a algo, revela y utiliza su relación general con el grupo. Y viceversa, usamos su relación general con el grupo para incluirno a nosotros mismos, alterando nuestras relaciones con esto en el momento, al hacerlas específicas.

En el mercado trasladamos físicamente las cosas a un lugar, por ejemplo, una tienda, donde serán categorizadas como valiosas para el intercambio y renunciadas es decir para el proceso humano relacional de comunicación material (distorsionada). En el discurso, a menudo, alteramos nuestras relaciones con las cosas usando las palabras a las cuales especificamente ceden y dan valor mostrando que esas cosas ya son valiosas al proceso humano relacional de comunicación lingüística, y por lo tanto a los comunicadores. En el intercambio, el producto entra en una categoría ‘valuable’ cuando se relaciona con el dinero. En el lenguaje, primero una cosa se hace valiosa en la cultura, lo que da paso a la semiotización. Esa cosa está socialmente relacionada a otras cosas del mismo tipo (y a una palabra como su nombre) y es capaz de estar relacionada explícitamente con las palabras de los comunicadores presentes. Su categorización es parte de su relación con los muchos, igual que la categorización de un producto en el mercado como un valor de intercambio. El valor es apreciado y atribuido a los productos o a las cosas relativas a los nombres por el que intercambia o por el interlocutor presente. El primer caso provee la categoría de valor de intercambio, el segundo provee el valor cultural o semántico de cada categoría diferente.

La atribución de valor a una categoría o al mercado es similar a la atribución de valor a las jerarquías con sus diferentes niveles (por ejemplo, desde afuera atribuimos valor al cuerpo militar como un todo). Las jerarquías transfieren valores y productos hacia arriba. Son hilos verticales de definiciones masculantes. Los muchos dan hacia arriba a ambos: a las categorías privilegiadas y a sus muestras privilegiadas, los ‘unos.’ Las estructuras de intercambio y de jerarquía a menudo se combinan (por ejemplo, en el cuerpo militar o en la iglesia) y los que están dentro de la categoría valorada son mantenidos por los que están fuera de ella (por ejemplo a través de impuestos o de diezmos). Una estructura jerárquica canaliza las órdenes hacia abajo y canaliza la obediencia y servicios de los muchos hacia arriba, hacia los niveles siempre mas altos de los “unos”.

El valor de los productos particulares se revela por su posición dentro de la totalidad de los bienes en el mercado, y se le da valor a la totalidad, desde afuera, por el trabajo gratis y otras prácticas de regalo. El valor es atribuido libremente al mercado porque en la escasez el mercado parece ser la fuente de todos los bienes; la sobrevivencia depende de éste. Otras posibilidades de sobrevivencia son pocas. Escarbar la basura y pedir limosna son alternativas que son vistas como maneras de sobrevivir sin ningún valor social, y las llamadas ‘comunidades autosuficientes’ son desarrollos elativamente nuevos y aislados. Asi, el valor en el mercado se convierte en la muestra del concepto de todo valor.

El valor es dado al mercado desde afuera por todos,pero a menudo es apreciado como viniendo del intercambio y del mercado en sí o de los productos en sí. El fetichismo de las mercancías viene de la negación y de la anulación del valor atribuido por el regalo. Cualquier valor que no es ‘merecido’ en el ambito del mercado es considerado un engaño, porque el regalar no es considerado como contribuyendo a la totalidad. Si obtenemos algo gratis o pagamos menos que su precio de mercado, parece como que no ha habido una contribución original al mercado desde nuestra producción que corresponda a nuestro consumo. Nos parecería injusto recibir ‘algo por nada.’ Pero esta cuestión está fuera de lugar completamente, porque a menudo hemos contribuido a los otros y aun al mercado en sí, a través de los cuidados que hemos brindado y a traves del plustrabajo que crea ganancias, como también a través de darle crédito al mercado como sistema, y a todos los productos, los politicos e ideas despreciables y destructivas que lo convalidan. De hecho todos dan enormes contribuciones al mercado pero no son reconocidas.

Si yo compro un juguete inútil, comida chatarra, o una crema para la cara, que están en el mercado y han sido publicitados, le estoy dando un valor extra, no sólo a los productores y a los vendedores del producto sino también al proceso del mercado, pues sin éste yo no lo habría comprado. La publicidad provoca sin fin el regalo gratis de nuestra atención. Nuestras mentes, corazones y casas están llenas de productos provenientes del mercado o destinados a este, como también lo es una gran parte de nuestro tiempo. El recipiente central de nuestra atención durante casi toda nuestra vida es el mercado y las diferentes variaciones de nuestra participación en él.

Dando valor

El valor es un lado de la oposición binaria con lo que no es valorizado. Es el portal que nos lleva hacia otros seres humanos, porque nos relacionamos unos con los otros más fuertemente con respecto a lo que es valorizado, que con lo que no es valorizado. Es probable que comencemos a crear un concepto acerca de las cosas que son valorizadas. Existe también un valor negativo al que le podemos prestar atención y tendríamos que dar muchos regalos para contrarrestar sus efectos. Satisfacer las necesidades de otro da valor transitivamente a este.

Debido a que en el intercambio la satisfacción de las necesidades del otro es solo un medio para procurar la satisfacción de las necesidades propias, este cancela el regalo y crea un equilibrio de modo que ni el regalo ni el valor pasan transitivamente a la otra persona. La estímulacion de más necesidades, para incrementar la producción, es aún menos compasiva que el equilibrio, porque crea más necesidades que no se pueden satisfacer.

La oferta y la demanda en equilibrio son similares a la pregunta y la respuesta. La demanda efectiva es la expresión de una necesidad (la pregunta explícita o el deseo) a través del dinero. La producción es la respuesta ‘correcta.’ Pero su interacción es una imitación y transposición, una parodia del dar y recibir que sí hacen honor directamente a las necesidades. Se crea un circuito simétrico cerrado, en el que cada persona egocéntrica y autovalorizada quien da solamente para recibir es igual a todos quellos que hacen lo mismo, y piensa que la cualidad común y valuable del ser humano está en esa igualdad. El equilibrio del mercado es una proyección del circuito simétrico del intercambio. El regalar y las necesidades que satiface, y también las necesidades que permanecen ‘inefectivas’ e insatisfechas, están fuera de este circuito al mismo tiempo que el regalar lo alimenta y fluye hacia este circuito.

Jerarquías y comunidades provisionales

La modalidad mutuamente independiente e indiferente del intercambio impone una estructura característica a través de la cual nos comunicamos materialmente de una manera distorsionada para convertirnos en una comunidad. Es la estructura jerárquica del concepto traspuesta de dominio (control forzado) y sustitución, que es encarnada como las necesidades de las personas en la posiciones privilegiadas del uno, que son satisfechas por otros—los muchos—que son mantenidos en posiciones de regalar (así la atribución de valor va hacia arriba). (Vea la Figura 16.) Estos muchos merecedores son aquellos a los que se les paga para crear capital a través del plus-trabajo, o para servir a sus muestras privilegiadas de muchas maneras, proveyendoles con los premios que son al menos en parte el motivo para la acumulación de su capital.

En el intercambio, no damos valor a la necesidad o a la persona que la tiene, pero al producto que podría satisfacer la necesidad, como miembro y porcentaje de la categoría de cosas en el intercambio. El calculo del precio del producto en términos de dinero y el calculo instrumental de la necesidad de ese producto por parte de aquellos que tienen el dinero para comprarlo, capturan nuestra atención y nuestra producción, dejándonos poca energía para satisfacer las necesidades de otros merecedores, y ni hablar de quienes no son lmerecedores. Los vínculos de la comunidad se marchitan y se pierden. Comparadas con lo que podrían ser, nuestras comunidades en su totalidad son desgraciadamente ‘carentes.’

Este vacío humano es llenado de diferentes maneras: con más del mismo comportamiento jerarquizado en la ‘ley y el orden,’ pero tambien a traves de gran cantidad de regalar no reconocidos. Existen actividades voluntarias realizadas con el único fin de crear vínculos, así muchos vínculos comunitarios son creados y reviven entre personas que de otro modo serían indiferentes o extraños. Muchos autores han llevado a cabo diferentes trabajos acerca de los regalos de Navidad y de cumpleaños, una actividad realizada en gran parte por mujeres. El trabajo voluntario, las organizaciones sin fines de lucro, las organizaciones de beneficencia, atentan curar las heridas y saldar las brechas que la economía de circuito cerrado orientada por el ego crea continuamente. Las organizaciones religiosas fomentan o requieren de dar gratis mucho dinero y tiempo, y de esa manera le dan valor a su propia necesidad de propagarse. Se crea un sentido de comunidad entre sus miembros, porque todos están dando en vez de intercambiar y le están dando a la misma necesidad predominante dentro de la organización. La lealtad y la obediencia son explícitamente dadas a las prioridades, interpretaciones y reglas de esas organizaciones. Así, cada ego basado en el intercambio y la masculación encuentra que puede compartir creencias comunes con otros más allá de su propio egotismo.

El uso del alcohol y otras drogas, para estimular feromonas y liberar inhibiciones.

Hace la formación de vínculos mas inmediata . La ingestión de alcohol socialmente quizás reemplaza el darse leche los unos a los otros, i.e. ¡ser madre entre sí! o por lo menos ser nutridos conjuntamente—a pesar de la mística machista del alcohol. De hecho, el emborracharse a menudo estimula los comportamientos masculados de dominio, como el ser muy ruidosos o la hiperactividad y la violencia física. Los alcohólicos requieren cuidados especiales de parte de los otros, esto hace aparecer que asumen una posición jerárquica superior con respecto a los que los ‘sirven.’ Los grupos como Alcohólicos Anónimos crean una comunidad basada en el servir las necesidades de apoyo de cada uno de ellos para resolver el problema común. Esta comunidad que se crea reemplaza los vínculos que se formaban cuando tomaban alcohol juntos que ha reemplazado los vínculos dificultados por la economía del intercambio. Las actitudes de desprendimiento y confianza en un poder superior constituyen una alternativa de curación a la actitud masculada de dominio sobre los otros.

Las actividades deportivas nos proporcionan la experiencia compartida (y a menudo indirecta) de intentar lograr metas comunes a través de competencias masculadas de duración relativamente corta. Tal vez es el compartir la experiencia y sus prioridades como valiosas lo que nos permite comunicarnos con éxito, creando vinculos con respecto a su exclusion o inclusion en la categoría de ganadores. Estas instituciones sociales, estos hábitos y muchos otros, responden a una necesidad de comunidad creada por la vía economía basada en el intercambio y en la manipulación egotística de las necesidades de los otros, que crea el aislamiento de cada ego individual. Las respuestas de las organizaciones de voluntariado, autoayuda y organizaciones comunitarias son, a su modo, regalos a nivel grupal. Tienen exito creando comunidad a través de los regalos. Muchas mujeres se alinean con en estas organizaciones porque les dan un espacio social y un campo de acción más amplio a los cuidados de los otros que ya están dando en sus casas. (A las mujeresque aún son socializadas hacia el regalar, se les crea una contradicción y tensión interna entre la orientación hacia sí misma y hacia los otros, y los paradigmas de intercambio y de regalo.)

Las organizaciones e instituciones comunitarias en sí mismas, permanecen híbridas entre el dar y el intercambiar y a menudo sirven para mantener el status quo del paradigma del intercambio, al satisfacer las necesidades de comunidad creadas por este. Un efecto positivo de estas organizaciones es que posibilitan un espacio fuera de la familia para que se practique el paradigma del regalo. Sin embargo, el regalar que ocurre está muchas veces al servicio de la ideología patriarcal o es asimilado dentro de un contexto de intercambio. La crítica reciente que equipara la orientación hacia el otro con la co-dependencia, toma al individuo aislado como la norma, y al que se preocupa por el otro como una aberración desacreditando el regalar mismo, que es la causa de la curación. Desde luego, debemos saber cuándo no dar cuidado cuándo nosotras o las otras personas, necesitamos ser independientes. Esto es, en sí mismo, un regalo necesario. La economía del intercambio requiere de individuos aislados, comportamiento de “uno” privilegiado y de “muchos” merecedores sirviendo a aquéllos. Es esta vía economica la responsable y no la orientación hacia el otro.

Me parece que el movimiento radical para el cambio social que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo entero, combina un numero de ventajas de estos esfuerzos, mientras que se aborda a la sociedad misma desde un punto de vista más amplio, tratando de cambiar el sistema—sea éste entendido como patriarcado capitalista, racismo organizado, o como tiranía fascista. Muchas actividades comunes y voluntarias son hechas por los movimientos feministas, étnicos, pacifistas y medio-ambientales. Se va creando una comunidad continua. A pesar de que parece haber conciencia entre los activistas de Estados Unidos de que ‘todos los asuntos están relacionados,’ el paradigma del intercambio no ha sido considerado negativo, y todavía ocurren muchos comportamientos masculados de tipo ‘uno privilegiado.’

Los principios de intercambio de equilibrio y de igualdad todavía son adoptados por el movimiento de cambio social, aunque algunos intentos se están haciendo para celebrar la diversidad y honrar a la Madre. El usar los principios del intercambio como ultima corte de apelaciones infecta nuevamente al movimiento con algunos de los valores del mismo sistema que intentamos cambiar. Esto debilita y hace que sean mas superficiales las alternativas propuestas tales como el uso del trueque sin dinero en lugar del sistema presente de intercambio por dinero. Tales intentos no pueden resolver los problemas. Podrían, quizás proveer algunos momentos de transición hacia una economía del regalo, pero solamente si claramente no se los toma en sí como una solución final. Por otro lado, estos principios de igualdad y equilibrio pueden causar que repitamos el paradigma del intercambio al exigir represalia, pago, y castigo por las graves fechorías que se han cometido. Estos valores reconfirman los principios del sistema que causó las errores. Por esto y a pesar de que tengan buenas intenciones, solo reforman el sistema localmente y a corto plazo, sin producir un cambio radical.

Dando los dadores

El valor puede propagar autosemejanzas, en un meta nivel, como el regalo de dar el dar. Mencionamos anteriormente que el antropólogo francés, Levi-Strauss argumentaba que un ‘intercambio de mujeres’ entre los hombres de grupos de parentesco diferente, creaba vínculos entre ellos y funcionaba como un intercambio de mercancías, pero lo que Levi-Strauss no comprendió es que el ‘dar’ las mujeres es actualmente un meta regalo-de los dadores La necesidad para los dadores existe en toda sociedad, y el regalo del dador es aquel regalo que, como el cuerno de la abundancia, puede potencialmente satisfacer todas las necesidades. Las mujeres son las portadoras de la co-municación material, y como tales, son las que crean los vínculos donde quiera que estén—ya sea que estén sujetas o no como mercancías en el ‘intercambio,’ o sean dadas como regalos, o decidan ellas acerca de su propio destino. A menudo las mujeres no reconocen su contribución ni se atribuyen el meta regalo de valor ni tampoco reconocen, ni ellas ni los hombres masculados, conscientemente a la madre como origen del regalar, o el paradigma del regalo como un Camino viable.

Desde un punto de vista feminista (‘ginofilo’), podemos ver al valor como un dar el dar, que en el valor de intercambio es forzado a volver sobre sus pasos y cancelarse a sí mismo. Mientras que originalmente había un una oposición binaria entre lo valioso y lo no valioso, basada en el dar orientado hacia el otro, el intercambio es una clase diferente del dar que no es para los otros como su destinación final . El valor del intercambio crea una nueva categoría contraria al dar (el dar de no dar), que lleva consigo un valor opuesto al dar que es diferente al sin valor. El valor en el intercambio constituye un tercer opuesto, ya no hay una polaridad binaria sino tri-polar, una oposición de tres puntas, que consiste en: valor, sin valor y valor de intercambio.

El cuadro de tres puntas es alterado pronto por la adición de una cuarta punta: el valor de uso. Entonces, el regalo de valor es dado al intercambio y al valor de uso, cancelando así el regalar (Vea la Figura 17.) Erróneamente atribuimos el regalar al intercambio, al mercado, y consideramos sin valor lo que no tiene un valor de intercambio, o no ha pasado por el proceso de intercambio. El valor de intercambio se convierte en la muestra del concepto de valor. El intercambio asume el lugar del regalar. Colectiva e individualmente le damos demasiada importancia, mientras le negamos cualquier importancia al regalar. No estamos conscientes del regalar que estamos haciendo. No le damos ningún valor.

Al darle valor al intercambio le damos valor al ideal ‘muestra’ del hombre masculado capitalista exitoso, como figura opuesta a la madre. El regalo del valor y de la que da (la madre) están aprisionados en el valor del intercambio, al darle valor a su opuesto y al no dar. (Y muchas madres e hijas son literalmente prisioneras de sus maridos, padres, hermanos, hijos, etc.) El dar de dar no es usualmente evidente como tal, también porque la visibilidad está conectada con el lenguaje y con la característica de la sustitución, que es parte del proceso de intercambio. Si el intercambio decreciera (o si comenzamos a pensar por fuera de la oposición binaria), podríamos apreciar el valor de dar el dar, y la necesidad de hacer esto que depende de una situación social muy amplia y compleja y no sólo del merecimiento que parece nacer de la autosemejanza y de la participación en el proceso de intercambio.

Para-donar

Permitir que el dinero (como una palabra) ocupe el lugar de un producto (o de una cosa) dice acerca del producto: ‘Aquí hay un regalo, que satisface una neesidad’ Puesto que el dinero-palabra es actualmente transferido como una propiedad de una persona a otra, entra en la lógica de la anti-comunicación del no-regalo: ‘Para mí, por lo tanto no para tí—para tí (o para otros), por lo tanto no para mí.’ Sin embargo, nuestra cultura identifica este proceso del anti-regalo como un regalo, un proceso socialmente útil, y lo denomina con la palabra ‘intercambio,’ por medio de la cual satisfacemos nuestras necesidades comunicativas lingüísticas a su respecto. De hecho participamos mucho en el proceso de intercambio; es valioso. Satisface nuestras necesidades de una fuente de bienes, en una situación donde los bienes son hechos artificialmente inaccesibles debido a la retención de la propiedad y de la abolición del regalar. Al hacer el acceso a los bienes condicional a la produccion de otros bienes de igual valor y a su medición e intercambio interrumpimos el proceso de regalar material que confiere valor y cancelamos los vínculos y la consecuente comunidad que pudo haberse creado. Nos relacionamos con el intercambio como si fuera la fuente, como si fuera la madre—a pesar de que es una analogía de la masculación y por eso es concomitante al proceso que alienó al niño (y al padre en su momento) de la madre. Tal vez es por esto que la gente se siente tan apasionadamente apegada al intercambio, al mercado, al capitalismo, y a la masculación misma. Estos procesos parecen cuidarlos, por eso se vinculan a ellos.

El ‘regalo’ del intercambio contradice el regalar. Las necesidades que lo rodean son las necesidades de la no-comunidad, de la gente que vive dentro de esas relaciones ‘adversarias’ del comprador y el vendedor. A pesar de que continuamos comunicándonos por medio del lenguaje y de otros signos, nuestra co-municación material ha sido alterada drástica y contradictoriamente y las actitudes entre nosotros se han convertido justamente en miedo y resentimiento.

El per-donar se convierte en un asunto moral, mientras que actualmente es sólo la manifestación psicológica del paradigma del regalo. Cuando perdonamos rechazamos el rencor, la venganza, la ‘medida’ de la maldad, y otros reflejos psicológicos del intercambio. (Rehusamos deshacernos del regalo a favor del no-regalo. No cambiamos hacia el intercambio.) Tratamos de entender la motivación de los otros en términos de sus necesidades no satisfechas. Tratamos de comprender las razones personales y sociales de esas necesidades, satisfaciéndolas y cambiando en lo posible el contexto, resolviendo los problemas. Retornar al paradigma del regalo es una manera para-donar a todos.

Es casi como si la palabra ‘perdonar’ señalara el camino hacia el cambio de paradigma. De hecho, perdonar no es algo que hacemos a la otra persona; es un cambio en nuestros valores, un cambio en nuestras actitudes hacia el dar alejandonos de culpar a los otros o a nosotros mismos, de la manipulación y del castigo, que son formas de permanecer en y promover el paradigma del intercambio a nivel psicológico. Modelándolo, damos a la lógica de dar un efecto multiplicador, puesto que otros pueden verla finalmente al descubierto—y seguir nuestro ejemplo. Si podemos cambiar de paradigma, y cambiar concientemente las lógicas de nuestro comportamiento, colectivamente desmitificando y disminuyendo el intercambio y la represalia, podríamos lograr un efecto permanente. Podríamos pensar en el cambio de paradigma como una solución práctica para todos en vez de solo como una opción moral. El marco de la moralidad limita el ámbito del dar y de perdonar al individuo, mientras que la necesidad de todos los niños de la tierra es la de un giro colectivo hacia la Madre.

Apoyando a la no-comunidad alienada

Continuamos teniendo que dar, sin intercambio a los niños pequeños, y así conformar una comunidad con ellos, socializándolos como seres comunitarios. Este dar se da por fuera del intercambio. Sin embargo, como adultos, la comunicación material con los otros más importante y extendida, es el intercambio. Hemos creado una no-comunidad alienada a la que nuestros niños luego tienen que adaptarse y sobrevivir.

La no-comunidad de los que intercambian requiere de muchos regalos gratuitos. Necesita de trabajo regalado (plustrabajo) para poder suplir la recompensa de la ganancia, la que motiva a los empresarios a crear y mantener las empresas. Necesita del trabajo gratis de las mujeres, que se ocupa de los valores de uso, da a los trabajadores y reproduce la fuerza laboral, incrementando así los márgenes de ganancia. Necesita del regalo de nuestra fé nuestra creencia de que es viable, y más aun, ‘justo.’ Pero también necesita del regalar entre los humanos, que continúa ocurriendo, más allá del intercambio—y a pesar de este, no sólo como comunicación a través del lenguaje, sino a través de todos los actos de amabilidad, de amor, generosidad, hospitalidad, y camaradería que ‘hacen que la vida valga la pena vivirse.’

La experiencia estética es en gran medida, la recepción creativa de un regalo, a pesar de que la posesión del objeto de arte no es gratuita. El pensamiento no profesional que contribuye a cualquier forma de negocio o trabajo o actividad es gratuito. Algunas veces se llevan productos al mercado gratuitamente, y los compradores van al mercado por su propia cuenta. Las necesidades de los consumidores son influidas en gran medida por el cuidado entre si, especialmente a través de las elecciones de las mujeres (y los hombres) que tienen que comprar los medios de nutrición. El desarrollo de las necesidades y del deseo en sí, se hace gratuitamente a través del cuidado—aunque ahora está profundamente alterado por la publicidad.

El regalo de valor es dado no sólo al intercambio, sino también a un ego que tiene necesidades sistémicas, contenciosas (e instrumentales y condicionales) de saber o evaluar cuánto ha dado una persona, tasando su producción cuantitativamente respecto a los demás. Ostensiblemente, esta estimación se hace para poder devolverle a él o a ella la misma cantidad, pero actualmente se hace para otorgarle poder al que juzga quien ‘merece’ tener acceso al intercambio mismo, quien ‘merece’ que se le dé, y quien eventualmente ‘merece’ ser el privilegiado, la muestra. (El privilegio y la generalidad de la muestra, provienen de la polarización del proceso conceptual en el que están inmersos, y no se debe a que la muestra halla dado o no más que los otros.) En nuestros juicios acerca del ‘merecimiento,’ se le da un valor excesivo a la equivalencia o a la correspondencia entre la cosa y la palabra, entre el producto y el dinero, entre el trabajo y el salario—y se le da muy poco valor a las necesidades como tales.

Incluso las ecuaciones no tienen valor en sí; se les dan valores pero también se les da su valor desde fuera. Hemos visto que las ecuaciones ocupan el lugar de la consideracion de las cosas en su relación con las necesidades, y las sobrevaloramos en ese papel. El intercambio no existiría si no estuviera incrustado en el regalar en muchos niveles y de muchos tipos y. El ‘regalo’ del no-regalar y la comunidad alienada de los que no-dan son posibles porque están inmersos en (y nutridos por) una comunidad de dadores.

Entre los regalos que damos a no-dar, que consume esos regalos en sus procesos, están nuestra atención al intercambio y nuestra ceguera hacia los procesos de regalar. No formamos nuestras comunidades con respecto al regalar, nuestras necesidades linguisticas comunicativas no surgen con respecto a este, porque de hecho formamos nuestras comunidades mayormente de acuerdo al intercambio. Por eso, no nos comunicamos mucho con respecto al regalar. (Esta razón ‘funcional’ misma apoya las motivaciones más misóginas de nuestra negación del regalar, pero puede permitirnos per-donarnos por ella. La culpa, la represalia contra nosotros mismas, hacernos pagar, sólo confirman más fuertemente la lógica del intercambio.) El intercambio ha tomado el lugar de la comunicación material del regalar, de la misma manera que la comunicación con el lenguaje ha tomado el lugar de la co-municación material, y que los hombres han tomado el lugar de las mujeres. De hecho, los que intercambian se relacionan entre sí de una manera muy individualista, que calza perfectamente con la idea de masculación, el cazador contencioso y solitario.

De los regalos dados por la comunidad, que todavía está actuando de acuerdo al regalar en un nivel abstracto, el más importante es el meta regalo del valor, por el que otros regalos y servicios son dirigidos. Apreciamos el valor y se lo atribuimos al arte, a la música, a la literatura—todos los cuales a su vez atribuyen valor de manera compleja, bella y sorprendente. Valoramos los regalos del pintor o del cuenta cuentos, como los del organizador político, y aun el regalo de la labia del vendedor. Ellos dirigen nuestra atención hacia cosas nuevas, alterando nuestras habituales atribuciones de valor. Amamos los regalos de la naturaleza, de la cultura, de la historia y de la ciencia, que al satisfacer nuestras necesidades nos atribuyen valor a nosotros también. Sin embargo, al darle valor al intercambio y a las cosas en la modalidad de intercambio, continuamos manteniéndolo, dirigiendo hacia este la mayoría de nuestros bienes y servicios.

Otra manera en la cual el valor es atribuido al intercambio, al giro autosimilar hacia la logica de la sustitucióny a todas las manifestaciones de la masculación es a través de de la confirmación por la reflección, por su similaridad reciproca. Si no comprendemos conscientemente sus causas y sus efectos negativos, la repetición del patrón parece darles valor a sus diferentes expresiones. El patrón en sí adquiere una cierta cuota de independencia, y lo podemos imaginar flotando por el universo validando otras masculaciones donde se formen.

De hecho, al exteriorizarlo al darle manifestaciones repetidas al patrón de la masculación, la humanidad puede convertirlo en ‘un tipo de cosa’—una cosa que podría relacionarse con una palabra, a la que podemos comenzar a darle valor, y hacia la que podemos dirigir nuestra atención que forma conceptos. Buscamos una muestra y tratamos de encontrar las cualidades comunes de las cosas relacionadas a esta como similares. Apreciamos la importancia del patrón y le atribuimos importancia a este. Hablamos de este y le damos un nombre.

Por ejemplo, lo llamamos ‘patriarcado.’ Al nombrarlo, lo relacionamos con una palabra; lo comenzamos a transformar al hacerlo ‘ceder’ a la palabra que es nuestro regalo verbal entre nosotros. Las mujeres formamos una co-munidad al hablar del patriarcado, como yo lo estoy haciendo en este libro, y como los movimientos progresistas y feministas lo están haciendo en todos lados, al señalar los patrones de la opresión y captar las conexiones entre ellos. Debemos también darnos—tiempo, atención, bienes de cuidado, formando co-munidades materiales más allá del intercambio. Estamos trabajando ahora para transformar la ‘realidad,’ para poder darle el regalo de una buena Tierra al futuro.

Esta situación es similar a la en que los conocedores que gratuitamente le dan valor al concepto, un valor que en cambio es usualmente percibido como surgiendo del concepto mismo o de las cosas involucradas. David Cheal, op. cit.

Capítulo 13: Mercado y género

Una realidad alterada

Intento, para poder reconocerlos, delinear los patrones autosimilares del patriarcado en diferentes aspectos de vida. Las mujeres, como otros que “no tienen,” podemos sentir que si sólo ‘tuviéramos’ podríamos realizar nuestro potencial transformandonos en ‘iguales’ a los que tienen—y finalmente ser completamente humano. De esa manera, aspiramos a las recompensas del patriarcado y sin proponérnoslo ayudamos a motivar el sistema. Si podemos reconocer los patrones podemos usar el sistema para sobrevivir mientras lo cambiamos, sin darle valor, sin entregarle nuestro corazones. (Vea la Figura 18.) El mercado, es como un lenguaje, que está evolucionando desde un estado pasado hacia un estado futuro según el valor cuantitativo (en vez de cualitativo) y que tiene sólo una palabra, el dinero. Las restricciones sobre este lenguaje derivan del tipo de relaciones humanas que este tiene que mediar, las relaciones mutualmente exclusivas de la propiedad privada. El dinero ‘nombra’ los productos una y otra vez como valores, pero debido a la modalidad del intercambio que mantiene la orientación de todos hacia el ego, las relaciones mutuamente inclusivas no puedan desarrollarse mas. Los seres humanos que intercambian no pueden evolucionar plenamente como co-munidad.

El mercado parece normal, como algo que nos es ‘dado,’ porque así son las cosas. Pero de hecho, es una realidad alterada. ¿Por qué entonces, los seres humanos tendrían que permitir que el proceso de nombrar se interponga entre los que tienen bienes y los que tienen necesidades? El mercado consiste en nombrar y definir con la palabra-dinero, una y otra vez. ‘Este abrigo = $20.00. Este otro abrigo = $100.00. Esta bolsa de papas = $4.00.’ La ecuación entre los productos y el dinero, que es un momento del proceso de nombrar, se convierte en un momento importante para toda la sociedad. Parece ser una puerta de entrada para todo valor. De hecho, es usada para traer algunos artículos en la categoría de ‘valioso,’ mientras, otros parecen no tener valor porque no pueden ser vendidos o porque son gratuitos (los regalos de la naturaleza: agua, aire, luz del sol, etc.).

La masculación ha hecho que todos esperen ser ‘ascendidos’ o que teman ser bajados al ser ubicados en una categoría en vez de otra. El momento en que se nombra con el término de género: ‘Juan es un varón,’ o con el de dinero: ‘una libra de café = $2.00,’ pone a la persona o al producto en la categoría de lo que tienen valor en relación con esa palabra o con esa cantidad de dinero. Los productos que no se venden, las niñas (las que regalan) o que son gratis (los regalos de la naturaleza) no pertenecen a la categoría superior. Por lo tanto, el término de género para las niñas atribuye inmediatamente a la persona el valor contradictorio de no ser parte de la categoría superior y valiosa. Ser ubicados en una categoría superior por ‘…es un varón’ parece despojar a los miembros de esa categoría de la capacidad de dar en el presente, mientras tanto se les otra modalidad con algo diferente como meta —palabras, posiciones, dinero (una distracción y un tipo de adicción). El nombrar el género y el intercambio de productos por dinero nos enfoca en el presente, pero solamente a través de la mala identificación de los regalos y el sobreenfasis en la ecuación y la sustitución.

Les damos valor a las definiciones en vez que a las personas o a la modalidad de dar cuidado que se mantiene oculta, en las sombras. Los regalos dan valor al que recibe, el intercambio no—por ejemplo a través del proceso de ‘merecer’ el que intercambia obtiene valor porque parece causar el pago en sí por medio de su propio valor, su producción previa, etc. Como en la masculación (donde los niñõs varones aprenden a ‘merecer’ el nombre ‘masculino’), el modelo de regalo cede y la definición ocupa su lugar. El regalo social, el nombre, asume el lugar de los regalos individuales y porque es general aparece como algo diferente, como si tuviera un poder arcano. La posición uno-muchos, cuando es usada como una muestra privilegiada, investida falicamente con poder en el mundo real apoya este poder fetichizado del nombre. Cuando logramos una calificación profesional, podemos llamarnos ‘periodistas’ o ‘doctores.’ Entramos en una categoría privilegiada. Comportándonos de manera apropiada y aprendiendo a poner en práctica los conocimientos de los cuales tenemos maestría, somos capaces de calzar en la definición. Como el niño varón, nos ganamos el derecho de llevar este nombre. Y nos ganamos la ‘vida’ en la economía del intercambio.

Un parásito que se auto replica en el árbol de la vida

En un meta nivel verdadero podriamos reconocer el intercambio como algo parcial, igual que reconoceremos el género masculino (y su definición) como algo parcial. Pero regalar no se considera a sí mismo ni a los que regalan como sus ‘otros’ receptores creativos. El meta nivel es confundido por las diferentes clases de reflexiones auto-similares. Cualquier cosa que se atribuye valor principalmente a sí misma será necesariamente parcial, porque disminuye su ‘otro’ y se descontextualiza – se saca a sí misma fuera de el contexto (en tanto las reflexiones de la estructura del concepto lo hacen aparecer como todo lo que hay ). Los regalos requieren de aquellos que los reciben. Pero las personas, en el sistema cerrado de la jerarquía patriarcal extrema, se atribuyen importancia a sí mismas, a través de la instrumentalización de aquellos que son ‘diferentes o inferiores.’ Ellos usan a los otros para mejorarse a sí mismos, mientras les niegan toda importancia y no aceptan que esos otros son el origen de su bienestar. Este proceso les da satisfacción a los egos artificiales, haciéndolos aparecer como si se hubieran hecho a sí mismos sea porque son cuidados porque se lo ‘merecen,’ o sea por medio de la manipulación o de la fuerza, o porque el otro es ‘inferior,’ o porque es su ‘naturaleza,’ o su ‘instinto’ o su‘deber’ de dar a uno en esa posición. ‘Desde luego que ella lo cuida; él es su esposo.’

El hombre ocupa la posición uno o muestra, requiriendo que los otros se relacionen con él como los muchos, restableciendo este momento de comparación y de equivalencia entre las cosas relativas y la muestra en el proceso de formación de los conceptos. Los muchos ceden y le dan al uno que asume su lugar, repitiendo la relación ‘uno-a-muchos’ que existe entre las cosas y sus nombres. Estos patrones se confirman a sí mismos también por su similitud con un meta nivel más abstracto. El ‘uno’ humano ignora a los muchos y se para solo, fuera de contexto, reflejándose a sí mismo como una instancia del uno. Pensando en su ‘posición del uno,’ una persona entonces aplica el proceso del concepto otra vez a ésta. Al verse a sí mismo como uno solo, él es igual a sí mismo y a todos los otros unos-solos.

El proceso se repite y se refleja en diferentes niveles. Puesto que el re-conocimiento se basa en la comparación y la equivalencia, la comparación y la equivalencia parecen ser los únicos procesos importantes aún en el meta nivel. De este modo, aun utilizando un meta nivel para pensar en la situación, valida el proceso de la formacion de los conceptos descontextualizado en sus diversas encarnaciones . Sin embargo la ecuación y la forma del concepto, solo parecen constituir el meta nivel en su totalidad. En realidad son una rama del árbol (fractal), cuyo tronco es el regalar. Tal vez, deberíamos decir que sus estructuras auto-similares son una enredadera, un parásito en el árbol.

Trabajando de nuevo la metáfora: no sólo es el tronco del árbol el que tiene la estructura del regalar. De hecho, dar y recibir sucita a un árbol viviente: la hoja recibe luz del sol, la usa en la fotosíntesis, envía sus productos a través del árbol para satisfacer las necesidades de energía de éste, las raíces reciben y transmiten humedad de la lluvia y los minerales de la tierra y del humus de hojas y árboles previos. La disponibilidad de los regalos de la tierra, el agua, el aire y la luz del sol permite el desarrollo de los seres vivientes que pueden recibir estos regalos. La ecuación descontextualizada y el concepto, las clases, el intercambio, las jerarquías y el meta nivel auto-reflexivo también derivan la posibilidad de su existencia de los regalos que les son dados, a través de las raíces que han plantado en la modalidad del regalo. Les sirven a los seres vivientes que se han retorcido y distorsionado a si mismos para poder recibir esos regalos abstractos. La sociedad en su totalidad recibe creativamente este alimento alterado.

Las estructuras patriarcales se desarrollan en una ‘cultura’ del regalar, porque también ellas son capaces de recibir de manera especial, y de dar nuevamente a seres que se han adaptado para recibirlas. La descontextualizacion es solamente un momento de abstracción que se usa para la formación de conceptos. Se ha convertido en una condición permanente del aislamiento del ego, que le sirve a la economía, a la psicología y a todas las instituciones fundadas sobre la masculación. El patriarcado mantiene el control a traves del apoyo interactivo de varias estructuras descontextualizadas y autosimilares. La enredadera, el parásito, es el sobredesarrollo de la ecuación, de la estructura del concepto y de las clases. Está conformado por cuerdas de definiciones humanas organizadas en jerarquías, que envian hacia arriba los regalos para nutrir a los que están más alto. El patriarcado no puede existir por sí solo, pero se enreda alrededor del árbol del regalar humano, y se nutre con él, drenándole los bienes a las necesidades, creando así la escasez que sirve como su medioambiente necessario.

Este parásito artificial se hace creíble y se valida a sí mismo, al reiterar su propia forma. El intercambio, mientras que va reemplazando un producto con otro, tambien reemplaza continuamente el regalo cualitativamente variado y orientado hacia la necesidad por una ecuación cualitativamente simple pero cuantitativamente variada. Afirma parte del proceso del concepto, la ecuación, como una ‘realidad’mientras reemplaza a la mujer que regala con el hombre-muestra .’ El regalar cualitativamente orientado es reemplazado por un proceso de nombrar cuantitativamente que ha tenido sus aspectos de regalo cancelados. Este reemplazar el lugar del otro es la exteriorización de la masculación. La ecuación en sí parece ser un regalo que también se hace ‘inalienable’ o quizás inescapable?. De hecho, crea un foco en sí mismo, y recibe importancia de otros, a través de sus reflejos.

Ser y tener

Lo que estamos viendo aquí es el encuentro psico-socio-económico entre ser y tener, en la relación entre la palabra y la muestra, la muestra y las cosas relativas a esta, el padre y sus hijos, y el dueño y sus propiedades—incluso el dueño del cuerpo masculino y las partes de su cuerpo. El niño masculado identifica lo que ‘es’ por lo que ‘tiene,’ y por la similitud de lo que ‘tiene’ con los que los otros ‘tienen’ en lugar de crear su identidad en un proceso continuo de dar y recibir. Luego permite que esa relación se desarrolle simbólicamente, mientras construye su identidad alrededor de otras posesiones, muchas de las cuales son símbolos fálicos. Puesto que el pene erecto es la posesión del hombre adulto, que es su modelo, el falo simbólico—en forma de autos de juguete y armas pequeñas—permite que el niño favorezca a este tener en su presente inmaduro.

El intercambio se hace necesario por la relación mutualmente exclusiva de la propiedad privada. La propiedad es una relación en la que las muchas cosas dan y ceden al propietario ‘uno’. Esto es parecido a la relación entre los hombres poseedores de las partes del cuerpo con el falo en primer plano, y las mujeres que no tienen pero que dan y ceden su lugar al que ‘tiene.’

Las mujeres interiorizan el deseo de la propiedad y la desconfianza en el dar que viene con el paradigma del intercambio y es tal vez, por esta razón que no proponemos para nuestros hijos el modelo del dar. Nosotras empujamos a nuestros hijos varones fuera del dar hacia el (inter)cambio de categorías y hacia la similaridad con el padre, para estar seguras de que los niños varones tengan el tipo de identidad correcta que les permitirá lograr lo que necesiten y guardarlo. Si ellos siguieran nuestro modelo, posiblemente serían considerados ‘mariquitas’ y excluidos de la heterosexualidad patriarcal, exiliados a una tierra de nadie, donde no serían ni hombres ni mujeres. Este extraño comportamiento materno se da porque el género es, actualmente una identidad económica. Lo que consideramos caracteristicas varoniles como la competitividad, la agresividad, la sublimación de las emociones, el enfoque en las metas y no en los procesos, etc. son cualidades recompensadas por el capitalismo. La razón de esto es que el capitalismo es la modalidad económica que es basada en las características del género masculino. El capitalismo es la repetición a muchos niveles del cambio de categorías causadas por la definición del género y por la negación del cuidar.

Ser dueño de la ‘muestra’ de valor

El patriarcado niega y desacredita el regalar para poder conservarse. Los dos paradigmas siguen siendo consistentes con sí mismos: en el maternaje aparece como si la madre renunciara a la propiedad del pene y al niño varón (siendo ella privada de ambos) pero continuando el dar. El regalar entonces pareciera intrinsicamente ser una acción de auto-sacrificio incluso de auto-mutilación. Los practicantes del paradigma del intercambio parecieran renunciar a la madre pero parecieran recibir a cambio el pene, la identidad superior masculina, y el modelo de intercambio mismo. La lógica del intercambio se confirma a sí misma y la lógica del regalo confirma al ‘otro.’

El dinero toma el lugar del dueño como la muestra privilegiada de valor a la cual la propiedad se relaciona. Entonces la misma cosa pasa nuevamente cuando un vendedor anterior compra. El patrón uno-muchos primero toma cuerpo en la propiedad, y luego se repite una y otra vez en la relación uno-muchos del dinero. (Vea la Figura 19.)

A pesar de que el intercambio del dinero es un proceso común, es más extraño de lo que advertimos. Debemos observarlo con mucho cuidado, en cámara lenta, para ver las semejanzas que tiene con el lenguaje, con el proceso del concepto y con la masculación. De hecho, una cantidad de dinero es el valor de aquel producto en el plano interindividual —‘para los otros y por lo tanto para mí’ –socialmente. El dinero hace en la economía lo mismo que la palabra hace en el plano del lenguaje. Los productos no pueden llegar a las necesidades, excepto a través del intercambio. Puesto que los productos no pueden ser dados en la co-municación, se ‘habla acerca de ellos’ con el dinero. Igual que la palabra, el dinero hace de intermediario entre la gente con respecto a algo, y esa mediación cambia su relación de una actitud donde ‘todo es posible’ en general, a una en la que algo es relevante en el presente con respecto a otra gente y satisfaciendo cierta necesidad. La relación del que intercambia , se convierte en una relación presente, con algo seleccionado entre todo aquello que pudo haber sido.

A su vez, el dinero toma el lugar de cada persona en su turno, como la ‘muestra-valor’ con la que se relaciona el producto, cuando la persona cede su propiedad. El dueño del dinero es una ‘muestra uno-muchos’ humana a la cual la muestra del concepto de valor en sí—el dinero—se relaciona como propiedad. Como vendedor, cada persona permite que el dinero del otro tome el lugar de un artículo de su propiedad, y al hacerlo se convierte en la dueña del dinero. Podríamos decir que esa persona es ‘meta’ al dinero, mientras que el dinero es ‘meta’ a los productos. Como comprador, permite que su dinero tome el lugar del producto del otro, transfiriendo la relación de propiedad del dinero al vendedor y del producto a ella misma. (Vea la Figura 20.)

La relación (mutuamente exclusiva) de la propiedad misma permanece igual, mientras que la clase de propiedad que es poseída es abstracta como dinero y concreta como producto. La relación de propiedad cambia de niveles, de lo concreto a lo abstracto y viceversa, según si lo que se tiene es dinero o productos. Esto permite que la propiedad que fue vendida, pueda ser sustituida por otra (u otras) constituyendo el mismo valor y quedando en cierto sentido la ‘misma’ cosa. Al mismo tiempo, la relación del vendedor se convierte en una relacion de dueño de la muestra abstracta en sí—el dinero. La relación de propiedad uno-muchos se puede aplicar al dinero, la muestra del concepto uno-muchos en sí, como un artículo de la propiedad.

Hay un tipo de sustitución que se ejecuta una y otra vez, en cuanto el dinero se le continua dando a los otros por sus productos, como la muestra sustitutiva y conceptual (otra similitud que el dinero tiene con la palabra). El dinero siempre está en el rol de muestra de valor por el producto, mientras que el dueño está siempre en el rol transpuesto conceptual y uno muchos de propietario. El dueño puede estar en un sinnúmero de roles ‘uno-muchos’ sobrepuestos. Ella o él pueden ser, por ejemplo, un padre, un rey, un Papa, un consejero de la ciudad, un gerente general de una corporación y aun ser dueño de dinero. Sin embargo, ella o él puede que no tengan acceso a la posición ‘uno’ en las jerarquías humanas y ser sin embargo el ‘uno’ con relación a sus propiedades, satisfaciendo de esa manera la necesidad de convertirse en una ‘muestra.’

El nexo social: La sexualidad masculina avasalla los cuidados maternales

El género masculino está encarnado en el padre, de una manera que es diferente a la encarnación del valor en el dinero, pero debido a la posición del ‘uno’ hay muchas similitudes. El dinero ocupa el lugar del propietario, como el “uno”al que se relaciona la mercancía como valor, de acuerdo al patrón del proceso del concepto, lo mismo puede decirse cuando el término del género y el padre, toman el lugar de la madre como muestra para el niño. Más aun, el propietario es suplantado por el dinero como el ‘uno,’ que funciona como la palabra encarnada y muestra del concepto para el valor de la mercancía, y la madre es suplantada por el padre como muestra del concepto para el niño varón. La similitud entre los patrones permite una repetición de la alienación del niño varon en la categoría ‘masculina,’ a través de la alienación del producto en la categoría de valor económico, y en el reemplazo del producto por dinero.

La ‘castración’ de la madre se repite cuando el comprador cede la palabra-dinero-falo y recibe la recompensa de los bienes de cuidado que ella o él necesitan. Aquellos que acaparan y acumulan dinero no sufren esta castración simbólica, y en el capitalismo buscan la manera de incrementar casi infinitamente la palabra-dinero-falo. El mercado sirve como un ‘espacio seguro,’ en el que se puede actuar el trauma infantil del cambio de categorías del niño, debido al nombramiento de su género. Tiene un efecto curativo al enseñar que el ceder un producto para la venta, al transferirlo a la categoría del valor y a la categoría de propiedad del otro, no es un proceso dañino en y por sí mismo. (Vea la Figura 21.)

Más aun, la castración simbólica implicada en renunciar el dinero se muestra como algo benigno que no es dañino para el comprador. Desafortunadamente, la totalidad del proceso del intercambio por dinero, toma el lugar del regalar como forma de vida en la

co-munidad. Entonces, las mujeres (y hombres) que regalan dan al proceso de intercambio mismo, valorándolo por encima del proceso que ellas mismas practican, dándoles regalos al intercambio y a los que lo practican, de la misma manera que dan valor a la masculación, a sus hijos y a los hombres. Hasta cierto punto, el intercambio es un proceso que alivia las cargas psicológicas que tienen que ver con la masculación y con la castración, pero es la causa de que el problema se agrave en otros niveles.

En el plano económico, la dependencia del niño con su madre, es repetida también en la dependencia de la esposa con su marido. La esposa y sus hijos aparecen en una relación del concepto ‘muchos a uno’ con el padre, parecida a la relación de las propiedades con su propietario o a la relación de las cosas con la palabra. Él les da su nombre. En la familia tradicional, el padre pareciera darle la palabra-dinero-falo a la madre, quien a su vez lo da a los otros, comprando los medios para dar, para así poder darles regalos a el y a sus hijos. Los regalos del padre son visibles y pueden ser cuantificados, mientras que los de ella son invisibles y no se cuantifican.

Sin embargo, la esposa está recibiendo el apoyo (medios de dar) del marido a cambio de haber dado al niño varón a la categoría del padre y de haber renunciado a su lugar como muestra del concepto, convirtiéndose (casi) en propiedad del marido. Al desplazar su validación hacia el marido, al intercambio y a la masculación, ella abdica su posición de muestra del paradigma del regalo y pone al paradigma del intercambio en su lugar. Por esto, ella recibe el ‘regalo’ del salario del marido. La hija también es dada al padre, porque el modelo que la hija sigue es la madre, que cede y que da al patriarcado y al padre. En el contexto de la escasez, areas aisladas de la economía de regalo dependen de los regalos provenientes de alguna parte del sistema de intercambio. Tradicionalmente las mujeres han renunciado a todo para ponerse en la posición de poder recibir esos regalos. Ahora, las mujeres se han unido al intercambio como participantes, usando el dinero que ganan para apoyar y cuidar a sus hijos.

Aun cuando las que regalan trabajan en la economía del intercambio, a menudo tienen que ceder sus hijos a las definiciones y a los modelos provistos por las escuelas, por la televisión, y en las calles, mientras que venden su trabajo para mantenerlos. El modelo económico de la madre es de nuevo disminuido, mientras que las mujeres lo re-presentan en otro nivel, cediendo su tiempo laboral a cambio de dinero con el que mantienen a sus hijos, y renunciando a sus hijos para que sean educados por otros, dentro de la economía del intercambio.

Los grandes cambios económicos que ocurren durante las guerras (como en la Segunda Guerra Mundial) introducen a las mujeres a la fuerza laboral capitalista debilitando el vínculo que sigue siendo promovido por la masculacion entre la actividad económica y el género masculino. Los cambios en el cuadro global afectan al cuadro local que cambia en forma más lenta. Aun cuando muchas madres participan el el trabajo monetizado, existe la expectativa de que los roles de los géneros deben continuar siendo distintos uno del otro. Las estructuras sociales uno-muchos toman el lugar del padre fálico.

Los personajes de la televisión y del cine ubican al padre en la imaginación; la ‘palabra’ se hace abstracta de nuevo. La motivación hacia el equivalente general, el dinero, produce muchas cosas en su imagen: los programas que nos muestran los hombres dominantes en las relaciones uno-muchos que van desde los jefes de policía, a los padres, desde los superhombres a los cantantes. Las mujeres famosas también actuan en roles unos-muchos como objetos sexuales, mujeres de negocios o super espías. Aun el presentador de noticias sigue este patron como el unico visible con el cual se relacionan miles de oyentes y televidentes invisibles. El modelo de dominio-sumisión combinado con jerarquía y competencia es visible en toda la industria del entretenimiento, en los negocios, en la política, en la academia, continuando la entrega de la manzana envenenada al Príncito azul, proveyendo así modelos patriarcales perniciosos, que ya no están directamente a disposicion de las familias, que tienen a la madre como centro.

Algunas veces las relaciones que se dan entre las pandillas callejeras suplen personalmente a los modelos paternos (violentos) ‘uno-muchos’ que no existen en los hogares de las madres solteras. La sexualidad masculina que se ha formado según el nombrar y el cambio de las categorías sustituye al cuidado, de acuerdo a lo que Alfred Sohn-Rethel llama el ‘nexo social’ —el patrón profundo sobre el que la sociedad se construye a sí misma. Creo que a pesar de las dificultades, las familias centradas en la madre están comenzando a cambiar esta situación. Muchas veces el descrédito de la madre soltera y la ausencia del padre a menudo exponen al niño vulnerable a otras muestras masculadas más negativas, mientras que él sigue en el laberinto de los patrones uno-muchos que constituyen el patriarcado.

Exteriorizando la masculación en el mercado

El mundo de las mercancías imita el mundo del patriarcado. La mercancía-hijo es presentada al padre-dinero y se relaciona con él como su equivalente, y es juzgado similar a el, se le permite entrar al concepto del ‘otro,’ el concepto privilegiado de las cosas que tienen valor monetario, y que son cedidas al ‘otro’ por la madre-dueña-productora (trabaja-dora del parto). El lugar de la madre-dueña-productora es ocupado primero por el dinero, por el modelo del concepto de mercancía-hijo, y luego es ocupado por el comprador, quien se relaciona con esta propiedad como su dueño. La madre-dueña-productora cede a su hijo-mercancía para que se relacione con alguien diferente como su dueño. Entonces ella/él cambia de rol, y el padre-falo-dinero le sirve a ella/él como aquello con lo que se relaciona el producto de otro. Otra madre-dueña-productora cede al hijo-producto.

Cuando se encuentra que el producto es igual a él, el padre-falo-dinero puede satisfacer la necesidad comunicativa por un medio que altera la relación y para cambiar de la muestra de la madre a la muestra del padre, mientras que se desplaza el producto del vendedor al comprador. El vendedor actual (rol de madre) relaciona a su hijo-mercancía al dinero (rol de padre), comparándolos y encontrándolos iguales y formando parte del concepto privilegiado de las cosas que tienen valor. El proceso de nombrar un producto como un valor de cambio, como el proceso que nombra al niño como un ser ‘masculino,’ reemplaza el proceso de dar y recibir. No es la necesidad del otro lo que define al intercambio, sino la demanda efectiva. El dinero que el otro posee se hace relevante a nuestra propia necesidad de dinero como medio para modificar la relación de propiedad de alguien a su mercancía , para poder satisfacer nuestra propia necesidad. La meta-necesidad de una definición se sobrepone a la necesidad material.

El uso de la palabra ‘labor’ (que significa trabajo y tambien parto) en inglés es muy interesante, como si la madre cediera a su hijo tan pronto como termina su ‘labor’ y el es despachado para ser incluido en el género, relacionado con el término ‘masculino’ tan pronto como la partera o el doctor dicen: “Es un niño varón.” La madre lo cede muy rápido, renuncia a su propia capacidad de ser su muestra —a favor ¿de qué? ¿De una palabra? “En el principio”—tan pronto como nació—“fué la palabra.” Él nunca tuvo la menor chance.

Al comprar para vender, el padre-falo-dinero entra en la sociedad una y otra vez, permitiendo que el hijo-mercancía se relacione con él, confirmándose así como el equivalente general. Su propietario humano o colaborador lleva entonces al hijo-mercancía a aquellos cuyas necesidades puede satisfacer, y para quienes su valor es mayor, para que la cantidad de padre-falo-dinero en la mano de su colaborador humano aumente. El operador económico se engancha en un tipo de actividad sexual, comprando no para satisfacer sus necesidades con ese bien, sino para cederlo de nuevo y así aumentar la cantidad de su dinero fálico.

Desde el punto de vista lingüístico, la interacción de los comunicadores economicos pone en juego el ‘dinero-nombre,’ para que la cosa pueda relacionarse con un ser humano por medio de la palabra general equivalente socialmente validada. Lo que nosotros podemos ver de todo esto en las tiendas es la jerarquía de los productos, con sus precios de menor a mayor, los ‘hijos’ con sus ‘marcas,’ sus etiquetas colgando con sus precios, con cifras en estas para mostrar ‘cuánto’ merecen el dinero-nombre.

Una psicosis colectiva

Estamos creando colectivamente nuestra realidad de una manera que es dañina e innecesaria. No quiero decir con esto que los árboles y las vacas, las montañas y los autos, los niños y las abuelas, no están ‘allí.’ Lo que quiero decir es que hemos estado viviendo un proceso distorsionado, tomando las imágenes que se desovan de este proceso como los principios mediante los cuales organizamos nuestras vidas. La mala interpretación de quiénes somos y de qué tendríamos que estar haciendo, tiene como resultado el recompensar a los que ‘tienen’ y el castigo a los que ‘no tienen.’ La masculación produce una psicosis colectiva, en la que los hombres compiten entre sí individualmente, para ser el hombre ‘muestra’ y ejercitos enteros luchan entre sí, para que su Padre patria sea la ‘muestra’ entre las naciones.

El aspecto de “sustitución”de las palabras (el reemplazar al otro) se infla para transformarse en dominación, mientras que el aspecto “de ser sustituído”de las cosas, (su ceder) se convierte en sumisión. Estas actividades complementarias se pueden encontrar en muchos niveles diferentes. El reemplazar a otro, es muchas veces ejecutado de forma violenta en la familia como parte de un rol del género masculado, o a través del dominio del adulto sobre el niño. El ceder parece ser el rol de la mujer o del niño que obedece a las palabras u órdenes de los adultos. En el mercado, el dinero reemplaza al producto y este cede, al mismo tiempo que el proceso de intercambio reemplaza al regalar y este cede.

El patriarcado es una colección de franjas de definiciones verticales que tiene aspectos autosimilares a las relaciones en el mercado, donde la verticalidad de las franjas es desplazada sobre las progresion numérica del precio. Las definiciones del mercado son muchas, de corta vida y de alta velocidad comparadas con las posiciones definitorias a largo plazo, de reemplazar y ceder, que son los roles típicos de órdenes y obediencia, por ejemplo en las jerarquías del gobierno, la armada o la iglesia.

Aunque muchos de estos actos a corto plazo de reemplazar y ceder, ordenar y obedecer pueden ocurrir en estas jerarquias, estos fluyen juntos para formar roles estables a largo plazo. En el mercado, la posición del ‘mandamás’ es solamente una: el dinero, el equivalente general, mientras que en las jerarquías humanas hay una cadena, en la que los que están arriba avasallan (reemplazan ) a los que están abajo, y los que están abajo dan y ceden a los que están arriba—a aquellos que son siempre más privilegiados.

El momento intermedio entre el producto y la necesidad, que es basado en el intercambio y la ecuación, se convierte en el foco de toda la sociedad, requiriendo equivalencia con el dinero para acceder a los bienes. La definición masculante reemplaza a los cuidados y se impone como modelo en todo lugar.

En vez de resolver nuestros problemas exteriorizando la palabra encarnada, hemos distorsionado la realidad, distribuyendo los bienes en forma psicótica para beneficiar a unos pocos hasta casi el punto de omnipotencia, de acuerdo con un sueño infantil. Estamos usando nuestra habilidad lingüística para nombrar y definir, para transferir privilegios a ciertas personas en vez de otros, haciendolos “los que tienen’ en vez de los que ‘no tienen.’ Las prioridades de la masculación han alterado colectivamente la realidad de una manera perniciosa, pero si nosotros comprendemos, como siempre lo han dicho las religiones orientales, que esta realidad es una ilusión, una pesadilla, nosotros podemos regresar a una economía del regalo, de que la posibilidad siempre presente es el sueño verdadero en el que finalmente podemos despertar, re-creando una realidad que es un regalo para todos.

El gran alcance de la definición de género

A pesar de la posición extraña ydevaluada que el regalar está forzado a asumir, este continua siendo creativo y sosteniendo la vida. Es necesario para el realzamiento de las actividades basadas en la definición—actividades que por sí mismas serían abstractas y áridas. Por eso, la negación del regalar a veces incluye la incorporación de algunos elementos del regalo en el modelo masculado post hoc. Las religiones patriarcales hacen esto, satisfaciendo necesidades espirituales (mientras disminuyen la importancia del modelo materno) y legislando sobre el altruismo. Algunas veces los hombres masculados crean necesidades para luego satisfacerlas. Por ejemplo, un grupo aísla y le quita el poder a las mujeres y hombres que regalan, afeminándolos o esclavizándolos; luego les brindan ‘protección’ imponiendo su hegemonía fálica sobre ellos y sobre otros grupos masculinos similares que podrían tratar de derrocarlos. Tal es el caso del poder militar.

La buena voluntad de los hombres masculados, de la cual todavía hay mucha, entra en juego mucho después de que sus personalidades se formaron al renunciar al paradigma del regalo y al asumir así la identidad de género. La buena voluntad de los hombres establece el estandar para la ‘acción moral,’ mientras deja de lado el paradigma que podría normalizar la satisfacción de las necesidades—no sólo en las vidas de los individuos pero también en las instituciones económicas y políticas del grupo. Si la sociedad como un todo estuviese regalando y dando valor a las necesidades de acuerdo al paradigma del regalo, la moralidad sería algo completamente diferente. Mucho menos sería necesario el heroísmo individual y la fuerza de voluntad porque el bienestar de los otros sería ya una premisa de vida para cada uno y para el grupo.

La definición de la cual el regalar ha sido borrado es más amplia que la definición de género y no coincide exactamente con ésta. Porque está en la base de la masculación, sin embargo, resuena fuertemente con la identidad de género masculino. El definiendum y la posición equivalente en la formación de los conceptos, son aparentemente sobrevaluados en si mismos, a pesar de que son actualmente reinfectados por la definición de género (que ellos ayudaron a crear). Por eso, el dinero la muestra del valor , y las formas de dominar al nombrar y definir como el discurso académico o la ley son sobrevaluados, pero no se hace evidente de inmediato qué parte tiene el género en ese énfasis o qué parte tiene el regalar.

Otras categorías que parecieran ser de género neutro, tales como la de la raza, siguen el patrón del género, instituyendo una competencia para ver quién es la muestra para el concepto de humano, dominando a las otras razas, considerando a aquellos que son diferentes de la muestra escogida como seres inferiores. Como en el género, las diferencias son culturalmente vistas como fisiológicas, mientras que es la forma de la definición ‘cargada’ con la masculación lo que implica que un grupo es ‘superior’ a otros, que deben entonces ceder y regalar al grupo ‘superior.’ Situaciones similares pueden ocurrir con sistemas políticos o ideológicos y nacionalismos. Aquellos que nacen dentro de las fronteras nacionales de un país a veces se consideran superiores a los que nacen fuera de aquellas fronteras, aun cuando no hay diferencias que afecten los cuerpos o las mentes de los nacionalistas. Luego la nación en su totalidad toma la posición general equivalente (de la muestra), reforzando potencialmente los egos de la población entera con respecto a otras naciones. Los sistemas politicos, las religiones, los grupos de interes siguen los mismos patrones hacia la hegemonía.

Ganancia

La definición puede ser manipulada para la superioridad de aquellos que la usan en otras áreas de la vida, así como es usada para confirmar y perpetuar la superioridad de los hombres. Pareciera que por estar relacionados con mas de lo que está en la posición del definiendum económico (la palabra-dinero), somos mejores que otros. Es como si esto repite la situación del nacimiento, poniendo una y otra vez a una persona en una posición superior por su relación con el equivalente general y alejando a él o a ella del regalo. Es más, al proveer el equivalente general, algunos de nosotros podemos comprar y controlar el tiempo de los otros para cumplir nuestros fines. Requiriendo de los otros, a quienes les damos el equivalente general por su tiempo, que también nos regalen plustrabajo no pagado, cuyos productos nosotros vendemos, nos permite acumular una ganancia y amasar un capital. Si consideramos que el equivalente general es fálico, y aun más el capital, comprendemos el aspecto sexual de la inversión, al meter dinero ‘en’ algo, sacarlo luego más grande, y re-invertirlo hasta que podamos finalmente sacar una ganancia.

Deberíamos darnos cuenta de que cada vez que ‘obtenemos’ una ganancia, alguien o tal vez muchas personas están regalando algo. Sin embargo, pensamos que la ganancia es una recompensa o que nosotros la logramos. De nuevo esto repite el ‘merecimiento’ del hombre, porque él actúa de manera masculada y de esa manera vuelve a entrar de nuevo en la categoría privilegiada, ‘merenciendo’ el nombre ‘hombre.’ De hecho, el hombre es recompensado por aquellos regalos a los que el renunció a dar cuando entró, al principio, en esa categoría. Si algunas características primarias o esenciales del género masculino fueran actualizadas en nuestras vidas económicas, serían más fáciles de ubicar e identificar. Pero tanto las características de género del hombre como las características funcionales de nuestra economia de intercambio derivan de un ‘antepasado en común,’ que es la definición por medio de la cual los hombres son privilegiados mientras son alienados de sus madres que los cuidan.

Es como si la mente colectiva del niño varón se preguntara, “¿Pero por qué soy niño varon y no soy como mi madre maravillosa ?” La respuesta, “Es así porque es así” se convierte en lo que no puede vencer pero con lo cual tiene que afiliarse—lo que él, como su padre antes de el, usa como modelo y luego ‘descubre’ como sus características ‘masculinas’ o ‘humanas.’ Es como si el ser mismo, el ser igual, el ser igual a la muestra, el ser la muestra y el ser la palabra se colapsaran uno encima de otro, como las características norm-ales masculinas que dominan a través de categorizar y nombrar. Esta situación angustiante se proyecta luego a la sociedad en general, para terminar siendo la lebensform de la forma económica del intercambio. La ‘muestra del padre’ tiene las mismas características de ser, como las tenía su padre antes que él. Hay, entonces, una regresión infinita a través de las generaciones de las ‘muestras de los padres.’ No debe extrañarnos, que la identidad masculina, al negar el regalar, haya sido leída hasta hace poco como la identidad humana, y haya tenido un lugar tan prominente en la discusión filosófica. Ha sido y sigue siendo la causa no de algún ‘destino superior’pero de muchos de nuestros problemas.

Tener más

La motivación para tener más, tal vez, puede ser encontrada en el hecho de que el miembro del niño es muy diferente y mucho más pequeño que el del padre. Si el falo es la ‘marca’ de la categoría masculina, tal vez el niño no se sienta realmente ‘igual’ y parte de la categoría, hasta que tenga un miembro más grande. La necesidad de convertirse en el modelo del concepto, de ocupar la pocision del equivalente general o la de la palabra, implicaría la necesidad de tener un miembro más grande. El niño es, por supuesto, incapaz de hacer que esto suceda, mientras que él, sus hermanos, su madre y sus hermanas pueden ser dominados (y a veces abusados) por el gran padre fálico, que finalmente está viviendo el mandato de la definición masculada, la cual tomó como modelo en su niñez

El niño, ya en una posición de competencia con su padre por la posición equivalente, puede también sentir la necesidad de tener un falo grande y sus equivalentes económicos y simbólico para poderse defenderse y defender a las mujeres con quienes todavía participa (en alguna medida) en una situación de regalar, del padre y de aquellos otros hombres que pueden tratar de avasallarlos. A su vez, el niño aprende a dominar, jugando el papel de definiendum. Mientras que los cuidados de la madre tienden un puente entre las diferencias de sus tamaños, convirtiendo al niño en un receptor humano (dador y receptor de signos) en una edad muy temprana, la definición de género pone al niño en una situación de desventaja. Por el momento, él no puede lograr su mandado de género. Él debe estar en la posición relativa y formar parte de los muchos, aparentemente porque todavía es demasiado pequeño. La verdadera razón, después de todo, se debe a la lógica de la situación: sólo puede haber un ‘uno.’

Tal vez la base de la motivacion a la violencia, el poder y la avaricia es este deseo de ser más grande (tener más del equivalente fálico), para poder ocupar la posición del ‘uno’ requerida por la definición de género. Las niñas pueden ser embaucadas a participar en la competencia por la superioridad, aunque no tenemos un falo fisiológico y a menudo retenemos por lo menos algo del regalar, y de los valores maternales en los que hemos sido socializadas.

Debido a que el padre a menudo está ausente, el niño, que ha sido alejado del modelo de la madre, puede ser dejado sin modelo (ademas de la definición misma) para su identidad o contenido para su categoría. Agreguése a esto la violencia que muchos hombres grandes pueden perpetrar sobre aquellos que son más pequeños, y queda claro que el tamaño (o la cantidad) puede convertirse en una obsesión no sólo para el individuo sino para culturas enteras. Un visitante de otro planeta que viniera a la Tierra se quedaría horrorizado ante la vista de los rascacielos cada vez más altos, con los que los negocios muestran su orgullo corporativo. Ésos que tienen sus oficinas en las torres de acero, desde luego son superiores a los que tienen oficinas en edificios más pequeños y menos erectos. Aquéllos tienen más dinero y más poder, lo que los hace estar más cerca del concepto modelo del padre, el adulto masculino al que el niño pequeño sólo puede aspirar. Nuevamente, aparte de cualquier sentido erótico, es la erección lo que es diferente ya que es mucho más grande que el miembro del niño, y eso es lo que los rascacielos (rifles, cohetes, misiles, etc.) imitan.

Todos estos edificios se construyen sobre el abandono del modelo de la maternidad. El abandono mismo está orientado—no hacia el niño, sino hacia los que carecen del falo-palabra-dinero. Aquellos que tienen necesidades son abandonados a morir por aquellos que tienen bienes. Aquellas que no tienen falo tienen que pagar por haber puesto al niño varón en una categoría diferente. De hecho, tienen que continuar de manera invisible transfiriendo el dinero-falo al capitalista como plusvalía. Paradojicamenteel regalo orientado hacia el otro parece ser una hipocresía, y ciertamente no valdría tanto como el intercambio como método para proveer distribución.

Lo que también está oculto a simple vista, es el drenaje de la riqueza hacia los símbolos fálicos y al capital que se expande infinitamente, alejandola de las necesidades de los muchos. La riqueza y la energía fluyen de los muchos hacia los ‘unos.’ También fluyen desde el regalar hasta el mercado y el capital, desde el ‘Tercer Mundo’ hacia el ‘Mundo Desarrollado.’ La ilusión es que ocurre todo lo contrario. Igual como en la formación del concepto, la muestra recibe su valor de la existencia de otros artículos de la misma clase, pero ahora hay una transferencia real de la riqueza, desde ellos hacia la muestra.

El castigo por la escasez

Toda esta situación puede ser leída como la represalia de la sociedad contra la madre y sus cuidados, por haberle entregado el niño al padre. La represalia, desde luego, es parte de y consistente con el intercambio. El desplazamiento de los bienes lejos de las necesidades, hacia las manos de aquellos que tienen mas y mas del falo-palabra-dinero, genera la escasez que acongoja y desacredita el regalar, convirtiéndolo en imposible o en un sacrificio. Continuar la práctica del regalo a pesar de la escasez requiere de un enorme esfuerzo y un sentido de propósito casi obsesivo. Las mujeres a menudo han sido tachadas como masoquistas por eso.

Pero la carga de la prueba debería colocarse en aquellos que crean la escasez y al sistema que los crea a ellos. Sus motivaciones se encontraran en su intento de curar su cambio de categoría de género que ocurrió en su niñez. Tal vez debido a nuestra ternura materna, tendamos a entender y a consentirlos, pero esto debe terminar. No es una respuesta apropiada a las consecuencias de sus acciones e instituciones—la muerte de millones en las guerras, la inanición, las enfermedades y la destrucción ecológica del planeta.

La escasez tiene ciertas varias ventajas para el patriarcado. Hace el regalar difícil de manera que no puede ofrecer una alternativa visible y viable al intercambio. Castiga a las madres y al regalar por haber entregado sus hijos a la categoría del padre, y al mismo tiempo proveyendo a los niños varones con el incentivo de acumular más que nadie mas del equivalente general. Más aun, aquellos que tienen éxito en convertirse en la muestra privilegiada pueden también materializar sus excesos priapicos económicos en símbolos fálicos de todos tipos. Si los ciudadanos no tienen éxito en acumular más individualmente, pueden tal vez participar en un cuerpo político que tiene más—armas más grandes, aviones, bombas.

Teniendo este exceso, mientras otros no tienen lo suficiente para sobrevivir, le permite a lo que tienen considerarse superiores y distribuir pequeños regalos caritativos en forma manipuladora, controlando así el comportamiento de los que no tienen. La definición masculadora es usada directamente para manipular a los que necesitan juicios positivos, los que también son hechos escasos—juicios de inteligencia, belleza, eficiencia o pericia. A menudo éstos están acompañados por juicios monetarios, que los complementan.

Las economías y los eco-sistemas de la tierra, están siendo alterados al intentar acumular grandes cantidades para unos pocos al mismo tiempo agotando los recursos de los muchos. El tamaño relativo de las posesiones de los pocos aumenta por estos medios. El deseo de seguridad también se intensifica a través del uso de la amenaza de la escasez, y pareciera que sin un margen considerable hasta los hombres corren el riesgo de ser transferidos de categoría, de los que tienen a los que no tienen.

Tal vez se nos pueda excusar por ver al mercado y al patriarcado de esta manera irreverente. Parece una obra de teatro tragicómica, en la cual la alienación del niño varón de su madre a la categoría del padre se repite indefinidamente. El síntoma de nuestro desorden psicológico ocupa nuestras mentes y nuestro tiempo, impidiendo que sigamos el modelo de la madre cuidadora, mientras que millones de niños reales de ambos géneros se mueren de hambre. Los ojos del visitante extraterrestre se llenarían de lágrimas de lástima por esta especie excelente que se ha metido en tantos problemas por algo que comenzó despues de todo siendo un error pequeño e inocente.

En cuanto yo, querido lector, aúllo en la noche. Si usted lo comprendiera, tal vez también lo haría.

Hemos estado hablando del intercambio como definición. Porque hay una sola palabra material, el dinero, ahora estoy hablando del nombrar. Muchas de las funciones de la definición son desplomadas entre sí en el intercambio monetario.

La clase de todas las clases sacadas de contexto es una clase sacada de contexto. Sin embargo, un meta punto de vista verdadero sería lógicamente más ancho e incluiría el regalar, entonces incluyendo lo diferente (el otro), surgiendo la contextualización y destruyendo la clase sacada de contexto. El pensamiento de un punto de vista patriarcal sobre-enfatiza las clases y no enfatiza el contexto del regalar, al igual que una sociedad patriarcal sobre-enfatiza las clases, y no enfatiza el paradigma del regalo. Un crítico podría decir que comparar el intercambio y el regalar es como comparar manzanas y naranjas. Mi punto es que estas manzanas solo existen dentro de un contexto de naranjas, que también les da a ellas.

Jacques Lacan describió lo que él llamó la ‘etapa del espejo,’ un nivel de integración de la imagen de las partes del cuerpo del niño mayor que lo apropriado para su edad. Yo especularía que ésta es la relación de propiedad que las integra como ‘suyas’ y que el rompimiento con la relación de la muestra masculina es reflejada en el intercambio. Vea Ellie Ragland-Sullivan, Jacques Lacan and the Philosophy of Psychoanalysis, University of Illinois Press, Chicago, 1986. Kenneth Wright, Vision and Separation Between Mother and Baby, Jason Aronson Inc., Northvale, New Jersey, 1991.

Además de todo esto, las madres que tienen miedo de la competencia del padre con un hijo bajo protección y cuidado por sus cariños, puede ser motivado para hacerlo similar al padre, para que el padre entonces no lo destruya. Como la verdadera madre de Moises, ellos niegan que el es de ellos, dándoselo a alguien más poderoso, y quedándose cerca para cuidarlo y servirlo.

El dinero solamente se sustituye a sí mismo cuando habiendo sido ‘invertido,’ se devuelve aumentado—otra masculación transpuesta—quizás un niño que nace de la cabeza de Zeus. El capi-talista es quien hace que esto ocurra.

La propiedad es quizás más como el complejo ‘nombre familiar’ de Vigotsky que el concepto; porque las propiedades son diversas, no tienen una cualidad común, excepto la de ser propiedades de ese ‘uno.’

La hija puede ser considerada como el ‘bien’ o ‘valor de uso,’ que es una vez más parte de la forma del cuidado después que el comprador ha renunciado el equivalente fálico. Ella también podría ser considerada como el ‘bien’ que no se ha intercambiado—al menos hasta que ella se case.

La normalidad del intercambio es reforzada por la ascendencia de lo verbal sobre lo no verbal en la sociedad, y en la niñez, porque el niño está aprendiendo el lenguaje precisamente durante el período de Edipo durante el cual la masculación está ocurriendo. La posibilidad de la genitalización precoz de los niños es estimulada por la importancia dada al lenguaje y al nombramiento y a la transferencia del niño de la categoría de la madre a la del padre (o al menos la muestra masculina). Entonces el intercambio económico del dinero actualmente vuelve a trazar y refuerza la situación Edípica, igual que este momento de genitalización. El inter-cambio es realmente un cambio de sexo.

Alfred Sohn-Rethel, Intellectual and Manual Labor: A Critique of Epistemology, MacMillan, London, 1978. Sohn-Rethel piensa que la ‘abstracción del intercambio’que se deriva del intercambio de las mercancías es el nexo social. Yo creo que el intercambio de las mercancías proviene de la masculación que es entonces la base de la abstracción del intercambio.

Incluso la Biblia dice, “Al que tiene mucho se le dará.”

En otra etapa del mismo proceso, el intercambio de dinero ocupa el lugar y el trueque cede. Hay al menos estas tres capas de dominar y ceder involucradas en el intercambio de dinero. Nos damos cuenta de que todavía están allí porque, en cualquier momento, podemos revertir a la etapa ‘previa’ de acuerdo con la voluntad de los intercambiadores. Podemos hacer trueque en vez de intercambiar el dinero, o podemos decidir no requirir un intercambio y simplemente dar el producto a la persona con la necesidad.

Los ‘regalos’ del ‘Primer Mundo’ al ‘Tercer Mundo’ contienen intercambios ocultos y actualmente vuelven al ‘Primer Mundo’ muchas veces. Véase, por ejemplo, el trabajo del colectivo DAWNE, Gita Sen, y Karen Grown, Developmental Crisis and Alternative Visions, Monthly Review Press, Nueva York, 1987; Susan George, How the Other Half Dies, Allanheld, Osmun & Co., Montclair, 1977; y Vandana Shiva, Staying Alive, Zed Books, Londres, 1989.

Capítulo 14: Contradicciones humanas en el mercado

Siempre me he preguntado como de un intercambio individual igualitario puede resultar una ganancia. La respuesta que tengo para dar es que la ganancia fluye a través de los regalos que llegan al intercambio y al mercado desde las áreas de no intercambio. Estos regalos provienen, en primer lugar del valor que le damos a la igualdad (como hacen las madres con las semejanzas de su hijo al padre), en segundo lugar, por darle valor a la orientación del ego y al intercambio mismo, tercero, por cuidar al trabajador y cuarto, por darle al capitalista a través de la plusvalía. Existe otro intercambio ‘igualitario’ entre trabajador y capitalista al que se le da valor desde afuera. El trabajador acepta un salario, pero sólo porque él o ella no puede sobrevivir de ninguna otra manera. A cambio del ‘privilegio’ de recibir un pago fijado por cierto trabajo regala tiempo extra, atención, trabajo y lealtad. La consecuencia lógica es que cuando hay escasez la sola oportunidad de tener un trabajo remunerado se convierte en un ‘regalo.’ A cambio del ‘regalo’ del trabajo se entregan cuidado, honestidad, lealtad, excelencia en el trabajo, buen humor. (Esto podría verse como un intercambio recíproco de regalos—tal como sucedía en algunas sociedades pre-capitalistas.) Mientras que los intercambios en el mercado pueden ser equivalentes en un nivel, en otro nivel se están dando regalos invisibles constantemente a su alrededor y a través de él.

La ‘plus valía’ de Marx es el valor de la mano de obra que excede al salario, basado en el costo de reproducir al trabajador. En realidad, la plus valía constituye un regalo del trabajador al capitalista. Puesto que el trabajo de la esposa o de la madre no se toma en cuenta en la reproducción del trabajador, ese valor fluye hacia la plus valía. Los empleos escasos están sobrevaluados, y los regalos fluyen desde los desempleados hacia quienes los desempeñan.

Los operadores de la economía no le prestan atención a cuál es su origen, sólo se fijan en la acumulación de cantidad para un uso futuro sin variación cualitativa. Se justifican en el salón de los espejos, por la auto-semejanza de todos los procesos de intercambios igualitario que tienen lugar en el mercado y a diferentes niveles que constituyen el contexto de cada intercambio. Es más, la homogeneidad o la característica del dinero de ser ‘una palabra,’ permite que el mercado reemplace el vocabulario cualitativamente variado del lenguaje con la jerarquía cuantitativa de los precios.1 En el mercado, la única forma en que podríamos nombrar y por lo tanto reconocer y apreciar un regalo como valor es cambiándolo por dinero, lo que sería contradictorio con su carácter de regalo. Entonces los regalos permanecen invisibles y desvalorizados.

La ganancia surge, en parte, porque damos a la igualdad y la valoramos por encima de la necesidad. Si alguien participa en el intercambio igualitario reciben, él o ella, el regalo de ser valorados, en vez de recibirlo alguien que simplemente tiene una necesidad. Por lo tanto, cualquier excedente que pudiese ir hacia la persona que sólo tiene una necesidad, es ‘libre’ de fluir en forma de regalo hacia la ganancia de los que intercambian. La persona que tiene la necesidad no es considerada como un igual, a no ser que ella o él tengan algún otro producto o dinero, como resultado de una transacción anterior. En realidad, ser igual en tanto intercambiadores sólo implica que las personas que practican el hábito del intercambio, producen para, e intercambian con, otros igualmente interesados en sí mismos y adversarios. Su igualdad como actores y como valores en el proceso de intercambio implica intercambiabilidad—sustitución recíproca, y su falta de vínculos implica indiferencia.

Hay necesidades que devienen del proceso de intercambio mismo—como las necesidades que provienen de los procesos de masculación—que deben ser satisfechos por regalos dados al proceso desde afuera. La modalidad del regalar se corre a un lado para que la modalidad de intercambio tome su lugar transfiriéndole su ignorado valor potencial como modo de distribución. Así nutre al intercambio y a quienes lo practican. Si hay competencia porque un producto abunda, por ejemplo por sobreproducción, entonces los precios bajan. Si los precios bajan, el consumidor recibe como regalo una mayor parte del valor del productor, y eso pone en peligro el futuro de la producción a ser intercambiada.

El mercado, igual que el ego masculado, es una invención psico-socio-lingüística artificial, que usa la descontextualización. Igual que el ego, necesita recibir valor (sin intercambiar) de la donación de regalos, al mismo tiempo que compite con el regalo y le gana. Las personas que participan de esta invención artificial, intercambiando, desarrollan la necesidad de ser valorados como opuestos a los que están afuera del mercado. También necesitan ser mantenidos por otros. Para motivarse a involucrarse en esta práctica artificial incluyen una recompensa extra (un ‘incentivo’) en el precio de sus productos. La ganancia que reciben es un regalo, proveniente no sólo de los que producen la plusvalía (y aquellos que los nutren), sino también de los compradores de bienes escasos. Es una contribución de regalos desde lo desconocido y de los muchos desconocidos. La escasez de empleos y la escasez de bienes funcionan conjuntamente para mantener los intercambios igualitarios altos y el flujo de regalos hacia los ‘que tienen.’

Merecer es una manera, similar a sí misma (auto-semejante), de dar valor no sólo a los que intercambian sino también al intercambio. Quienes producen para el mercado merecen una recompensa. Los que intercambian reciben el valor de ser definidos por igual como miembros adversarios de la misma clase contradictoria. Son vistos como superiores a los desempleados y a los que nunca serán empleados y a los que no compran ni venden. La equivalencia de sus productos con el dinero, parece implicar la equivalencia (exclusión mutua) entre ellos, así como la habilidad de usar las mismas palabras para referirse a cosas similares, implica equivalencia (inclusión mutua) entre interlocutores.

Nuestro ser comunitario se desarrolla a través del lenguaje y de los dones materiales. Podemos suponer entonces que el intercambio y la interacción material de no dar (regalar) son la base de una clase particular de seres. En lo material se desarrolla un propietario privado, mientras que psicológicamente se desarrolla un ego que es funcional al proceso y a la propiedad: es competitivo, procurando tener cada día más, de tener o ser el definiendum, y de convertirse en el masculado privilegiado.

Aquellos con el tipo de ego adaptado al intercambio forman parte de la clase dominante de los muchos egoístas (interesados en sí mismos), todos intentando ser privilegiados. La acción individual competitiva del macho, coincide con la lógica de la sustitución tomando el lugar del regalar. También lo hace la nación masculada, la clase, la raza o la religión, dominando a otros que son obligados a ceder y a entregar valores y bienes a los conquistadores. Los grupos que se reflejan a sí mismos y los que reflejan al hombre, dominan a los grupos que se orientan hacia la necesidad de los otros y encima son nutridos por ellos. Los egos producidos por el intercambio, definen su expansión y la expansión del mercado como ‘civilización.’

La definición como modelo: otra vuelta de tuerca de la auto-semejanza

El género es algo que podemos crear e imponernos en el camino, pero las culturas lo hacen aparecer como algo biológico y como algo imposible de cambiar. Tendemos a considerar los roles de los géneros como constantes y a considerar las adaptaciones individuales como variables. Por ejemplo, las diferencias de temperamentos individuales se interpretan como diferencias de género. Se dice de una niña agresiva que “actúa como un niño”; un niño complaciente es visto como “actuando como una niña.” La idea de que una característica nuestra es nuestra naturaleza, nos obliga a buscar dentro nuestro para hallarla. Pero si lo que estamos buscando es una construcción cultural, es, por lo menos en las primeras etapas, algo que todavía no existe dentro nuestro—tenemos que construirlo de acuerdo a los modelos y a las definiciones que nos han dado. El lenguaje en sí es un elemento modelador importante. Veamos de nuevo como funciona en la masculación.

No nos hemos dado cuenta de como los factores culturales son responsables de la definición de género, porque la forma de la definición está entremezclada en el contenido del género, y su génesis está involucrada en la práctica actual. Éstos son factores culturales complejos y confusos. La definición de género encarna la estructura de la definición en sí misma, por su contenido, ya que el hombre ocupa el lugar de la mujer. El comportamiento masculino se esfuerza por desempeñar la posición general dominante del definiendum. Reconocemos este comportamiento como algo relacionado a la palabra ‘masculino’ y lo volvemos a insertar en la ecuación original, dando lugar a una estructura social semejante a sí misma o auto-semejante. Hay un nivel meta en juego, tal vez sin que lo sepamos. Insertamos la forma de la definición misma al género. Luego reinsertamos al género en la forma de la definición.

Inmersos en el lenguaje, los términos de género están disfrazados para que parezcan otros términos, y el disfraz agrega a su potencia2 de profecías auto-cumplidas. La auto-semejanza de los términos de género—con sus referencias a la agresividad y al dominio en el caso de los términos masculinos, o por contraste, la auto-semejanza con cosas que ceden en el caso de los términos para mujeres no competitivas—parecen fijar el mandato de comportamiento dentro de los términos mismos. (Vea la Figura 22.) El mandato parece residir ‘dentro’ de los términos, pero en realidad depende de un contexto externo que ya ha recibido su influencia durante generaciones. El comportamiento de género del padre ya ha sido influido por el término autosuficiente ‘masculino’ cuando es tomado como modelo por su hijo. La madre, igual que su madre antes que ella, refuerza el error al ceder ser el modelo para el niño. En la medida en que entrega al niño a la otra categoría porque ella es mujer, se convierte, para la niña, en modelo de quien cede y deja que otro ocupe su lugar.

El padre, que se relaciona con la palabra ‘masculino’ como muestra de la misma, asume en su familia la posición de la palabra, tomando el lugar de la madre como muestra. Mientras tanto la ‘cosa’—la madre—relacionada con la palabra ‘masculino’ se hace a un lado como muestra, asumiendo la posición relativa de ser uno de los muchos. La niña sigue su ejemplo mientras que el niño seguirá eventualmente las huellas de su padre. Aquí se forma la analogía con el proceso conceptual específicamente en el momento en que la palabra toma el lugar de la muestra, que se vuelve innecesaria como punto de comparación para mantener la cualidad común de los ítems relativos.

La madre cede la posición de muestra y ocupa la posición de una cosa dentro de las muchas cosas que se relacionan con la palabra-padre, que ahora mantiene la polaridad para esa categoría. La posición de muestra (auto-reflejante) del padre coincide con la palabra, porque, igual que la palabra, sobrepasa a la madre como muestra. Esta situación en la familia se repite también en la definición, donde el definiens ejecuta un servicio y cede, funcionando como la madre. El definiendum, ocupa el lugar de equivalente permanente y sustituto de cosas en esa categoría de cosas funcionando como el padre. El padre posee al falo y a la madre, y es la ‘palabra-muestra encarnada’ para el concepto del niño—y tal vez para todos los conceptos (tal como lo pueden ver los niños de ambos sexos ).3 Otra vez la situación en que el hombre toma el lugar de la mujer (y los valores patriarcales toman el lugar de los valores de las mujeres) repite aquélla en la que el proceso total del intercambio toma el lugar del regalar.

Las mujeres sirven y se hacen a un lado, y la economía del regalo se hace a un lado, mientras que los hombres avanzan y dominan como los equivalentes en el centro. Este patrón, puede verse reflejado aun de otra manera en la definición. El carácter del definiendum vuelve a reflejarse sobre el definiens cuando el contenido es masculino. Y viceversa, cuando el contenido es femenino, el definiendum se vuelve ‘femenino,’ más parecido al definiendum. Por ejemplo, en ‘Las mujeres son el sexo débil’—’sexo débil’ como el definiens débilmente se hace a un lado, y ‘mujeres’ ocupa el lugar del definiendum. Por lo tanto, el contenido (las mujeres como cosas o seres que ceden) resuena con la función tradicional de ceder del definiens. Las ‘cosas’ (mujeres) relacionadas con el definiendum en este caso tienen características del definiens.

‘Los hombres son el sexo fuerte’ funciona de modo opuesto, donde fuerza hace resonar y repite las características de ‘dominio’ del definiendum, que toma el lugar del definiens. Las ‘cosas’ (hombres) relacionados con el definiendum, en este caso tienen las características del definiendum. Se construye así un puente por auto-semejanza entre el nivel de contenido y el nivel de la forma de la definición. Ninguno de los niveles es necesariamente de esa manera, pero cada uno tiene su peso adquirido en la función que desempeña en la construcción social del género. Una vez que la palabra ha sido encarnada en el comportamiento masculado de ‘dominio,’ la definición de género resuena con su propia imagen de comportamiento heterosexual.

El nivel epistemológico, construido de acuerdo a la fibra de dar y recibir, seguramente está influido por la manera en que hacemos nuestras definiciones e infectados con nuestra mala interpretación del género. Los seres humanos son conducidos artificialmente a roles ‘masculinos’ y ‘femeninos,’ porque interpretamos erróneamente que nuestros ‘dones’ físicos implican que pertenecemos a categorías drásticamente diferentes, casi a especies distintas. El hombre crea artificialmente un contenido para su género trazando nuevamente algunos de los pasos de la categorización y este patrón vuelve a reflejarse sobre los mecanismos lingüísticos por los que la categorización se impuso. Las mujeres permiten la repetición de este patrón sirviéndole, lo que causa que se incluyan en él, porque de hecho, es un patrón asimétrico de cuidado y de categorízación-dominación.

De esta manera la modalidad del regalar está encerrada en una relación con la categorización que se opone a ella. Luego cede en tanto principio conscientemente viable, y es anulada por la dominación que, de manera similar, toma su lugar. Hay una complementación de estas dos formas conflictivas en el nivel del objeto y en el nivel meta. Nombrar al niño como ‘masculino’ se proyecta a las relaciones humanas en la sociedad y esto vuelve a confirmar el nombrar al niño como ‘masculino.’ (Vea la Figura 23.) De esta manera cada definición se convierte en un ejercicio en hetero-sexismo artificial. Cada definición resuena con las proyecciones sociales de la definición de género. Por lo tanto la definición de género es continuamente proyectado en la conciencia individual a través de nuestro discurso, de nuestra capacidad de definirnos a nosotros mismos, y de definir a los otros. La definición misma se convierte en la norma y le quita no sólo el servicio de su propio definiens femenino, sino la importancia y aun el derecho de existir de aquellos que no corresponden a los patrones heterosexuales.

Por ejemplo, los enjuiciamientos a fanáticos de derecha tienen un aspecto auto-confirmante, porque la forma heterosexual de la definición (y del nombrar) confirma su dominio y resta importancia a quienes ceden sus definiciones Desde los epítetos usados por los muchachos adolescentes para dominar a las chicas adolescentes, ‘puta’ y ‘prostitutas,’ hasta los juicios manifestados por los jefes, maridos o otras figuras de autoridad, ‘incompetentes’ y ‘tontas,’ requieren que las mujeres cedan al definiendum dominante cuando son dichos por los hombres masculados a quienes ellas sirven.

Los insultos homosexuales, raciales, ideológicos, a los discapacitados, etc. también ‘degeneran’ a menudo en la violencia física actual. Los que definen dominan y los que son definidos ceden. Los dominantes que definen ahora son el definiendum, los que son definidos ahora son el definiens o la cosa que está cediendo.

No reconocemos la heterosexualización de la forma de la definición por una parte porque le hemos dado una ‘muestra’ que nos permite ignorar su funcionamiento de género. Esa muestra es la ecuación abstracta, que aparece ser la forma o la ‘esencia’ de la definición en sí. Utilizando la anotación alfabética ‘A = B’ sustituye los que toman el lugar vacío con palabras o ‘valores.’ Porque son tomadores de lugares vacíos, no generales (como las palabras-regalo cuya generalidad ha sido construida como las muestras sustitutas), parecen implicar la abilidad de ser sustituidas reciprocamente: si A = B, B = A. Además, la ecuación puede parecer ser simplemente una versión más complicada de la tautología (completamente recíproca): A = A. Esta ecuación, que es una imitación bien simplificada y abstraída de la definición, vista como la ‘muestra’ para todas las definiciones, su modelo o ‘forma,’ nos permite dejar como irrelevantes el dominio y el ceder que en realidad están ocurriendo en la definición heterosexualizada.

De hecho, la ecuación recíproca y neutral (¿debemos decir ‘sanitizada?’) domina la definición exactamente como el intercambio domina desde el trueque, el regalar y también desde el servilismo forzado. Entonces damos valor a esta imagen de la neutralidad o la ‘igualdad’y los procesos del dominar, el dar y el ceder empiezan de nuevo. La ecuación de valor para el mercado otorgada solo a los productos que (como los hombres masculados del OBN) ya pertenecen a la categoría de valor y solo tienen que ver con la cantidad de este valor. Es utilizada exclusivamente con las cosas que ya están consideradas intercambiables. Aunque la ecuación entre un producto y su precio aparece neutra, el dinero se convierte en el definiendum encarnado que domina físicamente mientres el producto del intercambio cede físicamente. Al mismo tiempo el proceso entero del intercambio por el dinero reemplaza el regalar.

La retroalimentación de la forma heterosexualizada de la definición a la definición produce unas imágenes auto-similares patriarcales en niveles sociales diferentes. La posición inferior de las mujeres (como el definiens) sirve como algo que no se ve, para retroalimentar (y cancelar) la forma de la definición. Luego la actividad de regalar, invisible, que proviene de esta posición le da valor a la forma de la definición y a la ecuación y deja que tome su lugar como modelo de interacción humana. De hecho, le sigue una proliferación de los auto-semejantes. Las mujeres, las clases ‘inferiores,’ los muchos, los niños, el pasado, el futuro (todo excepto el presente, los dotados y los hombres dominantes) juegan el rol de definiens para el definiendum de los hombres. En una escala microscópica, la relación se repite entre las naciones donde una domina y muchos la sirven. Por ejemplo, Estados Unidos domina las naciones en su área de influencia, que ceden y sirven a su hegemonía cultural y económica. Estas relaciones de regalos son invisibles para la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos.

Seres auto-semejantes versus seres orientados-a-otros

La definición (junto a su espejo esterilizado, la ecuación) se encarna en nosotros en los procesos del ego. Sobrepasa el regalar orientado-a-otros y se da valor a sí mismo. Hace que otros le den valor, porque (como cualquier definición) necesita que se le dé valor desde fuera para poder funcionar.

En el mercado, a nivel micro, en cada intercambio hay un movimiento hacia ‘arriba,’ que también ocupa el lugar del regalar. Cada intercambio, con la ecuación de valor sobrepasando al regalo, funciona de un modo similar al nivel macro del mercado mismo, que toma el lugar del regalar como modo de distribución. Los niveles micro y macro se confirman entre sí (porque las semejanzas parecen confirmar). Al mismo tiempo, se le da mucho valor desde fuera al mercado como la totalidad dominante conformada por innumerables intercambios—y por lo tanto a cada intercambio sobre y por encima del regalar. De manera parecida, en el pensamiento del ego masculado, el nivel micro de la ecuación y de la definición es igual (en su estructura o en su proceso) a expresiones del nivel macro de una identidad masculina auto-reflejante y auto-semejante que domina.5

Las encarnaciones en gran escala de las palabras y las definiciones, en el intercambio y en las jerarquías, en las organizaciones comerciales y en las religiosas, sociales e instituciones políticas, funcionan como niveles macro, que vuelven a confirmar los niveles micro del ego masculado y la forma de la definición (heterosexualizada) o del juicio. Estas instituciones también proveen nichos para que los egos masculados actúen sus destinos sociales, creando cadenas de dominación. Hemos creado estructuras sociales auto-semejantes o similares a sí mismas y diferentes escalas en las que se pueden ‘reflejar’ unas a otras. La forma de la definición (y la masculación) se repite una y otra vez, justificando así la importancia que se le da a la semejanza por encima de la diferencia—y al valor conceptual basado en la norma del proceso uno-muchos por encima de los procesos dirigidos por el regalar que se orienta a la necesidad.

Al regalar no se le permite ninguna capacidad explicativa, de modo que a las actividades basadas en el regalar (tales como la atribución del valor mismo) son explicadas por profesores renombrados como derivados de los conceptos, de los sistemas de elementos que se excluyen entre sí, de las escalas de las preferencias marginales bajo un régimen de escasez o por procesos psicológicos o fisiológicos sui generis o permanecen en el misterio.6 Nuestra sociedad está atrapada en un salón de espejos, y nosotros llevamos espejos en nuestras mentes, en nuestras organizaciones y en nuestras carteras.

El ser que regala y que es orientado ‘al otro’ no depende del pensamiento para ser porque su portador adquiere relevancia social al satisfacer las necesidades de los otros y recibir de ellos. Es probable que gran parte de la identidad masculada, también provenga de la participación no reconocida de regalar y recibir. Sin embargo, se les atribuye la capacidad para conformar la identidad, al pensamiento, a la equivalencia, al reflejo y a ‘encontrarse a uno mismo.’ La identidad de los que dan regalos se crea y valida a través de la acción de dar regalos materiales en sí, y no sólo por hacer, su análogo, en el lenguaje y en el pensamiento.

Lo que es más, puesto que el que deriva su identidad del pensamiento tiene muchas necesidades, el que da regalos las satisface y lo validan a él (usualmente, pero no necesariamente, un hombre) como el que lo ‘merece.’ Si la persona con una identidad más abstracta logra una posición social general, su cuidador es a veces visto como alguien que le da, a través de él o de ella, a la sociedad como un todo, transitivamente. (Esto vale también para aquellos que estando en las jerarquías están en posición de regalar, sirviendo a los que están en una posición social más alta.)

Las mujeres han estado cuidando a los hombres con sus espejos. Pero en lugar de distribuir espejos para todos, debemos ponerlos a un lado y dirigir nuestro dar unas a otras, y hacia la solución de los problemas sociales que ellos han creado. Las mujeres necesitamos cuidar y resolver los problemas sociales directamente nosotras, y no entregar nuestra autoridad a los hombres masculados auto-reflejantes. Necesitamos cuidar de la sociedad como un todo, promoviendo el modelo de regalar a un nivel general, para todos. No sólo practicamos el cuidado-del-otro en nuestras vidas personales y en la solución de los problemas en general. Por ejemplo, damos dinero, tiempo e imaginación para satisfacer necesidades sociales generales, paz económica y las necesidades ambientales, terminando con el hambre, la guerra y la contaminación. También proponemos el regalar como modelo para un necesario cambio de paradigma para todos.

Pensando y siendo

“Pienso; entonces yo soy” son las palabras del que intercambia como ‘dueño de muestra’ privilegiado. El cogito de ‘Descartes’ negaba la importancia de la existencia de los otros, de la sociedad como un todo, de la madre, de la naturaleza, para la propia existencia individual. Descartes adoptó una posición de escepticismo radical—al no aceptar nada como algo ‘dado.’ El primer paso que dio fue salirse del contexto del regalar y recibir e intentar encontrar la base auto-evidente de su ser. Debido a la descalificación que hace de la orientación al otro, no permite a los que intercambian encontrar la confirmación de su existencia en la satisfacción de las necesidades del otro, y en la existencia y bienestar permanente de los otros. Entonces él o ella deben encontrar su confirmación en el reflejo de sí mismos. La falta de gratitud del receptor provoca también el desconocimiento del otro como fuente.

Hay un aspecto de auto-semejanza que influye en el proceso de formación del ego—particularmente en la formación masculada del ego del cogito. Aquí, como en el intercambio, hay un giro hacia la lógica de la sustitución, que ocupa el lugar de la lógica del regalo. Un ejemplo de la lógica de la sustitución: se provee ‘pensar,’ por lo que el uso del verbo ‘ser’ (yo ‘soy’) se justifica. Hay también un giro del discurso hacia la definición y la auto-definición, dejando de lado las necesidades comunicativas contingentes. Porque está descontextualizado (o se descontextualiza a sí mismo), el ego debe continuar siendo validado y sobre-valuado para poder seguir existiendo. Descartes hizo posible la validación interna del ego al dirigir la atención sobre su auto-semejanza. El cogito está influido por la ecuación y la auto-semejanza del intercambio e implica valorar la igualdad (aun la tautología) y la consecuencia lógica por encima de la necesidad. La igualdad de pensar y ser surgen sin duda de la misma fuente: que es la negación del regalar en el lenguaje. ¡Usualmente el ser del sí mismo incluiría las relaciones con los otros!

El regalo de Descartes al patriarcado fue la satisfacción de las necesidades co-municativas del ego como prueba lógica de su existencia. Esta necesidad se deriva de la negación del dar-y-recibir que ya es prueba de la existencia humana material. La auto-semejanza en el pensamiento crea una norma, una especie de espejo (en el techo) de referencia, un reflejo del sí mismo, que en realidad es su producto. Es una re-verberación en el micrófono, que confundimos con un mensaje del universo o de la estructura de la comunicación y del ser—y parece ser la evidencia de que el ser es la fuente del ser. Igual que en el concepto en que la muestra masculina se relaciona con la palabra ‘masculina,’ “yo pienso; entonces yo soy,” es similar a sí mismo, auto-referencial. Descartes reconoció el pensar como definición; luego la definición de sí mismo se hizo tautológica (yo soy yo) apuntalándose en ‘yo pienso; entonces yo soy.’ Aquí la definición misma tiene un origen dominante—él mismo.

El pensamiento que define se convierte en la ‘marca’ del ‘uno’ de la muestra para el concepto de existencia. Ambos, igual que el intercambio, están sobre-valuados. Igual que el falo, la ‘marca’ semejante a sí misma que coloca al hombre en la categoría privilegiada, fue el pensamiento en categorías que tuvo Descartes en el momento que pensó en esta frase inmortal. Ubica a los que piensan en la categoría privilegiada de ‘existir’ y por lo tanto, toma el lugar del dar como una justificación para ser. El pensamiento que define y el verbo ‘ser’ funcionan usando la sustitución, y ‘ser’ trae consigo el pensamiento (los actos de sustitución relacionados con las palabras) al presente. El pensamiento es definido como definición, y como estableciendo ecuaciones y lógicamente consecuente—si/entonces—en vez de como transposición del regalar.

Que algo ‘sea’ solo significa que es lo suficientemente valioso como para ser relacionado a las palabras (para otros), mediante un acto que puede ser sustituido por el verbo ‘ser.’ Así es que el pensamiento es una actividad socialmente valiosa y el sujeto social que la está haciendo ‘es’—especialmente si él o ella tiene éxito y logra hacerlo valioso (para los otros). Al decir Descartes que él piensa pone en primer plano un carácter social general del pensar, que él identifica consigo mismo. ‘Yo estoy pensando’ es auto-referencial, y parece obvio o transparente porque se asemeja a sí mismo: A esta actividad la llamamos pensar—se expresa en frases tales como ‘yo pienso,’ ‘yo soy’ y ‘yo pienso; entonces yo soy.’ Hay un giro hacia la sustitución en la frase en sí, como también lo hay en el verbo ‘ser.’ Y Descartes satisface, cuando lean su libro, las necesidades de otros egos de saber que existen. ¡Que regalo!

Pero Descartes no estaba solo, a pesar de que estaba fuera de contexto, porque el pensar tenía que ser valioso de manera que fuera relacionado antes que él con una palabra como nombre, como también con otras palabras contingentes en su discurso. Tanto las palabras y el pensamiento son evidencia de la existencia de otros y del contexto en el que el pensador (supuestamente fuera de contexto) opera. En el pasado muchos le han dado valor al pensamiento.

Pero también se le da valor al pensador en el presente, no sólo se lo da el/la pensador/a sino todos aquellos que lo nutren generalmente como parte de la sociedad e individualmente como a una persona conocida. La fórmula es: tomen el pensamiento como la cualidad importante (¿la invariante sensorial?) de la cosa que es la muestra, luego digan que lo estamos haciendo, tan parecido a la muestra, tan sustituible por la muestra y por cualquier palabra que pueda sustituirla de tal modo que nuestros actos podrán ser sustituidos por el verbo ‘ser.’ Entonces, ellos y nosotros existimos. Es otro ‘tener’ el que nos hace ‘merecedores’ de existir. Nosotros correspondemos a ‘existiendo.’ Tal vez podamos llamar a todo esto ‘Lingüística anti-cartesiana:’ Descartes estaba simplemente re-escribiendo el pensamiento como ser y viceversa, y (como Chomsky y muchos otros filósofos a quienes la masculación los hizo equivocar) haciendo un énfasis exagerado sobre la importancia del proceso (volver a nombrar) de reescritura mismo.

Ser es masculino

Ser miembro de la categoría privilegiada es un requisito para eventualmente convertirse en la norma. Para los niños, ésta es la posibilidad de convertirse en hombre, en padre, una muestra para la familia y para lo ‘humano.’ Para ambos, niñas y niños, puede significar lograr los puestos más encumbrados en sus profesiones. Ser miembro de la categoría privilegiada, crea la necesidad de seguir teniendo ese tipo de relevancia para merecer la definición. Es una necesidad para los niños (y para otros que intercambian) desarrollar la identidad masculada (intercambio)—lo que significa dominar, renunciar a la madre y a regalar, etc.

El regalo que el niño (o el que intercambia) cede es su identidad ‘femenina’ (actualmente humana) que cuida. Por esto, él o ella son validados por otros, aunque sea económicamente, y son recompensados con la auto-estima que le es permitida a aquellos de nosotros que actuamos conforme a la norma masculada, convirtiéndonos en exitosos ‘dentro del sistema.’ Esos exitosos parecen existir y ‘merecer existir’ más que los que no tienen éxito. Aceptamos el paradigma del intercambio de la misma manera en que adoptamos el paradigma del lenguaje cuando éramos pequeños, o cuando los niños asumen su identidad masculina. Pareciera ser que las cosas ‘son’ así.

Hemos estado diciendo que el verbo ‘ser’ sustituye los actos de sustitución de las otras palabras en la definición, dándole a ser una similitud parcial con la masculación y con el giro hacia el intercambio. ‘Es’ se asemeja al símbolo de ‘$.’ El grado de existencia de los hombres parece ser superior al de las mujeres, ocurre igual con algunas razas y clases sobre otros. Si a esto le agregamos la idea de merecer, podemos ver como los diferentes ‘giros’ hacia un nivel ‘más alto’ avalan la supuesta superioridad de los hombres blancos de clase alta, que parecen ‘merecer existir’ más que otros.

Al desempeñar el rol del definiendum en la tautología (‘yo soy yo’) o (‘yo soy un ser pensante’) los hombres están sustituyendo el acto de la sustitución, como lo hace el verbo ‘ser’ cuando sustituye el acto de sustitución en la definición. Ser parece implicar ser masculado, y el más masculado (o masculado más a menudo), domina a los otros, y ‘merece’ existir más. Esto ocurre porque ‘ser,’ igual que la masculación, ya está asociado con la sustitución y el intercambio.

Los egos masculados son los que hacen las categorías y se incluyen a sí mismos en la categoría como muestras, avalados por el verbo ‘ser’ y por el dinero—por lo que ‘naturalmente’ usan el dinero para perpetuar su propia existencia. ¿Cómo merecerían hacer las categorías si no merecieran existir? Entonces, las mujeres, las clases, las razas, o los grupos de preferencias sexuales que son obligados a pensar que no merecen vivir (o no son lo ‘suficientemente buenos’) tienen que justificar su existencia, cuidando y sirviendo a aquellos que lo ‘merecen.’ (Puede aplicarse a cualquiera colocado en la categoría de los que no merecen por los que controlan la definición.) ‘La existencia,’ entonces, se convierte solo en otra categoría privilegiada.

Existencia por sustitución

El intercambio ubica a las personas y a las cosas en una categoría especial, que recibe valor desde afuera. En su rol de otorgarle valor a esa categoría, los muchos que sirven a los que merecen, también merecen. Parecen participar, hasta cierto punto, en la categoría privilegiada por sustitución de poder. Al darle valor al sistema y ayudando a otra persona a tener éxito en él, nos colocamos en una cadena transitiva, de manera que algunos bienes provenientes de los que intercambian en esa categoría, nos llegan. Éste es el caso de las esposas ‘que no trabajan,’ que reciben las migajas del intercambio. El hecho de que algunos bienes sí regresen a ellas hace creer que el cambio es la fuente de los regalos, el gran cuidador.

Ésta es una de las razones por las que las mujeres continuamos nutriendo al intercambio y a los que intercambian con nuestra confianza, nuestro amor y nuestro trabajo no remunerado. El modelo de masculación se ve más atractivo y merecedor que el modelo de la madre, y nosotros lo cuidamos maternalmente. En la pubertad, escogimos el modelo masculado sobre el modelo de la madre, como algo más viable. Muchas hijas dejan a sus madres (por lo menos en espíritu) porque están convencidas de que la masculación es humana y que es su deber cuidar a alguien en esa categoría, o convertirse en alguien perteneciente a esa categoría—alguien que ‘contribuye’ y que por lo tanto merece existir y ser cuidado.

La persona que, en alguna medida, no logra merecer existir, permanece en tierra de nadie. Su falta de ‘autoestima’ se debe en realidad a la co-optación de una existencia (privilegiada) por parte de mujeres y hombres exitosamente masculados y a la ayuda que han recibido para lograrlo. Tanto el merecer como la existencia conllevan la sustitución del regalar por la masculación y el intercambio. Debemos unirnos a los sustitutos y renunciar al regalar, o nutrirlos si queremos merecer existir.

Ser equilibrado

Puede ser que la mujeres crean que pueden lograr ‘un equilibrio entre el trabajo y la familia,’ manteniendo una actitud de cuidado hacia su marido y sus hijos, mientras trabajan para la economía del intercambio. Este equilibrio, sin embargo, avala la modalidad masculada. Al otorgarle igual valor al regalar y al intercambio, ocultamos la creatividad y la fertilidad del regalar, reduciéndolo a una comparación acorde a los principios del intercambio (igualdad) y eclipsando su capacidad de ser un modelo—así se drena la energía de los que dan. Volvemos a validar el intercambio al usar principios para regular el regalar.

También a los hombres se les incita a que ‘redescubran lo femenino’ dentro de ellos, mitigando así los extremos de la masculación, sin cambiar paradigmas. Igual que el reformismo o la beneficencia, estas actitudes sólo hacen que el patriarcado sea más viable para algunos de sus miembros. La máxima ‘nada en exceso’ se usa demasiado. Los grupos privilegiados ‘equilibran su lado masculino y femenino’ mientras arrasan con las ventajas de la economía de explotación masculada y del sistema ideológico, que obliga por la fuerza a los muchos a ubicarse en una posición de regalar a favor de ellos. Nuevamente, las ecuaciones son sobrevaluadas y las necesidades ignoradas. La medida patrón que cuantifica los cuidados (haciendo una equivalencia con no cuidar) es exactamente eso—mezquina. Permite que los grupos privilegiados vivan más confortablemente entre ellos, sin resolver los problemas que causan la infelicidad del conjunto.

El modelo del equilibrio, igual que el modelo más completo de masculación, en realidad le quita crédito al aspecto original y creativo de dar y recibir. Confunde el asunto al integrar lo femenino de acuerdo a los estándares masculinos. Evita que podamos ver las necesidades que claman por ser cumplidas. Por lo tanto hay, en primer lugar, una meta necesidad de que vayamos más allá del equilibrio, para que las necesidades de todos sean satisfechas. Pero, desde luego, éste no es un punto de vista equilibrado. Los principios de la masculación y de la maternidad entablan una lucha, causando un efecto de subibaja. Somos como una persona que alterna su peso de un pie a otro, nunca logrando el suficiente equilibrio para dar un paso adelante o dar un giro hacia un verdadero meta nivel—ni siquiera somos capaces de ponernos de pie para evitar la destrucción de nuestro planeta

Todo el mundo adopta el modelo masculado. Las hijas admiran a sus padres y a sus novios, y no les dan valor a sus madres. Las madres sobre-valúan a sus esposos y a sus hijos, des-valorizando su propia actitud de regalar y las de sus hijas, quienes con frecuencia eventualmente harán lo mismo. El feminismo en alguna medida está cambiando esto y los pensamientos y comportamientos de las mujeres que cuidan son relatados en cuentos y poemas, y también en estudios sociológicos. Pero aún no le atribuimos el mismo valor que les atribuimos al intercambio y al comportamiento y pensamiento masculados.

El cuidado es el origen de nuestra especie—no lo es la competencia, ni las jerarquías ni la supervivencia del más fuerte. Las madres humanas garantizan la supervivencia del más débil—de los recién nacidos. Todos somos ineptos de alguna manera; piel delicada, estómagos vulnerables, dientes pequeños y dietas variadas nos convierten en animales con muchas necesidades que los regalos de otros pueden y deben satisfacer. Nuestra adaptabilidad da lugar a que nuestras necesidades y deseos proliferen y se vuelvan específicos. (Tengo hambre—no de cualquier cosa, sino de tamales como los que hacen en el sur de Texas—aunque yo no sepa como hacerlos. Mi necesidad—mi deleite, en este caso—es específica, y viene de mi historia.)

El proceso de identificar necesidades y satisfacerlas—durante el cual aprendemos sobre las variedades culturales específicas de bienes y servicios, provistos para satisfacer múltiples necesidades y deseos, para luego aprender como proveerlos y como recibirlos de otros—es el proceso humano básico. Dándole más valor al regalar, y en este caso a la transmisión cultural, tal vez nos permitiría acceder a la generalidad que ahora parece que encontramos en el dinero y en otras estructuras sociales del uno-muchos. La necesidad artificial del intercambio se ha extendido entre todos, lo que crea un grado de generalización en los medios para el intercambio, que sólo rivalizan con las cabezas de estado—cuyas imágenes, después de todo, están estampadas encima.

La creación de la escasez por aquellos que merecen existir

El intercambio nos desafía a probar que nosotros podemos satisfacer las necesidades de los otros, haciendo que nuestra propia supervivencia dependa de nuestra ‘aptitud’ de producir lo suficiente en un proceso de ‘selección poco natural.’ Algunas especies de animales desarrollan jerarquías en momentos de escasez, mientras que en los momentos de abundancia el modelo de dominio se relaja—y entonces la alimentación y el apareamiento se dan de manera menos estructurada. La creación de escasez que facilita el intercambio entre los humanos hace que el modelo jerárquico parezca imprescindible para la supervivencia. Imitamos el comportamiento jerárquico de aquellos grupos de animales que ya hemos dejado atrás por nuestra evolución gracias a los cuidados maternos. Regalar, en el lenguaje, aún mantiene nuestro salto cualitativo en un plano abstracto, mientras que en lo concreto parece que hemos dado un salto hacia atrás al hacer que se torne difícil realizar los cuidados nutricios, actuando de manera feroz, parasitaria y competitiva.

Diversas tecnologías como la tecnología amigable con el ambiente, tienen el potencial de proveer en abundancia para todos. Esta abundancia amenaza al intercambio al hacerlo irrelevante e innecesario. Regalar abundantemente provee para todos, y la abundancia es necesaria para que el regalo mejore eficazmente la calidad de vida. En la abundancia, dar bajo presión (como aparece en el intercambio y en las jerarquías) no tiene razón de ser, porque las necesidades pueden ser satisfechas por múltiples fuentes.

Las jerarquías se usan para re-crear continuamente la escasez al desviar cualquier excedente de ganancia. Así mantienen al intercambio como el modelo de distribución para todos. Las guerras se arman para replicar a los desafíos planteados a las jerarquías y a los mercados por otras jerarquías y mercados. Estas guerras destruyen los recursos, creando escasez y así se aseguran la continuidad de un ambiente propicio al intercambio. La preparación para la guerra y el gasto en la fabricación de armamento de alta tecnología, y el mantenimiento de grandes ejércitos también devasta la economía civil en ‘tiempos de paz,’ de modo que la abundancia no se acumula.

En apariencia es lo opuesto. En la industria armamentista el empleo es muy visible y lucrativo, y aparenta ‘contribuir’ a la economía. Sin embargo éstos son puestos que no producen nada, son regalos del público para los trabajadores. Pagados con los dineros de los impuestos, y dedicados a la protección de un grupo o sistema, parecen poseer el significado social y general al que toda la sociedad aspira. Desdichadamente, el contenido de esa generalidad sólo es la propagación de la muerte. Los productos de esa mano de obra nunca entran en la economía de cuidado; en cambio, son usados para destruir la abundancia potencial de la co-munidad local y global.

El incremento del gasto de gobierno necesario en tiempos de guerra (y los regalos de tiempo, energía y entusiasmo que los ciudadanos patrióticos dan al esfuerzo nacional) le inyectan más elementos del regalar a la economía como un todo. Esto la estimula (creando más ganancias) al tiempo que permite un ‘uso’ de la producción—o sea su destrucción en la guerra—que no representa una amenaza para el sistema de intercambio, al no permanecer en la economía y crear la abundancia.

Las colonias y los territorios conquistados proveen (mínimamente monetaria) la mano de obra regalada y los recursos necesarios, que permiten, en los países colonizados la toma excesiva de ganancias por unos pocos. Estas ganancias luego pueden ser reinvertidas en las industrias bélicas de los países colonizadores. De esta manera, los regalos provienen de ‘otro lugar,’ y no amenazan las economías monetarias ‘desarrolladas’ con su presencia en abundancia, porque pueden ser rápidamente recicladas como producción de desechos—de armamentos.

Ahora, a pesar de las distancias geográficas, el Norte ha creído necesario crear escasez en el Sur, a través de los préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, del ajuste estructural y del agotamiento del medio ambiente. Esto hace posible canalizar los regalos de los muchos con mucha más precisión hacia empresas que no crean la abundancia que podría desafiar el sistema.

En vez, los flujos de regalos—mano de obra barata (mano de obra de la cual el mayor porcentaje es regalado) y los bajos costos de la materia prima (alto cociente del regalo)—crean una abundancia de bienes de consumo al que tienen acceso solamente aquellos que trabajan en cierto nivel de la economía de intercambio a través de su ‘demanda efectiva.’ Estos bienes nuevamente diferencian a los ‘que tienen’ de los ‘que no tienen.’ Las industrias de la comunicación utilizan la radio, la televisión y las computadoras para difundir información, música e imágenes ‘gratis’—producto de nuestros regalos artísticos. Estos productos son ‘elegidos’ por el mercado y generalmente sirven para vender otros productos (modificando las necesidades y los deseos), y también para crear consenso alrededor del sistema del mercado mismo.

Todos estos resultados extremos vienen de la con-validación de la masculación por un sinnúmero de estructuras superpuestas auto-semejantes que han sido mal interpretadas. Desde el gobierno hasta el lenguaje, desde la economía a las religiones, desde la milicia a la academia—estas estructuras se superponen, se repiten y se avalan entre sí. Las maneras en que formulamos nuestras ideas de la existencia, del ser, y del pensamiento descontextualizado, validan a los hombres masculados a través de la similitud entre sus procesos y los procesos de masculación (que se originan en nombrar y definir de todas formas).

El intercambio, como sustitución de la lógica de la sustitución del regalar, hace surgir la pregunta acerca de merecer como también la pregunta del poder, y de la inclusión o exclusión de la categoría a la que se da valor. Nuestra aseveración de ‘ser,’ a pesar de que haya sido lógica y desarrollada antes del intercambio, valida al intercambio después de dar el giro a través de la similitud y viceversa. Muchos de los procesos de sustitución—como la masculación el verbo ‘ser,’ el intercambio, y los juicios de correspondencia y merecimiento—se agrupan para formar una ‘realidad’ que se auto-perpetúa y que se auto-estructura, un tipo de mecanismo que en múltiples niveles diferentes es dominante y ocupa el lugar de un mundo basado en el regalo, siempre presente y posible todavía.

La ‘nueva’ realidad parece ser más válida, más ‘real’ que la anterior, que no obstante sigue dándole su apoyo. A pesar de que no se le reconoce, el proceso de regalar, como la ostra que hace la perla de un grano de arena, continúa regalándole a la más que dura realidad del intercambio, (hasta cierto punto) haciéndola más humana. El statu quo masculado, con sus jerarquías y sus privilegiados, se mantiene gracias a los regalos de las mujeres y de los hombres que están fuera y dentro de él. Como lo que es parece merecer existir más que sus alternativas (las realidades alternativas, por ejemplo, de los hombres ‘primitivos’) y nosotros lo nutrimos.

Mientras tanto, para no ser menos que los donadores ocultos, los que han tenido éxito en la economía del intercambio, a veces compensan su egoísmo dispensando un poco de caridad (generalmente no muy abundante), a las de clases inferiores o al proponer soluciones tendenciosas para aquellos problemas sociales que ellos han creado. Por ejemplo, recientemente oí la siguiente propuesta: los niños de madres que estaban protegidas por la seguridad social deberían ser enviados a orfelinatos, como si los ‘expertos’ profesionales asalariados en un contexto institucional fueran mejores para los niños que las madres solas. Habiendo reducido a las madres a la más espantosa pobreza, haciendo a la crianza de los niños algo casi imposible, los políticos y los ‘pensadores sociales’ proponen ocupar sus lugares con otro modelo monetario paternalista más.

La recompensa para estos pensadores está en ‘demostrar’ que el modelo masculado no es sólo más eficiente sino más compasivo que lo que las madres puedan hacer directamente. La maternidad puede ser un trabajo más del que las mujeres pueden ser despedidas. Y el poder de incluir o excluir de la categoría se le otorga una vez más al hombre masculado y a las instituciones. La identidad de las madres como las que regalan no es reconocido, y aun cuando su trabajo no está remunerado, se les puede quitar. Despojadas de sus hijos, se les quita también su identidad como dadoras de regalos y de su identidad dentro del intercambio. No tienen modo de crear una identidad o de merecer existir. Carentes de todas las posibilidades de masculación para su inclusión en las categorías superiores, estas mujeres, en contraste, dan a esas categorías, y ellas reciben el castigo por carecer, lo que calma el miedo y la envidia de los que tienen. Es la manera de expiar su crimen de proponer el modelo de maternaje sin hombres.

De hecho, el Estado se mete como sustituto del padre, eclipsando de nuevo a la mujer. La ley o la caridad de los padres colectivos desvaloriza y hasta mancilla a veces la realidad de una vida basada en el regalar. Y lo hace ya sea como asistencia social capitalista o bajo la forma de administración de recursos por un estado socialista o comunista

El visitante extraterrestre reconocería la importancia de que la mujer hace el 60% del trabajo agrícola, pero sin embargo solamente son dueñas de un 1% de las tierras. Usualmente las feministas piensan en esta extraña desproporción en términos de justicia—esto es, creando un intercambio para hacer que las mujeres lleguen a ser dueñas de igual cantidad de tierra que los hombres. Quiero proponer la idea de que la razón por la que la mujer es dueña de tan poca cantidad de tierra, es porque nosotras nos relacionamos de manera diferente con lo que nos rodea. Necesitamos desmantelar las estructuras del patriarcado, incluyendo las estructuras de la propiedad que están basadas en la masculación, y proponer un modelo de propiedad basado en el regalar.

¿Existe el regalar?

El dinero es el medio para satisfacer las necesidades co-municativas en la comunidad de los que intercambian, dueños de la propiedad privada. El valor del intercambio está en la importancia de los productos para aquella co-municación contradictoria que se excluyen mutuamente. Igual que el verbo ‘ser,’ el dinero sustituye el acto de sustitución de un producto por otro.

Yo creo que el valor co-municativo de las cosas se expresa en palabras, que ocupan el lugar de regalos en la creación de los vínculos humanos. Las palabras también pueden ser vistas como teniendo valor por su posición relativa entre las palabras en el sistema de la langue. Si ciertas clases de cosas no fueran recurrentemente relevantes para los seres humanos, no se relacionarían con las palabras en tanto nombres de las cosas (a pesar de que se hablaría de ellas en las frases). Por eso, la razón por la que se les donan palabras a ella o a él es porque son usadas por el colectivo, que está compuesto por muchos que nunca vamos a conocer.

Lo que es valioso para el colectivo está fuera de la interacción comunicativa individual, y fuera de la transacción individual de dinero en el intercambio. En realidad es para otros. La identidad de un objeto cultural puede ser encontrada en el regalo verbal sustitutivo, fuera de la interacción comunicativa individual, en lo colectivo. Una situación análoga ocurre con la determinación cuantitativa del precio. El precio se determina por el valor del producto para otros en la sociedad, a quienes nunca conoceremos. Si observamos el valor cualitativo de las cosas para la comunicación en tanto son expresada en palabras, y el valor cuantitativo de las cosas para el tipo de comunicación contradictoria que es el intercambio material, tal como se expresa en el precio, y hacemos una corrección en cuanto a la diferencia entre el valor cualitativo y cuantitativo, podremos entender el mecanismo de ambos.

De hecho, para ambos es la importancia de las cosas para la comunidad lo que las pone en primer plano en nuestra conversación o en el mercado. Son ‘para los otros por lo tanto son para mí.’ Los gatos se llaman ‘gatos’ porque son para nosotros lo que son para los demás. Una lata de café cuesta $4.00 porque eso es lo que cuesta también para los otros. Cuando el monto que los otros están dispuestos a dar varía, también varía para el individuo. Podemos ver el valor de los diferentes componentes del café: el precio que se pagó al cafetalero por el grano, el precio de la mano de obra, el precio del transporte, la molida, la lata, etc.

Cada uno de estos y cualquiera otro componente que pueda tener, depende de lo que las partes son ‘para lo otros,’ de lo que los otros dan por eso. Para cada transacción económica o lingüística, la identificación de lo que algo es, depende de lo que es para el colectivo—para los muchos—que están fuera de la transacción misma. Hemos dicho que el verbo ‘ser’ es el sustituto del acto de sustitución y que el dinero cumple un proceso similar. Para las esferas de lo económico y lo lingüístico respectivamente, algo es valioso cuando es suficientemente importante para la mayoría, tanto como para que su lugar sea ocupado por una palabra que lo nombra, o por ‘es’ como sustituto del acto de sustitución, o por algún otro producto de intercambio—y por dinero como un equivalente de su precio.

Tanto el lenguaje como el intercambio ponen la co-municación del regalo fuera del centro de atención. Esto ocurre en la mente colectiva (particularmente cuando el valor de cambio se ha convertido en muestra del valor). Los aspectos de regalo en la vida son relativamente inconscientes y no se discuten. Se han asimilado a los regalos que toman el lugar de regalos al intercambio (que es un modelo muy atrayente) y a la definición influida por la masculación. Por esta razón, el valor del regalo no es reconocido colectivamente. Es más, casi no se lo nombra. Parecería paradójico decir que el regalo es valioso; el valor está dado por que algo existe para la colectividad, y que la colectividad no acepta el regalar como algo existente.

Por otro lado, si vemos al verbo ‘ser’ y al dinero como sustitutos para el acto de sustitución, es razonable que el regalar—que no es sustituido—no parezca ser pertinente al lenguaje ni ser valioso para el intercambio. Por lo tanto, si el lenguaje y el cambio requieren de la sustitución para asegurar la existencia del valor, regalar, que no es sustituido por nada, pareciera no existir ni ser valioso. La masculación, por el contrario, que es una construcción de sustituciones auto-semejantes, parece existir y ser muy valiosa. No es sorprendente que atraiga todos los regalos que no se dan a regalar per se.

Por otro lado, tanto el ‘ser’ y el intercambio por dinero, son influidos y ‘agotados’ por la masculación que retroalimenta el principio de dominación en la definición y en la economía—por lo que ‘ser’ o ‘ser valioso’ implican dominio o ser el uno o la muestra. De nuevo, nada de esto es ‘culpa’ nuestra. Estas contradicciones son más que todo enredos lógicos.

De este modo el verbo ‘ser’ y el dinero reflejan el poder que le hemos otorgado al lenguaje para que nos aleje de nuestras madres y de la Madre. Nosotros no vemos que ‘ser’ y ‘valor’ tengan relevancia en la sustitución, porque negamos la realidad de lo que ha sido sustituido. Igual a como negamos a la madre (y la tierra) como modelo sustituido—como si ella no existiera (en especial sí la existencia tiene que ver con sustitución). ‘Olvi-damos’ que la madre es activa y que activamente da y con compasión cede. Nuestro marco de referencia original viene del regalar, pero por haber sido masculados o por cuidar a aquellos que han sido masculados y sus procesos, aprendemos a valorar a los aspectos de definición del lenguaje y de la vida—sustitución, tener, guardar el intercambio y ‘ser’—en vez de a los aspectos de regalar y al dar.

La madre no tiene que ceder. Si la madre no cediera, nosotros podríamos enmarcar de nuevo nuestra visión del mundo, y ver cuánto de la vida hay ya en su modo de regalar. Podríamos ver las cosas como regalos de la Madre Tierra—no sólo como productos de los nombres dominantes de Adán—y por lo tanto los trataríamos con el cuidado que ellos necesitan para no ser destruidos. Muchos ya estamos haciendo eso cuando apreciamos y valoramos los regalos de la naturaleza, de la cultura, de la sincronía, de la buena voluntad, y el regalo de la vida misma. Lo que percibimos como la inmanencia de ‘ser,’ es en realidad el resultado de nuestra modalidad creativa y receptiva, dirigida con gratitud hacia los regalos de la vida y de la tierra, mientas se suspende (momentáneamente) la mediación agotada del lenguaje y el intercambio.

Tal vez podamos percibir a la comunidad como parte de la Madre, dándole valor a las cosas y a nosotros, y las cosas dándole valor a sus nombres, que nos damos unos a otros, valorizándonos. La tierra se co-municaría con nosotros a través de los frutos y el canto de los pájaros, de nuestros cuerpos y de nuestro ser dador. Participaríamos en una relación co-municativa con la naturaleza. Ahora el modelo de la comunidad está conformado por dueños uno-muchos que se excluyen mutuamente, poseyendo propiedades que le dan valor a su posición, y desacreditando la categoría de los ‘que no tienen.’

La propiedad que tiene que ver con regalar (propiedad que se puede dar y recibir) es diferente de la propiedad privada que se mueve a través del intercambio. Podemos crear un vínculo de cuidado con la propiedad y no uno de dominio. Tal vez el paradigma del regalo requeriría una clase más liviana de propiedad, más como la propiedad de nuestros cuerpos que (cuando se sienten seguros) se pueden básicamente compartir, pero por ahora generalmente no son compartidos. Podríamos tener una relación con la propiedad, de uso, de compañerismo, gratitud y de mayordomía. Lo podríamos considerar de acuerdo al modelo del busto, como la propiedad de algo que puede dar de una manera amigable, y no sobre el modelo del pene—que es más como la propiedad de un instrumento penetrante o una ‘marca’ que nos pone en una categoría superior.

El modelo de la mujer atendería las necesidades, y en la abundancia las necesidades podrían proliferar en variedad y especificidad. Podrían incluir también necesidades psicológicas de seguridad y de vinculación con el medio ambiente, para que el que se ocupa de algo sea de quien ese algo es. En la abundancia, la necesidad de propiedad sería menos fuerte de lo que es ahora, porque la consecuencia de no tener solo sería que los regalos vendrían de otra parte. Cuando tener y no tener ya no están investidos psicológicamente con las pesadillas de la niñez, ya no serían ‘necesarias’ la ley y la retribución. Y no sería necesario ni estaría permitido que el Estado apareciera como padre-dueño de la colectividad.

En la actualidad, la clase de propiedad que significa poder compartir y disfrutar de la naturaleza y de sus abundantes recursos, está reservado para los ricos como recompensa por tener más. La cuestión está en hacerlo extensivo a todos, incluyendo a los ricos, que todos disfruten de la abundancia de la naturaleza y de la cultura, sin impedírselo a nadie. Debemos reconocer cuán profundamente hundida en una psicosis colectiva está nuestra sociedad. Con urgencia debemos curarla y curarnos nosotros también.

Los indígenas y sus culturas han empleado el modelo de la madre y del regalo más que nosotros. Sería interesante averiguar hasta qué punto ellos integran los mecanismos lingüísticos con los regalos y qué clase de propiedad proponen. Los Iroquois, una sociedad matriarcal, en el que un consejo de mujeres tenía el poder de decisión, y que usaba un nombre de mujer (no de hombre) para significar ‘ser humano,’ nombraban con diferentes nombres propios a cada uno de los miembros de la tribu. Un nombre estaba disponible sólo cuando moría la persona que lo llevaba. Los nombres de los miembros de la tribu conformaban una langue, y podríamos ver a los miembros como las ‘cosas’ socialmente valiosas—una cultura, un mundo—relacionado a esas palabras. En el patriarcado europeo—o puerarquía—hemos transformado a algunas cosas en cosas: mujeres, y a algunas en palabras: hombres—y mediamos entre sus ‘propiedades’ con la ‘palabra-dinero.’

Nuestro estado patriarcal de cosas, de ninguna manera es una forma más racional de organizar la sociedad que la manera ginárquica de los Iroquois. Todas las diferentes culturas, que existían antes de que fueran dominadas, destruidas y redefinidas por el Hombre Blanco y sus formas, eran experimentos socioeconómicos en los que se involucraban los muchos. Algunas de ellas valoraban a las madres y al regalar simbólico y co-municativo. Podemos aprender formas alternativas de vida de ellos.

En la modalidad del regalo, ‘ser’ es la co-municación con la tierra y con los otros seres humanos, y de hecho aún estamos en la modalidad del regalo a pesar de la participar en el intercambio. Nuestra experiencia incluye las percepciones recibidas por los sentidos y la información—dándole destinos al mundo según lo experimentamos, con necesidades que podemos satisfacer, necesidades de los otros, nuestras o del ambiente. Las necesidades crecen de acuerdo a los medios para satisfacerlas, el oído se acostumbra a la música que escucha. Algunas necesidades son más básicas que otras, pero aun esas se diversifican de acuerdo a los gustos y preferencias de los diferentes medios de satisfacción, los diferentes regalos de la Madre Cuidadora y de lo que provee la Madre Naturaleza.

La existencia de la mujer no consiste en ceder, o ser propiedad de, o dueña de, sino de una relación completamente diferente con el mundo (y con la propiedad). Se trata de una relación cuya potencialidad no es mutuamente excluyente sino que se orienta hacia las necesidades, ‘destinada a otros.’ Las barreras son necesarias solamente para las peleas entre los ‘uno-muchos’ luchando para ser ‘muestras’ mayores. Si nosotros le diéramos valor a las necesidades y reconociéramos y apreciáramos su complejidad, también podríamos satisfacer y reconocer las necesidades de todos y de cada uno, de mantener su independencia. Los cuidados de las mujeres se extienden lógicamente al medio ambiente. El otorgar valor a todas las necesidades en todos los niveles, también nos permite valorar las necesidades generales a gran escala.

En la actualidad, la necesidad de sanar al planeta es una necesidad del colectivo, y en forma colectiva se está tratando hacerlo—sin pasar por el modelo humano de la madre cuidadora. Muchos estamos preocupados por la Madre Tierra, pero seguimos considerando que el maternaje humano no es importante. Es en la maternidad y en los cuidados de la madre, donde podemos encontrar el marco de referencia para poder vivir en paz entre nosotros, para que detengamos el dominio y la destrucción de la tierra.

Si pudiésemos disminuir la economía de intercambio junto a la envidia motivada por la castración, de tener y no tener, podríamos vivir en armonía, con un tipo de propiedad semi-privada, que también sería pertinente para el colectivo como medio ambiente. Los bosques ya no serían valiosos para los aserraderos propietarios del mismo, sino para los seres humanos y las especies que viven en él y que usan sus regalos con respeto, cuidándolos. Los bosques convertidos en troncos no satisfacen ninguna necesidad colectiva, sólo satisfacen la necesidad que motiva la ganancia del propietario privado. Deben crearse las necesidades de los compradores con demandas efectivas. Ya sea que los árboles se vayan a transformar en papel higiénico, palillos chinos o materiales para la construcción, existen alternativas y las necesidades del público podrían ser educadas hacia éstas para bien de lo colectivo y del medio ambiente.

En vez, a gran escala, el intercambio capitalista, utiliza al colectivo como medio para la satisfacción de la necesidad de todo el mundo de los medios de comunicación económica, por dinero. La necesidad de una ganancia es abstracta. Todo el mundo necesita lo mismo. Esta necesidad común de tener (más) dinero distorsiona nuestra percepción de las otras necesidades. El valor del dinero es como el valor lingüístico de todo, como ‘ser,’ visto como la sustitución (dominio), no de la inmanencia del regalo.

La nada no es el opuesto a ser. Lo que realmente es el opuesto a ser, es la reinterpretación del verbo ‘ser,’ que incluye el regalar, sin dar signos, conectado al lenguaje por medio del regalo, y no a través del dominio, de la sustitución y del ceder. De igual manera, el opuesto a la relación uno-muchos de la propiedad no es no tener sino la propiedad basada en la gentileza de la mujer. Debido a la masculación, a los privilegiados que sí ‘tienen’ se los premia con una abundante relación nutricia con la propiedad. De igual manera, una mujer nutricia, parece ser la recompensa que se les da a los hombres, por ser masculinos. El arrebatar la propiedad a los otros, hace que no podamos recibir y transmitir su valor, y nos hace incapaces de apreciar su relevancia a un colectivo que comparte. De acuerdo a la lógica lingüística, es para nosotros y, por lo tanto no para los otros y por lo tanto—no para nosotros. Cuando mantenemos algo dentro del sistema de la propiedad privada mutuamente excluyente, no podemos imitar con ese algo el modelo de los cuidados maternales.

Recientemente, informes sobre la llamada gente ‘primitiva’ se han popularizado en Estados Unidos, porque describen formas de vida que se centran en el regalar, con una base espiritual. La historia de los aborígenes australianos, que viajan sin ningún equipaje, dependiendo para su supervivencia de los regalos del creador para sobrevivir—y recibiéndolos—es un ejemplo de una forma de vida basada en el regalo (a pesar de que en estos momentos ocurre en escasez). Estas historias se vuelven muy populares en Estados Unidos, porque nos indican una actitud que nos sana, a pesar de que participemos en una economía que lo contradice.

Las terapias religiosas o de la Nueva Era promueven la gratitud por las bendiciones que recibimos, colocándonos en el marco de referencia del regalo. Las preguntas que surgen son, “¿Podemos sanar individual o espiritualmente, mientras que la sociedad de la que somos parte merodea por la tierra destruyendo a esa gente que nos inspira con su fe y sus maneras alternativas?” y “¿Puede nuestra curación individual cambiar el paradigma en lugar de reforzarlo, al asimilar algunos de sus principios en un nivel individual?” Nuestros intentos de sanar individual y espiritualmente deben ir de la mano con los intentos de sanar al colectivo y al planeta.

A la inversa, los intentos por corregir lo colectivo, tales como el movimiento feminista, los movimientos de ‘izquierda’ que persiguen el cambio social y económico, y el movimiento ambientalista, deben pasar también por la cura individual. El modelo de la madre está en ambos niveles, en el colectivo y en el individual. El paradigma del regalo, portado por los cuidados maternales, es la norma funcional y poética a la que la sociedad puede regresar.

De acuerdo a la lógica del intercambio, el modo de propiedad de la mujer merece existir, por lo que la mujer ha contribuido a la humanidad hasta ahora. Si queremos cambiar los paradigmas hacia la manera de la mujer, no podemos hacer uso de la lógica del intercambio, re-instalando de nuevo la modalidad de pagar. Olvi-dar a la madre implica aceptar el intercambio, alejarse de la madre y tomar otra cosa en su lugar. Cuando olvi-damos a la madre, no estamos per-donando a la madre y al modo de la madre. Para que funcione el modo del regalo todos tenemos que estar a favor de per-donar. Y debemos mantener las definiciones en el plano verbal y no encarnarlas.

1 Los precios constituyen un sistema diferencial como la langue de Saussure, organizado de acuerdo a la cantidad por numeración progresiva y no a la cualidad.

2 Algunos lenguajes no usan pronombres específicos para cada género. Otros piadosamente extienden la distinción de género a todos los sustantivos, para reconfortar a los niños mostrándoles que todo es parecido o diferente de la madre, y que tiene poca significación en el valor.

3 El hecho de que la definición como un todo es un servicio ejecutado por el que habla o por el que escribe para el que escucha o el que lee a menudo es olvidada, por lo que la relación de dominio y ceder pareciera que sucede entre las palabras sin la intervención de los humanos. El valor es dado a las palabras y entre nosotros por los interlocutores ‘fuera’ de la frase, pero esto en general no es usualmente considerado.

En el lenguaje, la necesidad comunicativa es una consideración determinante. Los valores abstractos de la ecuación parecen estar más cerca de los de la percepción: percepción X = percepción Y parecería ser un contenido apropiado para una ecuación. Pero no es necesario comunicar eso a nosotros mismos o los unos a los otros en nuestras vidas diarias porque ya lo sabemos. Nuestros aparatos perceptivos funcionan. Lo que percibimos usualmente ya es un hecho en lo que se refiere a nuestra consciencia de ello. Nuestras necesidades comunicativas surgen en relación con los otros, con respecto en cuales percepciones nos fijamos y su relevancia con las colaboraciones, entendimientos, ideas colectivas o personales, mitos, historias, vistas del mundo, etc.

5 Cuando una orden jerárquica se establece en la que un hombre se convierte en la ‘muestra’ o el dominante con respecto a los otros hombres, aquellos que ceden pueden continuar manteniendo su identidad como ‘muestras’ y dominantes con relación a sus esposas e hijos.

6 Aun en Marx la ‘plusvalía de la mano de obra,’ será vista como esa porción de regalo atrapada y filtrada a través de del proceso de definición del cambio. Si la mano de obra pudiese satisfacer las necesidades directamente, podría entonces resultar en co-municación y podría atribuir valor. Sin embargo, debido al mercado, la mano de obra que lleva un producto se expresa en forma relativa respecto a la mano de obra que lleva todos los productos, como un valor de cambio. En esto, es como una cosa que se relaciona con una palabra (cuantitativamente dividida). Marx no incluyó ninguno de los otros regalos que son dados al proceso de la mano de obra—como es el trabajo de las mujeres en la casa, regalos de precios altos y bajos, regalos de la naturaleza—como contribuciones al valor de la mano de obra.

En forma similar, la ecuación trabajo y dinero deriva de la distribución de la negación del regalar.

Tal vez el homúnculus, el pequeño hombre visto por los filósofos que se sientan en nuestras mentes y reconocen regresiones sin fin, es la imagen internalizada del falo que corresponde con todas las cosas en la posición de la ‘muestra’ en todos los lugares. Pero, como lo vieron los filósofos, es sólo una ficción de nuestra imaginación, un reflejo de una reflexión. Ellos razonan que, si el conocimiento se basa en la reflexión de la realidad, y nosotros tenemos un dibujo de la realidad en nuestras mentes, nosotros tendríamos que advertir que estos dibujos son dibujos de estos dibujos. Por lo tanto hay un hombrecillo en nuestras mentes con dibujos de dibujos, y a su vez este hombrecillo tiene otro hombrecillo en su mente, etc. Sobre lo que los filósofos no reflexionan es que ese humúnculus podría ser sustituido por una mujercita—o mejor aun, una madrecita, una materícula. En lugar de estar ahí dibujando, reconociendo la imagen del niño cuando llora, la madre reconoce la necesidad e interviene, hace algo por resolverlo (por ejemplo, darle de comer). Por eso, si materícula estuviese allí en nuestras mentes, ella reconocería el dibujo del niño llorando y sentiría la necesidad de hacer algo más, como satisfacer las necesidades que los dibujos le sugieren. La división entre lo interno y lo externo será resuelta de maneras distintas por el materículum y por los homúnculos. La razón de esto es que el reconocimiento de las semejanzas es más estático, menos informativo, que el proceso de satisfacer las necesidades. Por eso, cuando la satisfacción se transfiere al escenario interno, puede mantenerse como un proceso activo. El homúnculus es totalmente dependiente del cuidado de la materículum, que lo único que él puede hacer es reflejar. Pero parece que él no puede reproducir dibujos de la materícula, ni en ‘su’ propia mente ni en el mundo externo. Tal vez ella se mueve muy rápido para él. Tal vez se mueve tan rápido como lo hace la carga eléctrica de una sinapsis a otra. De hecho, ¿no podríamos ver actividad cerebral en términos de dar, un movimiento desde la abundancia a la carencia? En este caso, ¿no será que estamos haciendo algo que calza más o menos con lo que hacemos en el plano lingüístico y en el mundo externo? Tal vez esos que están interesados en las cuestiones del cerebro-mente podrían tratar de satisfacer sus necesidades con esta teoría de la película en movimiento de la realidad.

Típicamente el dinero de estos préstamos ha sido rápidamente acaparado por las elites, mientras que los pobres de estas naciones se extenúan tratando de pagar los intereses—y lo principal se demora.

Ver a George Thompson en la influencia del desarrollo del dinero y la filosofía. Studies en Ancient Greek Society, vol. II: The First Philosophers, 2nd ed. Londres: Lawrence and Wishart, 1961 [1955].

A pesar de que la relación básica entre las palabras en el langue de Saussure es puramente de diferenciación por mutua exclusión, tienen algunas similitudes que se ven como los complejos de Vigotsky.

Por ejemplo, si los gatos no están presentes en una cultura, se podría hablar de ellos como ‘esos animales extraños que ronronean y tienen una cola larga’.

Por ejemplo, he tenido muchas dificultades con los términos ‘cuidando’ y ‘maternal,’ porque implican un enfoque en la infancia.

Ver a Elizabeth Tooker, “Women in Iroquois Society,” en Iroquois Women, An Anthology, ed. W.G. Spittal, Iroqrafts, Ohsweken, Ontario, 1990. “Por costumbre de los Iroquois, cada clan tenía un solo set de nombres personales. Cuando el niño o la niña nacen le dan un nombre que ‘no está siendo usado.’ El ‘nombre de bebé’ generalmente es cambiado por un ‘nombre de adulto,’ que no está ‘en uso,’ eso es, uno que pertenecía a alguien que murió o de alguien que cambió de nombre.” (112).

Incluyendo la propiedad ‘uno-muchos’ del Estado.

Marlo Morgan, Mutant Message Down Under, Harper Collins, Nueva York, 1994.

Capítulo 15: Apuntar-señalar y patriarcado

El proceso de ‘engendrar’—que en inglés quiere decir algo así como ‘haciéndolo realidad’—es, en sí, una acción de regalar anterior al género. El regalo es el niño o la niña que nace. Luego el niño es ‘separado’ porque recibe lo que parece ser un ‘regalo’ material, que no se les da a las niñas—y por eso a él se le asigna más valor. El ‘regalo,’ que torna privilegiado a su poseedor desde el principio, es el pene. Hacer una nueva lectura del estadio edípico de Freud desde el punto de vista del paradigma del regalo, nos permitiría esa interpretación. Pero el niño no está preparado en forma creativa para ‘asumir’ su superioridad social a tan temprana edad. Como especulaba Freud, muchas preguntas deben pasar por su mente.

Las posibilidades lógicas que implican este ‘regalo’ y su procedencia son muy problemáticas. Si viene de la madre, ella le dio lo que no tenía o le dio el propio. Si viene del padre le dio lo que no perdió. Puesto que el pene es la ‘propiedad’ que aleja al niño de la categoría de la madre que regala, él renuncia a mucho por esto (cede su potencial humano de dar regalos).

De hecho, es su experiencia con los cuidados nutricios que recibe lo que da contenido a cualquier categoría que el niño esté formando, incluida su propia identidad. Decirle que él pertenece al género que no brinda cuidados nutricios lo define como externo al proceso vital que está viviendo. Las definiciones y los modelos de masculinidad son intentos de darle a la categoría género masculino algún contenido, ya que por fuera de los cuidados nutricios no hay mucho contenido. La estructura misma de la definición y del nombrar se convierten en la columna vertebral de la identidad masculada como un ideal social.

Por supuesto, esta historia tiene muchas variantes individuales, y afortunadamente, las cosas están modificándose Gracias al movimiento feminista, muchos hombres han decidido tomar parte en el cuidado de los niños. La educación en Estados Unidos y otros lugares cambia porque hay madres más conscientes y más fuertes. En algunas familias se le da menos importancia a la masculinidad y hay más hombres funcionando como modelos en el rol de cuidar niños. No obstante, la herencia de la masculación en nuestra sociedad es enorme y continúa jugando un papel muy importante en las estructuras sociales y es retransmitida a la familia. Temas como el de la violencia masculina y la dominación saturan nuestra imaginación en la televisión, en el cine y en la realidad. Siguen cometiéndose contra mujeres y niños actos criminales como la violación, la violencia física y los asesinatos. Debajo de superficies benignas se perpetran horrores secretos. Padres ‘perfectos’ violan y torturan a sus hijos en sus casas. La Escuela de las Américas entrena a los soldados extranjeros para torturar y les inculca el fascismo. La CIA desestabiliza a los países con chantajes, torturas y crímenes deleznables. Se continúa creando pobreza endémica, que tiene como resultado la muerte de millones, porque se les da a unos pocos. Continúan las guerras que devastan globalmente a miles de seres humanos. El medio ambiente es destruido a diario debido a la contaminación creada por la guerra y la industria.

A pesar de las excepciones individuales de una menor masculación, el gran mecanismo social del patriarcado hace un gran daño a todo el mundo y debe ser cambiado radicalmente. Las mujeres y sus aliados entre los hombres cuidadores deben centrar su atención en ese mecanismo. Todos debemos entender como funciona para poder cambiarlo con éxito. Y para entenderlo, debemos observarlo, aunque lo que veamos pueda producirnos inquietud. De no ser así, pese a la mejor buena voluntad, corremos el riesgo de recrear sus partes y sus estructuras. Por ejemplo, aun los hombres más conscientes podrían proponer sin quererlo, la relación uno-muchos, que está tan profundamente enraizada en nuestra sociedad. Al tomar el lugar de las mujeres como modelos, recrean la estructura del problema. Las mujeres, al permitir que su lugar sea ocupado, acceden nuevamente.

Ícono e índice

Hace muchos años, y mientras pensaba en el concepto de la estructura ‘uno-muchos,’ me encontré con el trabajo de Tran Duc Thao , filósofo vietnamita, quien cree que el lenguaje se desarrolla a partir del gesto de señalar. Aplicando esto a los asuntos que he venido tratando, descubrí lo obvio. Me di cuenta de que señalar es un gesto de uno-muchos, y que resalta una clase de cosa, el dedo índice, mientras que esconde otras de la misma clase, los otros dedos. De esta manera es un ícono—una re-presentación táctil, visual y kinestésica de la relación entre la muestra y los elementos relativos en la formación de conceptos. Simplemente señale con su dedo; sabrá qué estoy diciendo.

El gesto tiene dos funciones; por un lado nos hace seleccionar algo dentro de un fondo compuesto por otras cosas, y por el otro nos hace verlo como uno dentro de una clase de cosas que en potencia puede ser nombrado o compartido. El índice pone en evidencia una relación externa uno-muchos, en una especie de proyección ‘esto está aquí—y allá’ de su propia imagen. (Vea la Figura 24.) La puesta en primer plano de algo en lo externo se confirma convirtiéndose en algo compartible (o comprensible) como una relación entre un objeto y otros de la misma clase, y de un objeto y su segundo plano. Sin embargo, también es compartible, porque cada uno de nosotros le está prestando atención a la misma cosa. Hay una especie de proyección del ícono de uno-muchos al mundo más allá de la mano—casi como si el objeto señalado nos señalara a su vez a nosotros. Pensé en el Dios y el Adán de Miguel Ángel. (Vea la Figura 25.)

Esto me llevó a especular que identificamos el pene con el dedo índice, haciéndolo aparecer como otro índice. Le damos al niño el nombre ‘masculino’ porque tiene ese índice, y porque las mujeres, incluyendo a su madre, no lo tienen. Decimos que es parte de esa categoría porque es como su padre, o porque tiene ese índice, como el padre. Tal vez, otra razón para la supremacía fálica, es que le atribuimos (equivocadamente) la característica de índice al pene. Si el pene del niño es señalado como un ítem, indicado como señalador o puntero, parece ser una muestra, que ya está en relación con otros elementos de la misma clase.

Desde luego que la del padre es diferente y más grande que la del niño—de tal manera que por comparación la primera debería ser la muestra y la del niño uno de los ítems en la serie. La relación entre penes se convierte, entonces, en una relación competitiva entre punteros muestra e índices—aquellas cosas que pueden señalar otras muestras, haciendo la ‘realidad’ a su imagen.

Si a esto le agregamos el hecho de que el falo está socialmente investido de superioridad, como la marca ‘masculina’ de la categoría privilegiada, podemos ver como la semejanza entre los órganos genitales del padre y del niño tiene un gran significado. El dedo índice, el pene y el concepto de muestra (especialmente el de muestra de lo ‘masculino’ y de la ‘humanidad’) se pliegan uno con otro. Demasiado valor se le otorga a la semejanza y especialmente a la semejanza con el padre, porque el instrumento que se usa para elegir las muestras—el índice que es ícono de su propia actividad—se identifica con la ‘marca’ que distingue a los hombres como figura del fondo de mujeres.

Por lo tanto, el pene se convierte en el ícono del índice y de la muestra. En tanto ícono de la muestra, puede generalizarse como ícono de cualquier clase, y así del concepto mismo. Mientras que ya hay una relación uno-muchos entre los dedos de la mano, no es el caso del pene. El pene del individuo está, por lo tanto, en una relación de comparación con otros hombres, y se establece una competencia para ser considerado como la ‘marca’ de la superioridad, o para tener status de muestra entre ellos, convirtiéndose en muestra de muestras—como diciendo “¿Cuál dedo será el índice?”

En realidad, la muestra está investida falsamente de superioridad. En el experimento de Vigotsky, cualquier miembro de una categoría puede ser usado como ‘muestra.’ La polaridad establecida para el concepto es simplemente funcional para encontrar la ‘cualidad en común.’ Para eso, la muestra debe ser semejante, y no superior, a los otros ítems.

Ocurre una contradicción cuando en el sexo el hombre apunta a la ‘carencia’ de puntero en la mujer, y se hace más grande en la erección. ‘Tener’ se identifica con tener un pene y un puntero, mientras que ‘carecer’ se identifica con carecer de pene, con la exclusión de la categoría de las ‘muestras,’ y con (casi) la incapacidad de razonar conceptualmente (carecer de puntero-señalador quizá parezca implicar que no podemos señalar las ‘muestras’). Ambas condiciones son erotizadas por los hombres, que actúan su rol de género masculado en un escenario de dominar y ceder.

No entendiendo el punto

Si las mujeres son vistas como carentes del pene puntero-señalador, parecen ser no-verbales, pre-verbales y pre-conceptuales, sin la muestra (cuerpo) del concepto y por lo tanto sin palabras también. Aun así, como en el caso de Don Juan, que tiene que indicar cuántas mujeres ha ‘tenido,’ se pueden relacionar con el pene como muchos a uno. Si las mujeres son pre-verbales (sin punto y sin índice), quizá simplemente son las proveedoras de la felicidad de la dependencia, de las cosas, en oposición a la palabra encarnada del padre. El padre suplanta a la madre, aun como muestra del ser humano verbalmente competente. A ella se le niega hasta la capacidad de donar el lenguaje a sus hijos. Tal vez, como creían los ancianos patriarcas, ella es su posesión, su bien, y sólo una transmisora mecánica de la cultura, un envase vacío, un mecanismo para transmitir la palabra del padre, de la cultura y de la ley.

Ella se puede relacionar como la palabra a la cosa, dándole al hombre y destacándose, llamando la atención, para que él la señale. En tanto ella es de su ‘propiedad,’ lo puede señalar como muestra y como ‘uno’ privilegiado. La belleza de ella, que hace que otros hombres la señalen, lo señalan a él como importante porque él la ‘posee.’ Esta apariencia de ser pre-verbal es importante, porque hace aparecer el regalo como un infantilismo (‘effete’). ¿Es acaso éste un elemento en el abuso sexual de los hombres a los niños? Pensemos, nomás, en la cara de niña de Marilyn Monroe.

La ecuación entre el pene y el dedo índice contribuye a convencernos de que los hombres son la ‘muestra’ del concepto ‘humano’ y que las mujeres no pueden ser ‘muestra’ porque carecen de ese puntero. El pene, sin embargo, no es un índice y no es necesario para el pensamiento conceptual. El dedo índice hace un mejor trabajo, porque es un mejor ícono, puesto que los otros elementos de la serie, los dedos, son parte de la misma mano, y se retraen para que el índice pueda señalar. Más aun, el índice es dirigido por la voluntad.

Hacer del pene algo relativo a los de otros, ya sea como serie o como muestra, coloca al propio en contraste y competencia con los de otros ajenos a uno mismo. (Vea la Figura 27.) Puesto que ésta es la situación para los otros, y puesto que hay un mandato del género de ser la ‘muestra,’ otros de la misma especie, miembros de esa misma clase, pueden aparecer como peligrosos y amenazantes, capaces de herir o castrar al niño y así eliminarlo de la competencia. Quizás esto es lo que ocurrió con las mujeres.

Los cuchillos, flechas, rifles, y otros símbolos fálicos que tienen que ver con dar muerte, tienen la capacidad de eliminar a los competidores por el status de muestra. Si observamos como se fabrican los rifles, podemos ver como el índice tira hacia atrás para apretar el gatillo, convirtiéndose por un momento en uno de los dedos del tirador llevados a un segundo plano, permitiendo que el rifle fálico, con su proyectil-índice letal ocupe su lugar. Así indica la muerte del otro (el competidor), diciendo la ‘palabra’ ruidosa, que coloca al otro, igual que nombrar el género, en la categoría de los muertos que no pueden comunicar ni apuntar. Siempre me he preguntado sobre el doble sentido de la palabra ‘armas’ en inglés. Ahora puedo ver que las ‘armas’—’arms’ (brazos)—terminan en punteros mortales. Pero, en nuestra negación, obedientemente no hemos entendido el punto.

El saludo ‘Heil Hitler’ es, tal vez, la apoteosis negativa de la relación entre el uno pene muestra (‘superior’) y los muchos. Hitler usó esa ‘marca’ para manipular el proceso uno-muchos transformándose en la ‘muestra’ auto-estilizada de la categoría ‘Alemana’ o ‘Aria.’ Lo hizo para unificar a los muchos para aniquilar violentamente a las otras categorías humanas, en un intento de convertirse en el concepto muestra de la raza humana. (Vea la Figura 28.)

El puño cerrado en alto, tal vez, muestra la unidad de los muchos—pero yo igual lo leo como un símbolo del pene. El dedo que señala es autoritario, acusador. Desde luego, tiene mucho en común con el pene violento, que penetra el espacio del ‘otro.’ (Vea la Figura 29.) En su lugar, tal vez podríamos usar nuestros dedos índices apuntando simplemente para demostrar que somos todos seres humanos capaces de distinguir un dedo del otro, y para reconocer a otro de una clase como una muestra que está fuera de nosotros mismos—unidos como especie en nuestra capacidad de conocer, de conocer juntos, y de compartir nuestras percepciones y regalos.

Puntos simbólicos

Los pechos están formados por dos puntos iguales entre sí, en una misma persona, igual que nuestras dos manos, o como dos dedos apuntando—y ambos apuntando hacia otros, para dar leche. La imagen de dos punteros iguales que dan, es un poderoso arquetipo para nuestra sociedad. Tal vez pasando por la etapa intermedia de nuestros dos dedos índices, los dos puntos han sido transpuestos y transformados en puntos simbólicos, algunos de los cuales son menos benignos. El símbolo de los cuernos ha sido por siempre sagrado, y podría representar dos penes simbólicos iguales (y peligrosos) en la cabeza del toro, e igualmente (poniéndole fin a la diferencia de género) en la cabeza de la vaca. Desdichadamente, los cuernos apuntan hacia afuera para dañar. Las alas en los pájaros machos y hembras podrían ser vistas como una transposición simbólica de igualdad. El pico es otro símbolo fálico, y la palabra ‘pájaro’ es un término coloquial para falo en algunos lenguajes.

Tal vez estos y otros símbolos sincréticos, en la Antigüedad ayudaron a aliviar la ansiedad de niños a quienes la masculación pudo haber dañado tanto como lo hace ahora. Los pechos de las mujeres apuntan hacia otros para nutrirlos, mientras que los penes masculados apuntan hacia otros para encontrar o imponer su propia identidad. Se miden a sí mismos con relación a los otros buscando su igualdad, o su superioridad como ‘más.’ Convirtiéndose en muestra, penetran para su propio engrandecimiento, a veces para causar placer al otro, pero otras veces violentamente, para causar dolor, o simbólicamente con rifles y misiles para matar.

El verdadero dar desde la punta, es dar leche desde el pezón. Es la primera experiencia visual, táctil y kinestésica (también gustativa y olfativa) de puesta en primer y/o segundo plano del niño. No sólo el pezón está eréctil, sino que la leche fluye del mismo. Nuestra atención no fluye desde nuestro dedo índice. Hemos inventado las lapiceras, de las que fluye la tinta para poder escribir, para que no sólo las muestras de las cosas sean visibles en lo externo, con constancia objetiva, sino también en las palabras muestra.

El dedo que apunta participa en varias modalidades de significación al mismo tiempo. Es el ‘índice’ prototipo y es un ‘ícono’ físico del concepto uno-muchos en el plano de la ‘metáfora.’ Repite en el cuerpo humano una distinción que también se hace en el mundo externo. Luego, el dedo que apunta puede ser usado para tocar el objeto hacia el que se llamó la atención, estableciendo una potencial proximidad con el objeto, creando así una situación de ‘metonimia.’

Es más, el hecho de retraer algunos dedos para poder empujar uno hacia fuera, repite la metáfora (en la mano) de la situación social en la que mucha gente cede su posición para permitir que otro sea la muestra. Sirven al uno cediendo, retrayéndose. La combinación y el cambio de modalidades tienen un aspecto de proceso mecánico igual que el intercambio, y como la definición, puede parecer ser la atribución automática de valor a través de la sustitución.

Sin embargo, el giro hacia el intercambio sustituye totalmente a la lógica de la sustitución por la lógica del regalar. El giro de ícono a índice, de metáfora a metonimia, y de re-presentación a implementación del concepto, con la potencialidad de tocar la muestra externa (o de obligarlo a ubicarse en un primer plano) no es un giro completo hacia la lógica de la sustitución. La re-presentación icónica del concepto a través de la relación uno-muchos de los dedos no reemplaza la muestra a la que apunta, sino que sólo sirve para ponerla en primer plano por el momento. Solamente le agrega otra dimensión al plano del regalar y al de la comunicación lingüística y a menudo les sirve a ambos.

Punteros verbales y no-verbales

Las actividades de poner en primer plano y al fondo el amamantar del pecho es repetida con el segundo pecho, como también de nuevo en el tiempo. Quizás los dos puntos nutritivos del pecho sirven como un icono precoz para el carácter comunicativo de la repetición de los sonidos. Los pechos son dos fuentes materiales del regalo identificables que son parte del cuerpo de la madre. Entonces una de las primeras palabras ‘mamá’ es utilizada para significar a la madre como un todo, igual como ‘papá’ para el padre como un todo. Para los bebés que noson amamantados por el pecho las botellas pueden ser similarmente icónicas—aunque no tan poéticas.

Las palabras ‘mamá’ y ‘papá’ se dan en muchos idiomas, como lo dice Roman Jakobson en su famoso ensayo, “¿Por qué ‘mamá’ y ‘papá’” Jakobson explica el hecho de que las consonantes usadas para formar estas primeras palabras son pocas, por la facilidad que el niño tiene para formarlas, y por la sugerencia de que los sonidos de la ‘m’ y de la ‘n’ se desarrollan a partir de los sonidos y los movimientos que el niño hace cuando mama. Para mí, lo más interesante de estas palabras es la repetición de los fonemas. La repetición se da en muchas de las palabras que usamos con los niños, palabras que son importantes psicológicamente para ellos (por ejemplo: ‘be-bé,’ ‘a-rro-rró,’ ‘po-pó,’ ‘pi-pí.’) Muchos niños distorsionan palabras mientras aprenden a hablar, creando sílabas dobles: ‘tutú-tutú.’ Jakobson dice que la repetición de la sílaba identifica a la palabra como tal en medio de sonidos no-lingüísticos y que es la expresión de la posibilidad de repetición misma.

Podríamos ver la repetición de los sonidos dentro de una palabra como un ícono de la repetibilidad de la palabra. Es decir, la palabra ‘mamá’ misma, en sus diferentes instancias, contiene el ejemplo del hecho de que las cosas que son sonidos se pueden parecer entre sí, y que por esa razón son importantes. (Las cosas que son regalos también pueden ser importantes por su posibilidad de repetición.) La misma relación de semejanza que se da entre ‘ma’ y ‘ma’ existe en la palabra completa ‘mamá’ y en otras instancias de la palabra ‘mamá.’ La palabra ‘ma-má’ es como una valija que contiene dos valijas—prueba de que la valija más grande no es única: sin duda hay otros objetos de la misma clase. Como la botella que Alicia encontró en el País de las Maravillas, que tenía escrito ‘bébeme,’ la palabra ‘mamá’ implica ‘repíteme.’ (Vea la Figura 30.)

Como el índice, ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ cambian la modalidad. Hay un giro desde dentro de la palabra ‘mamá’ hacia afuera en sus otras instancias. Se trata de dar un salto inductivo para considerar los diferentes acontecimientos que son las instancias de la palabra, ‘una cosa’ que se repite. Las repeticiones internas de ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ apoyan ese salto. La misma repetición de ‘ma-má’ corresponde al desarrollo de la sensación de la constancia del objeto, la expectativa de que la experiencia de la madre es repetible, y que ella continúa existiendo aun cuando está ausente. La palabra siempre está disponible para ser hablada, y la madre también está disponible para ser sentida. Entonces, nuevamente, hay un giro del ícono al índice: el ícono de la repetición en ‘ma-má’ se convierte en índice para la madre, con la palabra la llama, hace que ella lo señale y vaya hacia él. ¡El niño se convierte en el destino de la madre, en el destino de su ‘muestra!’

Hay otros ejemplos del uso de las repeticiones. Muchos gestos las contienen, como por ejemplo, afirmar o negar con la cabeza—son gestos similares a las primeras palabras de los niños. Algunos idiomas usan la repetición de una sílaba en las palabras que corresponden a ‘la gente’ (y ‘gente’ en sí es un ejemplo)—por ejemplo ‘Shoshone’ o ‘Mau mau.’ Es como si las palabras estuviesen diciendo, “Éste es un grupo de seres para quienes la repetición tiene valor.” Las palabras onomatopéyicas para nombrar los sonidos de los animales, tales como ‘pío-pío’ para los pollitos o ‘miau-miau’ para los gatos, también contienen repeticiones. Tal vez por eso les gustan tanto a los niños, porque pareciera que los animales pequeños también comienzan a decir sus primeras palabras.

El carácter autorreferencial e internamente repetitivo de ‘mamá’ y ‘papá’ provee una cierta clave, un libreto de instrucción mínima para el aprendizaje del lenguaje. La relación interna de la palabra es icónica con la relación externa a la palabra, respecto a sus otras instancias, y con implicaciones respecto a la repetición y la constancia de las cosas en el mundo externo. El gesto de apuntar con el dedo, de manera similar, implica una relación entre ellas de las cosas que están afuera.

Más aun, tanto las palabras del niño como el gesto de señalar-apuntar con el dedo se dan en un contexto con otros, de manera que ‘mamá’ es escuchada y usada por otros como algo repetible y como siendo ‘la misma cosa.’ El gesto de apuntar-señalar funciona también para los otros como una indicación de recortar algo sobre un fondo. Conforme el niño crece, el hecho de que hay una semejanza sonora repetitiva, que puede ser entregada y recibida para algo, atrae su atención a una experiencia ubicándola en un ‘primer plano’ (le señala su vez). Es una indicación de importancia, una atribución de valor. La igualdad de los sonidos pareciera ser importante en sí pero actualmente deriva su importancia del hecho que usamos los sonidos repetibles como regalos sustitutos. Se les da valor a los giros de planos, de lo externo a lo interno, del ícono al índice, para el gesto o para la palabra, porque otros los usan de la misma manera.

El dinero repite el giro ícono-índice del dedo señalador. Es como el dedo, en el sentido de ícono de las relaciones uno-muchos, aunque en un nivel más complejo. Es una mercancía que representa a todas las demás, el equivalente general. Y éste también entra en acción, creando la contigüidad al ir actualmente a la otra persona, realizando la sustitución al reemplazar su producto. El dinero también es como la palabra en que se puede repetir y en su singularidad presente. Como una palabra, puede estar en muchos lugares a la vez. Cada ‘denominación’ es una cosa y también muchas cosas. Mientras escribo esta oración, levanto una moneda estadounidense para mirarla de nuevo y ver las palabras escritas en ella: E pluribus unum: desde muchos, uno.

Artefactos simbólicos

Los pasajes a otros niveles son significativos. Tal vez las escaleras son su encarnación, y nuestra propia acción repetitiva escalonada en el sueño, en el REM (movimiento rápido del ojo) repite giros en el ‘nivel de planos.’ La música provee un ritmo de cambios, de cambios de énfasis, de primeros a segundos planos. El conductor blande la batuta; la música responde. El índice es fácilmente un ‘signo de sí mismo.’ ‘Conducir’ cada vez que se mueve el dedo o la batuta es de nuevo una muestra que puede llamar al frente a otra muestra.

El visitante extraterrestre podría coleccionar una serie de artefactos comunes que le ayudarían a entender nuestro extraño comportamiento. Nuestros relojes tienen tres punteros que señalan tres diferentes unidades de tiempo. El cuchillo-índice es ayudado por la manita de dedos que apuntan, que es el tenedor. También tenemos la guadaña, la horquilla y el azadón, variaciones sobre un mismo tema. Y de hecho cuando miramos a través de un telescopio o un microscopio lo hacemos a través del índice. Todos los símbolos fálicos tienen alguna resonancia con el índice, y es difícil decir cuál es cuál. Por ejemplo, la ‘varilla’ con la que se castiga a un niño es un elemento dominador fálico y supuestamente le indica a él o a ella lo que no debe hacer.

Es interesante observar los mecanismos de diferente tipos de armas que son transposiciones del gesto de señalar. Por ejemplo, en el arco y la flecha, una mano hace metafóricamente de dedos cuando tira la cuerda hacia atrás, luego deja que la flecha salga volando, como transposición del dedo índice, apuntando a la muestra que está en el mundo, más allá de nuestras manos, aproximándose…y penetrándola hasta matar. (El blanco, con su centro, se ve como un pecho de dos dimensiones ‘que a su vez le apunta.’) Al apretar el gatillo de un rifle, el dedo índice se hace hacia atrás con los otros dedos, sirviendo de fondo, mientras lleva, a un primer plano al otro índice, el cañón, y como índice transpuesto, la bala.

Al apuntar señalamos algo en lo externo como un individuo, o como uno de una clase. Podemos ver los dedos de igual manera, cada uno individualmente o como uno de los dedos de la mano. Cuando contamos con los dedos los podemos levantar uno por uno, o señalarlos uno por uno con el índice de la mano contraria. (Vea la Figura 31.)

Girando en contexto

A veces, el gesto de señalar puede ser interpretado como un intento de agarrar algo, pero agarrar algo podría ser visto como parte de una interacción de dar y recibir. El punto de vista de la otra persona como potencial receptor o dador, está disponible para que nosotros lo podamos tomar. El objeto señalado se convierte en algo que potencialmente puede ser dado o recibido o relacionado con palabras que pueden, a su vez, ser dadas o recibidas. Sobresale, diferenciándose del fondo. Está en un primer plano, se destaca del fondo, y su singularidad o pluralidad puede volverse relevante para el gesto del que da o para el agarrar del que recibe. El gesto que indica no hace que nosotros veamos, pero nos permite ver lo que la otra persona ve, por analogía. El gesto pone algo en un primer plano, haciéndolo más accesible y agregándole un nuevo carácter, su valor interpersonal. Señalar un objeto lo identifica como un valor para alguien y para uno mismo—lo que también es un regalo, porque lo podemos recibir en forma creativa.

Señalar es un signo de múltiples niveles. Se auto-afirma en su capacidad de ser referencia-para-otros. El dedo índice es tanto una representación como un ejecutor de conceptos, cuando, como muestra, señala otras muestras (los unos). De esta forma, señalar o apuntar a veces parece ser el momento inicial y motivador del regalo, creando la ilusión de que el regalo es el resultado o el producto de un gesto de auto-expresión más que el resultado de una moción hacia las necesidades de otros. Por ejemplo, podemos creer que la auto-afirmación y sus productos son el fundamento de los regalos, que están ahí para ser ‘tomados’ por nuestra propia auto-afirmación, en vez de concebidos como el resultado del trabajo colectivo o de alguien orientado-por-la-necesidad. Le atribuimos valor al momento de auto-reflexión y al de cambio de planos en el proceso de la persona que señala-apunta.

El problema de equivocarse en la identificación de la fuente, que surge con la masculación, impregna todas nuestras relaciones interpersonales. Aquí, la transferencia de atención de una modalidad a otra, del ícono a la acción, de la metáfora a la metonimia, parece incrementarnos ‘automáticamente’ el valor de uso de alguien. No obstante, este incremento de utilidad ocurre realmente porque el gesto introduce a otros a un plano diferente. En esto, apuntar es similar al intercambio y a la definición ‘objetalizada’ en la que parece haber una transferencia de significado o de valor desde un término a otro, sin los actores humanos. En cambio, en el intercambio y en la definición, una necesidad material o comunicativa, es satisfecha por alguien con la clase de bienes que otros en la sociedad usan, con ese mismo propósito. Los gestos, las palabras y el dinero como medios de comunicación son el resultado de procesos que involucran otros procesos y son la base de procesos futuros.

La auto-semejanza de nuestro propio gesto es reforzada por la semejanza de los gestos de otros con el nuestro. El cambio en las puestas de planos, de primero a segundo, de ícono a índice, ambos presentando la estructura unos-muchos, se repite por el cambio de la re-presentación a la ejecución del concepto de relación, y desde el plano personal al interpersonal, donde otros también lo repiten. Esto es, nuestro propio dedo que apunta representa a los dedos de los demás que apuntan y está junto a ellos. Quizás éstos funcionan, junto con todos los dedos que no apuntan (el resto de los dedos de la mano), como muchos con respecto a ese uno. Esto se ve cuando se reconoce el hecho de que otros están señalando-apuntando. Todo aquello que se señale como un tópico está en potencia relacionado con el tópico actual y el dedo. La auto-semejanza y el cambio parecen ser el origen de un valor nuevo, pero de hecho, el valor surge porque otros ya están usando apuntar de manera individual y colectiva.

La auto-semejanza con el índice es sugerida también en la serialidad de las palabras, cada una puesta en primer plano por un instante en el presente, a la que le sucede otra y otra. (Cada frase escrita termina significativamente con un punto.) Cada palabra, a su vez, está también en una relación excluyente de ‘uno-muchos,’ con todas las demás. Mantiene su carácter distintivo, como opuesta a las otras palabras en la frase—que una vez dichas, también cooperan con y se dan unas a las otras palabras. Las relaciones externas con una palabra son similares a las relaciones externas con el dedo que apunta. Palabras o gestos similares son dichas o realizados por otros, por propia voluntad. Apuntamos a algo y otros también pueden apuntar hacia lo mismo. Decimos algo y otros pueden usar las mismas palabras, a las que se le relacionan cosas similares.

El modo de regalar formador-de-comunidad, no consiste primordialmente en cambiar niveles, sino en usar los cambios, los niveles, los originales y los sustitutos, para la satisfacción común de necesidades. El mecanismo es interesante: el mecanismo ícono-índice, es auto-semejante a la estructura del concepto en un nivel diferente, y la cosa a la que se apunta parece tener también la misma estructura. El valor del proceso, sin embargo, reside en el acceso que le proporciona al grupo. El apuntar individual es significativo porque otros también señalan por otros. Parte de la motivación para apuntar es la inclusión del otro como alguien que activamente presta atención (o valor) a la misma cosa—que tiene como efecto secundario la socialización de nuestra atención.

Apuntar, igual que el uso de una palabra, crea una relación mutuamente inclusiva con respecto (literalmente) a algo. Estamos en un contexto; ‘ahí afuera’ hay otros que pueden apuntar y responder a nuestros gestos, que pueden dar y recibir de nosotros, a través de lo manifiesto. El proceso comunicativo pasa por un momento auto-semejante, y conlleva un nivel más alto de cooperación.

Los semiólogos distinguen entre tres clases de signos: los íconos corresponden al objeto por isomorfismo o semejanza; el índice establece una relación de dependencia entre el signo y el objeto; y los símbolos se relacionan con los objetos a través de reglas y asociación de ideas. The Linguistic Encyclopedia, Kirsten Malmkjaer, editor, Londres: Routledge, 1991, p. 400.

Tran duc Thao, Recherches sur l’Origine du Langage et de la Conscience, París: Editions Sociales, 1973.

A pesar de que su carácter fálico está disimulado, el monolito negro en 2001: Odisea del espacio me parece que es un ícono de la ‘muestra.’ El alcance de los efectos que el monolito tuvo en la película es comparable a los efectos producidos por el contacto humano con nuestros propios procesos cognitivos, formadores de conceptos, fálicamente investidos. El desarrollo de herramientas, armamento y naves espaciales pueden deberse al uso exagerado que hemos dado a la ‘muestra’ fálica del concepto. El inversión fálica de la ‘muestra’ es artificial y ajena, y viene de la imposición del género a través de la masculación. Podemos imaginarnos una tecnología no competitiva, nutricia y no fálica basada en la ‘muestra’ investida por la madre o el pecho (¿los platillos voladores?). O tal vez, podríamos simplemente despojarnos de la sexualidad de las ‘muestras’ de una vez por todas.

Teniendo el puntero, que corresponde al índice y que puede crecer, da una base psicológica y física para la obsesión con las medidas y la cantidad, y el énfasis en la cuestión de igualdad y desigualdad cualitativa.

El placer sexual del hombre refuerza la clase de pensamiento involucrado en la definición y la definición de género actuada en el acto sexual dominado por el hombre. (Este énfasis fue sugerido por Susan Bright.) El hecho de que no toda la sexualidad funciona de esta manera es una esperanza en la liberación de la masculación, o que por lo menos lo humaniza.

De hecho la distinción de tipo-símbolo (token) tan cara a los lingüistas y los filósofos, puede ser vista como derivada del hecho de que cada palabra pronunciada es una ‘muestra’ de las palabras ausentes de la misma clase. Es más, cada vez que vemos la palabra escrita, ésta es la ‘muestra’ que permanece constante en el exterior. Entonces (como el índice o el falo), el ‘símbolo’ (token)—en propiedad uno de los muchos—sería ya una ‘muestra’ y lo tomaríamos como representando a un grupo o tipo abstracto. Luego lo generalizamos a otras cosas, que por su materialidad pueden estar presentes como elementos relativos junto al elemento tomado como equivalente y ‘muestra.’ Entonces este tipo (porque estamos viendo todas las instancias como muestras) parece ser una categoría abstracta, que podríamos imputar a alguna clase de patrón o actividad mental (cambiando también ahí, de niveles).

El plano de la metáfora funciona de acuerdo a la semejanza y la sustitución, mientras que el plano de la metonimia funciona por la proximidad (algo que está en la vecindad o que sirve de contexto para otra cosa). Ver la exposición que hace Roman Jakobson de la distinción, op. cit., capítulo 7, “Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de perturbaciones afásicas.”

El índice es el ‘uno,’ como el dinero, que ‘apunta’ a cada cosa como una de una clase y le da el precio de esa cosa en el mercado.

En Roman Jakobson, ibid., cap. 19.

El dinero altera la neutralidad de la ecuación entre sí y las mercancías porque es un estándar constante. Similarmente la ecuación entre hombres y mujeres no es neutral porque los hombres son el estándar.

Cuando comparamos nuestra realidad compartida con lo que podría ser visto con los instrumentos de la tecnología, podríamos ver los átomos no como regalos sino como una colección de puntos. Reorganizando los átomos a través de la nanotecnología podría crear una situación de abundancia donde todas las necesidades podrían ser satisfechas sin esfuerzo por todos. Dar regalos materiales sería tan fácil como comunicarse a través del lenguaje. Desafortunadamente, las necesidades artificiales creadas por la masculación hacen que la facilidad de manipular los átomos sea extremamente peligrosa. Las armas que satisfacen las necesidades de masculación podrían ser hechas tan fácil como el pan. En Nano, The Emerging Science of Nanotechnology, Nueva York, Little, Brown and Co., 1995, Ed Regis describe los usos masculados individuales: “Ud. tendría sus cuerpos humanos gigantescos y sobredesarrollados, sus humanoides con tracción de cuatro ruedas y sus músculos inflados, sus penes demasiado grandes, y Dios solo sabe cuanto más,” pág. 18. Una economía del regalo basada en la mujer es necesaria para el uso humano de la nanotecnología.

Por analogía, podríamos pensar que el acto sexual masculino, con sus cambios de niveles, con sus planos anteriores y posteriores, es el origen de los niños, que son simplemente la consecuencia de un proceso de ‘auto-aserción.’

Por ejemplo, el pan es una cosa material, que nosotros y otros usamos para satisfacer la necesidad material de pan, y ‘pan’ es la palabra que nosotros y otros habitualmente usamos para satisfacer las necesidades comunicativas respecto a pan entre los hablantes de la lengua española. Ciertas cantidades de dinero, que constituyen colectivamente el precio son cambiadas por pan, satisfaciendo así la necesidad co-municativa, económica y culturalmente específica y distorsionada por los medios del intercambio, con respecto al pan.

Capítulo 16: El punto del ego

Creo que la conciencia misma deviene, en parte, del juego entre diferentes niveles de cooperación. Sin embargo, en el patriarcado, nos hacemos conscientes y también formamos la conciencia masculada del ego de la siguiente manera:

Cuando nosotros (u otros) atribuimos un rasgo de muestra, convirtiéndonos en el punto, como lo haríamos con algo en el mundo externo, nos convertimos también en nuestro propio tópico, eso que ‘nos apunta.’ Esta auto-referencialidad, anuda, cierra la puerta, bloquea la vista de los antecedentes, refleja. Toma el lugar del otro, interrumpiendo el flujo orientado-al-otro. Le damos crédito a esta puerta-espejo, cerrada (parece ser un espejo, no sólo porque vemos nuestro reflejo en él, sino porque otros también están ocupados en la auto-referencia). Creemos en nuestra propia presencia para nosotros, como si fuéramos nuestro propio origen. A partir de ahí creamos un ego dominante, como una muestra con la que podemos comparar nuestros diferentes momentos (nuestros muchos internos) y los de otros más o menos parecidos a nosotros externamente. Cuidamos este momento de equivalencia interna que es auto-semejante a las otras puestas en acto internas y externas del proceso de masculación.

La consecuencia de lograr la identidad de género relacionado al padre como equivalente, se refuerza cuando se repite la ecuación de dominio en la conciencia individual, a través de la auto-referencialidad. Entonces, en lugar de cuidar a otros, valoramos la equivalencia, por encima de los cuidados nutricios, aun internamente. Esto, a la larga se convierte en la valoración del ser por encima del dar, de lo abstracto por encima de lo concreto, de lo general más que lo particular—a pesar de que todos no son concomitantes. En cambio, el verdadero origen continuo de nosotros mismos es interactivo, y procede de nuestra orientación-al-otro—de la presencia de otros para nosotros y de nuestra presencia para ellos. Confundimos nuestras proyecciones comunes de nuestras auto-reflexiónes auto-referenciales con el centro de nuestra creatividad. No obstante, la fuente de nuestra capacidad para ver esas proyecciones, y de dar y de recibir, se encuentra oculta profundamente en nuestra orientación al-otro, como el fuego que refleja las sombras en la cueva de Platón.

Las personas con un ego masculado verbalizan, igual que todas las demás, creando así su conciencia mediatizada por la lingüística. El espejo auto-referencial del yo se convierte en el sujeto-hablante-dominante, sin que esto sea una necesidad social o psicológica. Puede haber una mediatización lingüística, una interacción con otros, desarrollo del sí mismo sin el espejo del ego dominante—que es 1 = 1 = 1, repitiendo el contenido del salón de los espejos de la ecuación. De hecho, muchas mujeres se sienten mal en nuestra sociedad capitalista individualista, porque en general no tenemos esa clase de ego. Muchos hombres también están incómodos, porque a pesar de la presión de la masculación, han podido mantener una conexión con el modelo de la madre.

Libre albedrío (masculado)

La auto-semejanza de cada ‘uno’ con el índice ocurre también porque podemos implementar activamente la indicación, al dirigirnos hacia la muestra, como lo hace el dedo. Desde el momento en que dirigimos nuestra atención hacia nosotros mismos, a la manera de la auto-semejanza, poniendo en segundo plano algunas cosas nuestras, haciéndonos internamente uno-muchos, podemos iniciar una acción hacia un objetivo, hacia un tópico, hacia un destino que hemos elegido. A esto le llamamos frecuentemente ‘voluntad.’ Sin embargo, a esa altura, habitualmente no hemos tomado en consideración los regalos o el impulso comunicativo que está del otro lado de la puerta-espejo del ego. La motivación para regalar parece ser una parte de los muchos—una parte del resto de los contenidos de nuestra conciencia a la que no atendemos. Podemos permitir o no que nuestras e-mociones, nuestros impulsos orientados-a-los-otros, atraviesen la puerta, haciendo que ignoremos el espejo para satisfacer las necesidades del otro. Nuestra motivación ‘correcta,’ a la que apuntan nuestras acciones, parece surgir de la reflexión auto-semejante.

Nosotros hacemos un cálculo, “¿Qué será lo mejor para mí?” La necesidad de este filtro ha sido creada por el contexto competitivo del patriarcado. También necesitamos saber ‘quiénes somos’ para poder sobrevivir. Nosotros tenemos que poder decir a qué clase, a qué género, a qué raza, a qué religión pertenecemos o cuál es nuestra preferencia sexual. Si conocemos nuestra definición sabemos cuál es nuestra posición en la jerarquía y las reglas que se nos aplican—como sobrevivir en el sistema y como ser menos vulnerables. La auto-semejanza que se da en diferentes niveles nos permite decir, “Esto se parece a mí; esto no es como yo,” haciéndonos nuevamente de acuerdo a las imágenes masculadas en las diferentes áreas de la vida. El ego con relación al subconsciente es también una clase de muestra del concepto, con la resonancia que esto tiene en lo externo, desde la familia al gobierno, que también están hechas a esa imagen. Generalmente, la experiencia de la mujer es diferente a la del hombre, porque somos definidas por ellos, y cuando la palabra del hombre ocupa nuestro lugar en el matrimonio, nosotras nos convertimos en la ‘cosa’ muestra cuyo espacio es ocupado por la ‘palabra.’ ‘Sabemos’ que nuestra posición en el sistema no es estar arriba.

Podemos ver al yo con su voluntad como otro ícono del índice, literalmente moviendo el cuerpo hacia su objeto o destino (con otros aspectos del ser retenidos en el fondo). Pero cuando cuidamos, cuando trabajamos satisfaciendo las necesidades del otro, nuestro comportamiento se vuelve a alinear con aquellas motivaciones que están ‘detrás de la puerta-espejo.’ Cuando nos involucramos en comportamientos de dominación, que agrandan al yo y negando a los otros (intercambio) solo expandimos el momento auto-semejante, el espejo, retomando nuevamente al momento de comparación en el concepto. Los valores del ego masculado filtran el comportamiento de regalar.

Desde luego que hay variaciones en esta situación que se replica a sí misma. Algunas mujeres consideran que es posible tener un ego orientado al otro que puede crear auto-preservación. También, es posible regalar después de la masculación, como lo hacen hombres y mujeres que mantienen a sus familias con los salarios que ganan. En el regalar post-masculación igual que en la conciencia, hay un filtro, el presupuesto, que depende de la priorización de las necesidades. Está impulsado por la disponibilidad y no por la necesidad, como lo estaría en la abundancia.

En la pareja, el hombre tradicionalmente toma el lugar del ego, mientras que la mujer toma el rol de la que cuida, el de los muchos, el del subconsciente. La persona que ha sido desacreditada, abandonada, por no parecida (no semejante a la auto-semejanza) retorna como la que cuida el estándar (masculino) auto-similar. Su costumbre de regalar es apartada del ámbito público y dirigida a la familia. Con su energía ella nutre y sostiene a los que filtran, a los que están en el ámbito público y a los que tienen éxito en él.

El salario y el ego

La misma conciencia del ego, es un tipo de filtro basado en el intercambio y la masculación que media entre los modos del regalar y los del intercambio. La propiedad privada también actúa de filtro para el regalar, pero la conciencia de la mujer habitualmente está socializada, para continuar regalando. La participación en el mercado laboral posibilita la reconciliación de los dos modos después del hecho. El trabajador o la trabajadora mantienen a su familia dándole de la ‘propiedad’ de su definición económica—de su salario. El mercado está basado en la masculación, y este proceso está más en sintonía con aquellos que experimentaron ese proceso cuando eran niños.

Para la mujer el mercado es un contexto externo en el que, por supuesto, puede tener éxito pero que no resuena con su categorización original. Ganar un salario y mantener a una familia resuelven conflictos psicológicos que la mujer inicialmente no tiene, por lo que no la afecta de la misma manera. La ventaja para ella está en que participar en el mercado puede resolver los problemas prácticos del estatus del ‘no tener,’ y esto le permite a algunas mujeres acceder a las categorías privilegiadas construidas por el patriarcado.

El salario, una porción del equivalente general, determina la pertenencia a la categoría en la que se incluye un hombre de una familia tradicional, es decir lo que ‘vale.’ Luego, cuando le entrega a su esposa, parte de ‘su nombre monetario,’ él puede ‘sanar’ su masculación. El dinero es un reemplazo temporal para el término de género ‘masculino.’ Él no puede compartir ‘masculino’ con su madre, no puede darle parte o la totalidad de su nombre genérico, pero sí puede compartir su nombre económico con la sucesora de su madre, con su esposa que regala. El salario define lo que él puede recibir y lo que puede dar, por lo tanto, es un filtro, igual que el ego. Los juicios sobre la identidad, parecen determinar lo que la persona puede tener, puesto que él o ella se pueden adecuar a eso, tratándolo como una profecía auto-cumplida.

Las casas que un obrero de la construcción ayuda a construir toman el lugar de los regalos de la naturaleza, convirtiéndose en propiedad de alguien. Sin embargo, el ‘nombre’ monetario del trabajador, a menudo no le da el suficiente dinero para que él o ella se compren una casa. Lo que él o ella ‘dan’ a la comunidad (como intercambio) sustituye al dar individual orientado-al-otro y a la creación de comunidad con su familia. La ‘palabra-dinero,’ $, toma el lugar del acto de esa sustitución.

Los hombres y las mujeres que entregan su salario a sus familias son como las personas que dan el nombre ‘masculino,’ el nombre que privilegia al niño y hace que otros le den a él. Pero el niño recibe el ‘nombre’ porque él tiene la ‘marca,’ como la etiqueta del precio. Cuando un hombre mantiene a su esposa y a sus hijos con su salario, él le está dando a ella el ‘nombre,’ aunque no tenga la ‘marca.’ Cuando ella da a luz a un hijo, su falta está resuelta. Por tener un hijo, parece merecer que el marido comparta su nombre dinero.

La relación entre la mano de obra gratis de la mujer en la casa y el salario está influida por la transposición de la definición de género y no es idéntica al intercambio. Él le da a ella parte del nombre-dinero, mientras ella le siga brindando gratis su labor de cuidadora. Labor que no se calcula cuantitativamente ni se le asigna dinero. El salario de él es la palabra re-encarnada, con la que en la escasez, ella podrá comprar los bienes necesarios para cuidar, y de esa manera continuar dando gratis con todas sus variaciones cualitativas. (Es casi como si los medios para nutrir de la mujer dependieran de la masculación, del término de género del hombre—cuando el ejemplo primordial de esos medios son sus propios pechos.) Al compartir el nombre-dinero con ella, el marido denomina o hace una categoría de sus cuidados (monopolizándolos) como siendo ‘para él.’

Ahora, todo esto ha sido reelaborado debido a la inserción de la mujer en el mercado laboral y a las familias uni-parentales. Las mujeres mismas trabajan para obtener el nombre-dinero y proveen los medios necesarios para brindar cuidados nutricios a sus niños. Entonces queda claro que el dinero es simplemente una ‘palabra,’ un término de género traducido, disponible para que cualquiera lo pueda adquirir. Igual que el término género, no está basado en lo biológico sino en lo social. Ganar un salario empodera a algunas mujeres al hacer que su supervivencia sea menos azarosa y menos dependiente del poder de un hombre de ganar dinero. Sin embargo, la economía de intercambio en conjunto es producto de la masculación y necesariamente convierte a mucha gente en los que ‘no tienen.’ La masculación económica de algunas mujeres no va a resolver los problemas generados por la masculación psicológica y sociológica de la sociedad.

(Hetero)sexualidad y matar

El género y su resultado, la sexualidad-heterosexual basada en la (dominancia) masculina se impone para ambos sexos al modelo del cuidado nutricio—encaja así con el lenguaje que toma el lugar de la co-municación material. Con sólo mencionar el género de un niño, parece decirnos decir que el género (i.e., igual o diferente a su madre), y eventualmente la sexualidad, es más importante que los cuidados nutricios. Tiene más importancia la diferencia fisiológica y cultural del niño con la madre que los cuidados nutricios que ella le brinda. De manera similar, matar con un símbolo-índice fálico, que puede verse como sexualidad transpuesta (hetero), es más importante que cuidar al otro. El animal o la persona se someten y se vuelven pasivos a la voluntad del que dispara.

Sin embargo, el animal muerto por el índice dominante fálico, puede ser usado como nutrición: igual que la mujer dominada, superada, de la que el dominador puede convertirse en parásito. Cazar mismo se parece al intercambio, porque el objeto, el receptor de la ‘indicación,’ se transforma y es recategorizado. Se convierte en la propiedad del cazador, apartado de su voluntad, como el producto que es separado de su propietario en el intercambio (o el niño separado de su madre cuando es definido por su género). Luego, el que dispara mata a otros hombres (sus competidores) para proteger su propiedad, o a quien lo cuida, o su naturaleza o sus mecanismos de masculación—por la seguridad de todos los mecanismos masculados auto-semejantes reunidos en su patria (en inglés, ‘tierra del padre’).

Generalmente, los cuidados post-masculación, requieren del re-conocimiento (otro parecido con el intercambio). Las mujeres (y los hombres menos poderosos) cuidan al dominador, y el trabaja a través del mismo mecanismo de masculación a un tipo de cuidado, imponiéndose y ‘contribuyendo’ en esa forma extraña. La conciencia masculina, permite el regalar post-masculación en vez de un dar no-masculado. La ‘marca’ es como una marca de caso en lenguaje que le muestra que éste es su rol. Él tiene esa ‘marca de caso’ (o ‘etiqueta’), y entonces sólo puede dar, por tradición, de un modo im-personal socialmente determinado. Esto le implica enajenarse del producto, dando a la comunidad, a los otros en general, a cambio del ‘dinero-nombre’ y así poder convertirse en un receptor privilegiado. El niño debe imitar este extraño modelo.

El dinero también puede ser visto como una colección de etiquetas cuantitativas de caso. En tanto moneda de ‘curso legal,’ las etiquetas dicen ‘páguese al portador.’ Igual que una transformación de activo a pasivo, la etiqueta del precio y la ‘marca’ masculina también indican que sus portadores deben ser tratados como receptores de regalos específicos. Entonces, cuántas más propiedades y más dinero posee, de cuántas más etiquetas de caso sea dueño, más controla y más merece recibir.

La mujer dominada renuncia a entregarse sexualmente a cualquier otro que no sea su marido, y a darse materialmente a cualquier otro que no sea él y sus hijos. El giro de la modalidad de regalo a la modalidad de intercambio, de lo maternal al dar de la post-masculación, llega a identificarse con la marca masculina. El ícono de la muestra cambia hacia el dominio y lo implementa. Y el pene mismo cambia, volviéndose erecto. No tiene una auto-semejanza como la mano, una repetición de la relación de la muestra con los elementos relativos mismos, por lo tanto tiene que buscar su identidad como ‘uno-a-muchos’ por fuera, compitiendo con otros penes por la superioridad. Entonces, todos los hombres son considerados ‘unos’ con relación a las mujeres como muchas (que no tienen la ‘marca’), y ejercen dominio sobre ellas para probar su superioridad.

Disparando

El índice precede al pene como instrumento tanto en el saber sexual como en el no sexual. De hecho, el pene no es necesario para identificar algo. La identificación (falsa después de todo) de pene con índice, tal vez ha sido dada vuelta para que el índice aparezca como un pene separado, que luego puede ser transpuesto para convertirse en bala o flecha. También lo hace así, pronunciarlo en la masculación y al disparar. “Es un niño” y “Bang, bang, estás muerto” tienen un mismo efecto alienante. Cuando se identifica a algo como uno de una clase, se excluyen sus otras posibilidades, en tanto objeto individual constante. Disparar está hecho a imagen de la masculación.

Señalar al niño, nombrándolo como ‘masculino’—con ese sonido explosivo—lo aparta de la vida de los regalos. El índice es el dedo que aprieta el gatillo, y el cambio de niveles es como el mecanismo del gatillo, que también es un cambio de niveles, cuando el dedo retrocede para gatillar. La palabra es el sonido de la bala, que nombra al ‘otro.’

Apuntamos con el dedo, seleccionando un objeto y señalando un objeto muestra; luego decimos la palabra, nombrándolo, desplazándonos de lo verbal a lo no verbal. La explosión acompaña la contigüidad del índice transpuesto con el objeto que penetra. Nos movemos desde el ícono del concepto de índice (sumado a la acción-concepto de seleccionar) a la palabra. (Vea la Figura 32.) La penetración del otro a través de la bala-‘regalo’ es realmente un servicio para el ego de ‘él que da’ y dispara. Disparar refuerza la lógica del intercambio mientras la penetración violenta del cuerpo (y corazón) del otro recuerda y refuerza la violación. La pistola y también el pene funcionan como ‘unos’ permitiéndole al portador lograr el estatus privilegiado del ‘uno.’

El arco y la flecha están hechos para que funcionen cuando tiramos la cuerda hacia atrás, luego soltándola de modo que la energía de la atención pasa a la flecha. Igual que los dedos co-operadores que se retraen para permitir al dedo índice apuntar, los dedos tiran de la cuerda. (Vea la Figura 33.) Lo mismo sucede con el índice que aprieta el gatillo, soltando el percutor martillado sobre la bala que apunta. Igual que cuando retenemos para luego soltar la palabra y/o el dedo, la fuerza de los muchos que dan apoyo al uno avanza de forma explosiva. La energía de lo que se retiene converge en el dedo índice. Tal vez se puede hacer una analogía con las acciones involucradas en la cacería—ir al bosque, la búsqueda de la presa—las diversas acciones co-operativas para cazar, que lo sobredeterminan.

Cuando apuntamos a matar con un rifle ya sea a los animales o a la gente, debemos contener nuestros impulsos de cuidarlos, convirtiéndolos en muestras que pasarán a ser objetos muertos—serán objetos útiles, los animales servirán como comida o la persona como eliminación del peligro y la competencia. Endurecemos nuestra voluntad internamente en contra de la orientación-al-otro y del regalar (pobre conejo) luego lo seleccionamos externamente, le quitamos el regalo de la vida, convirtiéndolo en un objeto pasivo. El mecanismo interno de selección, que simultáneamente deja de lado el regalar, se parece al mecanismo dentro del rifle. Con nuestro dedo índice, tiramos hacia atrás el gatillo-índice; el martillo-índice golpea la bala-índice, haciendo que la carga explote, forzándola a salir a través del falo-índice-cañón. La bala-índice pega en el corazón del animal o de la persona, impidiéndole su regalar interno, transformando a él o a ella en nuestra posesión.

La explosión en la cámara del rifle se parece a la explosión en la cámara del corazón del que es muerto. Similar a lo que ocurre en la mente y en el corazón del que lo mató, o tal vez en su pene, donde el apuntar y el dominar hacen, de manera análoga, que algo salga explosivamente de la muestra que apunta. La voluntad masculada es = pene = rifle, y también hay analogías económicas. Se necesita de la exclusión interna del regalar para crear una exclusión externa del regalar en el cuerpo del otro, a través de los mecanismos internos del rifle, que se externalizan explosivamente.

La espada o el rifle, o el arco y la flecha apuntan y matan. La mira exacta pone en un segundo plano la vida del animal, le quita su valor y se lo da en vez a la vida del que apunta y a la muerte consecuente del animal. Luego la presa se convierte en un regalo de comida. Entonces cazar es una analogía cercana al apuntar de la comunicación, porque el animal muerto es compartible, es un regalo, como el ítem al que se apunta. De igual manera, la muerte de los enemigos causada por cuchillos filosos, espadas, rifles, y misiles se convierten en regalos compartibles para los individuos, las pandillas, el ejército y la Patria.

Este regalo ensangrentado, nuestro punto de acuerdo, se divide entre nuestras propiedades, que de nuevo defendemos de los otros con rifles y cuchillos. Ejércitos enteros se apuntan entre sí, con la tecnología hecha a imagen de apuntadores materializados, que muestran como ellos son de una categoría superior, aboliendo al ‘otro.’ En los años de tensión internacional, los silos donde se almacenan los misiles salpican el paisaje, y circulan los camiones que transportan misiles, listos para levantar sus puntas, y disparar sus ojivas contra los enemigos. Desde el cuchillo al rifle, al misil nuclear, desde el individuo que está armado hasta las fuerzas armadas, la reiteración de la definición y la marca ‘masculina,’ han transformado nuestra civilización en un patrón fractal inmenso, consistente en imágenes auto-semejantes a diferentes niveles de la masculación. El patrón auto-valida y drena la energía de todos y del planeta, para que sirva a sus agendas, sacrificando millones de vidas humanas. Es un cuadro espantoso por más que se intente colorear y disimular el patrón.

En la Antigüedad, el cazador transformaba el animal muerto sólo en comida, en una propiedad, en un regalo. Aceptaban el regalo un círculo de atención común, un círculo de cazadores, un fuego del consejo, un fuego para cocinar, una cocina, un escenario. El tópico—el fuego, la comida, el regalo nutricio—pasaban a ser el foco central y común, y la ‘cosa’ relacionada a una palabra, la muestra repetible. Los recolectores y los campesinos también juntaban sus cosechas. El tópico se reunía usando todos juntos regalos del pasado, tópicos pasados, reuniones pasadas, y fuegos de otros consejos, puntos de vista individuales. Nosotros somos aquellos a quienes les están destinados los regalos de las cosechas y las cacerías pasadas y quienes los hacemos existir de nuevo para la gente del pasado, al permitirles existir aún. Aunque ellos no lo sabían mientras conversaban y comían. También dejamos regalos para la gente del futuro.

Las generaciones son como agua que cae de un acantilado, formando estanques, luego se desborda y continúa formando nuevos estanques. El enfoque común es el regalo. En otras palabras, un ‘extra’ que nos llega en el presente y en el futuro, es que lo puede hacer otra gente del pasado también, sentarse en círculo con nosotros, como nosotros podemos hacerlo con los del futuro. La dominación ‘uno-muchos’ no aporta un tópico o regalo para otros, porque los bienes que provee no son compartibles ya que son monopolizados por el uno o son usados para coaccionar a otros. Los ‘muchos’ dan al ‘uno,’ no se dan entre sí.

Regalar versus el salón de los espejos

El regalar, es a menudo, descalificado como una locura, porque amenaza con interrumpir el salón de los espejos fractal. La atención común hacia otros hace la auto-semejanza del ego innecesaria e irrelevante. De hecho, el regalar se enaltece por la diversidad de los otros a quienes se les da (entre otras cosas, porque sus necesidades son diferentes a las necesidades del que da, producen crecimiento y variedad en vez de competencia). Puesto que el regalar amenaza al paradigma del intercambio económico y a la estructura del ego, lo excluimos de la conciencia, y forzamos a todas las mujeres que lo practican, a pesar de ser muchísimas, al aislamiento dentro de la familia.

Dentro de la familia, se puede contar con ellas para asegurar el mantenimiento de los niños, a pesar de las numerosas y aplastantes dificultades causadas por la escasez. Como dadoras aisladas, las madres hacen peligrar su propia supervivencia dando demasiado en forma localizada sin poder cambiar las estructuras sociales. La ‘trampa’ aquí es que no pueden cambiar las estructuras sociales, porque no se reconoce el regalar como una alternativa viable, y ellas no pueden reconocer su verdadera viabilidad hasta que no cambien las estructuras sociales.

Comprometerse con algo a pesar de todos los obstáculos, es una estrategia que la gente puede usar para demostrar la importancia de ese algo. Sin embargo, regalar para la auto-destrucción parece demostrar que no sirve, porque aniquila al que da. Más bien causa la destrucción y el agotamiento de los dadores en el contexto de la escasez misma y de la separación entre los que dan, Otros deberían comenzar a seguir el modelo de los que dan, para que los que lo practican a su vez reciban de otros, además de dar (aunque esto tenga la apariencia del intercambio.) Por éstas y por muchas razones más, los que regalan tienen que reconocer lo que hacen, nombrarlo, y practicarlo conscientemente. Sólo puede ser verdaderamente viable cuando involucre a muchos y se cree un contexto de solución general y no individual.

Sin embargo, debido a que regalar amenaza al intercambio, otros obstáculos más sutiles le son puestos en el camino. Por ejemplo, la ‘humildad’ es una virtud necesaria (no alardee)—un hecho que impide a los que regalan afirmarse como modelos. Un hombre que pone límites, para proteger a ‘su’ mujer, en realidad está protegiendo a la que regala, para que sólo le regale a él y para que no le regale a ningún otro hombre. La estructura interna del hombre masculado orientado-al-ego es la estructura interpersonal de la pareja tradicional. Los valores de la familia patriarcal avalan el derecho de los parásitos dominantes de nutrirse de sus anfitrionas que dan regalan. El falo en tanto índice convierte al ego masculado (o su conciencia o su voluntad de ego) en índice, de modo que tiende a superar y dominar el regalar, incluso a dominar sus propias motivaciones internas a regalar. Si a su vez otra muestra masculina externa le ‘apunta en reversa,’ ambos obviamente deben competir por dominar.

El ego es uno-muchos respecto a otros elementos del ser, a los egos de otras personas, y a todas las muestras que pueden ser seleccionadas dentro del mundo. Se vuelve relativa a muestras más grandes como equivalentes, como lo hace el niño pequeño respecto a su padre. Desde el antiguo Egipto hasta Estados Unidos moderno, grandes símbolos fálicos del Estado, encarnando al padre de la patria, como el monumento a Washington, imponen su estatus relativo sobre otras muestras privilegiadas. Los ciudadanos de un país se pueden unir entre sí como un todo, patrióticamente (en relación con otros países), con su gobernante como la muestra humana nacional.

Un ejemplo de esto es el culto a la personalidad de líderes recientes, cuyas imágenes descomunales dominan los espacios públicos. Hasta hace muy poco tiempo, en los países comunistas podíamos ver fotografías inmensas de los lideres del movimiento mirando hacia el lugar de reunión de las masas. Cuando Kim Il Sung murió en Corea del Norte, la televisión mostró a las multitudes golpeando sus pechos y llorando ante la estatua inmensa de su líder. La preservación del cuerpo de Lenin en el mausoleo del Kremlin, dio a la Unión Soviética una imagen consistente de la voluntad masculada del ego. Mientras que el derrumbe de su inmensa estatua apuntando con el dedo, es otro caso que pone en evidencia este punto.

Destinación

La diferencia entre muchos de los niveles auto-semejantes es el tiempo que toma desarrollarlos. El tiempo que toma decir una frase es más corto que el tiempo que toma realizar un intercambio, por lo que se pueden decir muchas frases juntas. La masculación misma lleva años. Nosotros mismos somos índices; nuestros movimientos dirigidos a una meta son gestos de indicación. Podemos señalar con el índice una meta, podemos ir hasta ella, hasta podemos tocarla. Tenemos orientación futura, hacia una meta o hacia el destino, transpuesta desde el espacio al tiempo. Podemos señalar hacia atrás desde dónde venimos espacialmente y en el tiempo.

Apuntar-señalar puede tomar poco o mucho tiempo, poco como el tiempo que lleva levantar un dedo, o tanto como el que nos toma trasladarnos hacia un destino. Actuamos como índice cuando recorremos un trecho desde el punto de la toma de decisión en el que elegimos nuestra meta. Escogemos un sitio adonde ir, que es uno entre muchos. Podemos ver esto en forma metafórica—como el fin que ‘justifica’ (o domina) los medios.

Una meta reconocida como destino o punto puede ser algo distinto que la satisfacción de una necesidad. ¿Nuestra motivación a viajar está orientada por el yo u orientada-al-otro? El intercambio parece permitirnos hacer ambas o ninguna, con sólo incrementar la muestra-(dinero). Las caravanas viajaban a lejanos destinos para comerciar. Viajar es como el falo es en el sexo, yendo hacia un destino. Los pioneros viajaron al Oeste, conquistando la naturaleza, señalando las tierras ‘vírgenes’ donde los hombres con rifles índices mataban a los hombres con arcos y flechas índices y luego se quedaron viviendo en forma parasitaria en las tierras ‘libres.’

Los caballos con su gran energía, se parecen a índices fálicos cuando galopan a toda velocidad hacia su destino. Con los automóviles ocurre algo parecido, sin embargo podemos viajar dentro de ellos, señalando un destino e indicando puntos de interés mientras se viaja. La carretera y el paisaje constantemente varían entre ser fondo y figura; la carretera señalada por el automóvil y el destino son tópicos en común. El mecanismo aquí es uno de puesta en primer plano y puesta en segundo plano. Prestamos atención al primer plano y auto-consistentemente no miramos el fondo. Fondo que fluye hacia el pasado. Pero lo que no vemos es el mecanismo como un todo, el que supera el proceso no-mecánico. (¿Es el cambio de modalidades del índice una proto-tecnología?)

Luego apuntamos los cohetes hacia la Luna para conquistarla—y cuando llegamos ahí colocamos el mástil con la bandera. Nuestros científicos se apuran para hacer bombas más grandes para ganar la guerra, y producir un hongo nuclear que señala su propio indiscutible carácter fálico, matando a cientos de miles en lo inmediato. Y matando a millones o miles de millones a largo plazo, a través de la radioactividad (invisible y no señalada). Podemos matar con el índice, pero para crear necesitamos de toda la mano.

Cambiando de mano

Del otro lado de la puesta en primer plano está el segundo plano, el fondo, al que no le prestamos atención, pero que igual está activo. Al señalar, retraer los otros dedos hacia atrás tiene la misma intencionalidad y consume tanta energía como extender el índice; sin embargo, no lo tenemos en cuenta, tal vez, porque enfocamos nuestra atención en la repetición del patrón uno-muchos, entre el que apunta y el que es señalado. Pero los otros dedos, cuando se retraen, están ayudando al dedo índice. Retraer los dedos hacia atrás es parte de la intención de extender un dedo. Pasa lo mismo a nivel interpersonal, cuando algunas personas dan un paso atrás para que otros puedan adelantarse. Puede ser parte de la misma intención del grupo. Sin embargo, puesto que ponemos el foco sobre el uno (la muestra) no va hacia los muchos. Por eso es fácil olvidarlos (como es fácil para las ‘muestras’ masculadas olvidar a quienes les han dado y le han cedido el lugar).

Hay dos ‘muchos’—los muchos dedos que también son parte de la mano—tal vez re-presentando los otros elementos internos o consideraciones a las que el que índice no les presta atención—y también están las muchas cosas que están en lo externo, las otras cosas que no están siendo señaladas. Si los dedos ayudan al índice de verdad, por analogía las cosas que están en lo externo ‘ayudan’ a la que está señalada a ponerse en primer plano, cediendo o renunciando a su lugar de centro de atención. Dentro de la familia, las mujeres tradicionalmente han sido los dedos excluidos; fuera de ella, han sido los ítems excluidos. En el OBN, los punteros masculinos compiten por la posición central, y también para señalar a los superiores en la cadena jerárquica.

Tal vez, esto está basado en el hecho de que el pene no tiene otros ‘dedos’ para excluir. Los otros dedos simplemente han desaparecido en la transposición y en la ‘evolución’ psico-social del signo desde el índice a los genitales. Si el pene es el ‘dedo,’ el cuerpo masculino es parecido a la mano.

Quiero proponer que la palabra ‘man’ (‘hombre’ en inglés), que viene de la palabra ‘manus’ (‘mano’ en latín), es como el cuerpo-mano con el pene-índice. Wo-man (‘mujer’ en inglés) sería la mano-matriz, la mano toda, que puede crear y dar.

Tomar en cuenta el punto de vista del otro es parte del regalar. Los hombres (y las mujeres) a menudo lo dejan de hacer cuando renuncian a dar. Mientras tanto, muchas mujeres renuncian a apuntar, o a ser el punto, y adoptan el punto de vista del puntero del hombre, que necesita apuntar y convertirse en la ‘muestra.’ Nosotras ayudamos a los hombres. Vemos lo que ellos necesitan y a lo que apuntan, porque nuestro punto de vista ha sido excluido. Ha sido retenido, excluido por y para ellos. Por lo tanto, nosotras también nos hacemos lo mismo, para permitir que su punto de vista funcione como el centro de atención, y para apoyarlos para que sean la muestra superándonos. Pero a veces, llega el momento en que ya no lo soportamos, un punto de partida. Entonces le hacemos frente desde el punto de vista del regalar, que puede verse.

Para nutrir y para dar usamos típicamente las manos y no tiene ninguna importancia no tener pene para hacer esto. Aun el apuntar de los bebés puede ser visto como la demanda a la madre de un gesto de dar, un intento de descubrir la mano-matriz de la mujer. Los hombres que cuidan de sus niños y niñas, han podido demostrar recientemente, que la mano que apunta puede transformarse en una mano que da. Señalo esto para poner en claro el regalo de esa transformación sistémica y social, no sólo en el plano individual.

De hecho, el resultado es el enfoque, la ‘muestra’ del ser, el uno. Una vez que comenzamos a contar, requerimos de un contexto de ‘unos.’ Decir un ‘uno,’ dos ‘unos,’ etc. y uno por ‘uno’ es ‘uno,’ probablemente requiere del conocimiento de otros ‘unos,’ de algún otro contexto.

Tal vez intuyendo el papel que la definición juega para la identidad masculina, estamos pendientes de sus palabras, con la esperanza de que nos digan que somos ‘lindas,’ ‘inteligentes,’ ‘buenas esposas.’ De esta manera, casi creamos un ego auto-referencial a la imagen de ellos.

La inversión patriarcal de la posición de ‘muestra’ invierte en la ‘muestra’ del ego, con dominio cuando no lo estaría haciendo por sí mismo. También los hombres se ven a sí mismos como los ‘unos’ porque ellos están renunciando al regalo y a la orientación hacia el otro, optando por la auto-referencia. Yo creo que la experiencia del ego está ‘anclada’ en el cuerpo como están anclados otro tipo de experiencias según los teóricos de la Programación Neuro-Lingüística.

La terapia de la co-dependencia interpreta como excesiva a los dadores y a la gente con necesidades no satisfechas. Se ocupan de curar la enfermedad individual y no al sistema que está enfermo, que está creando un contexto de escasez y generando así innumerables necesidades insatisfechas e imposibles de satisfacer

(que de hecho son usadas para motivar la economía). El altruismo es creativo y mejora la vida, excepto cuando es capturado y drenado por un dominador o se vuelve imposible en un contexto de la escasez. En algún momento se estimó que el 98% de la gente de Estados Unidos era co-dependiente. Este porcentaje parece un alerta roja de la mala interpretación. Es normal ser altruista. No se nos permite practicar libremente nuestra natural costumbre de cuidar, porque nuestros medios para nutrir nos son robados por el sistema, como también por los ‘unos’ privilegiados dentro y fuera de nuestras familias. La teoría y la terapia de la co-dependencia, al validar no dar, nos permite resolver nuestros problemas individuales y vivir en el sistema de intercambio sin desafiarlo.

Capítulo 17: ¿Que re-presenta la democracia?

El lenguaje es una respuesta a las necesidades comunicativas que proliferan y se diversifican de acuerdo a como se satisfacen, y a las experiencias vividas. Estas necesidades comunicativas se superponen o co-participan con las necesidades relacionadas a las cosas—la necesidad de consumir cosas, y también de emplearlas instrumentalmente, o para identificar nuestras necesidades o las de otros, percibirlas correctamente, anticipar las consecuencias de los procesos, etc.

La satisfacción mutua de las necesidades de unos y otros crea vínculos entre los seres humanos en tanto partes especiales del mundo material externo, que forman parte de la misma especie—que reciben de y se dan unos a otros. Los lazos creados por el lenguaje son similares a los lazos que se crearían si compartiéramos esas cosas, si pudiéramos hacerlo. En parte nos vemos impedidos de compartir, porque hay cosas que no podemos darnos unos a otros, como las montañas o nuestra sensación del color rojo, o ver cumplido el sueño de que nunca hubiera habido una era nuclear. La escasez es responsable en gran medida de que no podamos compartir, ya que no hay suficiente de alguna cosa para todos. La propiedad privada también nos impide compartir, igual que nuestra costumbre de no dar. Tal vez sean las diferencias en las razones para no dar y recibir lo que hace que compartir el lenguaje propiamente dicho sea tan abstracto y ‘psicológico,’ transformando la mente en algo diferente al cuerpo.

Compartimos de forma abstracta, y este compartir sólo produce egos y mentes, y no comunidades pacíficas y materialmente abundantes. No compartimos en forma concreta los bienes con los muchos. Quizás hasta sólo acostumbramos dar regalos a nuestra familia inmediata y a nuestros amigos. En cambio, lo que sí compartimos es el intercambio que no regala, lo que nos separa y vuelve adversarios y nos conecta a unos con otros sólo a través de las leyes estatales. El intercambio nos convierte en cosas que no se dan unas a otras, excepto lingüísticamente, por lo que no somos parte de la misma especie de cuidadores. En lugar de ello, nos organizamos en ‘conceptos,’ los que a su vez se organizan en ‘conceptos’ más generales.

La OBN de los ‘unos’

Creamos representantes del tipo de las palabras en el gobierno, para que ocupen nuestro lugar, que nos organizan el grupo más grande, decidiendo, mandando, legislando sobre lo que queda aún por regalar, el regalo de obediencia, de servicios públicos, y de impuestos. Los representantes asignan (dan) el dinero de nuestros impuestos.

El léxico, que Saussure llama langue, es simplemente un sistema diferencial de palabras tomadas como valores, en el que cada elemento se relaciona negativamente con los otros en tanto no es el otro, y positivamente con aquellas cosas a las que re-presenta. Por ejemplo, la palabra ‘perro’ es lo que es, porque no es ‘gato’ o ‘bello’ o ‘justicia’ o ‘correr.’ Ésas son relaciones negativas que tiene con las otras palabras. Pero la palabra ‘perro’ tiene una relación positiva con los perros porque los re-presenta.

Reconocimos una relación similar en cuanto a la propiedad privada, en la que cada uno de los dueños se relaciona en forma negativa con los demás dueños, por exclusión mutua, y en forma positiva a la propiedad que posee. El dinero, igual que el verbo ‘ser,’ media entre estos elementos mutuamente excluyentes, creando una segunda sustitución, una muestra concepto de valor cuantitativamente divisible, a la que la propiedad se puede relacionar momentáneamente. Así, la propiedad de uno se puede convertir en la propiedad del otro—sin recurrir al donar. Dar a las necesidades implica desigualdades—mientras que el intercambio implica y requiere igualdades, encubriendo las necesidades y el regalar.

Marx, hablando del dinero como ‘equivalente general,’ dijo, “Está muy lejos de ser algo evidente en sí mismo que la característica de ser general y directamente intercambiable, es, por así decirlo, un polo, y es inseparable de su polo opuesto, la característica de no ser directamente intercambiable. Igual que el polo positivo de un imán no es directamente intercambiable con el negativo. Así, la gente que da rienda suelta a su fantasía se imagina entonces que las mercancías pueden simultáneamente adquirir la característica de ser directamente intercambiables—como también pueden imaginar que todos los católicos, si lo quisieran, podrían en forma simultánea convertirse en Papa.” Él dice que “una mercancía sólo puede funcionar como equivalente general, en tanto y en cuanto todas las otras mercancías la aparten de ellas, como su equivalente.” (Vea la Figura 34.) En realidad Marx está hablando aquí del dinero como aquello que yo llamaría la muestra encarnada del concepto. Lo que él ve como ‘polaridad magnética’ es la polaridad entre el ‘uno’ y los ‘muchos,’ entre la muestra del concepto y los ítems relativos y/o entre la palabra que ha tomado el lugar de la muestra como equivalente de ese concepto y los ítems relacionados (‘relativos’). En su descripción del dinero como el equivalente general, Marx identificó un momento importante de la formación del concepto y de la encarnación del concepto masculado—a pesar de que en ese momento él no pudo comprender que eso era lo que era. Su análisis de la relación entre dinero y mercancía es marcadamente difícil porque involucra mucho más de lo que se puede apreciar a primera vista.

En la masculación, la familia está armada como un concepto, donde el padre es la muestra o ‘el equivalente general.’ Él toma el lugar de los otros miembros de la familia, cuando toma decisiones, cuando instituye el mando y exige la obediencia por medio de su voluntad de poder; y los representa luego en la sociedad masculina, en el OBN. Hemos visto que la propiedad está relacionada con su dueño en la manera del concepto muchos-a-uno (o del complejo nombre de familia). Algo similar ocurre con nuestro gobierno.

Curiosamente, Marx personifica las mercancías al decir que eligen uno de los suyos como su equivalente, y esto es la personificación del proceso democrático. La Declaración de Independencia de Estados Unidos dice “todos los hombres son creados iguales,” cuando al mismo tiempo era notorio que los esclavos y las mujeres (dadores de regalos gratis) estaban excluidos del proceso democrático. Los padres de la patria formaban un OBN compuesto por hombres blancos dueños de propiedad privada. Se dividían en grupos de acuerdo a su ubicación, cada uno de los cuales elegía a uno de los suyos para que fuera su equivalente general y que los representara en los cuerpos gubernamentales, conformados por los ‘unos’ representantes de otros grupos.

Los ‘miembros’ del OBN estaban ya de por sí, por elección o por fuerza, en una relación de ‘uno’ en cuanto a sus familias, y en una relación de ‘uno’ auto-semejante con respecto a sus propiedades. Los ‘representantes’ tomaban decisiones que afectaban, tanto a los que no tenían poder de elección como a los que sí lo tenían. El contexto constituido por ‘representantes’ conformó un meta grupo nuevo, un OBN de los OBN, con su propia dinámica interna. También se elegía un equivalente general de entre el grupo de los que elegían, para ser el equivalente general y máximo representante de todos, o sea el presidente.

Cuando a los habitantes de una nación se les permite que elijan a sus representantes, el proceso parece reflejar, más que la monarquía misma, al proceso de formación de concepto. Así, los representantes parecen no sólo ser las muestras, sino las ‘palabras’ que toman el lugar de todos los miembros de la comunidad o del grupo. Como las palabras en la langue,están en una relación mutuamente excluyente, pero a la vez, tienen una relación positiva y polarizada con aquellos a quienes representan. (Vea la Figura 36.) Desde esta posición, se reconstituyen como una comunidad, dándose y recibiendo entre sí de muchas maneras, llegando a acuerdos, logrando coaliciones, etc. Esta comunidad adquiere vida propia y tiene poder sobre la vida de los muchos.

Las fronteras entre las naciones entonces se vuelven como las fronteras del concepto. Los de afuera son ‘cosas’ que no están relacionadas con aquellas ‘muestras’ o aquellas ‘palabras.’ No están representados aunque se ven afectados por las decisiones que los representantes toman, especialmente por las decisiones hechas por la nación que ha logrado el estatus de uno entre las naciones.

Si tomamos distancia y nos preguntamos, “Si esto es cierto, ¿qué quiere decir esta configuración?” vamos a repetir el mismo problema porque las estrategias que tenemos para interpretarlo pasan por el proceso del concepto mismo. Sin embargo, si accedemos y damos valor al modelo de la madre que regala, podríamos evitar proyectar nuestros patrones conceptuales y lingüísticos sobre nuestros gobiernos.

Podríamos idear una manera de organizar nuestra sociedad libre de proyecciones y de resonancias subconscientes. No necesitaríamos para tener identidad nacional o individual excluirnos mutuamente, y no necesitaríamos crear relaciones arriba y abajo, ni tampoco necesitaríamos crear ‘cosas’ y ‘palabras,’ ‘muchos’ y ‘unos’ para poder tomar decisiones individuales o colectivas. Al contrario, se aceptaría como base del sentido y también como la guía principal para la organización de la sociedad a la co-municación, la formación de una co-munidad donde se satisfacen las necesidades en todos los niveles.

A veces, aquellos que ocupan la posición ‘palabra,’ los representantes, están organizados como los conceptos de género. Por ejemplo, en Estados Unidos, los demócratas, en general, les ponen más atención a las necesidades, mientras los republicanos buscan más las ganancias y el egoísmo nacional. Ambos partidos funcionan según el modelo masculino—la derecha más machista, la izquierda más paternalista y de cuidado.

El punto sexista de la democracia

La democracia moderna, más que la tiranía o la monarquía, se corresponde de manera más ajustada con la problemática de la masculación, porque la democracia se ha desarrollado en la época del intercambio, en la que la palabra-dinero es el rey, el equivalente general, en lugar de serlo el rey mismo. Este hecho nos permite desarrollar, y tal vez comprender, el problema como algo sistémico, más que atribuirle nuestras dificultades al carácter personal del ‘uno,’ del padre, del rey, de la herencia de la casa real, o a la superioridad de una nación o de una raza. Por más que hacemos del oro y el dinero un fetiche es claro que no se trata de una persona. Y, de acuerdo al Sueño Americano, cualquiera puede ‘hacer dinero.’ Hemos desplazado el problema de la posición de la muestra privilegiada hacia el área donde se parece más a la masculación, aunque no calce perfectamente. No importa la clase o la raza, dice el cuento, cualquiera con suficiente suerte, energía, y sabiendo como hacerlo, puede adquirir mucho del equivalente general, igual que sin importar la clase o la raza, a cualquiera se le puede ‘dar’ genéticamente un falo, el órgano que lo lleva a la masculación. Él puede ‘tener’ en lugar de ‘carecer.’

De hecho, ‘carecer’ es el otro lado de la moneda, y todos pueden llegar a ser como la mujer ‘carente.’ La supremacía del dinero despega la posición privilegiada del ‘uno’ de la herencia, y tal vez da lugar a que consideremos a la socialización y a la oportunidad como las causas del privilegio, junto con el hacer-dinero y las prácticas capitalistas.

La antigua ‘democracia’ griega, fue directamente El Reino del Falo, según lo demuestra Eva Keuls en el libro así titulado, del que es autora. En esa época, las mujeres y los esclavos eran los que ‘no tenían,’ los que carecían, eran seres ‘inferiores’ encargados de satisfacer las necesidades de los otros. El género coincidía con la nacionalidad y con la clase como una categorización por la cual a un grupo relativamente grande de iguales se le permitía acceder a las posiciones privilegiadas del uno. Keuls describe los ‘herms,’ que eran estatuas antropomórficas de penes con penes parados en las puertas de las casas griegas. Estos me parecen ser intentos de concretizar una relación auto-similar.

También quizás es un indicio de un juego de palabras, el sentido de lo cual siempre ha tocado mi curiosidad, pero me eludía. Aquella es la similaridad del capital monetario y el capital de una columna. Jean-Joseph Goux describe mucho del capitalismo y caput, la cabeza, en Symbolic Economies. Quizás las columnas son imágenes de falos derivadas o tranpuestas de los herms, y paradas juntas para soportar el templo, la imagen del estado fálico. Entonces la capital es la cabeza, no de la persona, pero del falo.

Atenea, la diosa guerrera quien dio su nombre a la ciudad, cuidaba a los ciudadanos masculinos y los protegía durante las batallas, está (o es atrapada) dentro del templo. Nacida de la cabeza de Zeus, ella actuó las funciones masculatorias de privilegiar a los atenienses, cuidándolos y protegiéndolos, y tomando ella las funciones masculinas del guerrero. Los atenienses eran masculados como masculinos, pero vinculados como cosas del mismo tipo, llevando su nombre. Las batallas en que los griegos masacraron a las amazonas son una representación frecuente en el arte ateniense. Atenea es la mujer quien ayuda a los hombres vencer a las mujeres, y también a las otras naciones y clases. Ella es el símbolo de la manera en que sus hombres reciben colectivamente su poder de los otros, y ella es honrada por el símbol o de sus erecciones colectivas como columnas. Su nombre dado a su nación-estado encaja bien con la cohesión social que ocurría, no a través del cuidado por las mujeres, pero a través de los vínculos que creaban los hombre en batallas o en las competencias orales o deportivas, con el fin de convertirse en los ‘unos’ privilegiados. Los atenienses también podían crear vínculos en el goce privilegiado de sus libertades y placeres—placeres que no eran disponibles a las mujeres ni a los esclavos.

La masculación es una construcción artificial, y necesita imágenes de sí mismo que pueden confirmarla. (Es la apariencia física—teniendo el pene—que pone al niño en la categoria que no cuida en primer lugar.) Quizás la masculación necesita las imágenes fálicas como evidencia de estructuras auto-similares en escalas diferentes, para hacer que el universo sea más familiar y amable al niño dis-identificado de su madre. Cualquiera sea la motivación, el Patriarcado (o la Puerarquía) crea sus propias imágenes en todas partes representando al falo cada vez que surge la entrada a una categoría privilegiada.

Sin embargo, la llave (un símbolo más que es fálico como el herm) me parece estar en la similitud entre herms y las columnas y los hombres. La columna es un pene gigante; el herm es una estatua de un pene del tamaño del hombre, y tiene un pene. ¿Podemos decir entonces que un hombre erecto parece ser la imagen de un pene, auto-similar a su propio falo erecto, su cabeza la ‘cabeza’ de este? La necesidad de una imagen fálica auto-similar sería al menos parcialmente satisfecha por el propio cuerpo del hombre. Su falo sería la imagen de sí mismo y, viceversa, él sería la imagen de este.

Nos hemos convertido en ciegos con respecto a estas imágenes, o hemos aprendido a no hablar de ellas. Para mí, parecen ser síntomas de una psicosis colectiva causada por la masculación. Cuando ‘nos sacamos las escamas de nuestros ojos,’ reconocemos las imágenes por lo que son. Nuestra historia está llena de estas claves. Una imagen anciana es la ureaus, la cofia de la cobra usada por los Faraones egipcios y los dioses. La cabeza fálica de una serpiente encima de la cabeza humana era el símbolo del poder uno-muchos.

La mayoría de los instrumentos que tenían algo que ver con la muerte, como mencionamos, son símbolos índice-fálicos. Cada ‘miembro’ de las fuerzas armadas tiene su ‘pistola.’ Las marcas de la conquista, desde los obeliscos hasta las astas de las banderas, enfatizan nuestros paisajes patriarcales. Más ejemplos modernos y peatonales: ‘skinheads’ aluden al órgano de la violencia masculina. Notablemente, ‘Joe Camel’ es parecido a un falo y auto-similarmente le hace propaganda a los cigarrillos, como un herm. Su cara fálica se convierte en herm—con el cigarrillo auto-similar como una pequeña rama fálica.

Si vemos a una propiedad como la que ‘tienen’ los privilegiados, el cap-ital sería la propiedad masculándose a sí misma hacia una auto-similaridad fálica, creciendo sinfín a través de merecer una y otra vez un mayor nombre monetario, y trabajando o produciendo para ser suficiente al nombre, creando un flujo de regalos (escondidos) hacia un ‘uno’ que se centraliza y se agranda infinitamente. Una imagen económica auto-similar de la masculación con motivaciones fálicas (de hecho la sangre corre a la glándula como los regalos escondidos corren a las inversiones capitales), el cap-ital transforma a sí mismo desde una palabra, controlando el comportamiento de los trabajadores a través del salario, adentro del valor-equivalente ‘dinero-muestra’ de los productos de intercambio. Una acumulación que le permite a alguien decirle a los otros que hacer, el capital crea un capitalista fálico de muestra en su imagen. Pero también lo crea en su imagen. Ahora tenemos muchos grandes capitales, que retienen al estado. Sus cabezas son los pilares y los capital-istas de sus comunidades.

La erección aparece ser el uno privilegiado y tiene una relación con un objeto sexual que también es escogido por el momento como la muestra uno-muchos—por ejemplo, una mujer como muestra de todas las mujeres. Atenea sirvió como la mujer muestra (hipostatizada) quien ayudaba a los ciudadanos adquirir su parada-en-común fálica. El fascio también era un atado de tallos de trigo vínculado por uno de su tipo. Una función parecida animó al saludo fálico nazi ‘Heil Hitler.’ Tienen que haber maneras de organizar al estado que no requieren el liderazgo de los falos. (De hecho, la erección-en-común alude a la violación por las pandillas.)

No es un equivalente entre palabra y cosa (o erección y mujer escogida) que crea el ‘significado,’ pero la respuesta a las necesidades humanas con respecto a las palabras y también a las cosas y a la proliferación positiva que resulta de las necesidades co-municativas. Similarmente, no es el equivalente ni la correspondencia entre el dinero y los productos que crea el valor económico, pero la respuesta a las necesidades comunicativas y también materiales, a pesar de la situación generalizada de no dar.

Las correspondencias entre palabras y cosas, dinero y productos, hombre y niño, hombre y mujer continuamente nos muestran las estructuras uno-muchos y sus relaciones de igualdad abstracta y el modelado más allá de las necesidades. Ésta es otra razón por la que no reconocemos el valor como un regalo atribuido y apreciado en común en todas las distintas áreas. Cada área auto-similar del patriarcado es considerada separada e independiente de los otros porque su muestra concepto es evidente y diferente de las otras.

Además, a menudo las ‘muestras’ aparecen ser la fuente de su propio valor. La relación entre el presidente y el electorado, o senadores y congresistas y el electorado, es visto completamente diferente de la relación entre el dinero y las mercancías, por ejemplo. (Vea la Figura 38.) Mientras que es verdad que las balanzas son muy diferentes, pienso que también hemos aprendido a no mirar, y a descontar las similitudes cuando las vemos.

Entonces nuestro punto de vista del patriarcado es fragmentado, dividido y vencido, y nos encontramos atendiendo a una parte de este a la vez, en vez de hacer una crítica general y proponer una alternativa global. Las críticas parciales sólo pueden producir resultados parciales, sin interesar su importancia, porque otros aspectos del sistema patriarcal se hacen cargo de esto. Otras ‘cabezas’ de la hidra están listas para atacar, cuando una ya ha sido decapitada.

Al trazar los patrones que crean estas ‘cabezas,’ podemos enfocarnos colectivamente en todo el mecanismo. El capital es, después de todo, sólo una de las cabezas de la hidra.

El valor del intercambio es cualitativamente simple y único, para que pueda ser dividido cuantitativamente. El dinero es la ‘palabra-muestra’ que satisface la necesidad de comunicarse que surge del valor de la clase de co-municación alterada que es el intercambio de la propiedad privada. Es una necesidad comunicativa para un representante que da mientras no da. Karl Marx, Capital, vol. 1, Londres, J.M. Dent, 1962, p. 41.

Ibid, p. 42.

La computarización de la banca y las tarjetas de crédito están desmaterializando el dinero, transformándolo de nuevo desde una palabra material a un elemento del lenguaje.

Eva Keuls, The Reign of the Phallus: Sexual Politics in Ancient Athens, Berkeley, University of California Press, 1985.

Jean-Joseph Goux, op. cit., pp. 44-47.

Eva Keuls, op. cit., p. 44, ff.

Capítulo 18: Los agentes de cambio no masculados

Las mujeres dan gratuitamente de sus pechos a sus hijos e hijas (y de infinitas otras maneras), pero puesto que el pene está sobrevalorado, se nos percibe como si diéramos a partir de la ‘carencia’ de la ‘marca’ y, puesto que la escasez ha sido creada para privilegiar a los que tienen, a menudo damos en situación de carencia económica. Todo esto se exacerba, porque los hombres renuncian a la economía del regalo. El intercambio ‘da’ el regalo de no regalar, mientras que los pechos de la mujer encarnan el regalo de regalar.

Se podría especular que los pechos son el modelo original para el índice: el pezón es el índice, y la boca del bebé es el ‘objeto’ que es seleccionado para recibir la atención. Luego, estos ‘puntos’ de vista son invertidos. Para el bebé, su boca es el centro de atención, y el pezón es el ‘objeto,’ es lo que se selecciona. Luego, el objeto de hecho lo señala—y le da leche. O para la madre, si el ‘objeto’ no la señala con la boca y la lengua, por lo menos ‘capta el punto’ y recibe la leche.

Consideremos al tener como tener pechos, como tener algo que dar. Somos mamíferos. A pesar de que los hombres tienen pechos pequeños, hay muchas maneras en las que los hombres y las mujeres que no amamantan pueden nutrir y cuidar a los otros. (De hecho el pene es ‘dado’ a otro sólo cuando los niños se hacen adultos, pero es dado para ser comparado y para ser visto desde mucho antes.)

Pero estas maneras han sido mal interpretadas, ocultas y disimuladas por el descrédito y el aislamiento del maternaje en la infancia y por el enfoque patriarcal sobre la muestra, el intercambio, el reflejo, el tener y acumular. Las maneras de dar incluyen, entre otras cosas, el lenguaje, la solución de problemas, la producción de mercancías y de servicios como una forma de abastecer a las necesidades sin la intermediación de los mecanismos de intercambio—que son de por sí derivados de la masculación. ‘Tener’ es también tener manos, instrumentos que pueden ser usados para dar y cuidar a los otros. No sólo sirven para fabricar herramientas (o peor aun, para fabricar armas).

La auto-replicación de la muestra

El regalo que el padre parece darle al niño (el regalo del pene) es un regalo de semejanza o de igualdad, y el valor que se le da a la igualdad—a la ecuación misma, del niño igual al padre, como la norma no nutricia. El padre, a su vez, estuvo relacionado al abuelo de la misma forma. Es un regalo pesado, porque su uso psicológico en la sociedad y su errónea interpretación crean una necesidad artificial. Luego el niño tiene que tratar de satisfacer la necesidad pareciéndose a su padre. Es más, el padre necesita que su hijo se le parezca, para que él pueda lograr su posición de muestra, su propio mandato de género como el equivalente con el que se relacionan no sólo las mujeres sino otros hombres (los más pequeños).

En el patriarcado el padre debe demostrar que él se ha reproducido a sí mismo. Tiene que demostrar que con el pene como muestra-índice, y siendo él mismo la muestra masculina, tiene el poder creativo de hacer a otros igual a él (así demuestra que no todo el poder creativo está en la madre-muestra a la que ha eclipsado.) Por lo tanto, no es sólo la relación de posesión lo que está en la base de la obsesión de los hombres por la paternidad, sino el cumplimiento del mandato de la forma del concepto como la realización de su identidad individual, de género y de especie. A pesar de que esta ‘lógica’ ha funcionado a través de generaciones, es la responsable de una falsa agenda.

Yo pienso, que la sobreimposición de las diferentes encarnaciones del mismo concepto uno-muchos ha sido posiblemente el Frankenstein que creó el monstruo blanco del patriarcado. En las sociedades en las que el hermano de la madre tiene la función paterna educativa, el falo no necesita ser destacado como la muestra responsable, de hecho, de la ‘creación’ del niño. En esas sociedades, la transmisión de la cultura a través de la enseñanza y de la disciplina se diferencia de la sexualidad; la persona que juega el rol disciplinario (el hermano de la madre) no requiere que el niño se le asemeje. En las sociedades donde éste es el caso, parece que hay muy poca violencia, y la violación es casi desconocida.

Los hombres, como las mujeres, necesitan permanecer dentro de una modalidad de regalar y de recibir para que sus identidades se formen por medio de la co-municación material y gestual, creando así una subjetividad construida sobre una cambiante interacción nutricia con otros (una interacción que también incluye turnarse y tomarse como modelos recíprocamente), más que una basada en el mandato de lograr una posición abstracta de igualdad con la muestra. Para empeorar las cosas, la posición de igualdad oculta, de manera contradictoria, dos niveles de superioridad (desigualdad). Crea una categoría superior de los que no se parecen a los que regalan y que se parecen a la muestra (por lo tanto pueden convertirse en muestras), y otra de los que ya son superiores, porque ya son muestras. El mandato insta a la competencia donde no era necesaria, y hace del dominar y del ejercicio del poder el modo válido de conducta para media humanidad.

Al imponerse como norma, esta modalidad se extiende a toda la humanidad, convirtiendo a los que poseen otros valores en seres serviles, invisibles y apenas humanos. Ubica a los que son ‘iguales’ en una categoría que les es dada por los que regalan. Parece conferir a los ‘miembros’ el derecho de exigir a los demás que les den, ya sea mediante el uso de la violencia o a través de las jerarquías organizadas—es decir las fuerzas armadas o la policía. Volviendo a aplicar la misma lógica conceptual (que requiere de una relación ‘uno-a-muchos’ para desarrollar la generalidad) a esta situación, vemos que lo más apropiado para esta lógica, aunque no lo es para la felicidad de los seres humanos, es que unos pocos sean las muestras generales para las diferentes categorías—esto significa, desde luego, que los muchos nunca serán ‘muestras.’ Así tenemos, por ejemplo, muchas personas organizadas en grupos nacionales, cada uno de los cuales tiene una jerarquía interna dirigida por unos pocos hombres y con un hombre a la cabeza.

Tomando la agenda de la forma conceptual como la lógica de la especie, y a los que tienen éxito en ella como muestra para la especie (olvidando que las mujeres están haciendo las cosas de manera diferente), se convierten en formas válidas de comportamiento el dominio, el poder y la intención de convertirse en la muestra conceptual y de la especie.

Es triste decirlo, pero las mujeres han alimentado este estado de cosas y el esfuerzo de los hijos y de los maridos que intentan lograr éxito en esa agenda. Ahora nosotras hemos comenzado a participar en ella también. Afortunadamente, nuestra ‘carencia’ de pene ha demostrado que éste no es la muestra de la especie, y que no es necesario tener pene para tener éxito en el sistema. Mientras que esto último pudo haber puesto en cuestión la superioridad masculina, no ha podido desmantelar la agenda y la lógica, sólo las ha desplazado hacia otras categorías. Ahora, por ejemplo, todas las personas de las naciones privilegiadas pueden considerarse privilegiadas o ‘muestras,’ respecto a otras de otras naciones que ‘deben’ por lo tanto darles y servirles. Todos los integrantes de una raza, tanto hombres como mujeres, pueden considerarse superiores a los de otras razas, y pueden ‘dar prueba’ de ello dominando a otras razas (y haciéndoles darles, obligándolos a asumir las tareas nutricias y de cuidado ‘femeninas’).

Mientras todo esto puede llegar a producir comportamientos horribles y oprobiosos en los individuos de un grupo contra los de otros, todos están llevando a cabo un mandato masculino que desde hace siglos se considera ‘humano’ en Europa occidental y en muchas otras sociedades. Es, por lo tanto, el sistema basado en una lógica falsa que debe ser considerado responsable, y no los individuos. Ese sistema es el que debe ser desmantelado. Cambiar a los individuos sin cambiar la lógica y la agenda sólo deja el campo abierto para que otros individuos lo recojan y sigan con las mismas prácticas. Como afirma el viejo dicho: “Si todos empezaran con la misma cantidad, unos pocos siempre llegarían a la cumbre.” Esto sólo quiere decir que hasta que comprendamos la enfermedad y la erradiquemos, algunas personas continuarán con la agenda en detrimento de aquéllos que no tienen ni el ‘empuje’ ni la ‘ambición’ (léase: ‘que no tienen la necesidad de ser muestras’). Esta enfermedad parece ser una clase de ‘virus’ auto-replicante (quizás derive de ‘vir,’ la palabra latina para ‘hombre’).

‘Marcas’ del dominador

Un ejemplo de esta imposición de un grupo sobre otro es la invasión europea de América. No fue sólo la superioridad tecnológica de los europeos la causa del genocidio de los pueblos nativos, sino el hecho de que los europeos eran portadores de masculación en muchos niveles: misoginia, propiedad privada, lenguaje, economía, religión, filosofía, crianza de los niños, leyes, arquitectura, agricultura, etc.—todos esto era muy diferente en las culturas nativas. Podría haber sido al revés. Los europeos podrían haber aprendido de los pueblos nativos en lugar de destruirlos.

Después de imponerse como la categoría ‘superior’ con respecto a todo el hemisferio, nuestros antepasados también asumieron la propiedad uno-muchos de otros seres humanos como esclavos, forzándolos a darles regalos que les produjeron ganancias, y que permitió la acumulación de capital por parte de los dueños de esclavos. La categoría de los ‘superiores’ tiene que ser fácilmente reconocible por mucha gente. Ésa es la función a la que ha servido tener un pene para establecer la categoría. La piel blanca sirve al mismo propósito. En ambos casos, la ‘marca’ de ‘superioridad’ revierte el rol de la madre, haciendo que lo desviado sea la norma, y el que da regalos aparezca como inferior y desviado. Esta dinámica no existiría en una sociedad que no tiene a la masculación y al intercambio como modos de vida.

Los europeos hipermasculados mataron y esclavizaron a los pueblos menos masculados de África y de América, ‘dando prueba’ de esta manera de que ellos estaban en una categoría ‘superior’ (más masculina) que era la norma y que permitía su crecimiento priápico simbólico infinito—que los masculaba nuevamente en una clase más elevada de la categoría ‘superior.’ Tener gran cantidad de dinero les permitía comprar, producir y construir objetos, por los que podían ser identificados nuevamente como pertenecientes a la categoría ‘superior’—los privilegiados entre los privilegiados. Se pueden comprar casas, automóviles, ropa, joyas, rascacielos, rifles, educación y viajes, que son una evidencia clara, perceptible y microscópica del ‘tener,’ que ubica a los que ‘tienen’ en la categoría de los privilegiados una y otra vez.

Ahora creo que los países que pertenecen al llamado ‘Primer Mundo’ se han convertido en las ‘categorías superiores,’ identificables por su ubicación física y documentos de ciudadanía y que están forzando a los países del ‘Tercer Mundo’ a darles, a través de mecanismos económicos, políticos y culturales que a menudo son invisibles a la ciudadanía. La explotación que se está dando podría continuar siendo invisible, si no fuera por el número, cada día mayor, de inmigrantes que tratan sabiamente de ubicarse en la categoría geográfica privilegiada. El peligro es que a través de los mecanismos del ‘Libre Comercio,’ vamos a intensificar el patrón de los países masculinos dominantes y países femeninos serviles—hasta finalmente convertirlos en países de esclavos y países dueños de esclavos. Está ocurriendo una gran inscripción de masculación en la Tierra. (Siempre me ha maravillado lo apropiado del nombre de Castro.)

La existencia cuantificada

Las madres orientadas-a-otros nos dan, entre otras cosas, cuerpos, lenguajes, y socialización en pos de nuestros roles de género. La posibilidad de recibir más a través de la definición y la posibilidad de ser nombrado como ‘masculino’ nos motivan. Los tomadores de ganancia convierten a otros en sus madres masculadoras. Hacen que otros les den, mostrando que ellos se ‘merecen’ la ganancia y dando a otros en forma condicional, usándolos como medios.

Tal vez también sea por el aspecto singular de una ‘palabra’ del dinero y por la falta de acceso a un sistema de un langue cualitativamente diverso (y por lo tanto de nuestra incapacidad para explorar una variedad de valores enunciables en las relaciones de unos con otros), que el dinero y el valor de cambio mantienen su hegemonía social—mientras que aparecen y desaparecen rápidamente, al cambiar de manos en el mismo proceso de intercambio. La cosa ‘significada’ por la palabra material ‘dinero’ es el producto (el regalo posible) que sufre el cambio de la sustitución de la lógica (y el acto) de sustitución por la lógica (y el acto) de dar, es decir, el intercambio. El valor-en-comunicación de lo ‘significado’ es el valor del intercambio, expresado en una cantidad de dinero específica. A pesar de que la langue no está presente para mantener una totalidad de mediadores de valor cualitativamente diferentes, la auto-semejanza de la sustitución del dinero por el producto, y de la lógica del intercambio por el regalar, crean un mecanismo de autovalidación, que continuamente hace resaltar al intercambio mientras oculta el regalar.

El capitalismo unifica la masculación y el intercambio, y les da una nueva meta a cada uno. Para la masculinidad, la nueva meta es acumular riqueza priápicamente; para el intercambio la meta es repetir el proceso de masculación una y otra vez, por lo tanto acumulando y teniendo ‘más,’ mereciendo un equivalante cuantitativo mayor cada vez, o un ‘nombre’ masculador. Esto coloca a su dueño en la categoría a la que se le da más regalos gratuitos invisibles

La existencia se identifica con la masculación, y por eso se vuelve cuantificable. Esto le da a la gente el incentivo de tener más, para ser más. El poder y la potencia convergen en una espiral negativa ascendente, por la que algunos hombres (y mujeres) ‘exitosos’ pueden convertirse en más masculados que otros—existir más—por tener más ‘valor’ cuantitativo. Esto los hace aparecer como mereciendo existir más, lo que permite a las clases altas autoconvalidarse y juzgar a los que son explotados como ‘menos merecedores de existir,’ o tal vez, ya ‘existiendo menos.’

El pensamiento se toma como la base para una identidad autoritaria (intercambio) adversaria. La capacidad de realizar definiciones y sustituciones es un proceso constante, reconocible, que provee una constancia interna (yo = yo) y enfocar así la situación de exclusión mutua, que le es necesaria a la propiedad privada, y también para tener éxito en las actividades orientadas por el ego y la competencia. (De otra manera se crearía una identidad interna positiva a través de procesos repetidos y abigarrados de regalar y recibir.) El intercambio instrumentaliza la satisfacción de las necesidades de otros para satisfacer las propias necesidades, y es valorado una y otra vez por encima del dar. Todos aquellos cuya voluntad está comprometida con tener (y tener más que los otros) parecen ser racionales, mientras que aquellos que todavía practican el regalar (y su identidad se deriva de ello) aparecen como ‘irracionales.’

El capital es voluntad masculada

El capitalismo es masculación por acumulación. Es menos sexista que la definición de género porque permite que algunas mujeres sean parte de los que ‘tienen’ (aun de ‘los que por sí mismos tienen’). Sin embargo, incluso las mujeres exitosas pueden parecer existir—y merecer existir—menos que los hombres masculados. Su mayor contacto con las emociones, que podríamos llamar la presentación interna de necesidades, las ubica parcialmente por fuera de la racionalidad del capitalismo. Entonces esas emociones parecen ser la ‘razón’ por la cual las mujeres (y los hombres) que las experimentan no están bien adaptados a la economía de intercambio.

En una situación en la que los humanos como comunidad son adversarios y dominantes, utilizándose unos a otros como medios, las e-mociones humanas son sólo un esbozo de lo que hubiera sido posible por fuera de los ‘cocientes’ auto-semejantes. Es nuestra emoción ir-racio-nal la que continúa dirigiéndose a las necesidades de otros, aun estando bloqueados, apartados de las acciones que podrían satisfacer esas necesidades. Tal vez las mujeres seguimos, más que los hombres masculados, sintiendo estos sentimientos, porque todavía damos regalos. Son una manera de marcar el rumbo hacia un mundo mejor. La dicha es la celebración de necesidades satisfechas, los pasos divinos de la danza del alma liberada de la jaula del intercambio, viviendo, por fin, en armonía consigo misma y con los demás.

La furia surge del daño, que es la creación perjudicial de nuevas necesidades, y la emoción intensa confronta la injusticia como daño institucionalizado.

La cuestión de la justicia está ligada a la necesidad de definir ciertas clases de acciones como dañinas. Es el fracaso de estas definiciones para influir el comportamiento que estimula la rabia y la voluntad de venganza de aquellos que han sido dañados. Sería posible crear tales definiciones sin la retaliación que es parte del paradigma del intercambio, y en lugar de ello prevenir crímenes satisfaciendo las necesidades que los causan, antes de que la motivación para cometerlas tenga oportunidad de desarrollarse. Este tipo de solución se hace imposible debido a la escasez requerida por el paradigma del intercambio, y por las evidentes injusticias que permanecen no definidas o que parecen ser parte de un sistema inmutable.

El capital es el ego masculado. Es atribución de valor encarnada en el giro hacia el intercambio, la voluntad masculada, que dirige la energía hacia la acumulación de más riqueza y poder. Es el deseo y la habilidad de ser más. De hecho, más dinero es ser más (más habilidad para sustituir, para ocupar el lugar de). El ‘libre albedrío’ del capital, al igual que el mercado libre, en realidad no es libre. Se encauza hacia su propia supervivencia y supremacía, de acuerdo con el mandato de la masculación. En otras palabras, no es libre de practicar el regalar y el cuidar (contradiciéndose a sí mismo, sacrificándose, no creando escasez para los demás, y no creando el incremento de su propia abundancia). Regalar le es irrelevante. No se le da ningún valor al regalar, porque el valor de cambio está atrapado en la auto-semejanza, y la irrelevancia del regalar encubre la opresión de la explotación a través del intercambio ‘igualitario.’

Tanto el libre comercio como el libre albedrío capitalista constituyen un oximoron, si se considera a la palabra ‘libre’ como ‘gratis.’ (Hasta hacer compras es mano de obra gratuita, pero no reconocida—la mano de obra de elección ‘libre.’ No tenemos libertad para no comprar y no elegir—porque si no, no comeremos. Si no tenemos el dinero, no somos libres para comprar ni para elegir. No ‘merecemos’ existir.) Pero aun si entendemos ‘libre’ como ‘liberado de toda coacción,’ el mercado y la voluntad son libres para los que lo practican, a costa de mayor coacción para sus víctimas. Los autores del mercado libre y del libre albedrío capitalista están libres de la ‘orientación-al-otro,’ del compromiso de servir las necesidades de los otros. Y así tienen que ser si quieren ser exitosos. Algunas de nuestras multinacionales son más masculadas que nuestros hijos individualmente.

Lo que pensamos como la posición ética del libre albedrío, es sólo la posibilidad de los egos masculados de elegir de acuerdo a valores más amables, contradiciendo su socialización hacia el poder, o dejarse restringir por las equivalencias de la ‘justicia’ (mientras la mayoría de las mujeres elige de acuerdo a una ‘voz diferente’). Disponiendo de su desechada aptitud para cuidar nutriciamente, y de ser más, los hombres contradicen su voluntad masculada de dominio, aceptando las ‘restricciones’ de la orientación-al-otro.

Mientras tanto, quienes han sido socializados para cuidar a otros, son libres para imitar la modalidad masculada, adaptándose a una sociedad enferma. Pueden desarrollar un ego de intercambio trabajando en las proyecciones sociales de la masculación, como lo es el mercado, abrazando los valores del patriarcado. Sin embargo, las mujeres continúan siendo socializadas de manera diferente, hacia el cuidado, y por lo tanto siempre están en una posición potencial de enfermedad dentro de la sociedad, e internamente en conflicto con ellas mismas.

Las mujeres también tienden a elegir la ‘humildad’ y se critican a sí mismas desde una masculación que no les corresponde, liberándose de un defecto que no tienen. Critican la masculación como si fuera parte de ellas, en lugar de reconocerla como la internalización de un patrón auto-semejante de los hombres (de quienes no son sus ‘iguales’) y de la sociedad en su conjunto. Por eso las mujeres llenan las iglesias, las sesiones de terapia, los grupos de autoayuda, inspeccionando sus almas buscando huellas de arrogancia y de afán de poder, cuando de hecho ellas son las víctimas del comportamiento masculado de maridos, jefes, escuelas, universidades, negocios, gobiernos, y otras instituciones patriarcales. Los abordajes de ‘curación,’ al tiempo que proveen una comunidad y valores comunes, siguen ocultando los valores del regalar que les dan vida detrás de una cortina de humo, de dominación masculina, de los valores masculados de independencia individual, responsabilidad, culpa y retribución.

Si consideramos al capital como voluntad masculada, lo vemos como teniendo la libertad para obtener poder, para ‘ser más,’ para acumular infinitamente, a expensas de otros. La práctica de la filantropía permite al capitalista elegir ‘libremente’ la ‘orientación-al-otro’ mientras él o ella continúan ‘haciendo dinero.’ La caridad permite a los capitalistas convertirse en personas ‘más completas,’ equilibrando el intercambio con el regalar y al mismo tiempo satisfaciendo algunas de las necesidades creadas por el sistema patriarcal masculado y por las instituciones. Si bien estas actitudes pueden ser mejores que hacer dinero, sin mitigar la explotación, sólo mejoran la situación de pocos individuos, y convierten al individuo que hace caridad en una mejor persona. La orientación-al-ego del sistema captura nuestros regalos, mientras nos alienta a utilizar nuestros regalos a otros para nuestro propio auto-mejoramiento .

Sólo es cuando se le da al cambio social desde un meta nivel—con un meta mensaje que dice, “Este regalo co-municativo está hecho para cambiar el sistema hacia el regalar,”que el capital se hará general, liberado y liberador—dando al cambio el sistema (de intercambio) que lo creó. Esta elección libera al capitalismo de la masculación, y al proveer los recursos financieros libera finalmente a todos, para que puedan cuidar, para que puedan practicar la economía del regalar, a la manera de las mujeres. Los que están en posición privilegiada no pueden producir un cambio haciendo de cuenta que no son privilegiados, o simplemente regalando sus ‘marcas’ para convertirse en individuos sin privilegios. Por el contrario, deben encontrar las maneras de usar sus privilegios en un meta nivel, para validar el modelo y la lógica del regalar en vez del modelo de intercambio.

Hay una frase que se le atribuye a Winston Churchill: “La cuestión no es distribuir la pobreza equitativamente sino distribuir la riqueza equitativamente.” Creo que es una idea muy importante, igual que el uso de la palabra ‘equitativamente.’ A lo que debemos apuntar es a la riqueza para todos, no a un sistema nuevo de pobreza para todos. No es empobreciéndonos todos que podemos cambiar el sistema para beneficio de todos. De hecho, sólo la abundancia permite que florezca el regalar. Por lo tanto, debemos usar nuestra riqueza de recursos, el dinero acumulado en capital, nuestra tierra, nuestra educación, nuestra experiencia, nuestras habilidades comunicativas, nuestro saber político, psicológico y económico, nuestros grupos y redes de trabajo para crear una transición inteligente y no violenta desde el sistema basado en el intercambio, a un sistema basado en el regalar en abundancia.

Un paso en la dirección correcta sería detener el despilfarro de riqueza gastado en armamentos y en las fuerzas armadas en el mundo entero. Otro paso sería per-donar la deuda externa del llamado ‘Tercer Mundo,’ comprendiendo que éste es un mecanismo artificial de explotación y que la deuda de hecho ha sido pagada muchas veces. Al mismo tiempo, si se detiene la destrucción del medio ambiente se aseguraría que la abundancia continúe creciendo en el futuro y no se pierda dentro de un ecosistema artificialmente empobrecido y tóxico. La reducción bien planeada de la explotación y del malgasto harían posible la acumulación de la riqueza, lo que a su vez permitiría el regalar entre individuos, así como entre grupos y entre naciones.

El liderazgo de las mujeres

Por la manera en que han proliferado las categorías de masculación, muchos pertenecemos a varias categorías. Somos privilegiados en tanto blancos pero no tenemos privilegios porque somos pobres. Somos privilegiadas porque somos ricas pero no tenemos privilegios porque somos mujeres. Tenemos privilegios porque somos hombres pero no tenemos privilegios porque somos de color. Debemos unirnos atravesando las categorías no privilegiadas, porque somos conscientes de que sufrimos, pero también debemos unirnos desde dentro de las categorías privilegiadas para acabar con ese sufrimiento, para cambiar el sistema para todos. De hecho, si logramos re-establecer de nuevo el modelo de la madre y nos equipamos con la lógica de la economía del regalo, podemos poner atención a las necesidades del otro y de satisfacerlas, no sólo a nivel individual sino también a nivel social. El verdadero cambio no es, colocar una categoría en la posición privilegiada en lugar de la otra, sino hacer efectiva la orientación-al-otro maternal, norm-al y general que hace puente y quiebra categorías.

La masculación convalida el auto-interés a todo nivel (incluso el auto-interés de grupo o de categoría). Debemos poder convalidar el interés por el otro a todo nivel. La respuesta no descansa para nada en las categorías, sino en dar y recibir, co-municándonos unos con otros como seres humanos, y colaborando para resolver los problemas generales, las necesidades de todos, al cambiar el sistema construido sobre la masculación.

Éste es el cambio de paradigma que la Nueva Era y otros movimientos espirituales han estado esperando. No se basa solamente en la conciencia—a pesar de que la conciencia juega un papel importante en el necesario cambio de perspectiva—sino en la satisfacción real y práctica de necesidades y de soluciones a los problemas. Tal práctica debe ser auxiliada por la sensibilidad cultural y la previsión, diseñando las formas de satisfacer las necesidades psicológicas y espirituales, como la necesidad de dignidad y de respeto, para la independencia y la autodeterminación de todos los que están haciendo la transición desde la modalidad del intercambio a la modalidad del regalo. El cambio de paradigma puede ser creado por mujeres, atravesando todas las categorías. Sus operadoras ya están en todos lados a través de los movimientos internacionales de mujeres. Las agentes de cambio no masculado ya están insertas en cada hogar.

¿Es por esta razón que tenemos que encubrirlos, porque saca a la luz el tema de la abundancia y del paradigma del regalar?

En esto las mujeres pueden seguir los pasos de sus padres, compitiendo y eclipsando a otras mujeres que están en el rol de madre. Luego, ellas, a su vez, serán eclipsadas por los hombres. Las feministas tienen que darse cuenta de que no es tomando más regalos ocultos y destruyendo al que da que podrán hacer del mundo un lugar mejor. Tal vez, deberíamos promover la lógica del regalo y honrar el modelo de aquellos que la practican en todas las áreas de la vida.

Ver: Maria-Barbara Watson-Franke, “The Lycian Heritage and the Making of Men,” en Women’s Studies International Forum,16, 6, 1993, pp. 569-579.

El dinero está adherido a una imagen de sí mismo. La cara del presidente o del rey en las monedas es tal vez la imagen misma de la auto-similitud.

Incluso grupos como United Way que coleccionan millones de pequeñas contribuciones de los muchos y las canalizan en proyectos que cuidan a individuos y no cambian nada en la sociedad.

Capítulo 19: Soñar y realidad

Creo que nuestra división conciente-subconsciente podría ser la reproducción interna de los dos paradigmas. (Tal vez hasta el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales, el izquierdo y el derecho, representan esa división.) Por supuesto, es difícil captar esto porque mientras estamos despiertos, por lo menos, nos encontramos ante nosotros mismos en un estado de conciencia. Y es en ese estado de conciencia en el que a menudo cumplimos con nuestras propias definiciones de nosotros mismos, concretando una profecía autocumplida.

Los regalos de palabras rondan en algún lugar de nuestros reservorios mentales, listos para aparecer cuando los necesitamos. Están ahí, vibrando en resonancia con las palabras de la misma clase de todos los demás. A medida que nos movemos en el mundo externo, todo aquello con lo que nos encontramos posee la cualidad de una relación potencial con nuestras palabras y sus combinaciones, y/o con las palabras de otros. Nuestras necesidades comunicativas de vincularnos unos con otros en relación al mundo, surgen y se satisfacen con los productos colectivos de generaciones anteriores. Nosotros, individual y colectivamente, volvemos a combinarlos y a usarlos para crear regalos nuevos cada vez, con los que las partes de nuestro mundo se relacionan en tanto sus sustitutos en la comunicación.

Creamos conjuntamente nuestras subjetividades ad hoc, dándonos regalos unos a otros, tanto materiales como lingüísticos. El gran potencial del desarrollo humano contenido en estos procesos está obstaculizado en el patriarcado. Sólo nos queda suficiente humanidad colectiva como para seguir entendiendo nuestro lenguaje, para transmitir información y funcionar como promotores eficientes de los egos que hemos desarrollado a través de la definición, de la auto-definición y del intercambio. El hecho de que de alguna manera continuamos viviendo es evidencia, no de la funcionalidad del ego masculado sino de la creatividad del regalar y de la vida misma, que nos llevan con su corriente a pesar de la cáscara vacía del ego auto-reflejante y de la sociedad auto-semejante.

En el patriarcado, generalmente, la comunidad que conformamos a partir de la comunicación es destruida en mil pedazos o permanece como deseo, una abstracción suspendida en el aire en algún lugar a nuestras espaldas (algo que pudo haber sido, un ideal, la posibilidad de un mundo diferente). Nuestras palabras-regalos han sido dirigidos hacia los objetivos del intercambio, a través de la publicidad y de la propaganda, y nosotros nos auto-motivamos de acuerdo a escalas de prioridades que nos definen a nosotros y que definen a los otros, ubicándonos como privilegiados en lo más alto, apuntalados por las posesiones del uno privilegiado, o por las relaciones y posiciones dentro de otras jerarquías. Ni siquiera notamos la presencia de la sociedad en nuestras palabras, mucho menos en nuestras vidas, porque la propiedad privada (aun de nuestro estado de conciencia) no promueve a que miremos hacia afuera y veamos a los otros como fuente de nuestro bien o como teniendo necesidades que nosotros podríamos satisfacer. Nuestros pensamientos parecen ser ‘propios,’ porque estamos aislados de los otros. En cambio, en tanto individuos, somos la comunidad alienada, pensando.

Si pudiéramos volver a brindarnos materialmente cuidados nutricios unos a otros, podríamos recrear nuestra comunidad y a nosotros mismos sobre una base terrenal más sólida, sanándonos unos a otros y al planeta. En lugar de esto, nos fijamos en los valores del ego y no en los cuerpos—los egos de los ricos compiten con los cuerpos de los pobres. Abunda evidencia de parasitismo. Todo sitio de pruebas nucleares, cada basurero, mina, pozo de petróleo, son testimonios de la destrucción de la madre tierra con el propósito de obtener los regalos llamados ‘ganancia’ que el intercambio trae consigo.

Nuestra posibilidad de compartir ha sido relegada a un pasado mítico (o al paraíso infantil) y a los subproductos de las actividades del ego. Se ha convertido en el inconsciente colectivo ya que en nuestra sociedad el estado de con-sciencia (conocimiento conjunto), tiene como base a las definiciones y al intercambio. Quizá no sea Perséfone, la hija de Deméter, el personaje más importante de la historia mitológica griega sobre una madre que sufre la pérdida del hijo, sino Hades, el hijo de Gaia, el joven que se convirtió en el dios del submundo.

Sabiduría del corazón

Nuestro corazón bombea la sangre para que lleve oxígeno y nutrientes a las células, cuando la sangre nutre la célula y se agota regresa al corazón a nutrirse nuevamente. Éste es un arquetipo fisiológico que el paradigma del intercambio no nos deja seguir. El subconsciente también, individualmente, nos acerca información relegada, y nos llegan ideas de quién sabe dónde, de la nada, regalos de origen desconocido que quizá decimos son de nuestro sí mismo, de nuestra imaginación, o de Dios.

Los seres humanos somos básicamente seres que aman. Nuestras estructuras sociales y la lógica del intercambio son distorsiones patriarcales del amor. La experiencia de compartir y cuidar en la relación original madre hijo/a es, a menudo, la única experiencia de amor gratuito que tenemos, y se convierte en nuestro modelo por el resto de nuestra vida. Por eso, la niñez es tan importante para nuestra psicología. Por el resto de nuestras vidas tendremos que tratar con las distorsiones y los bloqueos del amor. Nuestra nostalgia por la niñez y aun por la matriz, es la nostalgia por ese primer período de bienestar que nunca volverá, porque no hay una estructura social ni económica, que lo permita. Nuestra independencia está tan distorsionada que despreciamos cualquier dependencia en vez de honrarla. Insistimos en estar solos, y sin embargo somos una masa de individuos implorando ser tocados, acariciados, alimentados, y apoyados.

La libre circulación de la sangre entre la madre y el hijo o hija, en el útero, es el paradigma natural de una sociedad sana. Es el modelo de colaboración para dar vida, en el que dos corazones bombean la sangre y comparten los nutrientes. Como el viento que se desplaza desde un área de alta presión a un área de baja presión, la buena circulación debería desplazarse desde los que más tienen hacia los que tienen menos. Una vez que la niña nace e inhala el aire con sus pulmones, inicia la interacción con el mundo exterior libre, recibe y percibe todo lo que puede del medio ambiente abundante; da su nueva humanidad a la mirada de los espectadores, su tacto a los otros cuerpos, diciendo quién es y quién será.

La circulación en el útero ha comenzado en un nivel nuevo—sale del cuerpo y sigue entre dos cuerpos. Los corazones ya no bombean la misma sangre pero bombean alegría, lenguaje, movimientos, gestos—fluyen bienes y cuidados hacia la necesidad que es reconocida. El niño recibe en forma creativa, es una criatura interpersonal, un corazón interpersonal, un sujeto que requiere atención y que también da atención. La leche fluye hacia el estómago del bebé a través de su boca activamente receptiva. No se le niega. No hay chantaje, ni sobornos, ni pagos. Aunque sus señales nos hacen saber de sus necesidades, no se trata del intercambio, son productos gratuitos que emanan desde todo su ser.

Como en la sinapsis, donde los nervios no transmiten los impulsos por contacto directo, sino mediante procesos que atraviesan espacios diferentes, la vida en muchas de sus formas se transmite gratuitamente desde la madre hacia el hijo/a, del niño/a hacia la madre y hacia todos los que lo/la aman. Madre e hijo/a se complacen en la libertad de su dar. Ninguno de los dos siente vergüenza por esta relación de dependencia, la que requiere y permite la circulación; de la misma manera que nadie se avergüenza de su dependencia del aire, que requerimos y que permite nuestra respiración. Podemos recibir gratuitamente lo que se nos da y dar gratuitamente en esta relación, disfrutando y tocándonos desde el exterior, sensación que atraviesa y entra en la sensación, compartiendo tiempo fuera del útero.

Puesto que nuestra sociedad se avergüenza de la dependencia, por la necesidad de dar gratuitamente—pero haría cualquier cosa por tenerla, construimos barreras cada vez más grandes contra ella. Esas barreras incluyen cierta flexibilidad, lugares por donde se puede descargar la presión que se acumula en nosotros porque no podemos tener lo que realmente necesitamos. Sin embargo, seguimos trabajando para obtener más de lo que necesitamos, de modo que nos parecerá gratuito—pero sólo para nosotros, no para los otros. Puesto que sólo recurrimos a nuestra propia experiencia en tanto niños con nuestras madres, para luego encontrar que el mundo y las reglas son diferentes, podemos llegar a creer que nadie más necesita tener la experiencia de un cuidado nutricio gratuito.

En cambio, la circulación gratuita/libre desde los que pueden dar a los que necesitan, la habilidad para pedirlo libremente/gratutitamente, de recibir libremente/gratutitamente, de dar gratutita/libremente, es el proceso básico a través del cual el fluido de la vida circula sin impedimentos. La conciencia de las diversas cosas que se dan y se reciben es compartida como se comparten la percepción o el lenguaje, gratuitamente/libremente en todas sus transformaciones, a medida que los regalos pasan de una persona a otra, desde la naturaleza a las personas, desde las personas a la naturaleza y a diferentes personas. Éste es el nuevo estado de conciencia de la naturaleza, una evolución, un nuevo compartir la vida con la vida.

El dar y recibir vida no están confinados a la concepción, al embarazo o a dar a luz físicamente. Más bien, sucede cada vez que se satisface una necesidad. El intercambio, al ubicarse entre el que da y el que recibe, entre el que regala y el regalo, entre el que recibe y el regalo, ha obstaculizado la sinapsis y nos ha confundido. Los procesos están distorsionados, ya no son gratuitos/libres. Ya no damos y recibimos vida en forma creativa e inteligente, sino que basamos nuestras interacciones en la masculación. Recientemente se ha ofrecido un premio al primer hombre que quede embarazado. Al mismo tiempo que dar y recibir es explotado y desmerecido fuera del útero en todos lados.

Nuestro sueño en común

Podríamos considerar a los juicios de realidad y de irrealidad (y del despertar o del soñar) como dependiendo de si el modo de intercambio y la relación de concepto masculado han entrado en juego o no. Soñar explora otras regiones sincréticas, libera las muestras de su investimiento fálico y satisface nuestras necesidades de comprender a través del simbolismo, que no es uno-a-uno o uno-a-muchos, sino que está ‘sobre-determinado,’—donde una imagen representa una cantidad de temas, eventos, elementos diferentes, que aparentemente no están relacionados entre sí. Diversos tipos de complejos y sincretismos permiten asociaciones que quizá nunca haríamos dentro de nuestro sistema de clasificación jerárquico (y sistema de clases sociales).

En los sueños, las imágenes no tienen que atenerse a las instrucciones, relacionándose con muestras o con palabras, para proveernos de ayuda fáctica socialmente convalidada para manejar nuestras vidas en el mundo ‘real’ de la vigilia. En cambio, libres de prejuicios pueden satisfacer nuestras necesidades apenas llegan a nuestra mente o a nuestra memoria. Son subjetivas, a veces primero-yo, pero sin la hegemonía del ego masculado. En sueños, nuestras necesidades son satisfechas de acuerdo al principio del placer, sin que nosotros tengamos que trabajar para lograr la satisfacción. Nuestras necesidades reales son simbolizadas, nuestra intuición las reconoce. Hay ayuda real. En sueños nos tratamos como si viviéramos en una economía del regalo. La razón por la que el soñar es sólo subjetivo y fundado en el deseo es porque el mundo externo está enmarcado por el intercambio. Los terapeutas autor-itarios podrían fruncir el ceño ante esta modalidad ‘regresiva’ e ‘infantil,’ pero ¿por qué no verla desde otro punto de vista, como utópico y maternal? Los sueños parecen ser la satisfacción de las necesidades co-municativas a nivel individual. Si pudiéramos satisfacer colectivamente nuestras necesidades co-municativas, todos podríamos vivir nuestros sueños.

Al despertar, el juicio de realidad se pone en juego al mismo tiempo que se inmiscuye la estrategia cognitiva de uno-muchos. Entonces usamos a uno para ratificar al otro. Nos maravillamos de lo tonto que pueden ser nuestros sueños, ignoramos nuestro pensamiento sincrético, avalando así nuestro pensamiento uno-muchos. Esto nos hace negar u olvidar y descalificar nuestros sueños como algo inferior a nuestro estado de vigilia, tal vez, porque nuestras estrategias para recordar son también de la categoría uno-muchos. Los niños pertenecen sincréticamente a la ‘categoría’ de los sueños, como tontos, irracionales y no fálicos. También las mujeres y los deseos, a menudo, son relegados al mundo de las tinieblas de los sueños.

Al sobrevalorar e investir fálicamente al pensamiento conceptual en la sociedad en su conjunto, y al proyectarlo dentro de las estructuras de las instituciones hemos creado colectivamente una realidad social diferente a la de nuestros sueños, y hostil a esa manera de pensar. Al convalidar la ‘realidad’ cada vez que despertamos, también ignoramos el tipo de realidad de la que están hechos nuestros sueños, y a muchas partes no fálicas de nuestro mundo despierto. Puede ocurrir entonces, que cada vez que despertamos afirmemos, sin quererlo, el dominio, la misoginia, y el odio a los niños/as, a la naturaleza y al regalar, cuando nos decimos, “Eso no fue real—esto sí lo es.”

Los sueños, si no otra cosa, satisfacen una necesidad compartida por todos—proporcionando una alternativa, como lo fue el Comunismo para el Capitalismo (y viceversa), comunicándonos que el mundo ‘real’ no es el único mundo y que el pensamiento conceptual fálico masculado no es la única forma de pensamiento. Si los sueños funcionan de acuerdo a procesos de regalar no masculados, los sueños son la clave para un mundo mejor, igual que el lenguaje y la maternidad. El sueño común de la humanidad es el mapa de un mundo a venir. El mandato a la humanidad a ‘despertar’ está errado. En vez de ello, debemos cambiar la re-alidad para hacer realidad nuestros sueños.

La imposición de la re-alidad

El lenguaje mismo nos habla, y nos dice que el inconsciente colectivo ha visto algunas cosas que nosotros ignoramos colectivamente. Yo creo que el lenguaje está lleno de claves para justificar los temas que hemos venido discutiendo—como son el concepto masculado, el intercambio, las jerarquías, y el regalar. Las palabras, que mencionamos en esta página, son claves en el camino real que se dirige al descubrimiento de la naturaleza de la ‘real-idad’ (en español ‘real’ remite a realeza). Lo que las claves nos dicen, es que no se puede llegar ahí solo por el camino real. Hay que abordar el ‘tema’ desde otro lado.

La realeza o la realidad, del latín—rex (rey) o res (cosa)—nos dicen del fundamento ‘uno-muchos’ de la re-alidad. El juego de palabras existía ya en latín, realeza-realidad. Señala a los patrones auto-semejantes dominantes en nuestro conocimiento de lo re-al, por fuera del principio del regalar. Y el ego como ‘rey’ también es parte de lo que define esta re-alidad, coincidiendo con éste en la estructura, mientras el ser que regala se mantiene por fuera. La re-alidad es un terreno común, que originalmente proviene del regalar, pero que está gobernado por el pensamiento conceptual capitalista auto-semejante e investido fálicamente.

Basar el pensar en conceptos, descalifica las diferencias—o por lo menos, las vuelven importantes principalmente como signos de otros conceptos. La pregunta verdadera parece ser, “¿Usted, a qué concepto pertenece?” Dejamos de lado sus necesidades, y cuán especialmente interesante y bello es el otro y como brillan sus ojos. En cambio, nos preguntamos si se parece lo suficiente al modelo o a la muestra, para pertenecer al concepto de ‘bello,’ al concepto de ‘adorable,’ o al de ‘exitoso hombre de negocios, o al de ‘académico.’

¿Es la afirmación de la re-alidad masculada el reconocimiento de un externo dado, o la imposición de un regalo que debemos recibir? Tal vez nos sentimos obligados, por el principio de intercambio a ‘de-volver’ algo a la re-alidad. ¿Tal vez re-conocimiento? La re-alidad satisface nuestras necesidades comunes y distorsionadas, pero, puede dejar de lado nuestras sanas y no realistas necesidades individuales. ¿Cuáles son las consecuencias de no recibir el regalo? ¿Abandono? ¿Insania? ¿Y las consecuencias de recibirlo? ¿Renunciamos a las verdades de nuestro punto de vista subjetivo, a favor del punto de vista masculado colectivo, para no quedarnos afuera del concepto de humano y cuerdo? ¿Si rechazamos la re-alidad, ¿somos mal agradecidos, egoístas, ‘auto-indulgente,’ como dijo un psiquiatra sobre la enfermedad mental? Si nos volviéramos locos, tal vez sólo estaríamos desplazando nuestro juicio de realidad desde una postura mediada por la colectividad a una postura subjetiva. Lo hacemos porque todos somos los ‘ambulantes heridos.’

Una visión colectiva egoísta

Un juicio de realidad común, después de todo, es una atribución de valor colectiva, que probablemente es más funcional para cada uno de nosotros, de lo que lo sería una atribución puramente individual. Cuando insistimos en la amabilidad, o en el deseo de un mundo mejor, y la gente dice que no estamos siendo ‘realistas’ es porque están apelando a la atribución colectiva de una cualidad o valor que asegura por lo menos cierto grado de funcionalidad—la adaptabilidad del individuo como también del grupo. Dicen que en nombre de nuestro mejor interés (intereses propios), deberíamos adaptarnos al juicio colectivo, sin cambiar nada y sin imaginar algo distinto.

¿Por qué el punto de vista colectivo parece ser menos egoísta? Hay una división entre el sí mismo y la colectividad, y lo que no es colectivo parece ser egoísta. Pero el ego en sí es un producto de la colectividad, y hay muchos mecanismos colectivos y valores que lo fortalecen. También encaja en una especie de orientación-al-ego generalizada del colectivo particular del que forma parte—por ejemplo, la raza, la clase, la religión, la nación.

El ego también depende de la atribución colectiva de valor y de realidad a la configuración interna del individuo, que lo convalida para cada uno de nosotros, pero especialmente para los hombres masculados (exitosos). Las estructuras auto-semejantes de la sociedad realizan esta función. El uno privilegiado, el proceso de intercambio con su negativa a dar, las instituciones basadas en la masculación, en el dinero, y en los conceptos investidos fálicamente, son todos mecanismos sociales por medio de los cuales se le atribuye valor colectivamente al ego individual.

El ego y el egoísmo pueden ser vistos como una postura colectiva, mientras que la postura subjetiva puede realmente ser más pródiga y orientada al otro. Colectivamente podemos ser muy egoístas. Sin embargo, colectivamente podríamos trazar una línea divisoria en algún lugar entre lo individual y lo colectivo, y convalidar un ego diferente, dador, creando así un tipo diferente de colectividad. Tal vez necesitemos un punto de vista tridimensional para poder ver que la división está en el lugar equivocado. Si consideramos que nos pensamos a nosotros mismos como formados y hechos a través del regalo social que es el lenguaje, y también a través de los regalos de la vida, tal vez dejaríamos de imaginar una oposición polarizada entre el individuo y la colectividad, entre el yo y el otro. Este re-enmarcamiento permitiría que la división entre subjetivo y objetivo, subconsciente y consciente, sueños y realidad, sea diferente.

La realidad se afirma y se define por la imposición del modo masculado sobre lo colectivo. La comunidad distorsionada está construida para llevar a cabo esta imposición y su definición como ‘real’ es parte de esta construcción. El juicio de realidad es un meta mensaje que sirve para mantener el statu quo del patriarcado. Entonces, la realidad parece ser sólo mezquindad organizada, basada en la crueldad de la ‘naturaleza humana.’ Así todo vale, porque creemos la meta afirmación, “La gente es así.”

El individuo da valor de realidad a partes de su experiencia, produciendo una atribución permanente con el regalo continuo de esfuerzo de energía. Pero la realidad en sí misma no parece regalar ni incluir el paradigma del regalo. Regalar es continuamente mal interpretado desde lo externo, y el modo de regalar interno pasa desapercibido y no reconocido como tal. A veces, si no estamos abrumados por la escasez y por el trabajo en exceso, podemos experimentar el costado dador de la naturaleza y de cada uno de nosotros, pero estos momentos felices no son muy frecuentes para mucha gente.

Todo esto tiene como efecto no permitir que nuestra modalidad interna de dar tenga su cor-respondencia en la realidad, aunque quizá nuestros esfuerzos para lograr que los otros nos den puedan ser vistos como intentos equivocados de hacer que la ‘realidad’ refleje nuestro dador de regalos interno. (Tal vez el que regala dentro nuestro se nos aparezca como ‘otro.’) Puesto que hemos convalidado el intercambio, y hemos puesto a la madre en una categoría otra, nos parece correcto y armónico que otros tengan que darnos.

Si miramos con compasión a los explotadores, podemos ver que están convencidos de la realidad y hasta de la permanencia de la escasez, y que se sienten desafiados a superar esto individualmente al tomar, es decir, haciendo que otros den. Su propio parasitismo es casi un intento, dentro de la escasez creada por su estilo, de que la realidad los nutra por lo menos a ellos, aunque no nutra a nadie más. Tal vez es un intento de hacer de la realidad su propia madre; ¿Acaso, éste es el motivo secreto de la avaricia? ¿Están ellos solos cada uno chupando la reali-teta?

Si los explotadores creen que merecen más que los otros porque produjeron más, o porque son más fuertes o porque son más inteligentes, están participando de la modalidad del intercambio, y anulando el regalo, que paradójicamente es lo que están buscando. Nadie puede hacer de la realidad su madre, salvo que restauremos el paradigma del regalo para todos. La realidad es una construcción colectiva, y si nosotros construimos la realidad para que nutra sólo a uno o a unos pocos, a expensas de los muchos, destruimos a los muchos—que son la colectividad. Debemos lograr que nuestro dador de regalos interno corresponda con un verdadero dar regalos en lo externo—esto va a liberar tanto al individuo como al colectivo. Mientras tanto, restaurando nuestro contacto con la naturaleza, nos ayudará a encontrar fuera de nosotros un nicho ecológico para nuestro dador de regalos interior. La naturaleza necesita ser cuidada, restaurada a ella misma como la que da gratuitamente/libremente; y luego nos podemos alinear con ella.

El intercambio es en realidad un desplazamiento de lo que sería la solución a nuestro problema—dar regalos interna y externamente. El intercambio requiere que el ‘otro’ adopte la misma motivación orientada-al-ego, que cada agente de intercambio pone en acto. Cada uno da, pero para algo más allá del presente, por algo diferente a la satisfacción de las necesidades del otro. El costado dador del ‘otro,’ o el de la naturaleza o el de la realidad es malinterpretado, y traducido como una correspondencia ‘justa’ o ‘equitativa’ entre dar más y recibir más. La realidad entonces no parece dar gratuitamente sino sólo como respuesta a un intercambio. Por esto, porque el regalar no tiene modelo en la realidad, reflejamos la ecuación distorsionada. La solución es dar colectivamente, la solución es el altruismo colectivo. El dinero, como producto colectivo, puede ser usado para comenzar este proceso.

Los sueños se hacen realidad dentro y fuera

Quizá si soñar está dentro de la modalidad del regalo, la Mujer Araña realmente sueña el mundo tal como Paula Gunn Allen dijo. Pero la re-alidad masculada es una pesadilla colectiva, un regalo colectivo para terminar con todos los regalos, que pone un corte al regalar porque lo asimila al intercambio. La realidad masculada es a lo que la humanidad inconscientemente le da energía. Necesitamos soñar colectivamente otra cosa, y entregar nuestra energía de vigilia para hacer una realidad diferente, haciendo que nuestros sueños, en vez de nuestras pesadillas, de un mundo mejor se hagan realidad. Si hubiera más actos de dar regalos en la realidad, nuestro dador de regalos interno se haría más poderoso, igual que nuestra creatividad y nuestro amor.

La creación artística es dar regalos en la realidad, y tender un puente hacia un mundo mejor, porque el medio o el vehículo del regalo es en sí un regalo gratuito que satisface y crea necesidades estéticas. Por ejemplo, cantar es gratis para el que escucha, y el vehículo, la voz, satisface una necesidad, un potencial que tenemos dentro para disfrutar de los bellos y placenteros sonidos, de ritmos, de armonías. En tanto las palabras satisfacen nuestras necesidades comunicativas. El arte visual es similar. Los colores, las formas y las texturas, pueden crear bienes placenteros para nuestros sentidos, sin importar cuál sea el tópico o el tema del trabajo. A pesar de que muchas de las obras de arte se pueden comprar y vender, todas conservan una dimensión de satisfacción gratuita de necesidades, que es esencialmente su canal de co-municación. No hay intercambio entre el oído y la música, el ojo y la pintura, sin embargo el acceso a estas experiencias a menudo es muy caro. La obra de arte misma da. El regalo creativo del artista es la habilidad de hacer algo que se dé. (Antes, en contraste con Lévi-Strauss, dijimos que las mujeres no son mercancías o mensajes intercambiados entre grupos afines, sino que son regalos-que-regalan.) Muchas clases de actividades basadas en el intercambio se vuelven parasitarias del arte, igual que de otras fuentes del regalar.

Aunque el arte, hasta cierto punto, restaura el regalar en el mundo externo, éste no es suficiente para confirmar el modelo cancelado. Por ahora, el regalar permanece en sueños y en el inconsciente, y no tiene reconocimiento como tal en el caso del arte, los cuentos y los mitos. Los cuentos pueden introducir a los niños y a las niñas de manera amable al intercambio, a través de la comunicación, satisfaciendo esa necesidad. Muestran a los niños y las niñas una relación transitiva en la que una cosa lleva a la otra, la satisfacción de una necesidad que permite la satisfacción de otra—una acción que resulta en algo diferente. La acción puede verse como regalar; al satisfacer una necesidad se puede crear otra—cuando la beba ha comido necesita dormir, o jugar. La madre necesita limpiar, descansar, para volver a trabajar.

Sin embargo, la estructura si-entonces captura el regalo con una consecuencia—si pones el dedo en el fuego, te quemarás. Cuando se pone en juego el marco de la recompensa y del castigo social, la transitividad del regalo se transforma en la consecuencia lógica del intercambio. Si/entonces se transforma en ‘hacé esto, tomá eso.’ Por lo tanto, cuando el niño o la niña hacen algo, lo que la realidad le ‘devuelve’ es lo que se ‘merece.’ ¿Se merecía Cenicienta ir al baile y casarse con el príncipe después de todo lo que había trabajado? ¿Se merecía Caperucita Roja que se la comiera el lobo porque había desobedecido a su mamá? Estas historias son exploraciones dentro del intercambio entre la ‘realidad’ y los protagonistas de los cuentos para los niños que recién están aprendiendo a evaluar su comportamiento de acuerdo a la modalidad del intercambio.

¿Cuál es el precio que pagamos por no dar y cuáles son las recompensas por dar? Un equilibrio regula estos cambios—por lo menos en los cuentos de hadas. A medida que los niños/as aprenden a intercambiar, su moral se cor-responde. Haciendo que los niños/as obedezcan, siguiendo un sistema de recompensa y castigo, se los aleja de la modalidad del regalo, de aquella modalidad de la que participa con la madre, y se los prepara para la violenta modalidad del intercambio en la ‘realidad.’ Los cuentos satisfacen la necesidad de los niños/as de que se los introduzca por medio de una co-municación amable, a un mundo enajenado por el intercambio.

Es verdad; que como niños/as tenemos la necesidad de que nos enseñen a adaptarnos a la realidad. Pero esto es así porque la realidad está distorsionada. La necesidad de adaptación es impuesta por un medio ambiente que es alterado artificial y dominantemente por el paradigma del intercambio. La socialización nos impone una evolución hacia la funcionalidad dentro del sistema y una adaptación a los roles de tener o no tener en todos los niveles. Si funcionáramos dentro del paradigma que trabaja por el desarrollo humano y planetario, no necesitaríamos que se nos enseñe a regalar y recibir desde el exterior—sino que aprenderíamos de nuestras experiencias así como aprendemos a encontrarles sentido a nuestras percepciones, a controlar la actividad corporal y, por lo menos en gran parte, a hablar.

Enseñarles a obedecer a los niños y a las niñas, impone el patrón de dominio y de sumisión, incluyendo componentes del intercambio como el castigo y la recompensa, en advertencias tales como: “Sí metes el dedo en el fuego, te vas a quemar.” Esta oración es puramente informativa, pero se usa para apoyar la dictadura de los padres, igual que cuando dicen, “Si no dices ‘sí señora’ no puedes salir a jugar.” Estos mandatos funcionan de acuerdo a la modalidad del intercambio y hasta le asignan a nuestras acciones un precio en cuanto a las consecuencias. “Desobedeciste, no puedes salir a jugar durante los próximos tres días.” El autor-itarismo de los padres es a menudo no sólo la repetición de su niñez y de sus vínculos con sus padres, sino una actitud de opresión contra su propio ‘niño/a interior’ dador y receptor. Nuestras escuelas, al practicar la división en grados, extienden el alcance de los procesos de recompensa y castigo a la evaluación cuantitativa de los ‘conocimientos’ adquiridos.

Los Iroquois y el hombre blanco

Cuando las mujeres apoyan a las mujeres, o los cuidadores cuidan a los cuidadores, tiene lugar una transitividad del regalo, de tal manera, que los bienes se pasan una y otra vez, y los que reciben, reciben de muchos y les dan a muchos. Cuando esto se hace por principio, la gente toma conciencia de ello, y luego la realidad contiene más acciones determinadas de esta manera. Si el paradigma del regalo fuese convalidado y practicado conscientemente, no tendríamos que pensarlo como un principio. Podríamos ser más flexibles, y así experimentar y proceder caso-por-caso. Tal vez, si creyéramos que es útil, podríamos practicar con confianza el intercambio en algunas instancias—porque el contexto como un todo conlleva el regalar. Las tribus de nativos norteamericanos guiadas por mujeres, como es el caso de los Iroquois, crearon realidades alternativas de dar regalos, de este tipo. El contexto portaba los valores del regalar, a pesar de que se practicara hasta cierto grado el intercambio—por lo menos un intercambio simbólico—y a veces hasta se libraban guerras.

Los valores de la economía del regalo amenazan a los practicantes de la economía del intercambio, y yo creo que ésta es la razón de la ferocidad del Hombre Blanco hacia los nativos. El Hombre Blanco también tiene madre. Pero aprendió a matarla en la cacería de brujas. Pero eso no se podía hacer sin matarse a si mismo, su madre interna. Los géneros no existen. Todos los seres humanos están formados de acuerdo al dar regalos. Al matar y esclavizar a su madre europea, el Hombre Blanco se privó a sí mismo del modelo de su potencial humano. Al dejar su madre tierra, y penetrar en América, el Hombre Blanco dejó atrás su humanidad para llevar a cabo su plan de conquista falsamente masculado. Allí encontró sociedades maternales, las explotó y cometió genocidio contra ellas. Lo que él consideraba civilizado era el ego y el intercambio, con su lógica vacía originada en la definición.

Sin embargo, el Hombre Blanco tiene corazón. Vivió en el útero de su madre; ella lo cuidó, recibió sus regalos y él le dio los suyos. De lo que el hombre blanco no se dio cuenta es de que tanto hombres como mujeres comparten el mismo sueño, la misma forma de soñar y la misma forma de hablar. Ya tenemos un lenguaje en común. El lenguaje no es sólo co-municación de regalos materiales—aunque eso es importante. Es también la comunicación de regalos verbales. No importa cuáles son los sonidos-regalos específicos sino que nos los damos unos a otros. La Torre de Babel es, simplemente, el símbolo fálico de la masculación que nos impide ver que todas nuestras lenguas y nuestra vida provienen de la Madre y del Maternaje. Si podemos renunciar a la masculación, y regresar a la madre y al niño/a que todos llevamos dentro, podemos restituir el sueño.

Desde la re-alidad a la diosa Rhea-lidad

El regalo y el intercambio, a nivel de la re-alidad económica, están anudados uno con otro. Este hecho pone muchos obstáculos en el camino de llevar a cabo una tarea efectiva de cambio social dirigida al regalar. Además, a menudo, se identifica erróneamente al objetivo del cambio social con la integración de todos dentro de la economía de intercambio. Este objetivo es erróneo, porque desconoce el hecho de que para que funcione el mercado, los regalos gratuitos deben llegar de algún lado.

Existen muchos sectores excluidos del mercado capitalista cuyos productos no tienen acceso al mercado o no pueden competir en él. Por ejemplo, el trabajo artesanal de los indígenas, a pesar de su excelente calidad, generalmente no tiene cabida en el mercado, a no ser a través de los explotadores que hacen de intermediarios. Recientemente, gracias a gente bien intencionada que busca los fondos necesarios en fundaciones o en otras entidades, se han iniciado proyectos que ayudan a los artesanos a llevar sus productos al mercado. El problema parece ser la presentación de las artesanías en un pie de igualdad con los artículos mayoritariamente dominantes. (Es necesario que haya un ‘intercambio igualitario.’)

La contradicción, aquí, es que el objetivo es visto como una asimilación a la economía que ha explotado y excluido a estos grupos, y que continúa explotando y excluyendo a otros, sustrayéndoles gran cantidad de mano de obra regalada oculta. Sólo unos pocos pueden ‘igualarse’ a los pocos de la mayoría dominante que son ‘iguales.’ Todos estos llegan a esa ‘igualdad’ utilizando los regalos ocultos de otros. La donación de los fondos para estos proyectos toman, durante un tiempo, el lugar de la mano de obra regalada y oculta. Pero, la ‘auto-suficiencia’ dentro de la economía capitalista generalmente es una ilusión, porque el capitalismo necesita de los regalos ocultos para poder funcionar. Frecuentemente, la ‘auto-suficiencia’ sólo significa una dependencia efectiva del mercado capitalista, como lo fue para la mujer, que entró en el mercado de trabajo para ser ‘auto-suficiente.’

La producción en Hong Kong de artesanías con cuentas de los nativos de Norteamérica es un caso en cuestión. La explotación internacional produce productos más baratos, más competitivos, y ‘más iguales’ de lo que pueden hacerlo la justicia social y los proyectos de ‘auto-suficiencia.’ Es un factor del coeficiente de regalo que se vuelve disponible por medio de la relación de explotación entre naciones (que provoca la diferencia en sus niveles de vida), además del ‘regalo’ de la mano de obra explotada individualmente de los trabajadores en empresas extranjeras. La ilusión es que los grupos por ‘fuera’ de la corriente dominante podrían tener éxito sólo si sus productos fueran lo suficientemente buenos para ser competitivos. Lo que no se percibe es que para ser lo ‘suficientemente buenos,’ ser iguales, o hasta aproximárseles, se requiere que se les agregue relativamente gran cantidad de regalos ocultos.

Quizá sea produciendo algo nuevo o acaparando parte del mercado, que la gente que está fuera de la economía capitalista podría tener éxito y beneficiar a sus comunidades. Pero esto requiere de un conocimiento del mercado que las personas adquieren por medio de la educación y de la experiencia en el mercado, lo que generalmente los lleva a buscar el éxito para su propio beneficio y no para sus comunidades—de acuerdo a los valores capitalistas de ‘todo hombre para sí mismo.’ Hasta el intento de entrar al mercado y producir objetos competitivos o equivalentes convalida al mercado y al ‘intercambio igualitario’ como la mejor (y hasta la única) manera para lograr abundancia. Las alternativas son vistas como poco prácticas o inexistentes. La economía del regalo, oculta e integrada dentro de la economía de intercambio, es victimizada y sacrificada—no se le da ningún valor; es invisible, es desacreditada y despreciada.

A nivel psicológico individual, el subconsciente no está a la vista, pero sirve de fuente de energía de nuestra mente consciente. Muchas motivaciones y asociaciones subconscientes, nunca alcanzan la superficie y son desechadas. En la misma línea, la gente que está fuera del mercado apoya a los que están dentro del mercado. De manera parecida, las mujeres apoyan a los hombres en sus relaciones ‘igualitarias’ con otros hombres, y en su competencia por dominar, sin reconocer el esfuerzo que ellas y otras mujeres han puesto en darles cuidados nutricios. Lo que debemos hacer es dejar de darle valor a esa clase de conciencia basada en el intercambio y en la exclusión mutua, y también a la igualdad del mercado, y a que nuestros productos o que nosotras mismas o nuestros niños y niñas sean ‘competitivos,’ para experimentar alternativas totalmente diferentes.

Yo sugiero, aunque parezca difícil, que hay muchas formas posibles en la realidad actual de crear proyectos para dar regalos pero que todavía no son reconocidas como tales. Personalmente, muchas mujeres que yo conozco, proveen servicios, casa, entrenamiento, y apoyo gratuito para otras mujeres, a menudo creyendo que ellas mismas están ‘locas,’ porque no exigen un pago. Hay muchos experimentos con fideicomisos sobre tierras que son propiedad de mujeres, movimientos para lograr la auto suficiencia, y para vivir mejor en la tierra.

Los movimientos en contra de la violencia doméstica y sexual involucran la satisfacción gratuita de necesidades y también lo hacen los movimientos que combaten las adicciones. La gente que participa en estos movimientos, como el movimiento contra el racismo, los movimientos a favor de la liberación de los pueblos, los movimientos en contra de la destrucción del medio ambiente, los movimientos en contra de experimentos puer-iles con desechos radioactivos y con bombas de tiempo químicas, los movimientos en contra de la guerra y en contra del militarismo y del gasto militar, todos dan muchísimo tiempo y energía para satisfacer necesidades generales importantes para el logro de cambios sociales.

Aunque gran parte del trabajo de voluntariado lo hacen las mujeres, los hombres también hacen mucho. Los que participan de actividades mixtas no tienen claro que al hacer trabajos no remunerados para satisfacer necesidades, tanto mujeres como hombres están siguiendo el paradigma del regalo basado en el maternaje. Por lo tanto el liderazgo de la mujer, siguiendo los valores del regalar, no se toma como lo normal. Por cierto, las mujeres a menudo apoyan a los hombres que llevan a cabo la agenda masculada y también son voluntarias en actividades que buscan el cambio social. De hecho, en muchos casos, la agenda masculada ni es reconocida como problemática.

El regalar tiene mala fama, y se ha desalentado a la gente a hacerlo, porque las organizaciones de beneficencia patriarcales han impuesto sus regalos a quienes los reciben, considerándolos pasivos e inferiores, sin escuchar sus opiniones sobre sus necesidades. También aquí, mujeres y hombres han propugnado el paternalismo en detrimento de todos los involucrados, enturbiando la conexión entre las mujeres y el paradigma del regalo, al no reconocer la diferencia entre regalar e intercambiar. De hecho, estas organizaciones a menudo han usado el dar regalos como un pretexto para el dominio, y para obtener toda clase de ganancias.

He escuchado el viejo dicho—es mejor enseñarle a pescar al pobre y no regalarle pescados—con un cierto giro que apunta al cambio social. En primer lugar tenemos que preguntar como se creó la escasez. ¿Por qué la gente no ha tenido acceso al lago para poder aprender a pescar? ¿Acaso el lago era propiedad privada o era controlado por una corporación o por el gobierno? ¿Es posible que un grupo de gente hambrienta viva cerca de un lago al que tenga acceso y que no aprenda a pescar?

Debemos dar para cambiar el sistema basado en el intercambio, que es una de las principales causas de la pobreza. Crear proyectos para acercar a la gente al sistema del mercado no va a cambiar las causas de la pobreza. Tenemos que producir un cambio en nuestra conciencia que permita que todos identifiquen las causas y se ocupen de cambiarlas.

Es importante crear alternativas al capitalismo patriarcal, realizar experiencias basadas en la misma forma en que estaban organizadas las economías de diferentes pueblos llamados ‘primitivos,’ fuera del sistema del mercado. Yo sugiero buscar fondos o promover otros proyectos alternativos—tal vez círculos para compartir y de regalos locales no remunerativos, o proyectos para recuperar la fertilidad de las tierras, para que los desposeídos puedan vivir en ella, cultivarla y criar ganado. (Muchas mujeres han comenzado a comprar tierras y a compartirlas con otras mujeres.) Estos proyectos deben volverse factibles gracias a regalos monetarios—donaciones de fondos—lo que en sí mismo ya es una forma económica distinta. Si bien el aporte de fondos puede parecer como parasitando al capitalismo, entonces es parásito del parásito—de modo que tiene una meta-visión (en inglés parasight, juega con la palabra parasite ‘parásito’ y sight ‘visión’) que podría poner en acto una práctica diferente.

Patrocinar con fondos economías de regalo aun de una manera experimental conlleva su propia confirmación en un meta nivel. Es dar para dar (en inglés for-giving es también per-donar). Haciendo valer la existencia de alternativas, podemos imponer el valor de la diferencia y des-investir la igualdad capitalista. Dentro de las clases privilegiadas por la dominancia del signo de igualdad (=), las mujeres por lo menos pueden oír como resuena el llamado del Primer Mandamiento de la Razón Altruista: “Prueben algo diferente. ¡Esto no está funcionando!”

Madre-mater

Probablemente es falsa la oposición entre espíritu-materia y aliento-mater (madre). La ilusión es que a la mater no le importa porque ella le atribuye importancia al otro sin recibir ningún crédito—aunque en realidad esto quiere decir cuánto le importa. Lo que tenemos que hacer, en su reemplazo, es que a la mente mater (un juego de palabras en inglés, matter ‘materia’ y ‘le importa.’) La presión atmosférica mueve el aire, y mientras desarrollamos la necesidad de ese aire expandiendo nuestros pulmones, inspiramos y satisfacemos la necesidad. La naturaleza satisface necesidades—desde la clorofila en las hojas que proveen azúcar para las raíces, hasta el plancton en el fondo del mar, donde las ballenas pasean, juegan y se alimentan—desde las piedras antiguas con las que construimos nuestra casa hasta el torno del ceramista.

Esto es así porque las necesidades, siendo parte de la naturaleza, son creativas. Las criaturas, incluyendo al ser humano, se adaptan a lo que les es dado, como también a cambiarlo. Materia ya es mente; partes de la mente se asisten entre sí, surgen las necesidades, y son satisfechas. Pero la mente humana se ha venido interpretando a sí misma de acuerdo al paradigma del intercambio, y se ha alejado de la matriz, auto-reflejándose. Al permitirse ser cuidada por los dadores de regalos, por las mujeres, por la madre y por el niño interior, por los muchos—la mente no se está ocupando de ellos. Ocupada por su orientación al ego, intenta filosóficamente seguir sólo lo que ella está haciendo.

Quizá la mente (y el cerebro, también) puedan ser mejor comprendidos si los miramos desde el punto de vista del paradigma del regalo. Si volvemos a poner mater en materia, podemos ver como le importa, como la mente es maternal, y como ahora tenemos que satisfacer nuestra propia necesidad y la de la humanidad y de la tierra para reconocer que mater es algo dado. El espíritu casi no tiene importancia en la reflexión; es aliento sobre el espejo, algo que pertenece a un concepto diferente. Pero en realidad, la madre y el viento actúan de acuerdo a principios similares. Van donde hay una carencia, un vacío, dónde hacen falta. Y traen las palabras que necesitamos oír para formar nuestras comunidades nuevamente.

Madre Nutriente

Paseo por el campo—hay tantas criaturas, insectos, plantas, flores silvestres, tan específicas y diferentes entre sí, ya sea por el lugar donde crecen o por el modo de hacerlo. En cada centímetro cuadrado de terreno hay una magnífica variedad, una lenta danza de vida vegetal y animal silvestre. Cada especie se relaciona con una palabra que la nombra, pero rhea-lmente lejos están de ser iguales. La combinación del concepto, la definición y el intercambio han creado ahora un medio ambiente donde las cosas son en realidad idénticas unas con otras. Ya no juntamos moras en el campo; juntamos latas con moras en el supermercado, todas idénticas.

La diosa no ha sido completamente destruida. Aún hay formas de poder recibir sus regalos—preparando, cocinando y comiendo los alimentos que cocinamos. También recibimos cuando sentimos, nos movemos, y disfrutamos de muchas formas, con el sexo, con una poesía, o contemplando una tormenta. Las actividades mineras, la perforación y el bombardeo son maneras de forzar a la realidad a dar y tienen que ver con la violencia masculina. Si se obliga a alguien a dar, se puede tener asegurado que va a dar, y tal vez esta seguridad provea el consuelo necesario al ego artificial del intercambio.

Deberíamos ver la Rhea-lidad como la Madre Naturaleza, como la Madre Nutriente. Se le está haciendo a ella lo mismo que se nos hace a nosotras, vaciándola, obligándola a dar, demostrando que los hombres lo hacen bien o de la única manera posible y que controlan la Rhea-lidad y también la re-alidad. Esto lo hacen al no atribuirle cuidados o al no darle cuidados nutricios a la naturaleza y al no valorar el dar. Anular a la madre hace que parezca que el fundamento de la vida está en los procesos objetivos mecánicos de causa efecto, del tipo si-entonces, de intercambio. Esto oculta todo un espectro de la intencionalidad nutricia de lo menos ‘humano,’ el viento, o de la probabilidad de una ameba de encontrar en su trayectoria un jugoso bocado, hasta de lo más ‘humano,’ una revolución feminista o una canción de cuna. Las madres alimentan a sus bebés, ontogénica y filogenéticamente, desde un principio.

La emoción

La tarea de mantenimiento del mundo todavía atribuye valor en forma material aunque lo hace ‘servilmente.’ A pesar del dinero y del intercambio, las mujeres (y algunos hombres) siguen reconociendo necesidades, tanto emocional como intelectualmente. De hecho, creo que la base de la vida emocional es la conexión humana con las necesidades de los otros y las propias. Los egos masculados, inmersos en el intercambio, están notoria (y tristemente) alejados de las necesidades, son ‘insensibles.’ Ocuparse de las necesidades parece ser irracional porque lo que se considera racional tiene como fundamento el intercambio. Puesto que hemos permitido que el intercambio domine nuestro mundo, obstaculizando la posibilidad de regalar, hemos soslayado todos nuestros valores, haciéndolos más abstractos de lo que hubieran sido si estuviesen sustentados en regalar. Luego se le ha otorgado valor a la abstracción misma.

Las emociones continúan vibrando alrededor de las necesidades insatisfechas, atrayendo la atención, dándoles valor para lograr su satisfacción. Esas emociones son frecuentemente ignoradas, descalificadas, no tomadas en cuenta, y por el contrario son suplantadas por la lógica del auto-interés. Mientras que es verdad que el razonamiento abstracto puede ser útil para entender como satisfacer necesidades complejas, puede convertirse en un fin en sí mismo y una excusa eterna para no tener en cuenta a las necesidades y las emociones que nos llevan a ellas.

El patriarcado ha re(x)-ificado la re-alidad. Ha extendido su red de imágenes auto-semejantes—conceptos investidos fálicamente—aprovechando así los regalos del colectivo, como un OBN de hombres de negocios apoderándose de nuevos mercados. Si se reviste a la ‘realidad’ con estos conceptos se minimiza su costado nutricio, volviendo a las necesidades invisibles, desconociendo sus respuestas emocionales. Entonces, la realidad se mecaniza y objetiviza. Se da por sentado lo que ha sido algo dado, y sólo tiene importancia porque ha sido organizado en conceptos, relativos a los privilegiados. A pesar de que no lo reconocemos, siempre estamos en la situación de recibir. La realidad siempre es nutricia, aunque los conceptos abstractos lo ocultan y nos engañan. La red de conceptos, el sistema auto-semejante, constituyen una red invisible, compartida en abstracto, desviando nuestra atención desde los verdaderos regalos de la diosa Rhea, hacia los fálicos Res y Rex.

Aquellos que se asocian (forman una sociedad) entre sí, generalmente practican dar y recibir unos a otros de varias maneras—y lo harían aun más si no vivieran dentro de una economía de intercambio. Es por esto que dar y recibir son claves para la idea de ‘asociación’ que encontramos en los sueños o en las palabras. Un esquizofrénico a quién se le pidió que hiciera el experimento de Vigotsky les dijo a los experimentadores que la ‘muestra’ era un policía que le decía a una multitud qué hacer. Hemos rastreado bastantes patrones auto-similares hasta ahora, como para que la relación del policía y la multitud pueda verse fácilmente como un concepto derivado del ‘uno-muchos.’ El policía domina la multitud-asociación, mientras que el esquizofrénico nos da el regalo de una conexión necesaria (‘asociación’) que no se había hecho. (Ver Hanfmann y Kasinin, op.cit.) Me gustaría mencionar que las prácticas espirituales que promueven la gratitud al despertarse nos mantienen parcialmente en el modo del regalo por algunos momentos más, supliéndonos con una continuidad entre nuestros mundos ‘reales’ y nuestros sueños.

Paula Gunn Allen, The Sacred Hoop, Beacon Press, Boston, 1992.

Lewis Hyde discute el regalo creativo en un sentido diferente en The Gift, op.cit..

Ver Carol Gilligan, In a Different Voice, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1982, para la perspectiva moral de los cuidados.

Rhea era la diosa madre original de los Egeos, también la Madre Tiempo.

La naturaleza y el cuidado son nada más que fuentes de regalos contrastantes. La naturaleza es lo que ‘tenemos,’ son regalos o donaciones que heredamos del pasado de las especies, mientras que el cuidado es lo que se nos da socialmente. Los arqueólogos, como Richard Leakey, piensan que la mayor parte de la evolución humana se debió al ‘altruismo,’ los homínidos compartían el alimento—además de competir. Pero no olvidemos que miramos a la pre-historia a través de los ojos de competitividad moderna.

Capítulo 20: Dar y amar

Pienso que la frase ‘conocimiento carnal’ está bien dicha. Gran parte de nuestra experiencia interpersonal de amor y de sexo implica conocer y percibir física y espiritualmente a la otra persona, de acuerdo a la ‘fibra’ de dar y recibir. Este conocimiento requiere o invita a la orientación-al-otro, que en parte es la base de la experiencia de ‘perderse,’ tan conocida en la literatura amorosa. En una sociedad hecha a imagen del paradigma del intercambio, muchos hemos aprendido a no estar orientados al otro, por lo que la experiencia del amor puede ser abrumadora, una excursión hacia la economía del regalo, una concentración en el otro, una oportunidad de volver a percibir el mundo, de re-crear una sociedad humana de dos.

Nos vinculamos, formando nuestras relaciones unos con otros, con respecto a nuestras nuevas percepciones del regalo. Igual que Adán al nombrar las criaturas del Edén, y hablando acerca de ellas con Eva, nos volvemos conscientes de las particularidades y universalidades de cada uno, y tomamos conciencia de la conciencia que cada uno tiene del otro. El amor altera nuestras actitudes individuales con respecto a la orientación-al-otro, por lo menos por algún tiempo. Empezamos a necesitarnos y a querer darnos unos a otros. Empezamos a necesitar que el otro nos necesite, y nuestra entrega se liga al deseo del otro. Quizá sea este aspecto de orientación-al-otro del amor que en nuestra sociedad nos hace cantarle, hablar sobre él y añorarlo tanto. Dicen los predicadores y los pacifistas que “el amor es el camino.” Los únicos que no lo dicen son los economistas (y los terapeutas preocupados por la co-dependencia).

Hay una parte de nuestras mentes, de verdad, que nos está diciendo qué debemos hacer, empleando esas relaciones para decirlo. Me imagino que debe ser muy difícil que esa parte se extienda a toda la mente, porque no sabe que, en realidad, su contexto era uno económico. Nos dice, “Den, cambien el ego, cuiden a la otra persona con abundancia.” Freud y algunas psicólogas (y escritoras como Nancy Friday) plantean que en los hombres con los que nos casamos buscamos relacionarnos con nuestras madres. Han dado en el clavo de un resquicio de la economía del regalo, que generalmente es cortado de raíz.

De hecho, la relación amorosa al causar la ‘orientación al otro’ puede hacer que un hombre se comporte de una manera más cuidadora, como nunca lo ha hecho antes. Puede hacer que deje de lado su ego y se comporte como lo haría una madre con su bebé (¡te amo, Nena!), especialmente si la madre también estaba acostumbrada a vivir en la economía del intercambio y él tomó sus valores y su estructura del ego. La sensación de felicidad que trae el darse cuidados nutricios recíprocos (esperar el turno—no intercambiar—porque estamos orientados al otro) es la experiencia de la economía del regalo entre adultos. Se destaca por el hecho de que forman una sociedad de dos, ya que ese tipo de cuidado no es la vía escogida por la economía del mundo en que habitan.

Por cierto, su relación puede verse como un cúmulo de bendiciones, y lo es, en un mundo que se ha vuelto loco. La sociedad de dos pronto se ve alterada en su naturaleza y en su posibilidad de sobrevivir debido a la alienación que la rodea, como ocurre con otras instancias de la economía del regalo. Igual que una flor tropical creciendo en un clima frío necesita de circunstancias especiales, dedicación, atención y protección—que hacen que la sensación de calidez y de abundancia se pierda, de manera tal que la delicada planta empieza a sentir (acertadamente) que está en el clima equivocado. Pero, una vez más, esto no es ‘culpa’ del amor, sino de la escasez de amor y de bienes, generada por la masculación y por el intercambio en el mundo en general. Cuanto más crueles se tornan los sucesos en el mundo, más hostil se vuelve el medio ambiente para una relación de cuidados nutricios entre dos adultos.

Para poder sobrevivir en una situación de escasez, los amantes se adaptan. Dividen las tareas heterosexualmente de manera típica; él se mete de lleno en el paradigma del intercambio mientras que ella se queda brindando cuidados nutricios, aun cuando trabaje en la economía de intercambio. Por consiguiente, sus egos se modifican. Las mujeres damos nuestro regalo más preciado; damos a luz a nuestros hijos e hijas, y luego, practicamos el paradigma del regalo con ellos, puesto que lo imponen. Estamos obligadas por su dependencia ‘real’ a adaptarnos al modo de orientación al otro. Los hombres entran dentro de la jerarquía de competencia por los bienes escasos pero generalmente no tienen la suerte oportuna psico-económica de tener que cuidar nutriciamente a los niños. La participación en la economía de intercambio se convierte en el único medio para la supervivencia y por eso las mujeres comienzan a reforzar psicológicamente en sus parejas (y a veces en ellas mismas) esas características que les ayudan a tener éxito en el sistema. Posponen su amor, dejan de cuidarse nutriciamente hasta encontrar un momento más conveniente. Por fin, pueden llegar a creer que amar era infantil, una ilusión. Les hizo recordar, y con razón, su niñez, porque la relación entre la madre y el niño o la niña es la única gran experiencia de economía del regalo que casi todos conocemos.

El dar incrustado en el intercambio

Muchas mujeres, con el sistema de carga doble, a menudo tienen dos roles. Por el mismo trabajo se les paga menos que a los hombres—no sólo para demostrar su inferioridad y la inferioridad del paradigma del regalar, sino para que sigan necesitando del dinero que les proveen los hombres como resultado de su actividad en la economía del intercambio. Este aporte parece transformarse en una especie de pago por los servicios. En otras palabras, los cuidados nutricios gratuitos de una mujer tanto hacia su pareja como a sus hijos, son ‘compensados’ con el dinero que el marido le da. Así los cuidados gratuitos son encerrados dentro del paradigma del intercambio, atrapados por éste, casi vueltos a enmarcar como intercambio. No obstante, generalmente el dinero que la mujer recibe apenas le alcanza para comprar los bienes necesarios para cuidar nutriciamente a su familia. En una situación de escasez, los trabajos gratuitos de la mujer, parecen (y a veces lo son) una especie de esclavitud. Lo opuesto a la esclavitud parecería ser trabajar por un salario, cuando en realidad la liberación sería poder dar gratuita y libremente en una situación de abundancia.

Dar en la abundancia es una opción de la que sólo disfruta la gente rica—el marido trabaja en la economía del intercambio para hacer bastante dinero, y la esposa (quien no trabaja en esa economía) tiene tiempo suficiente para realizar cuidados nutricios a gran escala, ya sea haciendo voluntariado o participando en obras de caridad, algo que también su esposo puede hacer. Desdichadamente, esta clase de caridad mantiene el statu quo aliviando un poco los problemas, mientras que las causas siguen inalterables. El voluntariado, que depende del capitalismo patriarcal, hace que la modalidad del intercambio parezca ser necesaria para el mantenimiento de la actividad de dar regalos.

La caridad convalida la modalidad del intercambio cuando lo considera un prerrequisito. Aun los ejemplos más exitosos de marketing relacionados a una causa tienen este defecto. Ciertamente debemos cambiar todo el contexto virando hacia el paradigma del regalo para todos, y para eso necesitamos usar nuestros regalos.

Mientras que psicológicamente es beneficioso para nosotros cuidar nutriciamente a otros en una situación de abundancia, en la actualidad, dada la escasez generalizada, regalar puede ser visto como algo inusual, hasta como propio de la virtud de un santo. Esto se presta a que se vanaglorien los egos de los que dan, así como a una falta de respeto hacia los que reciben la caridad. Si consideramos el paradigma del intercambio y su lógica como la raíz de los problemas, se despersonalizan las acciones de los que dan y de los que reciben. La satisfacción de necesidades no debiera volver a poner en escena, para mejor o para peor, el tener o no tener. Más bien es parte de una forma más humana y realizable, que hace bien a la personalidad y al bienestar material del que da y del que recibe, liberados de la humillación y de la egomanía de los defensores del paradigma del intercambio. Es lo que lógica y co-munitariamente debe hacerse.

En nuestra sociedad, el tipo de trabajos a los que se puede acceder no favorece el desarrollo de la modalidad y de la mentalidad del dar en forma gratuita. La sociedad en su totalidad convalida la producción de bienes y servicios para el intercambio, y la valoración de los seres humanos de acuerdo a su estándar monetario. Dentro de nuestras relaciones personales, en nuestra experiencia directa, podemos experimentar con las corrientes sociales que fluyen a través nuestro. Podemos ‘dar’ mucho de nosotros, unos a otros, porque no lo hacemos socialmente en el plano material. Aquellos que tienen alguna riqueza material deben sentir, aunque sea en forma inconsciente, el tironeo de las necesidades de los otros. Desde la pantalla del televisor nos mira gente que se están muriendo de hambre. Observamos a los sin techo, a los borrachos, a los que tienen frío, durmiendo en los portales de los edificios.

Hay un dicho acerca de dar que, aunque verdad, es cínico, y dice, “Si doy todo lo que tengo a otra persona, él o ella van a ser tan ego orientados como lo soy yo.” Si el paradigma del intercambio sigue siendo convalidado, los que ‘tienen’ continuarán explotando a los que ‘no tienen.’ Si una persona un poquito orientada hacia el otro, le da su dinero al otro, esa persona se puede hacer más ego orientada. El secreto está en dar para convalidar el paradigma del regalo. Cualquier comportamiento que satisfaga necesidades de otro, si se da con la conciencia de que es parte del paradigma del regalo, sirve para convalidar este paradigma.

Dar sexual

Pienso que quizás estemos tratando de ejercitar en nuestras relaciones amorosas el regalar co-municativo, hasta en la promiscuidad. Nos entregamos sexualmente a aquellos que parecen necesitarnos, porque nuestro subconsciente nos empuja a dar, mientras que, al mismo tiempo, vivimos en la escasez material, o nos han convencido de que dar materialmente no es algo viable. El entregarnos sexualmente nos permite sentir la emoción de dar y de recibir ‘en nuestra propia piel.’ La sexualidad nos permite hacer algo por otra persona, nos permite satisfacer una necesidad, sin tener que transferir bienes entre nosotros. Puede ser penoso dar y recibir bienes materiales, mientras que dar y recibir sexualmente es valorado como un deseo ‘normal.’ La promiscuidad sexual nos permite estar en la orientación al otro con muchas personas, a las que les damos en ese plano, mientras que en el plano de las necesidades materiales, la sociedad no nos permite darles.

Vivimos los problemas de nuestra sociedad a través de nuestras relaciones interpersonales. Por ejemplo, las mujeres les dan de más a sus hijos o continúan dándoles a los maridos abusivos. Pienso que nos damos cuenta inconscientemente de que regalar es el camino. Lo que no vemos es que a menudo damos en los lugares y en niveles equivocados, y que no lo podemos hacer eficazmente hasta que esté convalidado socialmente como la Manera de actuar, en vez de intercambiar. De hecho, creo que hay una confusión entre dar materialmente y amar—lo que nos hace pensar que amamos a alguien toda vez que estamos actuando de una manera orientado al otro con ellos. Toda necesidad que satisfacemos parece ser un regalo, aunque se trate de la necesidad de herirnos de un golpeador.

Tal vez, la razón de esto sea la confusión entre la orientación al otro que se da en el amor y en el sexo, y la orientación material hacia el otro, que estaría presente en la práctica correcta del paradigma del regalo. Aún hoy podríamos comenzar a practicarlo, regalando nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro dinero, para cambiar las estructuras de la opresión. Si cambiáramos el paradigma por el paradigma del regalo, toda la sociedad estaría orientada al otro, y las necesidades serían satisfechas por otros, por lo que, constantemente, podríamos oír el llamado de las necesidades de otros.

Pero en ese caso, muchas personas estarían satisfaciendo las necesidades de muchos, por lo que la relación con la pareja sería muy diferente de lo que es ahora. Si somos capaces de practicar la orientación al otro, fuera del círculo de nuestra familia inmediata, y por el bien de todos, nos permitiría también poner en práctica una mejor orientación psicológica hacia los que queremos. Recibir de otros en general y también darles permitiría más lazos sociales, y no dependeríamos del sexo para ‘co-municarnos’ significativamente. Hablar de la búsqueda de una vida ‘con sentido’ es acertado ya que puede considerarse como una vida que atribuye valor dando y recibiendo y por lo tanto se le otorga valor a ella también.

Tal como están las cosas, en nuestras relaciones dependemos mucho unos de otros, porque es el único espacio en el que la mayoría de nosotros podemos dar y recibir practicando el paradigma del regalo, aunque sea de forma imperfecta. Es, por lo tanto, el más ‘humano’ de nuestros comportamientos y nos aferramos mucho a él. La posibilidad del abandono parece ser una amenaza a nuestra humanidad. El dar y el recibir que hacemos sexualmente, en el que surgen en nuestros cuerpos diferentes necesidades mientras procedemos y mientras nos satisfacemos unos a otros, crea un terreno común para la comunidad de dos al que es difícil renunciar.

Nuestro self crece, gracias a esta comunidad, tanto como crece en nuestra familia de origen en la que nos diferenciamos en tanto individuos sobre la base de un terreno común con otros. El ego masculado o el ego basado en el intercambio es más propensos a abandonar, rivalizar, negar comunicación e intimidad y a usar a la otra persona para que le refuerce nutriciamente el sentirse importante. Desdichadamente, la socialización de los hombres, alejada de los cuidados nutricios, permite este tipo de destructividad de la comunidad sexual. La seducción y el abandono (“ámalas y déjalas”) es la enfermedad del macho, aun cuando a veces son las mujeres las que abandonan. El deseo de dominar, que funciona bien en la economía competitiva del intercambio, puede darse a la fuerza en las relaciones personales, con el abandono y la crueldad mental, tales como el menosprecio y la no participación.

Nutriendo la competencia

Los paradigmas del regalo y del intercambio funcionan como si fueran dos medios ambientes de la naturaleza que co-existen uno al lado del otro y lo que es conducta adaptativa en uno es destructivo en el otro. Es más aun, el medio ambiente para la ‘supervivencia del más apto’ es visto como el sostén del medio ambiente de la familia nutricia. Las familias de los más aptos son las que sobreviven en una economía de intercambio. Lo cual es una ilusión porque la existencia del medio ambiente competitivo es lo que amenaza al modo nutricio y que lo recarga hasta agotarlo. En realidad, son los cuidados nutricios los que mantienen el medio ambiente competitivo y no al revés. No puede ser abolido sin destruir también el medio ambiente competitivo, ya que el intercambio necesita de los regalos gratuitos para seguir existiendo.

Los competidores mismos son cuidados por los que nutren, y muchas de sus ventajas competitivas proviene de la clase de cuidados nutricios que recibieron. Gran parte de sus premios y de sus recompensas también les vienen de los cuidadores, incluso los mismos cuidadores. A las mujeres hermosas, sexy o ‘buenas esposas,’ a menudo se las ve como premios de hombres exitosos. En un nivel individual, nada de esto parece estar conectado con el resto, y las interacciones parecen deberse a las diferencias personales, las preferencias y las características. Pero desde un punto de vista más amplio podemos ver que las dos clases de comportamientos están ligadas, unidas por las cadenas de su complementariedad. Al grupo competitivo le resulta ventajoso que la relación no sea vista desde una perspectiva que permitiría al grupo nutricio tomar conciencia y liberarse. Efectivamente igual que muchos parásitos, los grupos competitivos se mimetizan externamente y se hacen pasar por dadores de cuidados nutricios.

Acentos de valor

Los dos paradigmas se diferencian uno de otro porque la capacidad de definir y todas sus transposiciones en las actividades de medir y atribuir valor, mediando la propiedad privada al sustituir una cosa por otra, y estableciendo equivalencias entre diferentes clases de cosas que serán intercambiadas, son vistas post hoc como de la incumbencia de la masculación.

Se dice que las mujeres están ‘sumergidas en la experiencia’—y de hecho, puede verse a la experiencia como sucediendo de acuerdo al principio de dar y en la modalidad de dar regalos. En un sentido todas nuestras percepciones y nuestras experiencias nos llegan gratis. Aunque debamos esforzarnos para tener un tipo de percepción en vez de otra (salir para ver el sol brillar), si nuestros sentidos están funcionando correctamente, siempre hay algo presente a ser percibido. La estructura de nuestra cosmovisión y nuestras necesidades determinarán cuáles percepciones seleccionamos para usar; sobre qué cosas ‘dadas’ enfocamos nuestra atención. Gran parte de la cosmovisión depende de las experiencias pasadas, y de la práctica de un paradigma u otro, como también en los ‘acentos de valor’ transmitidos a través del lenguaje y la cultura.

Los hombres relegan a las mujeres hacia el lado de la vida que tiene que ver con la percepción y con la materialidad. Los hombres hablan de nosotras entre ellos. Nos comparten a través de ese terreno común que es el lenguaje, mientras nosotras, estereotipadamente, estamos sumergidas en los ‘sentimientos.’ Antes hablé sobre las mujeres ocupando la ‘sombra,’ el lado de la mater(ia), y de los muchos. A esto podemos recurrir. Es el borde de la economía del regalo, como el lenguaje es el borde de la economía del intercambio.

Pero se enfoca la atención en el lenguaje mientras que el lado de la mater(ia), y de los muchos se pierde en la bruma. Debajo de la superficie del lenguaje, y de las cosas ‘dadas’ de la percepción yace la mano de obra gratis de siglos. Esa mano de obra gratuita está formada por el mantenimiento de cosas gratuito que las mujeres han hecho, y también en el trabajo no remunerado de los cuidados brindados a otros en la sociedad en general. Los regalos gratuitos recibidos en el pasado determinan qué cosas específicas percibimos—es decir, qué partes de la cultura material han persistido a través del tiempo, conformando nuestro mundo. También podemos considerarnos regalos dados por otros, y considerar a nuestros niños como nuestros regalos. Nuestros egos que tienden hacia los otros son menos auto-semejantes que los egos masculados, son más ‘transparentes,’ pudiendo, sin el filtro del ego, abrazar directamente al otro. Nosotros somos los niños y niñas que recordamos a nuestras madres (y las madres que son recordadas por nuestros niños y niñas).

Nuestros lados ‘masculino y femenino,’ por lo menos con la especificidad con que aparecen en la sociedad occidental, son, en realidad, una transposición del ego masculado del intercambio, y el self que tiende hacia el otro. Son productos y procesos de la economía del intercambio y de la economía del regalo. Dado que las dos modalidades co-existen una al lado de la otra en la sociedad, las estructuras del ego que promueven pueden ser internalizadas conjuntamente. Esto crea un tercer tipo de estructura de personalidad, que podría verse como una estructura transicional entre una clase de economía y la otra. Este tipo puede tener las ventajas de ambas, pero está atrapada por múltiples paradojas. El ‘dador de regalos interno’ hace vínculos atendiendo las necesidades y cuando éstas no pueden ser satisfechas se despiertan emociones intensas. Por el contrario, el ego masculado busca independizarse y dominar. No hay un encaje perfecto ni interno ni externo.

El ego masculado y los contenidos de su pensamiento pueden estar orientados a lograr ganancia para sí o para su familia, como una extensión de sí mismo. Considera su experiencia como ‘objetiva,’ sin el carácter de regalo, pero también sin el deber de mantener lo que lo rodea. Es menos consciente de las necesidades del entorno, desde una cama sin hacer, a un niño con hambre, o un depósito de desechos tóxicos. Gran parte de su tiempo está dedicado a ocuparse del lenguaje, la burocracia, de los medios sociales o materiales para hacer que otros hagan algo, o a dar para recibir. Desconoce esas misma cosas en sí mismo. De manera que al estilo estereotipado del profesor distraído, sus propias necesidades tienen que ser satisfechas por otros. Sin un cuidador externo, finalmente, el costado ‘dador de regalos’ de esta personalidad tendrá que dar un giro y cuidar su propio ego masculado. Así, las restantes partes ‘orientadas al otro’ se vuelcan al ‘otro interno’ y la persona se vuelve aun más egocéntrica.

Para aquellos que han sido socializados dentro del paradigma del regalar, el self se desarrolla, de por sí, orientado al otro, de manera que el aspecto cuidador está incluido como parte del ego que se desarrolla a través de la participación en la economía de intercambio. Tal vez esto explica la popularidad que tiene entre las mujeres la terapia ‘primero yo.’ Desde los grupos de co-dependencia hasta el entrenamiento de la afirmación basada en el intercambio, nos están enseñando a ponernos en primer lugar. Afortunadamente, puesto que hemos sido criadas para cuidar de los otros, el modo del regalo permanece como parte del ser que hacemos valer. Aunque pueda parecer funcional al statu quo deshacerse del modo de regalar, de sus ideas y de sus ideales, la economía del intercambio se destruiría a sí misma si lo hiciera.

Hay, por supuesto, casos patológicos de orientación al otro, pero es mucho más probable que la orientación al ego sea patológica. Socialmente, sus efectos son perniciosos para todas las criaturas del planeta, mientras se lo mantiene como modelo de salud. Ninguna de nosotras tiene la menor idea de que estamos haciendo todo esto, porque no reconocemos el regalar como paradigma al mismo nivel del paradigma del intercambio. De hecho, deberíamos hacer valer la comparabilidad de los paradigmas y no la igualdad de los sexos.

La igualdad que deriva de la masculación y del intercambio, es igualdad preparatoria para la cuantificación, o igualdad cuantitativa. La orientación a la necesidad enfatiza la variedad cualitativa. Paradójicamente, la economía del regalo pone más en evidencia las diferencias individuales, porque no las mide de acuerdo a un criterio único de valor cuantitativo. Si nos centramos en la economía del regalo como paradigma, en vez de menospreciarlo, y particularizando sus manifestaciones, podemos usarlo también, para echar luz sobre lo que el paradigma del intercambio está haciendo. Podríamos leer afirmaciones como, “Las mujeres son tan buenas como los hombres,” como meta afirmaciones diciendo, “El paradigma del regalo es tan bueno como (o mejor que) el paradigma del intercambio.”

Juicios

Entre las características del paradigma del intercambio está la capacidad de formular juicios, ubicando algo en una categoría o en otra. Igual que en las costumbres matrimoniales en las que la mujer toma el apellido de su marido cuando se casa, las acciones y deseos de las mujeres son juzgados por el ego masculado como buenos o malos, apropiados o inapropiados, etc. Las mujeres aceptamos estos juicios por nuestra orientación al otro (positiva). No nos resulta fácil emitir juicios sobre nuestras cualidades, aunque un ego internalizado pudiera hacerlo por nosotras. “¿Soy inteligente? ¿Soy hermosa? ¿Soy buena?” Podemos estar eternamente preocupadas con estas evaluaciones, volviéndonos orientadas al ego, aun al definir nuestra orientación al otro. Nuestra capacidad de vernos a través de los ojos del otro nos permite buscar su definición de nosotras mismas y luego juzgarnos como él lo haría.

Cuando actuamos la definición, en tanto definiens, servimos el definiendum que los hombres tienen de nosotras, tratando de merecer su palabra positiva. Confundimos nuestra desvalorización con ‘humildad’ y permitimos que los estereotipos nos guíen como profecías que se autocumplen. Absorbemos internamente la división entre las palabras y las cosas, y entre la mente y el cuerpo—a pesar de que como participantes de la economía del intercambio ahora podemos estar viviendo la división de manera distinta. Las mujeres renunciaban al trabajo lingüístico abstracto, tal como las matemáticas y las finanzas, porque consideraban que no era femenino. Aun ahora nos esforzarnos por merecer nuestro propio juicio positivo sobre nosotras mismas, midiendo lo que valemos según un criterio creado por los hombres para las mujeres, por los egos masculados para las que regalan.

Uno de los principios del regalar es que no debe hacerse para recibir una recompensa. Por lo tanto, si procuramos ser juzgados por otros o aun por nosotras mismas como ‘buenas’ o ‘lindas,’ estaremos bordeando el área del intercambio. Sin embargo, otros podrían juzgarnos libremente de manera positiva, y esto podría aparecer como un regalo por el cual debemos estar agradecidas. Muchas veces recibimos el juicio de ‘buena’ o de ‘linda’ a pesar de que no lo hemos buscado. Anhelamos estos juicios ‘gratis’ de los otros, debido a nuestra dificultad para mantenernos en la lógica del regalo internamente. El intento de vivir según nuestros propios criterios pone en marcha una dinámica auto-manipuladora.

Tal vez, esa auto-crítica a la que muchas de nosotras nos entregamos, nos permite conducirnos a través de nuestro propio juicio, mientras permanecemos en el paradigma del regalo. Si nos castigamos por lo que hacemos ‘mal,’ no parecerá que actuamos buscando una recompensa, como si nos juzgáramos como ‘buenas.’ Mucha gente buena parece rechazar la exaltación de su propio ego. Quizá nos parezca que al evitar el comportamiento masculado, podemos permanecer en el paradigma del regalo. En realidad, pertenecer a uno u otro paradigma está probablemente determinado, no por el auto-dominio ni por la manipulación, sino por múltiples repeticiones de acciones, motivadas en una u otra dirección, en diferentes momentos y situaciones, y en diferentes niveles. Los contextos externos e internos, determinan el éxito y la convalidación práctica de estas acciones.

La necesidad de ser necesitadas

Las mujeres podemos tratar de exaltar en nosotras mismas las características que los hombres valorarían en nosotras, realzando nuestros ‘atractivos,’ para que ellos nos presten atención, para que usen nuestros regalos y para que nos regalen su juicio positivo. De hecho, antes nos acechaba el fantasma de la ‘solterona’ como el de alguien cuyos regalos quedaban sin ser usados porque tal vez ella no era suficientemente buena. Nadie la necesitaba. De hecho, necesitamos de la necesidad del otro para poder practicar la economía del regalo con ellos, ya sea nutriéndolos con toda clase de bienes o ‘entregándonos nosotras’ a ellos. Tener la necesidad de la necesidad del otro ha sido desacreditado por nuestra cultura, pero es parte del dilema creado por la co-existencia del regalo y del intercambio.

Por ejemplo, las madres ‘sofocantes’ (en inglés smothering) retienen a sus hijos demasiado tiempo. Necesitan ser necesitadas, porque su dar ha quedado cautivo dentro de la familia. Son incapaces de encontrar, fuera de la familia, esas necesidades que ellas podrían colmar, o de orientarse a ‘otros en general’ trabajando por un cambio social. Paradójicamente, en una situación de escasez, hay también escasez de necesidades a las que las dadoras de regalos puedan tener un acceso que posea ‘sentido’ y aprobación social. Si se considerara a la economía del regalo como la norma, todos serían necesitados por todos.

En una economía del regalo probablemente se formarían algunos tipos de especializaciones y de interacciones habituales sobre la base de un reconocimiento general de los valores del paradigma del regalo, y de las estructuras de personalidad conectadas con ella. No se le negaría a la gente con la capacidad y la energía de nutrir y cuidar el acceso a las personas con necesidades, ni se detendría el flujo de bienes. Dar y recibir no serían etiquetados como ‘despreciables,’ sino que se convertirían en un comportamiento normal. La tierra nos atrae hacia ella, el agua corre cuesta abajo, el viento sopla según la presión atmosférica. En los asuntos humanos también hay una fuerza de gravedad y una presión diferencial, que deben ser respetados. El intercambio funciona como un sistema de esclusas en el río, un sistema que hace que el agua fluya cuesta arriba, lejos de aquellos que tienen las necesidades hacia los que tienen más que suficiente. Nuestro altruismo es manipulado y vuelto en contra nuestro. Necesitamos, desesperadamente, convalidar el flujo original.

También hay fuerza de gravedad en las relaciones personales, y el flujo también puede ser alterado ahí. Empezamos a contar con los cuidados que otra persona nos brinda, creyendo que los ‘merecemos,’ considerándolos como pago por alguna de nuestras buenas acciones. Después damos por válido este razonamiento, e insistimos en seguir siendo cuidados de la misma manera a la que estamos acostumbrados. Cuando la otra persona no lo hace por nosotros, lo hacemos nosotros mismos, procurando o tomando lo que necesitamos o lo que creemos que necesitamos. No respetamos más los deseos del otro. Hacer esto es muy fácil en la economía de intercambio en la que vivimos ahora, pues es visto como una actitud ‘normal.’ Si estuviésemos viviendo en una economía del regalo, permaneceríamos en una actitud de orientación al otro, viendo las necesidades del otro y satisfaciéndolas. Confiados en que, llegado el momento, ellos harían lo mismo por nosotros. No se necesitaría la estructura del ego masculado.

Pienso que, en la práctica, esta bien fundada confianza permitiría más transparencia en nuestra experiencia. Habría mucho menos miedo, menos intolerancia y menos odio, porque la persona no tendría que estar constantemente a la defensiva, protegiéndose ‘para poder sobrevivir,’ de los que se apropian violentamente, y de la indiferencia, de la manipulación, y de la auto-crítica por hacer estas mismas cosas a otros. En otras palabras, no habría más estructuras artificiales bloqueando el flujo de la compasión. Estas estructuras también causan el miedo, la auto-compasión (la orientación al ego de la compasión) y la angustia, que bloquean la claridad de nuestro self y de nuestras interacciones. Vuelvo a repetir que no veo esto como una ‘falla’ de la persona que se orienta al ego, ya que el sistema del patriarcado en su totalidad lo/la empuja en esa dirección. Lo que es más, los términos de culpa y reintegro son en realidad valores basados en el intercambio, y por lo tanto convalidan el paradigma del intercambio, aunque se los aplique a uno de sus defectos.

Las estructuras sociales auto-semejantes más amplias, que convalidan la lógica del ego masculado, deben ser reconocidas como poco prácticas, obsoletas y dañinas. La masculación y su proyección al exterior, debe ser vista en realidad como alterable y perniciosa para la sociedad en general, y para el individuo también. Cuando practicamos el atender al otro, a una persona que posee o que es poseída por un ego masculado, vemos que él o ella deben desmantelarlo y cambiarlo. Él o ella serían más felices y eficientes sin el ego masculado, orientándose al otro. Es posible crear un ambiente en el que la orientación al otro sea convalidada e internalizada como tal, sin dirigirlo en primera instancia al ‘otro interno’ o al dominador interno o externo. Esto puede lograrse si no masculamos a nuestros hombres, y si cambiamos del paradigma del intercambio al de dar, convalidando así los valores que la mayoría de las mujeres (y muchos hombres) ya tienen.

Monetarización y moralidad

La monetarización de la mano de obra no sólo encarna algunos de los procesos de la definición, como lo son la sustitución y la equivalencia, sino que también funciona como el juicio sobre el valor social otorgado a una persona. Supuestamente, el dinero y el mercado libre nos miden según un criterio objetivo e igual para todos, lo que lo hace más difícil de tratar, especialmente si somos juzgadas negativamente por él, o si somos excluidos del todo de la economía monetarizada. Empezando por los salarios de las mujeres que son más bajos que los salarios de los hombres, y que nos definen como ‘inferiores’ a los hombres. La muestra económica de juzgar según el salario se redobla luego en otro tipo de juicios, reforzando su poder sobre nosotras. Nosotros nos medimos y nos motivamos por el criterio monetario, e influimos sobre nuestros juicios acerca de nosotras mismas y de otras, como siendo buenas, inteligentes, eficientes, etc.

Estos juicios parecen provenir de algún criterio de evaluación externo en el que el valor de algo es evaluado ‘objetivamente,’ y que encaja bien con la evaluación cuantitativa del ego masculado. Somos una sociedad obsesionada con las evaluaciones, desde las notas en la escuela hasta contar las calorías, desde el pronóstico del tiempo hasta las pruebas psicológicas. Nos sometemos a exámenes y permitimos que los resultados dominen nuestro comportamiento. Aun en nuestros exámenes de conciencia más íntimos, nos juzgamos y nos dominamos por nuestra evaluación. El movimiento que intenta recuperar la auto-estima pretende contrarrestar los efectos negativos que la dominación logra a través de la auto evaluación negativa.

Desde luego, debemos darles valor a los criterios y a los juicios, si nos vamos a someter a ellos. El autoritarismo de los padres, la moralidad, y la religión se establecen para que les otorguemos ese valor. Si no lo hacemos, es más difícil que otros nos dominen psicológicamente.

Se crea una especie de segundo sistema de intercambio en el que luchamos por conseguir reconocimiento. Ofrecemos nuestras acciones, cierta clase de ellas, al escrutinio de los otros y su juicio es nuestra recompensa. Aun el regalar se hace teniendo esto en mente muchas veces. Anhelamos el juicio de los otros que nos juzgan como ‘buenas,’ o inteligentes, o capaces. Entonces, habiendo recibido estos juicios, los usamos para conformar nuestras identidades, para conformar nuestros conceptos sobre nosotras mismas.

Una de las formas en que las personas ejercen poder sobre otras es dando o negando un juicio, o dando uno negativo. Una razón por la que procuramos recibir una definición positiva de parte de los otros, atribuyéndole tanta importancia, se debe al patrón de juicio que subyace en el salario, que a su vez es influido por el patrón que subyace al poner precio a los productos. Nuestras relaciones amorosas frecuentemente siguen este mismo patrón. Cada uno de nosotros es ‘evaluado’ por su amante, elegido por ser el ‘mejor’ entre otros ‘productos’ o ‘empleados’ similares. (Los economistas ahora hablan del ‘mercado del matrimonio.’) No debería ser así. Estamos influidos en exceso por los arquetipos inconscientes del intercambio—y seríamos mucho más felices si no fuese así.

Algunas veces interiorizamos los procesos de evaluación y de juicio, y nos dominamos de acuerdo a valores de la sociedad o a los propios. Debido a esta actividad interior, ya sea a través del auto dominio o de la aceptación de sí, nos afirmamos como ‘buenas,’ etc. La moral funciona siguiendo esta línea e induce a una ‘conducta correcta’ en una situación de intercambio. Incapaz de resolver los problemas existentes o de cambiar el paradigma socialmente, la moral, lo mismo que la caridad, se aprovecha de una mala situación. Quizá hasta salve a su practicante individualmente, convirtiendo a él o a ella en ‘bueno’ en vez de ‘malo.’ No obstante, a la persona se la estimula a concentrarse en sus propias cualidades, permanece así orientada al ego, sin cuestionar el paradigma.

Compasión

El ‘precio’ de no cuidar nutriciamente, o de no valorar al dominador, puede ser la violencia física. El ‘regalo’ es obligado, convirtiéndolo en algo similar al ‘regalo’ del trabajo de un esclavo. Durante siglos, la gente por medio del patriarcado ha estado cautiva en situaciones en que la violencia es el castigo por no dar. Los muchos son castigados por los unos o por las jerarquías, por no obedecer o por rebelarse. La obediencia se convierte en una aptitud para sobrevivir.

En esta situación, la única respuesta viable al sufrimiento puede ser tomar medidas de restricción a la generosidad personal. Si bien la gente dadora de cuidados practica el regalar en forma individual, no parecen proponer una solución viable y por lo tanto no sirven para la solución del problema general porque debe realizarse a gran escala. Probablemente, muchos de estos individuos que regalan y cuidan quisieran cambiar los paradigmas sociales; sólo que no pueden ver las cosas en esos términos o no saben lo que es posible.

Los movimientos que luchan contra la violencia doméstica y sexual han organizado cuidado individual para el cambio social en el ámbito de la familia. Estos movimientos no cuestionan aún otros aspectos del patriarcado, como la violencia contra el medio ambiente y lo internacional; se ocupan del problema en un área importante, ponen en práctica los valores del cuidado del otro—y están organizados. Otros movimientos por el cambio social, por la paz, por el medio ambiente, por la justicia económica, y por la liberación de los pueblos, hacen una importante labor hacia un cambio sistemático, pero generalmente no apuntan a los patrones del patriarcado como la causa de los problemas, ni a los valores de las mujeres como solución.

Las mismas consideraciones pueden aplicarse a las soluciones que propone el gobierno para estos problemas. Aunque la intención es buena y hasta funcional a corto plazo, operan sobre la base del intercambio. Apelan a la responsabilidad individual en oposición a la dependencia, le quitan a la gente la asistencia social, integrándola al mercado. Es una solución que agrava el problema, porque vuelve a afirmar los valores que lo causan. El modo en que el estado paternalista hace regalos expresa menosprecio y es ineficaz. Sin embargo, para el Estado paternalista, el culpable es el que recibe, es visto como pasivo y poco inteligente—y despreciado como si fuera menos que humano. En consecuencia, el dar y recibir en forma creativa ha sido reemplazado por la integración individual al intercambio, y por el refuerzo de los valores capitalistas masculados.

El altruismo individual a veces sí provee un modelo de hacer regalos, y extiende su influencia a un grupo más amplio. Pero, a menos que sea un intento de llegar a la raíz de los problemas, puede ser sólo una manera de vivir dentro del paradigma del intercambio. Ayuda a mantener, en algún grado, cierta cordura individual y una ayuda a los otros, pero no provoca ningún cambio radical. La compasión, la caridad, y la moral, cuando son practicados en forma individual, no provocan un cambio de paradigma que, necesariamente, es un proceso colectivo.

Por eso es importante ver que las mujeres están tomando conciencia—el movimiento internacional de mujeres—a la luz del paradigma del regalo. El paradigma del regalo ya está ahí, entre los valores de las mujeres que cuidan. Además, cuando las mujeres convalidan individualmente sus valores (que no son los del patriarcado), ya son parte de un colectivo, que representa a más del 50% de la humanidad. El paradigma del regalo es profundo, dominante y no reconocido. En los varones, la masculación ocurre a muy temprana edad, pero las mujeres asumen los valores de la masculación más tardíamente, cuando empiezan a ver el mundo a través de nuestros ‘otros’—aquellos humanos que la sociedad ha separado de nosotras y a quiénes hemos cuidado demasiado.

Al tomar conciencia de nuestros valores de cuidado al otro como paradigmático, las mujeres que trabajamos para cambiar la sociedad, podemos liberarnos de la imposición de los valores de la masculación por sobre los valores del cuidado al otro. Proponiendo el paradigma del regalo como el modo humano para todos, podemos también liberar a los hombres y a la sociedad del salón de los espejos del paradigma del intercambio. Hombres y mujeres podrán reconocer el carácter de alienante y no necesario de la masculación, tomar distancia de él, y desmantelarlo de una manera no masculada y sin violencia. La transición hacia una manera diferente puede ser más fácil, porque la manera distinta no tiene que ser inventada. Ya existe en el regalar que media humanidad pone en práctica, y que forma parte de la matriz oculta de la otra mitad.

Restaurando humanidad a la madre

El tipo de orientación al otro que es funcional para el cuidado de niños y niñas es interactivo y difiere de una moral que trate de imponer la ‘acción correcta’ y las ‘actitudes correctas’ a otros o a una misma. La moral puede inmiscuirse en el cuidado nutricio, especialmente cuando, debido a la escasez o al estrés, es difícil satisfacer las necesidades. En los momentos difíciles, una persona se tiene que ‘forzar’ a actuar orientada al niño o el otro, es decir, asumiendo los cuidados como un tema moral.

Los filósofos reaccionarios y machistas han interpretado el vínculo madre-hijo como algo ‘natural.’ Darle valor a las necesidades del otro no es ‘natural,’ en un sentido mecánico, y tampoco es parte de una moral sustentada en reglas. Es un principio sui generis—propio de su tipo—que tal vez no es reconocido como tal, porque no contiene dentro de sí los elementos auto reflejantes del ego, por los cuales generalmente reconocemos algo como un principio, como algo ‘re-al’—porque nuestra forma de pensar se da según un modo masculado.

Si nuestros egos, y las interpretaciones filosóficas de la re-alidad están orientadas al ego, y son producto del intercambio y de la masculación, las cosas que hacemos que no están orientadas al ego permanecen fuera de su ámbito. No logran hacerse conscientes, por lo menos, no de la misma manera. Hay una instrumentalidad en el egoísmo, que nos obliga a dar valor a lo que le puede ser útil y a no dárselo a otras cosas. Ve sus estructuras reflejadas y define esa escena familiar como ‘real,’ mientras las otras cosas que no tienen esas señales son extrañas, irrelevantes e i-reales. El ego auto semejante es un poco como el animal que marca su territorio con orina, y luego lo reconoce como propio. En el regalar, no estamos interesados en marcar el territorio, sino en proveer el bienestar del otro en alguna medida.

Si el lenguaje se basa en el regalar, el regalar no puede ser considerado como siendo en mayor parte pre-verbal e infantil. Si le agregamos al lenguaje otros ejemplos del regalar, como sueños, arte y acciones para el cambio social, empezamos a ver emerger al regalar como el gran principio no reconocido de la especie humana. Debemos comprender que la Madre es para dar, y que tanto hombres como mujeres pueden también hacerlo. Efectivamente, el intercambio—surgido desde el proceso de nombrar y definir—no trabaja para satisfacer las necesidades de los muchos. Sólo adoptando el principio de la Madre—no como algo biológico o instintivo, sino como un comportamiento humano consciente—podremos satisfacer las diversas necesidades materiales y culturales de los 5.5 billones de seres humanos que viven actualmente.

Ahora, lo que necesitamos es hacer entrar a la modalidad del regalo en la conciencia orientada al ego, para mostrar que es aconsejable para todos. Esto se puede lograr, si se ven las cosas desde un meta nivel, con una perspectiva global, y en términos de una totalidad. De hecho, el interés del ego y el interés por el otro coinciden a nivel global. La supervivencia del planeta (interés en el otro) coincide con la supervivencia del ego individual, e incluso con la totalidad del sistema complementario del intercambio y del regalo. Si cada uno de nosotros va a ser destruido junto con la destrucción del planeta, cada uno podría dar su energía para buscar soluciones a los problemas que causan esta destrucción, ya sea que nuestra motivación esté orientada al ego o al otro o sea una combinación de ambas. Para la gente orientada al ego éste es un momento de transición hacia el modo de regalar. Desde el meta punto de vista, que ve ambos paradigmas, todos podemos optar por un cambio de paradigma. Es el comienzo de una solución.

Yo creo que las prácticas religiosas, que hacen un llamado a la unidad de todos, están buscando este meta nivel, mientras expresan su búsqueda en términos que evocan la superioridad del uno como opuesto a los muchos. Mientras proponen un uno que sea inclusivo—la inclusión es un aspecto de la lógica del regalo—no obstante no centran su atención en las dinámicas patriarcales reales entre el uno y los muchos.

Desde el punto de vista que trata de abarcar todo, es posible incluir ambos paradigmas en el mismo nivel de importancia. El paradigma del intercambio auto-reflejante no es más importante que el paradigma del regalo, aunque su forma auto-semejante crea esa ilusión. Sólo el paradigma del regalo puede sostenerse como representación de la lógica del comportamiento humano. Mirando a ambos paradigmas, desde una perspectiva más amplia, si restituimos el criterio de competencia entre los paradigmas—lo que no es contradictorio porque tiene lugar en este nivel ‘más alto’—vemos que el paradigma del regalo le gana sobradamente, como la manera más funcional para lograr que los seres humanos piensen y se comporten.

Podemos dejar de lado nuestro esfuerzo individual por ser la muestra y permitir que el paradigma del regalo se convierta en la muestra para el comportamiento humano. Al cesar la masculación misma, el lenguaje, la definición y el nombrar, liberados de sus encarnaciones auto-semejantes, pueden continuar su mediación creativa en las subjetividades humanas, y en las culturas del mundo, en las que el regalar material se convertiría en la norma. Si analizamos y comprendemos lo suficiente al intercambio, al ego y sus elementos podremos mantener cualquiera de sus aspectos que pudieran sernos útiles. De la misma manera que podemos usar algunas de las tecnologías de una manera saludable, ecológica y pacífica para proveer los medios de cuidar nutriciamente a todos con abundancia, tal vez podríamos decidir mantener algunos elementos del intercambio, y de la conciencia orientada al ego, para proveer algunos tipos de actividades útiles, y partes de nuestra estructura de personalidad.

Una reinterpretación de la moral como conducta que crea una transición hacia el paradigma del regalo, sugiere que deberíamos actuar de acuerdo a la orientación al otro y a la de dar vida y promover la conciencia de esa conducta como paradigmática.

Amor condicional e incondicional

La moral no funciona eficazmente debido a los patrones de dominación que impregnan sus estructuras. Un regalo que es forzado, ya sea desde afuera o desde adentro, pierde muchos de los aspectos positivos del regalo. Es más, nos colocamos en una posición en la que podemos ser manipulados. Dependemos mucho de los juicios de otros, igual que en la masculación o en la definición por dinero. Queremos la medición y la evaluación justa de nuestras acciones. Enamoradas, podemos intentar hacer que otros se orienten al otro hacia nosotras, en lugar de nosotras orientarnos a ellos. Algunos juicios positivos acerca de nosotras parecen asegurarnos esa posibilidad. Por ejemplo: obtenemos juicios positivos de otros poniéndonos lindas. Entonces los amamos por amarnos. Así, estamos en la misma posición con respecto a ellos que lo estamos respecto a nosotras amándonos a nosotras mismas: esa parte nuestra que ama a nuestro ego basado en el intercambio. Tanto internalizamos como externalizamos las relaciones entre los paradigmas, en las relaciones con nosotras mismas y con los demás.

Se habla mucho del amor incondicional en nuestra sociedad saturada de terapia. Tal vez, lo que los terapeutas han hallado es la cualidad terapéutica del regalo de amor orientado al otro, en una sociedad regida por el intercambio, en la que gran parte del amor se da en un marco de soborno y trueque, ‘dado’ en una manera condicional. Los que aman por fuera del paradigma del intercambio pueden considerarse precursores de un mundo mejor.

Las necesidades imperiosas de aquellos cercanos a nosotras pueden provocar el regalo del amor incondicional. La trágica epidemia del SIDA ha estimulado mucho el regalar sin que haya ligazón afectiva. Los movimientos contra el abuso infantil, la violencia doméstica, las adicciones, y los movimientos que luchan por la paz, la defensa del medio ambiente, los movimientos antinucleares, la liberación de los pueblos, todos necesitan muchísimas horas de dedicación, un gran compromiso de energía vital y de imaginación.

‘Liberar’ a otros de nuestra atención funciona (según aconsejan los maestros que enseñan el pensamiento positivo) porque asegura el mantenimiento de la orientación al otro sin esperar ninguna retroalimentación de su parte. Por otro lado, una posición tan extrema, como lo es amar unilateralmente, no sería necesaria si la sociedad no estuviera tan pervertida por el intercambio. Un dar y recibir activos, esperar el turno, son conductas apropiadas entre dos personas (como también entre ellos y el resto de la sociedad) y pueden tener lugar sin que involucren dar para recibir.

Sólo cuando hemos sido tan lastimados por el intercambio y por la dominación que hemos perdido la confianza, es que necesitamos que otros nos amen incondicional y unilateralmente. Sin embargo, podemos ver esta solución con recelo, puesto que los terapeutas, la sociedad y nuestros padres nos han enseñado que está mal recibir sin dar algo a cambio. Queremos el amor del regalar incondicional, pero nos han enseñado que el intercambio es el único modo respetable y humano de comportarse, por lo que llegamos a sospechar que el amor del regalar es en realidad una táctica de poder. Es la primera parte de un intercambio en el que nos involucramos involuntariamente (¡nos amaron sin preguntarnos!) y que nunca podremos terminar de ‘pagar.’

Ejerciendo funciones paternales

Muchas de nuestras prácticas de crianza de los niños son brutales. Hacemos que niños y niñas nos obedezcan amenazándolos con abandonarlos o con pegarles. Así, les estamos enseñando intercambio y razonamiento condicionado del tipo de ‘si… entonces’: “Si haces eso, esto te va a pasar.” Hacemos que los niños nos valoren a nosotros y a nuestras palabras, de acuerdo a lo que queremos. Aquí, la entrega de la voluntad y la satisfacción de la necesidad de los padres de ser obedecidos son imitaciones grotescas del cuidado nutricio que se da y se recibe.

Hasta en la adultez nos persigue la amenaza del abandono. La sociedad nos hace lo mismo que nos hicieron nuestros padres. El fantasma de no tener casa, del desempleo y de la soledad amenaza a cada hogar, a cada lugar de empleo, a cada familia y a cada individuo. Hay una amenaza constante de escasez de amor, igual que existe la amenaza de la escasez del dinero y de bienes nutrientes. En nuestra sociedad orientada al desperdicio, de acuerdo al modelo del producto para el cual no existe mercado, o al que el acelerado ciclo de producción de intercambio y consumo casi no le da uso, podemos vernos en cualquier momento revolviendo la basura. Cuando caemos de las categorías privilegiadas del mercado, se nos ubica en el tacho de basura del tiempo y del espacio. Tal situación influye en los egos ‘masculinos’ y ‘femeninos,’ los asusta y los lleva a ubicarse en posiciones de dominio o de sumisión. Los hace seguir el modelo del Don Juan, el de la dominación del dinero uno-muchos, o el de la Súper Mamá del producto útil, por miedo a ser descartados o abandonados.

Lamentablemente, en nuestra sociedad las imágenes fálicas y los modos fálicos refuerzan el ego masculado a cada momento. La falta de rituales y de trabajos significativos, por fuera de estos patrones, hace resaltar la masculación. Todo, desde las fuerzas armadas hasta la economía de explotación, integran la idea de la masculinidad con la idea de agresividad. Los varones adolescentes aprenden que la manera de dominar a otros es mandándose la parte con grandes automóviles fálicos o con muchas novias. Las jóvenes adolescentes aprenden a prestarle atención a los automóviles grandes y a contemplar la posibilidad de ser seducidas y luego abandonadas. Desde un misil hasta el número 1, desde la Torre de Trump hasta la torre de marfil, la imagen fálica auto-semejante llama la atención sobre sí misma. Crean rituales cristalizados a los que todos en la sociedad pueden relacionarse continuamente según su posición o rol particular. Puesto que estos objetos están presentes en el diario vivir, no reconocemos su poder constante, pero inconscientemente influyen constantemente en nuestro comportamiento y en nuestras motivaciones.

Practicar el intercambio para poder regalar es el compromiso o el híbrido que la sociedad ha propuesto entre los dos paradigmas. No obstante, dar para poder recibir en términos económicos nos hace más proclives a hacer lo mismo en nuestras relaciones. Cuando medimos el intercambio emocional y sentimos que no hemos obtenido lo suficiente, parece razonable alejarnos y que no hacerlo sería auto destructivo. A veces, en lo monetario, la pareja no ‘contribuye lo suficiente con lo doméstico’—a veces, emocionalmente, él o ella no dan lo suficiente, o él sale con otras, y por lo tanto no está ‘intercambiando’ con nosotras mismas. Los terapeutas y los amigos nos ayudan a evaluar las acciones correctas o incorrectas de nuestra pareja, y aconsejan acerca de la conveniencia de seguir o no en la relación.

En las relaciones basadas en el dar, el dar en sí sería lo que es dado, asegurando un ambiente favorable a los dos, dando libertad de acción para el crecimiento. La atracción sexual provoca una gran cantidad de atención de parte de la otra persona. Cada uno ‘invierte energía’ en el otro, luego quiere dar o cuidar al otro y ser recibido por ella. De hecho, creo que muchas de las relaciones comienzan con dar, luego tan pronto ocurren cosas desagradables, aparece el pensamiento del intercambio. El dador quiere empezar a ser receptor, y empieza a calcular cuánto ha dado. Ella ‘pone límites,’ especialmente cuando ve que su dar no puede continuar así, y paradójicamente ella tiene que cambiar a la modalidad del intercambio para poder continuar dando.

Actuando de acuerdo al paradigma del regalo, es probable que la co-municación material, nos hace más proclives a seguir amando unilateralmente. Quizá por esto tantas mujeres continúan amando, manteniendo a los hijos que los hombres abandonan, y continúan siendo fieles a sus maridos que andan mariposeando por allí. Aun en un ambiente hostil, la economía del regalo se perpetúa a sí misma, por lo menos por algún tiempo. Si practicáramos el regalar en la abundancia—no sólo en el hogar sino socialmente como modo de organizar nuestra economía y nuestras instituciones—mejorarían nuestras relaciones humanas y nuestros conflictos internos podrían curar fácilmente.

Así, estaríamos trabajando de nuevo el imperativo categórico de Kant, de tal manera que no sólo preguntaríamos si el principio (el paradigma) que subyace en nuestras acciones se podría generalizar, sino que deberíamos actuar para traer su generalidad a la conciencia e institucionalizarlo. El paradigma del intercambio no puede ser generalizado como la forma de conducta para todos porque requiere los regalos de los muchos para poder funcionar. O sea, requiere que muchos practiquen el paradigma del regalo hacia este. Aquellos que quieren extender el mercado ‘libre’ a todos no están tomando esto en consideración. Russ Rymer describió recientemente el caso de una ‘salvaje’ moderna, una niña sin lenguaje, en Genie, Harper Collins, Nueva York, 1993. El libro de Rymer demuestra cuán pocos cuidados gratis, de regalo, recibió la niña. Primero, como víctima del aislamiento y del abuso de sus padres, luego como títere de los intereses de la burocracia académica. Estuvo casi tan lejos de recibir cuidados nutricios francos como Victor de Aveyron,un siglo antes, quien fue sometido a las restricciones autoritarias de Jean Marc Gaspard Itard. Genie fue capaz de hacer categorías pero nunca pudo aprender sintaxis. Ella tenía un cuarto lleno de contenedores—baldecitos de arena y tazas plásticas—que yo leo como análogos a categorías de palabras sin regalos. Yo creo que la idea de ‘pertenecer a’ o la idea de propiedad no eran suficientes para que la niña pudiera aprender el lenguaje. Ella necesitaba de la co-municación nutricia previa al lenguaje. Ella no participó en suficientes acciones de dar y recibir por fuera del intercambio, como para poder generalizar a las relaciones en el lenguaje y atribuirles valor igual que lo hacen los demás. Rymer sostiene que, aun después de liberada del cautiverio, la niña fue usada como un objeto de investigación por sus ‘encargados’ académicos. Genie pudo alcanzar el ‘estado pivote’ del desarrollo, pero no pudo ir más allá. No podía proyectar las relaciones de regalo a las palabras. Sus incapacidades ponen en evidencia los defectos del intercambio. Para el intercambio, la categoría es más importante que el contenido. Más aun, los seres humanos (especialmente los hombres masculados) son valorados por lo que tienen y se supone que nacen con: el género masculino, el alma, una personalidad, una identidad, y (algunos creen) con el lenguaje—mientras que el regalar construye estas ‘propiedades.’ A Genie no se le dio gratis, por lo tanto no tenía el modelo de dar gratuitamente,por el cual ella habría podido dar un valor orientado al otro, a los contenidos de sus categorías, o de construir su self social lingüísticamente.

Capítulo 21: Desde el jardín al grial

Al criticar el patriarcado o al puerarcado, no quiero negar la espiritualidad, sólo quiero mostrar que ha sido usado de manera tal que ha obstaculizado el dar regalos. Una de las razones del malentendido que se mantiene respecto al dar regalos, es que vemos a Dios como el máximo dador, y es un hombre. Entonces, confundimos características del regalar con características de la masculación.

Si entendiéramos a Dios, dador, como una figura femenina, tal vez tomaríamos conciencia del paradigma del regalo con más facilidad. Quizás él o ella son en realidad puro altruismo, espíritus del tipo ‘usted primero,’ y por eso él o ella son invisibles. Ella o él crean cosas y las aman al modo de ‘usted primero’ y luego continúan creando y amando otras. Si no podemos amarnos unos a otros, bloqueamos su movimiento. A lo mejor los espíritus de la naturaleza, las hadas y los ángeles son solo partes de la diosa. Partes que son un poco menos ‘usted primero.’

Ubicar el dar en el ámbito masculino oculta el hecho de que las mujeres han estado haciéndolo en todos lados y todo el tiempo. Hasta el sacrificio de Cristo distrae nuestra atención de la cantidad de sacrificios que han hecho en todos lados las mujeres, para sus hijos, para sus maridos y para otros. Nuestra gratitud se dirige hacia un dador masculino como fuente, disimulando el modelo de la madre.

Creo que el aspecto más perjudicial del cristianismo es la glorificación del sacrificio, porque no pone en evidencia las situaciones que hacen necesario el sacrificio. El sistema que crea la escasez, la guerra, la degradación del medio ambiente y de los seres humanos debe cambiar, y estas necesidades no deben ser eclipsadas por los sacrificios de aquellas que están haciendo lo mejor que pueden en una situación terrible. Debemos tener coraje sociopolítico, no para sacrificarnos, sino para reconocer las causas del problema y unirnos para cambiarlas y darles a todos el regalo general. Si podemos cambiar el paradigma, que incluye cambiar el sistema de recompensa y la estructura del ego del intercambio, seremos capaces de dar sin vaciarnos. Durante la transición entre un paradigma y otro tenemos que crear organizaciones alternativas, usar nuestra energía, nuestra imaginación y nuestros recursos. Debemos decidir entre dejarnos destruir o vaciar en el proceso, o mantenernos como modelos de dadoras que no sacrifican.

En una situación de escasez es muy fácil dar hasta nuestro vaciamiento, porque el dar no está generalizado y, por cierto, otros pueden no darle al dador aislado. A lo largo de la historia, las mujeres han sido dadoras, porque así lo requieren las necesidades de niños y niñas—pero, atrapadas en el paradigma del intercambio, a menudo somos crucificadas, obligadas a dar la vida para poder seguir satisfaciendo necesidades. Nos encontramos en situaciones tan hostiles que nos matan. Las mujeres tienen razón, dar es el Camino. Pero debemos generalizar el dar y cambiar el contexto, porque si lo seguimos haciendo en forma individual, nos vamos a destruir.

La masculación y el intercambio se ponen en primer plano, se convalidan entre sí, y hacen que otros les regalen. Por eso, las que practican el regalar no pueden ver lo que ellas mismas hacen, o darle dignidad como norma. Han aceptado los valores de los otros orientados al ego; de modo que paradójicamente pueden no tener el coraje de sus propios valores y acciones orientados al otro. Las mujeres hasta pueden llegar a creer que dar está mal, que están equivocadas, pero de todas maneras lo siguen haciendo. Le temen al paradigma que practican, y confunden la amenaza del autosacrificio debido a la escasez (un verdadero peligro que surge del contexto social) con la idea de que dar es lo que produce la escasez. Sacrificarse por algo puede ser una manera de salvar ese algo de su destrucción dándole valor, o puede ser una manera de reconocerlo o de nombrarlo a través de ‘pagar por él.’ Por otra parte, el sacrificio es a menudo el producto de la dominación por la fuerza.

Dar de manera masculada

Lo único que hicimos desde un principio fue dar un giro desde el paradigma del regalo al del intercambio. Tal vez sea esto de lo que se trata la historia del Jardín del Edén. En el paradigma del regalo no es necesaria ninguna forma de pago a cambio de algo. Sólo cuando cambiamos al paradigma del intercambio hay necesidad de pagar a cambio. Al tratar el tema de la manzana como un pecado de desobediencia, que requería pagar por él, la Biblia le enseña a los seres humanos la entrada efectiva al paradigma del intercambio con Dios, asignándole el papel de castigador, que emite una reprimenda ‘justa.’ Un Dios que apoyara el dar, que funcionara de acuerdo al paradigma del regalo, no habría necesitado de ningún pago a cambio. Ella o él hubieran enseñado a sus hijos a dar regalos actuando como modelos.

Tal vez el sacrificio de Cristo fue un intento de ser un modelo de dar y perdonar, pero el modelo de la Diosa (madre) fue anulado por el modelo masculino del Padre y del Hijo. (Todas las imágenes de la Madonna con el Niño nos podrían haber enseñado que los niños necesitan seguir a sus madres que los cuidan nutriciamente. En cambio, la orientación al otro de la madre nunca se volvió auto-convalidante. Nunca dimos ese paso lógico al frente. El enfoque siempre estuvo sobre su ‘otro.’) Entonces, el único lugar apropiado para dar parecía ser el de la madre a su hijo varón. Más aun, los valores de las mujeres no se presentaban en tanto tales como posibles soluciones sociales, sino que fueron traducidos y alterados a través de una figura masculina.

Si Cristo fue el modelo masculino del regalar, el paradigma del intercambio seguía siendo el marco para la interpretación, de modo que se lo vio como si estuviese ‘pagando por’ los pecados de la humanidad. Su muerte ‘canceló la deuda,’ pero eso no fue suficiente para sacar a la humanidad del paradigma del intercambio. Aunque él estuviese pagando por adelantado por los pecados que la gente iba a cometer, el intercambio seguía siendo el tema. El arquetipo del intercambio subyace en todo lo que hacemos e influye muchísimo en nuestra conciencia. Aun cuando nuestra intuición espiritual y nuestro corazón nos conducen hacia el altruismo, estos patrones nos tironean a nosotros y a nuestras ideas religiosas hacia atrás, hacia el modelo masculado. De hecho, como lo hemos estado diciendo, nuestra conciencia y la re-alidad en que vivimos se forman de acuerdo a los valores de la masculación. Regalar—que es el modelo de la mujer—nos llega a la conciencia a través del filtro de la masculación y del intercambio. Actualmente, el feminismo y los movimientos de mujeres en todo el mundo nos han permitido desprender a la madre de su ‘otro’ y ver a las mujeres como las portadoras de los valores que tienden al otro de la especie.

Comunicándonos con los dioses

Los seres humanos han tratado de establecer co-municación con los dioses, entregándoles numerosos ‘regalos,’ desde el sacrificio de animales hasta el sacrificio de seres humanos, desde las novenas hasta los diezmos. El ‘regalo’ de la vida de Cristo a Dios puede también ser interpretado como un acto de co-municación—la Palabra. Como no hemos reconocido el paradigma del regalo y su papel en la co-municación, puede ocurrir que veamos nuestro intento de interactuar como una etapa en la lógica del intercambio. Tratamos de chantajear a la divinidad: “Te daré esto, si me das eso.”

Tal vez debido a nuestra angustia por la masculación, o a la ideología del intercambio, o tal vez por un defecto de imaginación, consideramos que la clase de regalos que satisfacen a los dioses son los mayores sacrificios. Quizá la dificultad para comunicarnos sea porque esa clase de regalos angustia a la Divinidad, tanto como nos duele a nosotros. El grito del animal cuando es degollado, horroriza a Él a Ella—o Hum. Necesitamos inventar otro tipo diferente de regalos, más gratos y fáciles, tales como son las palabras para nosotros, como el incienso, las flores, la música o la comida. La crueldad entre nosotros provoca una atmósfera tóxica en la que el espíritu no puede fluir libremente de una persona a la otra.

Tal vez nuestras actitudes masculadas simplemente no permiten unidades colectivas lo suficientemente grandes, como para formar un sujeto de comunicación, para oír y ser escuchado por Hum. Si pudiésemos realmente virar al paradigma del regalo y desenredar la lógica de la comunicación de la lógica del regalo, tal vez podríamos encontrar nuevamente el Jardín del Edén. Podría ser la llegada del reino de Dios, o Diosa. No creo que sea ni un reino ni una democracia, tendrá que ser una nueva forma de gobierno.

Desde lo complejo al concepto

En las celebraciones de Navidad nos alegramos por el nacimiento de un niño, deseamos lo mejor para los seres humanos, deseamos nuestra salvación y la solución de los problemas. Vemos la solución a nuestros problemas en el niño. De hecho, esto es un resultado de la lucha entre el paradigma del regalo y el paradigma del intercambio. La mujer da al niño. El hombre da el nombre, la herencia. El niño ocupa el lugar de los padres. El presente se cambia por el futuro, o toma su lugar, y el conflicto se pasa de mano en mano, como un ‘regalo’ de una generación a la otra. Esta herencia es una extraña clase de regalo, que involucra una división del trabajo intrincada, como la que existe entre los maridos que tienen un salario y las esposas que no lo tienen.

Intercambiamos en el presente con el fin de darles a otros en el futuro. ¿En el futuro otros intercambiarán o darán? Ahora, a fines del siglo XX, estamos integrando el presente y el futuro al intercambio. Estamos haciendo del futuro un presente para nosotros mismos y no estamos legando una tierra en buen estado. Estamos creando escasez, haciendo de la economía del regalo algo imposible para nuestros hijos y para las futuras generaciones. Estamos convalidando el sistema, haciendo un meta juicio a favor del intercambio, de manera que la misma posibilidad de existencia del regalar es destruida.

La madre le ha estado dando el regalo de sus hijos a su esposo. El antiguo derecho del primogénito fue una de las formas que tomó masculación en familias ricas y poderosas. Para la lógica del cristianismo, si Cristo era hijo de Dios, y a la vez era hombre, y si los hombres eran hermanos, la relación uno-muchos de Cristo con ellos era como la relación del primer hijo con sus hermanos. La relación uno-muchos de Dios, el creador, con la humanidad, es igual a la de Cristo, su hijo, con la humanidad. En esto, las relaciones son similares a la muestra uno-muchos o a la palabra uno-muchos.

A pesar de que la relación del artesano con sus productos (que él hace a su imagen) o del padre con sus hijos, es un ‘complejo’ que se asemeja a la familia, se puede transformar en una relación de concepto cuando se descubre la cualidad en común de los objetos. La cualidad en común de los seres humanos se expresa en sus almas ‘salvadas,’ que se relacionan con Cristo como la muestra uno-muchos de Cristo que es igual a Dios en esa relación, y es la encarnación de Su palabra o Su re-presentante en la tierra. Si Cristo es Dios, y el hijo es el padre, él está en ambos lados de la ecuación entre la palabra y la muestra. Los mitos cristianos también pueden ser leídos como una exploración del proceso de formación de conceptos. (Vea las Figuras 39 y 40.)

Algunos de los otros elementos del intercambio que hemos estado discutiendo también son evidentes aquí. Por ejemplo, Cristo también es el equivalente general, y su vida es el medio para el intercambio—el dinero—que paga por los pecados de los hombres. Si la gente es pecadora, no son iguales unos a otros, y no pueden ingresar en la relación del concepto con Dios, de ‘los muchos con el Uno’ porque carecen de la cualidad en común. Muchas historias en la Biblia describen los pecados de los seres humanos. El pecado de Adán y Eva los hizo diferentes a Dios, y al revelar su desnudez los hizo tomar conciencia de las diferencias entre ellos. La muerte de Abel causada por Caín hace a Caín diferente de los otros hombres. El Antiguo Testamento es una crónica de las diferencias humanas. Cristo dio a entender, al pagar por y al per-donar a la humanidad, que los seres humanos tenían otra vez igual valor y podían entrar en la relación del concepto con él como una muestra idéntica a su Padre.

La desobediencia de Adán y Eva parece haber sido la causa de la deuda con Dios, y la idea de deuda es parte del paradigma del intercambio. La deuda logró que la gente sintiera que debía darle a Dios (creando una co-municación), lo que era como una motivación para dar regalos, aunque de hecho, era el pago por haber hecho algo mal. Tal vez se creyó que pagando por el pecado no quedaría ninguna deuda pendiente, y entonces el paradigma del regalo podría regresar. Sin embargo, no fue un pecado cometido por los seres humanos, ni una deuda que contrajeron, o un acto en el que se solazaban por no dar (no ser obedientes con Dios). Simplemente fue asumir la idea de que había que pagar, el intercambio, que les hizo creer a los humanos que tenían que pagar a cambio. Lamentablemente, como lo enseñó posteriormente la historia, el ‘pago’ de Cristo no invalidó el paradigma del intercambio, aunque él ‘per-donara.’

Pagar por los pecados de la humanidad fue un intercambio, aunque el sacrificio de la vida de Cristo haya sido, tal vez, un intento de enseñar el modelo del regalo en una situación de escasez de justicia y verdadera ausencia de amabilidad. En realidad, muchas mujeres se sacrifican todo el tiempo en situaciones similares, no para pagar por algo sino para satisfacer las necesidades de los que están a su cuidado.

Tal vez, el hecho de que Cristo naciera de la Virgen muestra a Cristo como el hijo del paradigma del regalo, por fuera de la sexualidad genital, y también más allá del ego masculino. Sin embargo, proponer el regalar como surgiendo del modelo masculino es peligroso. Las organizaciones de la Iglesia dedicadas a honrar las enseñanzas de Cristo, instalaron jerarquías religiosas masculadas misóginas, que apoyaron las jerarquías económicas y políticas, invadieron otros territorios y masacraron a los que tenían otras creencias sólo para enseñarles el ‘altruismo.’

Para cambiar de paradigma debemos identificar el paradigma del regalo con las mujeres en general, seguir su liderazgo, y no repetir las estructuras masculadas de uno-muchos que se auto-propagan, engendran jerarquías y promueven la competencia y la dominación. Ciertamente, sobrevalorar la posición de la muestra del concepto del ‘uno’ es una parte importante del problema. Es un elemento del proceso de masculación, que debe ser desarmado para poder volver al paradigma del regalo como norma. Desgraciadamente, tanto la lógica como el aspecto organizacional del Cristianismo, han fusionado la imagen de un dios masculino dador ocupando la posición del ‘uno’ y con las características masculadas de sobrepasar y dominar.

El regalar es continuamente mal interpretado a escala social, y al mismo tiempo pasa desapercibida la modalidad del regalo a escala individual interna. De hecho, el dar regalos internamente no produce sólo una fotografía estática, como lo mencionamos en relación con el homúnculo. A menudo, el regalar internamente está paralizado o se vuelve inconsciente, por la falta de modelos del regalar convalidados externamente. Tal vez los modelos del sacrificio de Cristo y el sacrificio de los santos proveen el contexto que, al menos parcialmente, convalida el regalar individualmente. Sin embargo, al hacer del regalar un sacrificio, y del paradigma del regalo algo propio de santos, en vez de reconocer su existencia en lo que las mujeres y algunos hombres hacen en su vida cotidiana, lo ponemos fuera del alcance de todos.

El Padre Autoritario

La religión patriarcal proporciona una serie de imágenes falsas del hombre que regala. El Padre, que supuestamente no abusaría de sus niños, de hecho los expulsó del Jardín del Edén por comerse una manzana. Entonces, como sucede con los padres humanos, requiere que seamos ciegos y neguemos su injusticia. Como modelo de dador de regalos interno y externo, la divinidad da lugar a diversas transgresiones, especialmente en la línea del autoritarismo. ¿Cuántos niños han sufrido abusos en nombre de la voluntad divina, cuánta violencia se ha ejercido sobre ellos en nombre de la santidad de su padre y por necesidad de piedad filial? Realmente, es un error llamar al Dios de estos padres ‘bueno,’ porque la compasión parece estar en un lugar secundario respecto de lo que piensan como la acción correcta—acción que refuerza sus egos masculados. Los hombres primero proyectan sus valores en un Patriarca todopoderoso, luego lo usan para justificar el fortalecimiento de sus egos, juzgando los modos autoritarios como algo bueno.

Cuando cuestionamos la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo, nos dicen que está más allá de nuestra comprensión. En realidad, la imagen autoritaria de Dios convalida el patrón abusador en los hombres, pero no convalida la compasión y el cuidar nutricio de las mujeres—porque plantea que el Dios masculino, que también es autoritario, es todo bondad, y no permite una imagen femenina de Dios. Esto es parte de la causa del sufrimiento. Si pensamos que no lo podemos entender, solo alimentamos nuestra negación del abuso. Existe un tabú respecto a pensar que nuestro concepto de Dios puede ser la causa de que los hombres masculados continúen causando sufrimiento.

De manera similar, las madres se niegan a reconocer el abuso que sus maridos están perpetrando sobre sus hijos, manteniendo su fe en el lado bueno del esposo, y en la ‘insondable voluntad de Dios.’ Esto hace que permitan el abuso, y al hacerlo se convierten en cómplices. De esta manera, la imagen del que regala es asimilada a la imagen del ego autoritario o es femenina y débil, cuidando al hombre, y a lo sumo, intercediendo ante él, como la Virgen María, suplicando humildemente por su niño ante la Autoridad masculina.

Mientras tanto, el niño que ella está criando es, en realidad, la autoridad masculina en miniatura. Entonces, nuestra Madre interna, se transforma en pequeñas iniciativas internas orientadas al otro, o en ineficientes remordimientos de conciencia, o un tira y afloje con nuestra voluntad masculada de poder. Descalificamos su intermediación a favor de otros como una actitud compasiva poco realista, simples reacciones de un corazón que sufre. Si logra despertar en nosotros un momento de orientación al otro, el crédito se lo damos al Buen Padre, al ‘caritativo’ ego masculado. Tal vez podríamos terminar con esta imagen ilusoria del padre y optar por María como modelo. Tendríamos que cambiar la imagen que tenemos de ella, redirigiendo su orientación al otro lejos de la obediencia y de la intermediación, hacia el empoderamiento nutricio de la humanidad y del planeta—en especial de las mujeres y de los niños. En tiempos recientes, el movimiento de espiritualidad de las mujeres nos ha devuelto muchas imágenes femeninas de la Divinidad, como diosas dadoras de regalos que también son poderosas.

El Santo Grial y la alquimia

El Santo Grial es la fuente gratuita de la abundancia. El Grial, la copa, es también simbólicamente, la cornucopia o la matriz. Tal vez el aspecto espiritual de esa historia sobre esos héroes que fueron en busca del cáliz de la Última Cena, nos vuelve a decir que el problema no es biológico, sino social. El Grial no es un objeto material, es una lógica, una manera de organizar nuestro comportamiento económico. El Grial es el paradigma del regalo. No es un objeto físico—no es la matriz, no es la vagina, ni el pecho, ni el pene, no es un cuerno ni una espada, ni un cáliz ni una cuchilla—sino que es el rechazo de alinear mal al microcosmos y al macrocosmos. Es el rechazo a realizar el giro hacia la estructura artificial del intercambio y su ego, ahí donde deberían estar la abundancia y los cuidados nutricios. El Santo Grial es el regalo que regala, el regalo del paradigma del regalo que todos recibimos de nuestra madre—lo único que tenemos que hacer para recibirlo nuevamente, por fin, es superar nuestros complejos infantiles y nuestros malentendidos masculados del lenguaje y la vida.

Esta interpretación social del Santo Grial, puede sostenerse interpretando la práctica de la alquimia en términos marxistas. Cualquier mercancía podría convertirse en equivalente general socialmente elegido, dinero, aunque solo el oro lo consiguió de hecho. La alquimia, en realidad, planteaba una pregunta acerca de una preferencia social. El transformar metales pesados en oro, es la proyección física del problema, “¿Cómo se hace para que algo se convierta en dinero?” Esta pregunta nos hace retroceder a la pregunta, “¿Cómo se hace para que un niño se convierta en hombre?” o, “¿Cómo se hace para que una parte del cuerpo se convierta en pene, la marca de la categoría ‘masculina?’” o a la pregunta que está más oculta aun, “¿Cómo se convierte una parte del cuerpo en vagina, en matriz, en pechos, productores de vida y cuidados nutricios?” y, “¿Cómo pueden la vagina y los pechos convertirse en la ‘muestra?’”

Tanto la alquimia como la historia del Santo Grial expresan aspectos del problema social de la masculación en el plano económico. Hemos visto como la posición de muestra es un atributo social y no una cualidad que le corresponda a los objetos materiales en sí mismos. El valor especial del oro no viene del metal mismo; más bien es una cualidad social, procedente del uso del oro como equivalente general en el intercambio—por su valor de muestra.

Podríamos asignar socialmente ese rol a piezas de plomo especialmente diseñadas, como se ha hecho con el papel impreso. La relativa escasez del oro lo convirtió en un medio funcional para el intercambio. Esa escasez relativa también es posible por la limitada cantidad de papel moneda que se imprime. Fácilmente podríamos imprimir pedazos de plomo, pero serían pesados para llevar en los bolsillos. La ironía está en que si los alquimistas hubiesen logrado transformar el plomo en oro, habría tal cantidad de oro que ya no serviría como equivalente general, y el propósito de la transformación se habría perdido.

De hecho, la transformación de los metales pesados en oro ha sucedido. El único elemento que no ha entrado en el proceso es la identidad física material del plomo, ni del oro. En la transformación, la identidad física de los elementos a transformar era irrelevante. Lo que era esencial era la similitud entre los artículos usados como dinero material (billetes, monedas, etc.) y su producción en una cantidad limitada. Esto permitió su uso social como equivalente general. Por último, el plomo que tenía importancia era el plomo de imprenta, el que se usa para imprimir papel moneda. La preferencia por el oro o por el papel moneda como equivalente general se debe a diversos factores sociales e históricos. El hecho de que elijamos un objeto como muestra de valor económico se debe a la masculación y a su expresión psicoeconómica en el intercambio.

La búsqueda del Santo Grial nos muestra un problema similar: es la búsqueda de un cambio en el nivel equivocado. El objeto físico, el grial, no es la fuente de la abundancia. Tampoco lo es la matriz, como equivalente simbólico de la copa. Aunque la matriz nos remite a la idea de la madre, y el tan ansiado Grial nos evoca la idea de un objeto privilegiado, la solución al rompecabezas no está en encontrar el objeto, o en contemplar la matriz, ni en darles a los hombres un útero o castrarlos (dándoles una ‘vagina’ provocándoles una herida). Tampoco la respuesta está en la búsqueda misma.

Más bien la respuesta está en el cambio de planos, de lo físico y metafísico, a lo social y psicológico. Si comprendemos y desmantelamos el proceso social de la masculación podemos devolver el modelo de la madre a todos, procurando una economía nutricia (una cornucopia social o un grial), que dará satisfacción, con abundancia, a las necesidades de todos. Una economía nutricia no requeriría de modificaciones en los cuerpos de hombres y mujeres—nada de castración ni de agregar partes a un cuerpo que originalmente no las tenía. Solo se necesitaría un cambio en nuestra interpretación de esas diferencias, junto al desmantelamiento de sus proyecciones económicas, sociales y psicológicas. Nos hemos visto forzados a buscar el origen de todo bien porque no estamos haciendo la pregunta (correcta)—la pregunta correcta no era, “¿De qué sufre el caballero?” aunque traía a colación el tema de la castración en su conexión con la búsqueda del regalar. (De hecho, la pregunta se parece mucho a nuestro saludo, “¿Cómo está usted?” saludo que podría potencialmente iniciar una interacción comunicativa.)

La pregunta que ellos y nosotros nos deberíamos haber hecho es, “¿Cómo podemos proveer abundancia para todos?” Y la respuesta, entonces y ahora, hubiera sido simbólicamente el Grial, “Sigan el modelo de la madre nutricia y dadora de vida.” La pregunta final de Percival: “¿A quién le sirve el Grial?” es similar a la pregunta, “¿Para quién es?” que está en la base de la escisión entre regalar e intercambiar. ¿Es para el otro o para el ego, para el presente o para el futuro Martín Pescador o para Dios? ¿O le podríamos aplicar al Grial la contestación que Marx dio acerca de la pregunta del lenguaje, y ver su infinita creatividad en la lógica que tiende al otro en la socialización humana, la lógica que da un paso extra: “Para otros, y, por lo tanto, realmente también para mí?”

En un libro reciente sobre el Santo Grial, Graham Phillips establece una conexión entre el romance francés medieval, La Folie Perceval con el Tarot, y en especial con la carta de la ‘Papesa’ (la figura de una mujer en la posición papal uno-muchos). Phillips también hace una tentativa de identificación del Grial con el Evangelio Secreto de Tomás Dídimus, cuya copia completa fue hallada supuestamente en Egipto en 1945. Una sección del texto que él cita parece estar relacionada con el modelo de la madre y la liberación de la masculación:

“Jesús vio a unos niños que eran amamantados y les dijo a sus discípulos, ‘Estos niños que son amamantados son como aquellos que entran en el Reino de Dios.’ Ellos le dijeron, ‘¿Entonces nosotros siendo niños entraremos en el Reino de Dios?’ Y Jesús les dijo, ‘Cuando hacen de dos uno, y cuando hacen de lo de adentro lo de afuera y lo de afuera lo de adentro, y lo de arriba lo de abajo, y cuando unen lo masculino y lo femenino en uno solo, de tal manera que el masculino no sea masculino ni el femenino sea femenino, cuando hacen que el ojo esté en el lugar del ojo, y la mano en el lugar de la mano, y el pie en el lugar del pie, y la imagen en el lugar de la imagen, entonces ustedes sí podrán entrar en el Reino de Dios.”

Algunos de los elementos de este pasaje evocan la restauración del modelo de la madre nutricia, especialmente la unidad no masculada de lo femenino y lo masculino, y el modelo del pecho. La unidad de los opuestos, y el retorno de la sustitución de cosas por cosas, tal vez sean una transposición de co-municación material.

El hombre que cuida

La transustancialización a través de definir o de nombrar, “Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre,” realmente comprueba el punto de la alquimia. Dios o Cristo como muestras del concepto de humanidad, transforma el pan y el vino en la muestra (de sí mismo). Como la muestra del hombre que cuida, él se convierte a sí mismo en comida y bebida. La transustancialización demuestra el poder de la definición, como también lo hace la masculación. El efecto de nombrar no es físico, como podría serlo en un milagro (convertir agua en vino), sino social. El Santo Grial, el símbolo de la madre, es el lugar para hacer un hombre que cuida, reformando e interpretando de nuevo el mecanismo social de nombrar, en especial el nombrar género. La sus-tancia es solo comprensión.

Tal vez, en el sacramento de la Iglesia se le presta más atención a la característica de muestra del proceso de la transustancialización que al carácter material del pan y del vino. Del pan y del vino materiales sólo tenemos que pasar al carácter de muestra de Dios y no a otro material físico. Y Dios es la “forma humana divina,” una idea social que sigue el proceso de otras ideas sociales, ya sea que ella o él existan o no.

La ‘transustancialización’ se parece mucho al intercambio o a la masculación. Es un cambio en el estado de algo, un cambio que tiene lugar al relacionarlo con una palabra nueva como nombre. La ‘muestra de muestras’ nombra (y señala algo) como eso mismo, y el sacerdote repite el proceso. Si el Dios masculino es el Uno equivalente general, al convertirse él mismo en alimento, transforma tanto esta materia en muestra, y hace a la muestra masculina material nutricio. La ‘hostia’ es, después de todo, sólo una degustación, una prueba, una muestra. Al mismo tiempo que el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre, el modelo cambia de lo masculino a lo femenino, del dominio al cuidado nutricio—y éste es realmente el sabor de un mundo mejor, a pesar de encontrarse oculto dentro del tabernáculo de la religión patriarcal autoritaria.

La forma simbólica del Grial coincide con sus contenidos, transponiendo un sacrificio real en uno simbólico, dando un regalo que es fácil de dar (pan y vino) en lugar de un regalo que no se puede hacer (cuerpo y sangre). Entonces, los curas hombres tienen algo que dar, con sus palabras que se parecen mucho a las madres nutricias, hacen de modelos del dar gratis. Los sacerdotes, en el ritual, a través de las palabras, “Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre,” supuestamente cambian la sustancia de las cosas, pan y vino. Cambiando nuestras palabras de género, podríamos cambiar la sustancia (la comprensión) de los hombres y convertirlos en cuidadores. La Comunión apunta al humano sin género, oculto dentro del modelo del hombre que cuida.

Lo que necesitamos ahora es la restauración del modelo de la mujer que cuida. Cualquiera de los dos modelos, o ambos, deben servir para cambiar el sistema masculado, para el cual el sacrificio es funcional. Con ese cambio crearemos un sistema en el que podremos compartir, local y globalmente, comida de verdad y no simbólica, transformando así la realidad. Comprenderemos a las palabras como la fuerza de lo colectivo para transformar nuestro entendimiento, y a los ‘unos’ como elementos de nuestro proceso conceptual, liberando el espíritu del patriarcado.

El sacrificio humano

En la actualidad gastamos nuestra riqueza en cosas que no satisfacen nuestras necesidades para incentivar a la economía, y por lo tanto, damos nuestros regalos de valor a la economía misma en vez de darnos unos a otros. El desperdicio y la destrucción de productos crean escasez. Por consiguiente, los precios suben porque los bienes no se acumulan y por lo tanto no crean abundancia, lo que haría innecesario todo el sistema. Los que participan como vendedores en el proceso de crear necesidades artificiales falsas y desechos, reciben grandes recompensas a cambio de sus esfuerzos. No sólo reciben los regalos de la plus valía de los productores locales y del exterior (y el tema del diferencial de la tasa cambiaria hace que el conjunto de la economía de un país les dé al conjunto de la economía de otro país y además a los agentes económicos individuales de ese otro país), sino que reciben los regalos que permanecen en la sombra de todas las necesidades que se mantienen sin satisfacer porque no se deja aumentar la abundancia.

La teoría del ‘derrame’ no se concreta porque no se permite que la copa, que podría haber sido el Grial, se llene o se derrame. Los regalos se escurren a través de una rajadura en el fondo, en forma de residuos. Mientras tanto, las necesidades insatisfechas de millones de personas, incluyendo a los cuarenta mil niños que mueren diariamente a nivel mundial por hambre y enfermedades evitables, son, en realidad, sacrificios humanos que les dan valor a las ‘necesidades’ del mercado libre. Los sacrificios humanos rituales que perpetuaban la sociedad piramidal de los antiguos Mayas, involucraban la muerte de unos pocos a la vista de los muchos. Tal vez, después de todo, los Mayas eran más compasivos y conscientes que nosotros.

Sacrificamos millones de vidas humanas para crear la escasez necesaria para que nuestro sistema funcione, para mantener las pirámides sociales, las jerarquías, las cadenas ascendentes de regalos y las cadenas descendentes de definiciones y mandatos masculados. Pero estos sacrificios, para muchos de nosotros ocurren en ‘otro lado.’ Los regalos que se nos dan son invisibles, y si acaso se ven, la conexión que tienen con nuestra economía no es reconocida. Las rebeliones en ‘otros lados’ son reprimidas con gran cantidad de armamento, cuya manufactura desvía energía y dinero hacia los medios de destrucción, y les trae más ganancias a los que los producen y los venden, mientras saquean aun más la tienda de los bienes que servirían para nutrir .

En el ‘Primer Mundo,’ cuando miramos las fotografías de los hambrientos y los lisiados de otros países (o del otro lado del cerco), atribuimos su condición a las calamidades locales ya sea de la naturaleza o de la ‘naturaleza humana.’ Sin embargo, puesto que en un sistema alternativo, en la abundancia, su situación podría ser otra, sus muertes —que son consecuencia del sistema de escasez creado artificialmente y del exceso de regalos que nos dan— otorgan valor a nuestro sistema al darle lugar. Nuestro propio bienestar parece provenir de la buena fortuna localizada, o porque lo ‘merecemos,’ y negamos cualquier transferencia de riqueza y de valor hacia nosotros, desde otros países y desde otras clases.

La civilización Maya terminó; los sacrificios humanos ya no se realizan. Se ha especulado mucho acerca de la causa de su aparente fin abrupto. Se han sugerido como causas la sequía, las enfermedades, la conquista. Yo prefiero creer que alguien cambió su posición-comprensión y dijo las palabras sagradas, “Esto no funciona. No lo hagamos más.” Entonces todo el grupo, en un gran acto civilizado, decidió volver al campo, para vivir en paz con sus seres queridos, renunciando a atribuir valor a la pirámide haciendo sacrificios humanos, dando bienes y obedeciendo. Nosotros podríamos hacer lo mismo.

Los Mayas sacrificaban al ‘uno’ como un regalo en la co-municación material con los dioses, quienes supuestamente les darían, a cambio, regalos de abundancia. Se extraía sangre de la lengua (la palabra) y del pene (la ‘marca’ de la posición del uno) del rey. Como sucedía en muchas culturas, los Mayas sacrificaban al ‘uno’ privilegiado, como representante del grupo.

Ahora sacrificamos la vida de millones, no a los dioses, no como representantes, sino para darle valor al sistema masculado, al que percibimos como de cuidado, nuestra fuente natural y única de vida. El valor cultural que damos a la ganancia y a la riqueza también es dado por el sacrificio de niños y madres en el futuro, puesto que sus medios para nutrirse están siendo destruidos a través de la degradación del medio ambiente. El cáncer, debido a la radiación nuclear y a los químicos dañinos, ataca el símbolo del regalar en las madres, los pechos. En Estados Unidos hay una epidemia, se prevé que una de cada ocho mujeres desarrollará cáncer de pecho.

En realidad, casi la mitad de la población desarrollará algún tipo de cáncer. La enfermedad también ataca la ‘marca’ de la masculación, cáncer de próstata, e incluso la cantidad de esperma. En años recientes, especialmente entre los hombres blancos, la cantidad de esperma ha disminuido considerablemente, y se presume que se debe a causas ambientales. Al no cuestionar los informes incompletos que los defensores del mercado libre, como la Sociedad Americana del Cáncer y la Asociación Médica Americana, emiten sobre las causas del cáncer, sacrificamos nuestros pechos, sacrificamos nuestra capacidad de reproducción, y hasta nuestras vidas, para darle valor a la economía del intercambio. La radiación nuclear cancerígena y los químicos tóxicos, que las industrias del mercado libre depositan en el medio ambiente, se mantienen invisibles y continúan acumulándose y su abundancia se vuelve permanente, mientras escasean los recursos necesarios para sustentar la vida.

Aquellos que intentan curar las enfermedades subsisten gracias al sistema, del que reciben los medios para vivir, y le agradecen y le dan crédito, lo que hace poco probable que lo consideren causante del cáncer. Igual que las mujeres que sobrevaloran la masculación, les dan valor a los mismos procesos que crean el problema mientras al mismo tiempo tratan de cuidar a los individuos que han sido afectados por esos procesos. El sistema no es sólo un marido caritativo, a veces rudo, al que debemos valorar y seguir, reduciendo el daño; es un mecanismo riesgoso que debemos reconocer, entender y desmantelar paso a paso, de manera de no destruir a todos los que están cerca.

Si hacemos esto, cambiaremos nuestra conciencia y empezaremos a dar valor, no al intercambio sino a las necesidades de todos y a su satisfacción en todos los niveles. Dejaríamos de sacrificarnos, de sacrificar a nuestros niños y niñas, y a los billones de seres humanos desconocidos que mantenemos y mantienen nuestro sistema piramidal, y dirigiríamos nuestros regalos para co-municarnos con todos, en la abundancia. Podemos empezar por poner al Santo Grial de moda para toda la sociedad, la cornucopia de la co-municación, diciendo las palabras sagradas de la transustancialización, cambiando nuestra comprensión social: “Detengamos ahora esta devastación.”

Tal vez el escudo espacial de la La guerra de las estrellas actuaba de escudo entre el intercambio y el regalar, haciéndolo a un meta nivel (arriba) en el espacio. La metáfora del meta se llevó tan lejos, se gastaron millones de dólares, porque sencillamente no entendemos lo que estamos haciendo.

De hecho, la relación de Dios, María y José, y Jesús es una reminiscencia de las sociedades en las que el hermano de la madre (una persona que no tiene relaciones sexuales con la madre) asume el rol paternal para el niño.

El Grial (o la copa de la abundancia) es el opuesto simbólico del ‘cap’ (tapa) del cap-italismo.

Dr. Graham Phillips, The Search for the Holy Grail, Arrow Books, Random House, London, 1996. pp. 170-171. El Dr. Graham Phillips manifiesta que ha encontrado el artefacto material que era el Santo Grial.

La idea Cristiana no era nueva. Por ejemplo, en la tradición de la gran diosa, el dios hijo-sol Dionisio en sus formas múltiples fue también comido ritualmente. “Como un Dios de la Vegetación él fue sacrificado ritualmente, generalmente en un árbol (prototipo de la cruz subsecuente). Su piel fue comida como pan, su sangre bebida como vino…” de Monica Sjoo y Barbara Mor, La Gran Madre Cósmica: Redescubriendo la Religión de la Tierra. San Francisco, Harper and Row, 1987, p.121.

Es impresionante que la bomba que fue dejada caer en Hiroshima fue llamada “Niñito.” El nombre “El Niño” también indica a muchos niveles la fuente de nuestros problemas climáticos.

Capítulo 22: Especulaciones cosmológicas

La vida en la tierra es un intento que la tierra hace para imitar o expresar la relación que tiene con el sol. Puesto que el proceso de vida y muerte ha dejado un humus del pasado del que crecerá el futuro, la expresión ha cambiado a lo largo del tiempo. La tierra, en toda su diversidad y fertilidad, es el producto de su interacción con el sol—interacción en la que el sol da un tipo de energía constante y la tierra da una gran variedad de energías. La tierra tiene una evolución y una historia; el sol no, o por lo menos parece no tenerlo, ya que su evolución es mucho más lenta. Lo que sucede en el presente en la tierra es el resultado de lo que pasó antes. Las capas de la tierra sobre las que crecen las plantas y sobre las que caminan las personas y los animales son subproductos de acontecimientos pasados, todos los cuales implicaban el uso que la tierra hizo de la energía del sol. Sistemas cerrados como el de los árboles y las briznas de hierba, se elevan hacia el sol. Habiendo incorporado la energía de la luz, ellos mismos son rayos de sol de la tierra, o ‘rayos de la tierra’ tratando de alcanzar al espacio.

Los animales y los seres humanos que se paran en dos o en cuatro patas, o los pájaros que vuelan hacia las nubes, todos ellos son energía de la tierra en movimiento dirigido hacia afuera. Más allá de esto, está nuestra capacidad de movilizarnos hacia una meta. Guiados por nuestra vista, nos movemos de un lugar al otro, igual que como se mueve la energía del sol hacia la tierra. En esta dimensión la vida imita su origen. De igual manera, los espermatozoides se movilizan hacia el óvulo; se crea el huevo o cigota que a su vez se desplaza hacia ese lugar en el útero donde ocurre la fertilización. Pero también, en la dimensión consciente, surge una intención que se impulsa a sí misma. Como un rayo de sol que se lanza hacia la tierra, se mueve hacia su meta u objetivo, combinándose quizá con otros elementos pasados de la vida, para crear un resultado, un rayo de sol incorporado a un rayo de la tierra, energías terrestres, rindiendo frutos.

Nuestras voces y las de los animales, los peces, los pájaros, nacen de las gargantas y llegan a oídos receptivos, en los que son incorporados y se convierten en entendimiento, comportamiento y sensaciones. La luz solar de nuestra atención ilumina nuestra experiencia pasada, presente y futura, y las experiencias de otros que nos llegan a través de los sentidos, o a través de sus historias, o en lo que leemos y vemos. Nuestra atención consciente brilla sobre nosotros mismos y nos ayuda a planear y a decidir, clarifica nuestras intenciones y las lleva a cabo. Sin embargo, socialmente se ha creado una especie de juego de espejos, en el que estamos atrapados por nuestro reflejo, enfocando nuestra energía hacia dentro de nosotras.

Esto se ha combinado con el uso de energía acumulada de otros, o del grupo, para fomentar la energía enfocada sobre nosotros mismos. Es como si el rayo de sol se incorporara a la tierra y regresara a sí mismo multiplicado, como si los rayos de sol fuesen un sistema cerrado también. Hay una confusión entre la vida—plantas y animales—y la energía. Es más aun, esta forma de atención centrada sobre sí misma puede hacerle daño a los demás, puesto que se apropia de la energía de los otros para intensificar la propia. El sol no hace esto. El juego de espejos produce un hambre insaciable de energía para enfocar y hacer brillar al propio ego con más fuerza, atrayendo una y otra vez la atención de otros.

En tanto seres humanos de muchas y variadas culturas, hemos tratado de entender lo que fuimos, lo que hicimos, o lo que supuestamente debíamos hacer, y dónde vivíamos. Sólo recientemente nuestra astronomía nos ha dado alguna idea aproximada del universo, de nuestro planeta y de nuestra estrella. No nos hemos de extrañar ni sorprender entonces, si pensamos que podríamos habernos equivocado en como nos dirigimos e imaginamos nuestras metas.

Freud dejó muy claro que en su época, a veces (también pasa en la nuestra), los niños tenían ideas muy distorsionadas sobre el sexo—y que eso influiría luego en sus pensamientos y en sus emociones. Sería lógico pensar que una falsa cosmología podría tener una influencia negativa en nuestra imaginación colectiva. La idea de que el sol es el centro del universo habrá influido sobre nuestro pensamiento y nuestro comportamiento social mucho más de lo que nos damos cuenta. Y la mera idea de que estamos sobre una pequeña partícula de polvo cercana a una chispa de luz, en medio de billones de otras, nos deja atónitos y no sana nuestra imaginación. En cambio, la visión de la tierra desde la luna permite una perspectiva desde la que podemos ubicarnos en un contexto productivo. La tierra es un lugar especial, una gota brillante de vida. Somos parte de eso.

No fue Copérnico sino Ptolomeo quien tuvo razón: la tierra es el centro del universo, de nuestro universo, porque somos seres humanos. Ahora que empezamos a poder ver lo que la tierra es, tal vez sea más fácil ver lo que somos y lo que debemos hacer.

Primero, debemos respetar nuestro planeta, la vida de la que todos somos parte. Lo que es excepcional aquí, no es que los rayos del sol se dirigen hacia nosotros, sino que la tierra es capaz de hacer algo con ellos. Debemos vernos como luz incorporada, como vida incorporada. Tenemos que ser como Ricitos de Oro y encontrar la cosmología de nuestra propia dimensión, la perspectiva de la tierra que sea ‘justo la correcta’ para nosotros. Debemos entender nuestro sitio en la tierra y dentro del sistema solar, para poder clarificar la relación entre nosotros. Uno de nuestros problemas particulares en la actualidad es vernos como personas únicas, relacionados en tanto individuos con otros cinco billones y medio de seres humanos. Es notable la semejanza entre este problema y el de ver nuestra tierra y nuestro cielo en relación con billones de soles y de posibles planetas, a medida que se descubre gran número de galaxias.

Podríamos llamar a esto una teoría del conocimiento por medio de la proyección. Proyectamos una pregunta humana apremiante sobre alguna rama del conocimiento y luego la encontramos allí. Esto no quiere decir que el conocimiento obtenido así no sea verdadero, sino que lo que motiva su búsqueda es un problema existencial social o colectivo, más que una motivación aséptica de ‘curiosidad’ puramente individual o incluso una no tan aséptica búsqueda de ganancia individual. ¿Y no es la avidez por el conocimiento una especie de traducción de la avaricia y la avidez por bienes y dinero, que constituyen la motivación de nuestra sociedad basada en el intercambio?

La teoría de la evolución de la supervivencia del más apto, que se desarrolló al mismo tiempo que la de la supervivencia del más apto de la economía capitalista, es otro caso en cuestión. Tal vez, si entendiéramos el mecanismo de la proyección podríamos entender por qué lo hacemos y cuál es la dificultad social o personal que estamos tratando de sanar. Luego podríamos averiguar cuánto de nuestra perspectiva está causada por la proyección, qué elementos son vistos o cuáles son ignorados a raíz de ésta. Y lo que es más importante aun es que, tal vez, podríamos sanar nuestras dificultades humanas y al hacerlo percibir mejor el universo. Si sabemos que estamos proyectando, lo podemos tener en cuenta y comprender así las distorsiones que nosotros mismos creamos. Hasta podemos usar este conocimiento para planear conscientemente un mundo mejor, en el que no ocurran los problemas que causan las proyecciones.

Volvamos al punto de la visión de la tierra que la ve en relación con el sol. En nuestra sociedad atomista e individualista hemos comenzado a desvalorizar la importancia de establecer relaciones. El bienestar personal del individuo se ve como el objetivo principal de la interacción y del proceso social, como también la única razón de su existencia. Las terapias que abordan la co-dependencia y a las familias disfuncionales, tienen muchos seguidores y gozan de aceptación pública en Estados Unidos, y aportan dinero y prestigio social a quienes las proveen.

El sufrimiento originado en nuestras relaciones demuestra lo importante que son para nosotras. Las canciones de amor llenan las ondas de radio, las historias de amor los anaqueles de revistas, las repisas de las librerías y los cines. Las relaciones son verdaderamente importantes para los seres humanos; son (parte de) la manera como nos humanizamos. Sólo que no sabemos como establecerlas. No tenemos muchos buenos ejemplos. La hipótesis que planteo aquí es que el mejor modelo de relación que tenemos es la relación entre la tierra y el sol. Podemos proyectar nuestros problemas allá, y luego verlos con más claridad dentro de nosotros.

Pero, ¿por qué no mirarlo desde una postura más intencional? La Hipótesis Gaia considera a la tierra como un ser viviente. En este caso, somos Ella misma haciéndose consciente. Ella está tomando conciencia de su relación con el sol, y de su papel en ella, y de su creatividad del precioso milagro de la vida. Tal vez entonces, somos la proyección de su problema. Los humanos jugamos el rol de amante y amada, de sol y tierra. Interiorizamos estos roles en la conciencia, y el de ser objetos de atención (dando y recibiendo atención). ¿Recibimos nuestros propios cuidados o los de otros como la tierra recibe la luz, usándola para la creatividad, o la reflejamos de vuelta (como hace la luna) en el juego estéril de un espejo de quién es más brillante, más grande o más caliente?

¿Es el sol la fuente de vida o es la tierra? En tanto hombres y mujeres lo representamos: los hombres son activos, soles; las mujeres pasivas, tierras. Éste es el estereotipo eterno. Pero, si le damos una segunda mirada, vemos que ambos roles son creaciones de la tierra. Entonces, la tierra produjo a los que representan al sol y a los que representan a la tierra. De hecho, toda la obra es montada por la tierra.

Es la tierra la que ha hecho del sol un dador de vida, al recibir la luz creativamente. Hasta donde sabemos los demás planetas no han hecho esto. De igual manera, los animales machos producen millones de espermatozoides, pero si no hay un útero, o un óvulo para recibirlos, no se produce ninguna forma de vida. Las semillas caen de los árboles o son llevadas por el viento pero si no encuentran refugio en la tierra, no llegan a vivir. Pero, por supuesto, los espermatozoides y los óvulos son producidos por la tierra, las semillas y el humus son todos productos de la tierra.

En muchas de nuestras relaciones heterosexuales damos más valor a una de las personas, generalmente al hombre, y se le da menos valor al otro, generalmente a la mujer. Una mujer, debido a su creatividad, le atribuye al hombre importancia solar, y lo ve como fuente de vida, de creatividad y de ingresos. Por recibir esta atención (al igual que la tierra), el hombre se vuelve activamente creativo, y parece confirmar como verdadera esa atribución de valor. Toda la sociedad participa de un sistema, que privilegia un polo de la relación y esconde o ignora al otro. Las mujeres definimos a los que definen como los definidores. Luego disimulamos nuestro rol activo, y los hombres, muy felices de usurpar el crédito por ello.

Si actuamos el rol de la tierra, ¿por qué no le/nos reconocemos el poder, la creatividad, la vida, y las cualidades de dar vida y conceder valor? ¿Por soledad quizá? Los otros planetas y el sol están tan lejos. ¿El sol está vivo también, y es de un orden diferente? ¿Es que la tierra no quiere aceptar que lo está haciendo todo sola? ¿Podremos los humanos alguna vez amar la tierra lo suficiente? ¿Podrá ella amarse algún día lo suficiente como para compensar que el sol no está vivo? Pero tal vez el sol esté vivo, tan vivo como ella está, y en el mismo orden de realidad, o en uno diferente, y está solo.

Nuestra atención imita al sol, pero cuando nos concentramos en una estrella, la estrella está en la posición de la tierra. Y lo mismo ocurre con el espacio. Seguramente esta dimensión de receptividad alrededor de ella consuela a la Madre Tierra, y el conocimiento que hemos adquirido la ubica en un contexto, le da un hogar. La confusión que surge de la existencia de millones de galaxias se disipa cuando nos damos cuenta de que debe haber otros seres vivientes allá afuera.

La Madre Tierra, igual que ET, algún día podrán llamar a sus hermanas. Mientras tanto, debemos mantener la esperanza de aprender a vivir unos con otros sin arruinar su exquisita belleza y armonía antes de que encuentre otra vida. ¿Acaso somos destructivos para representar mejor lo que captamos como el rol del sol, y mientras seguimos desacreditando el rol de la tierra? ¿Hemos creado un Dios-hombre-sol-patriarca, para que nos haga compañía también, proyectando nuestro problema y el de ella, más allá del sistema solar hacia el universo?

Yo creo que tenemos que aceptar el hecho de que todavía no sabemos demasiado acerca del universo. Sin embargo, a lo que tenemos acceso inmediato es a nuestras percepciones, y al contexto social. Tenemos que alumbrar con nuestra atención solar consciente nuestros mecanismos psico-sociales, para averiguar por qué vemos lo que vemos. Hay mecanismos de selección desconocidos para nosotros que surgen de nuestras motivaciones, que nos llevan a buscar y encontrar unas cosas más que otras. Éstas retroalimentan luego a los contextos en los que surgieron nuestras motivaciones. Vuelven a confirmar los problemas que las crearon. Sólo cuando sanemos nuestras motivaciones, pueden estos mecanismos funcionar con claridad, como deberían, creando una alineación de varios tipos de realidad de la que somos parte.

Tal vez nuestra atención consciente corresponde al sol, y la subconsciente a la tierra, debido a la interiorización de la polarización social entre activo y pasivo. Pero nuestro costado terreno, como lo hemos venido diciendo, sólo en apariencia es pasivo. Recibe activamente, no sólo dándole contenido a la conciencia, sino dándole un contexto y un valor. Le da a la conciencia su potencialidad para conocer, como parte de un ser humano, donde ocurren muchas cosas.

La conciencia es como la luz del sol refractada por la atmósfera. Tiene que atravesar y tocar muchas más cosas que las que se ven a simple vista. Puesto que los seres humanos son productos sociales, hay una contribución de los muchos y del pasado para cada uno de nosotros. Nuestra conciencia de luz solar no sólo ilumina muchos de estos aspectos en serie, sino que también es definida por esto. Tal vez, igual que la tierra, e igual que las mujeres que acostumbramos dar regalos, nuestro subconsciente produce conciencia, pero no reconoce el papel que le toca. Así, la conciencia parece provenir del cielo y no de la tierra.

En este siglo, nuestro conocimiento (y a través nuestro, el conocimiento de la tierra) del sistema solar, de la galaxia y del cosmos ha aumentado considerablemente, mientras que el conocimiento acerca de la naturaleza de la tierra y de su relación con el sol no está todavía muy clara. De la misma manera, en cuanto a las relaciones sociales, no entendemos la relación madre-niño, el cuidado nutricio uno-por-uno anterior a la de aventurarnos en las relaciones con los ‘muchos.’ No entendemos lo que está pasando en casa, antes de aventurarnos hacia el mundo exterior. La relación entre la tierra y el sol, que ha producido tanta vida milagrosa, no es una relación disfuncional. Tampoco es disfuncional la familia solar. Pero, al identificar al padre con el sol, hemos reproducido la imagen social de la muestra masculada igual a sí misma, restándoles importancia a la actividad y a la creatividad de la ‘receptora pasiva’ femenina y de los muchos, mientras que ponemos énfasis en la iniciativa del ‘dador activo’ masculino.

La necesidad es esencial para el regalo, porque sin la necesidad el regalo sería nada. Así, la tierra ha creado múltiples necesidades, que el sol puede satisfacer con su luz—luz que de otra manera no sería usada y sería estéril. La interacción de estas necesidades entre sí, recrea las interacciones del dar y recibir entre el sol y la tierra. La asimetría es la clave. El sol sólo da, mientras que la tierra recibe y vuelve a dar, aunque presumiblemente no le puede devolver al sol, puesto que el sol está tan lejos que presumimos no lo puede recibir. Entonces, lo que sucede es que muchas de las relaciones de la vida son, en realidad, imágenes similares a sí mismas de las relaciones similares entre la tierra y el sol. Son guiones, maneras de actuar el dar y el recibir de manera creativa. La beba recibe la mirada amorosa de la madre—y luego, cuando crece, se relaciona activamente con la madre, turnándose.

La ameba encuentra alguna porción de materia que recibe y usa creativamente, como la tierra que en su viaje por el espacio encuentra la luz del sol. De la misma manera la hoja de hierba usa la luz del sol para sus procesos. La oruga activamente encuentra la hoja de hierba, ese rayo de tierra hecho de luz incorporada creativamente, y la usa para sus procesos. El pájaro, en sus caminos más activos, encuentra la oruga.

Pero nosotros, y tal vez para la tierra también (¿tendrá ella un problema de autoestima?) le damos más importancia a lo masculino, identificándolo con el ‘uno’ y el sol (sun, que suena igual que son, ‘hijo’), porque no vemos al receptor como creativo—y las necesidades son vistas como carencias y no como lo que es necesario para que el regalar se complete.

Hasta podríamos considerar casi todas las relaciones como metáforas de la relación entre el sol y la tierra—una enorme variedad de actuaciones de la relación asimétrica del dar unilateral, y de recibir creativamente y volver a dar (y dejando los subproductos y desechos del proceso, que luego se convierten en regalos para otro orden, u órdenes, o de vida). Todo lo correspondiente a la vida puede verse como un intento que la tierra ha hecho para retroalimentar al sol, para relacionarse. Para dar como lo hace el sol debe crear las necesidades que pueden recibir regalos, eso es, recrear algo en su misma (la tierra) posición. A través de la vida, ella le dice al sol, “Esto es lo que está pasando entre vos y yo; esto es lo que pasa.”

Todo esto ocurre en la superficie del planeta, donde brilla el sol, presente (regalo) a la ‘vista.’ La vida, en toda su variedad, podría verse como la proliferación de imágenes de la relación entre la tierra y el sol. En términos humanos podría verse como una inmensa y gozosa investigación filosófica de esta relación. Y en términos humanos, esta relación se llamaría amor. Tal vez es el intento de la tierra de co-municarse con otro orden de ser, su modo de agradecer ese calor que la acaricia en la profundidad de la noche del espacio, de investigar sus identidades y la relación entre ellos.

Lo importante es que nosotros, los humanos, nos alineemos con esta relación, sin interpretarla mal, como lo hemos hecho tantas veces, porque partes de nuestra organización social y lenguaje han creado los profundos patrones de masculación que la oscurecieron. Como no podíamos ver la tierra desde el espacio ni sabíamos que estaba aquí, o que estaba haciendo algo. Estábamos demasiado cerca; sólo podíamos mirar hacia fuera. Creíamos que era pasiva, sólo recibiendo la luz, así como pensábamos que las mujeres eran pasivas. Ocultábamos nuestro dar, su dar, y veíamos sólo el sol, la muestra-luz privilegiada como dador. Patrones patriarcales engendraban imágenes fálicas similares a sí mismos por todos lados y se convalidaban unos a otros.

La luna y el sol parecen rivalizar como dominadores de los cielos, cada uno, un ‘uno’ privilegiado, en el tiempo que tiene adjudicado. La luna cambiaba en sus diferentes fases y era muchas con respecto al sol. La idea de la luz reflejada llegó a aparentar ser la identidad de la mujer y de la luna. Olvidamos que la gran tierra oscura y creativa era la imagen apropiada de la madre. Pero en realidad el reflejo que le atribuíamos a la luna era del orden del ego que no da, una meta imagen de la vida y de la relación sol-tierra, falsa, estática y no dadora.

Hemos visto a la tierra y al sol, a las mujeres y a los hombres, a los niños y a las niñas, a las madres, a las cosas y a las palabras, a los ciudadanos y a los presidentes, a las mercancías y al dinero, como cosas que no se relacionaban de manera activa y equitativa, sino como estando capturadas en una imagen de reflejo más o menos estática. Ahí donde uno era real, el otro sólo servía para devolver esa realidad. Sin embargo, la luna provee un cierto meta nivel cósmico para la tierra. Simplemente dice, “Aquí también brilla el sol, pero yo no lo recibo creativamente como lo hace la tierra. Luz y oscuridad tienen lugar aquí también.” La luna ha influido en la manera en que la tierra ha desarrollado vida y conciencia. Sus rayos provocan nuestra imaginación. Ella parece ser cierto aspecto autor-referencial de la tierra. Su toque suave mueve nuestra marea.

Durante siglos, para los seres humanos, la luna ocupó el lugar de la tierra como la ‘otra’ del sol, cuando en realidad la tierra era la otra que daba vida al sol. Aparentemente el reflejo de la luz del sol era el opuesto y complementario del dar activo del sol, mientras que en realidad era el uso creativo de dar vida. Entonces, también parece ser que el intercambio, basado en el reflejo de lo que se da, honraba con acierto al sol, lo realzaba.

Lo que fue dado fue devuelto en un equivalente. El reflejo convalidaba el intercambio como una forma de vida, y los patrones del ego masculado, el dominio y la competencia, parecían ser modos de representar los roles del sol activo y la luna pasiva. Entonces, el sol era visto como si tomara la iniciativa hacia la tierra, la que era vista como pasiva. La tierra no devuelve sólo un reflejo o una imagen del sol, sino muchas imágenes vivas de su relación con el sol, muchas imágenes del sol y de ella misma en su relación recíproca. También hay imágenes de la luna, reflejos del reflejo de la construcción misma de imágenes, la imaginación.

El hecho de que hay dos cuerpos celestes en el cielo nos sugiere la importancia de la relación de dos caras, aun cuando creíamos que la tierra era plana, porque veíamos a esos dos astros en el cielo y los veíamos en términos de nuestras relaciones de género, que ya eran imágenes de vida hechas en la tierra, de las relaciones entre la tierra y el sol. Pensamos que la relación entre el sol y la luna era igual que la relación entre el sol y la tierra, e identificamos a la luna con la mujer, como ‘menos luminosa,’ perdedoras en la competencia de ser más brillantes. Tal vez, cuando conocimos los tamaños relativos de la tierra, de la luna y del sol, comenzamos a pensar a la tierra y la luna como hijos e hijas, y al sol como el padre. Entonces la imagen de mujer-niña se superpuso a la de mujer de creatividad, ocultándola.

No sólo individuos entraron en este juego y actuaron estas relaciones, sino que diferentes clases y órdenes de imágenes vivientes de relaciones se tenían a sí mismas para relacionarse. Esto puede parecer complicado, pero es fácil de entender, si vemos al sol como el dador unilateral, a la luna como la que refleja y a la tierra tanto dadora como receptora, repitiendo (encarnando y no reflejando) la relación. (Un nivel meta completo no estaría sólo conformado por el simple reflejo del otro, sino también por el reflejo del dar y recibir del otro, incluyendo al self, y el reflejo de la relación de reflejo.)

Si somos la tierra, volviéndose consciente de sí misma, hemos tenido malos entendidos mayúsculos debido a nuestra incapacidad de vernos a nosotros mismos en nuestro contexto (y el de ella) verdadero respecto a la luna y el sol. Si los humanos son imágenes de nuestra cosmología inmediata, nos corresponde comprenderla y alinearnos con ella. Alinearnos con los malos entendidos nos hace sufrir y provoca la destrucción de nuestra Madre creativa.

Si el principio de la vida está en la creatividad de las necesidades para usar los regalos, no debemos dejar que las necesidades y los seres que las tienen mueran, porque estamos reflejando o tratando de actuar según la idea que tenemos del sol, cayendo en los patrones de la masculación creados por nuestra sociedad. Las necesidades forman una especie de fuerza gravitatoria hacia la que nuestros regalos deben fluir—como el agua, ese regalo fluido que fluye hacia el centro de gravedad, y la lluvia, que como luz del sol transformada fluye hacia las plantas sedientas. El viento circula desde áreas de alta presión hacia áreas de baja presión. Darles a las necesidades es la respuesta que está soplando en el viento.

Las malas interpretaciones acerca de nuestra sexualidad se extienden y encajan con las malas interpretaciones sobre la cosmología. Vemos nuestra tierra como algo carente, y no como la gran fuente creadora de recibir y dar que verdaderamente es. De hecho, por ignorar su creatividad, valoramos de más la ‘independencia’ del sol, que, como pudimos ver en las fotografías tomadas en la luna, ahí el sol no fue capaz de crear nada ‘independientemente.’ Más bien era el sol en relación con la tierra lo que era creativo, y la tierra con relación al sol. Debido a la preeminente presencia del sol, por su visibilidad, y la visibilidad de la luna, la tierra era vista como ‘menos que’—porque no daba luz (pero sí daba fuego, que como las palabras, puede ser regalado al tiempo que se le conserva). Todo esto encajaba con (y resonaba con) el patrón sexual y social de los hombres, como los ‘unos’ activos y las mujeres, como las ‘muchas’ pasivas.

Quizá la tierra misma se haya sentido incapaz, comparada con el sol o con la luna, y aislada y sola, tan lejos del sol y de los otros planetas. En tanto hijos e hijas de ella, los seres humanos han aportado a ese sentimiento. No sólo la hemos ignorado y malinterpretado sino que la hemos desvalorizado, incluyéndonos nosotros; con la misma mentalidad que nos ha llevado al espacio y que finalmente nos permitió verla desde más allá, hemos convertido en basura y degradado muchas de sus creaciones más delicadas y maravillosas.

Nos consideramos hijos e hijas del universo, y añoramos ver vida en los planetas de Aldebaran, si es que los hay. Estamos dispuestos a gastar trillones en programas espaciales pensando en ese objetivo. No obstante, no hacemos nada por la asombrosa variedad de escarabajos de las selvas de la tierra. Nos interesan tan poco que dejamos que se extingan. Tenemos que aprender a darle valor a la Madre creadora—tanto a nuestras madres humanas como a la Madre Tierra. No tenemos que ver a las necesidades como carencias, sino re-valorar la vagina simbólica como el gran lugar oculto de la creación, en la que la vida crece y continúa. Y debemos ver esa creatividad de un solo tiro que el falo simbólico representa, basada en la negación del valor y de la labor femenina permanente. Todos deben convertirse en seres que se nutren unos a otros y que nutren la Madre Tierra. Debemos restaurar las necesidades a su sitio de honor y satisfacerlas.

Como conciencia de la tierra, debemos convertirnos en su auto-estima, dejando que nuestro amor fluya, como fluye el agua hacia los centros de gravedad. Ella está sufriendo como sufren muchas de sus criaturas, mucha de su gente. Debemos actuar por ella. Qué poco compasivos somos cuando anhelamos el espacio sideral, mientras que no nos importa este milagro en el que vivimos. Es nuestro pensamiento establecido por el patriarcado, nuestra alineación equivocada en la relación sol-tierra, lo que nos fastidia en el presente y no nos permite ver el Jardín del Edén. Nos lleva a ser tóxicos para los demás y a destruir la tierra. En todos lados a la gente pobre se la obliga a actuar el rol de la madre negada y exhausta, explotada, devastada, y odiada. Son las imágenes similares a sí misma de la Madre Tierra, que están siendo destruidas por un patriarcado cuyo hijo, sano y vivaz viaja en su nave espacial fálica a ‘fertilizar’ otros planetas.

Debemos darnos cuenta de la gravedad de esta situación, y dirigir nuestro amor y nuestro dinero hacia necesidades. De esta manera, podemos cumplir el mandamiento de la Madre Tierra, “Nútranse los unos a los otros,” imitando su relación cósmica, clara y creativa. Podemos liberarnos y liberar a la tierra del falso encantamiento del reflejo, y del engrandecimiento de la muestra.

La multiplicidad de la vida que la tierra ha creado rivaliza con la multiplicidad de la galaxia. Debemos comenzar a valorar las relaciones ‘muchos a muchos,’ que los egos orientados al otro pueden promover. Primero tenemos que dirigir nuestra atención hacia la tierra en la que vivimos, honrar y bendecir a nuestra Madre, satisfacer sus necesidades, y las necesidades de nuestros semejantes que están en casa.

Tal vez sea verdad que somos capaces de decir en un nivel lo que hemos aprendido y sentido en otro nivel. Muy a menudo he tenido que estar lejos de aquellos a quienes amo, y ahora por muchos años he amado a una mujer unilateralmente. Sin recibir respuesta a mi comunicación, me volví más creativa, al tiempo que daba para los proyectos dedicados al cambio social. Yo sé como se deben sentir el sol y la tierra. Estoy alineada con una parte de la imagen, luego con la otra. Desde luego, cuando el amor de los seres humanos es respondido, podemos turnarnos en ser el sol y la tierra para el otro.

De acuerdo a esto, me permito sugerir que conforme nos liberemos de la masculación, regresemos a las raíces de nuestra cosmología. Tal vez, nuestro término ‘hum,’ que uniría en la infancia a hombres y mujeres con sus cuidadores, sus nutridores, y entre sí, podría sustituirse a medida que crecen, no por ‘hombre’ y ‘mujer’ sino por ‘sol’ y ‘tierra.’ Esto sólo podría ser algo sanador cuando la tierra sea restituida a su legítimo lugar como fuente creadora de seres humanos femeninos y masculinos, y el sol como dador unilateral de energía. Tal vez, podríamos tomar la sugerencia de los que nos ven como andróginos, conteniendo lo masculino y lo femenino, lo activo y lo pasivo, y llamarnos ‘tierras’ en los momentos en que recibimos creativamente, y ‘soles’ cuando damos unilateralmente (en ambos casos, ya nos habríamos desprendido conscientemente de la estructura uno-muchos del concepto, y de las distorsiones provocadas por la definición de género).

Deberíamos tratar de co-municarnos con la tierra, no con las estrellas. Si Gaia está viva, de seguro tiene un lenguaje. Es la diosa que nos habla a través de la sincronía, y de lo nutricio y también de otras formas. ¿Cómo le podemos hablar? Ella es de un otro orden de existencia. Somos como células de un cuerpo tratando de comunicarnos con el cuerpo entero. ¿Qué regalos podemos dar? Primero, creo que podemos darle el regalo de la paz entre nosotros, sanando nuestras sociedades. Esto nos ayudará a darle el regalo de nuestro respeto por su belleza y creatividad, terminar con la contaminación, reparando la devastación que hemos causado. Con nuestros regalos, encontraremos nuestra lengua Materna común.

Como toda nuestra atención ha estado enfocada en el ‘uno,’ los muchos han estado en la oscuridad, desconocidos e ignorados, como las estrellas en otras galaxias, donde aparentemente estarían nuestras respuestas. Las estrellas son tantas, que son como las neuronas de nuestro cerebro. ¿Son ellas imágenes de las estrellas? ¿Son las estrellas las neuronas de la tierra, excepto que están afuera—como nosotros, pero al revés? La tierra sería un cuerpo minúsculo dentro de un cerebro inmenso de estrellas.

Esta mañana vi las estrellas cuando desperté. ¡Parecían ser tantas! Éste es el problema, ‘uno-muchos.’ La tierra se está encontrando a sí misma dentro de una inmensa colección de otros, antes de saber qué es—o qué son el sol o la luna. Igual nos pasa a nosotros con los 5.5 billones de seres humanos que viven en la tierra. Los humanos podemos formar grupos para relacionarnos con grupos más grandes, pero, ¿puede la tierra formar un grupo con otros planetas? Los que están vivos, ¿no estarán muy lejos? ¿Es ella la única hija viviente del Sol? ¿Están los otros planetas vivos, aunque no tengan vida en ellos? ¿Estará la tierra tratando de llegar a ellos a través de nuestros viajes espaciales? En esto tenemos que lograr una co-munidad con ella. Tenemos que confortarla, pues se encuentra sola.

James Lovelock, The Age of Gaia: A Biography of Living on Earth, Norton, Nueva York, 1988.

Capítulo 23: Después de las palabras—practicando la teoría

Hay muchas maneras de crear una transición hacia un cambio de paradigmas. Por ejemplo, habría efectos inmediatos y de largo alcance si las instituciones del Primer Mundo per-donaran la deuda externa al ‘Tercer Mundo’ (que de hecho ha sido devuelta al ‘Primer Mundo’ muchas veces). Se podría comenzar por per-donar los intereses. Este paso positivo podría ir acompañado de comenzar a co-municarnos con el ‘Tercer Mundo’ de forma respetuosa y que enaltezca la vida. También podríamos darles mucho dinero a los países que antes conformaban la Unión Soviética, reconociendo que nuestra tendencia capitalista al saqueo no los ha llevado a lograr una sociedad mejor, sino que los ha reducido a una pobreza extrema. Y lo más importante: podríamos dejar de gastar la riqueza del mundo en la producción de arma y en las fuerzas armadas—y usar esos recursos en una economía del cuidado.

En Estados Unidos podríamos cambiar la industria carcelaria punitiva y su mentalidad, y llegar a comprender las causas sociales del crimen, además de intentar darles a los niños y a los jóvenes una vida que merezca vivirse. Podríamos reconocer la necesidad y el derecho que todos tienen de estar agradecidos por una vida buena y feliz, y el derecho de tener algo para dar. Podríamos terminar con prácticas terribles tales como el tráfico sexual de mujeres y de niños. Podríamos reconocer que la mayoría de los inmigrantes que vienen del Sur hacia el Norte, simplemente siguen los pasos de los recursos que han sido drenados de sus países por el Norte, bajo la forma de regalos que no se pagaron. Podríamos parar el drenaje y darles la bienvenida a los hermanos y hermanas. (Si no estuviésemos gastando el dinero en armamento, habría suficiente para todos). Podríamos detener la devastación del medio ambiente, y considerarlo un regalo para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. Podríamos elegir a más mujeres con valores compasivos para que ocupen puestos públicos. El progreso en cualquiera de estas áreas—y hay muchas otras—tendría un efecto positivo, como una onda expansiva que se extiende por todos lados, y colocaría en un primer plano los valores del paradigma del regalo. Podríamos empezar a movernos en la dirección de un cambio de paradigma al reconocer el regalar que ya estamos haciendo y al rehusar darle valor al sistema basado en el intercambio. Podemos empezar a practicar el regalar experimentalmente y también en instituciones políticas y sociales en maneras que se multiplicarían y no se auto-destruirían.

El punto de vista del paradigma del regalo debe ser puesto en práctica conscientemente. He tratado de hacerlo creando la Fundación para una Sociedad Compasiva (FFACS), y un grupo más político (no deducible de impuestos), Feministas para una Sociedad Compasiva. De hecho, he estado practicando las teorías expresadas en este libro desde 1981, usando mis recursos para hacer un cambio social. Antes de desarrollar esta teoría, practicaba el paradigma del regalo con menos conciencia, como esposa y como madre.

En lo personal, uno de los efectos positivos de esta teoría ha sido poder liberarme de las presiones psicológicas y sociales que no me permitían satisfacer las necesidades fuera de mi familia. Creo que asumir un rol de regalar más activo me ayudó a resolver algunos problemas psicológicos con los que había estado lidiando. También he percibido claramente cuánto se practica el regalar en todos lados y en todo momento, convenciéndome de que regalar es el comportamiento normal del ser humano. En realidad, la práctica del regalar se ve obstaculizada por el intercambio y se hace difícil debido a la escasez, pero también debido a valores patriarcales que interpretan el regalar como intercambio, lo descartan como ineficaz y débil, o lo exageran y lo tratan como un sentimentalismo. Encontrar el regalar en el lenguaje hace que sea posible considerar el dar regalos como lo que nos hace humanos. Tengo la esperanza de que si afirmamos el regalar como el modo humano, promoveremos que se lo practique conscientemente.

Desgraciadamente, dar para satisfacer las necesidades de los individuos de hecho no cambia el sistema social que causa las necesidades. Una vez que el sistema sea cambiado, el principio rector será dar, para satisfacer las necesidades a nivel individual y a todo nivel. Por el momento, lo que hay es una inmensa necesidad de que los recursos sean dedicados al cambio social. Cada uno de nosotros debe dar al nivel social e individual y al mismo tiempo canalizando nuestras diferentes energías para no agotarnos, ya que seguimos viviendo en el paradigma del intercambio.

Una de las razones por las que los dadores ocultan su propio dar, es porque puede parecer que están dando para lograr el dominio del ego que requiere la masculación. La contradicción lógica en tal ‘altruismo orientado al ego’ echa un manto de duda sobre el altruismo en sí, haciéndolo parecer no existente. La gente comprometida con la interacción de dar y recibir puede superar la contradicción, desarrollando una confianza radical y un perdón que sólo son posibles de lograr en los movimientos feministas. Otra razón por la que la gente no da en forma visible, es porque las religiones y los preceptos morales promueven el regalar y el sacrificio oculto como algo moralmente superior. Mientras que esta táctica puede lograr el efecto de evitar la trampa de caer en la dominancia del ego, también impide que el modelo se vuelva visible y produzca un efecto de onda expansiva.

Se ha desarrollado una intensa sensibilidad psicológica alrededor del dar y recibir, tal vez porque para la mayoría de nosotras se conecta profundamente con nuestra niñez, aunque más adelante, por el contrario, fue bloqueada y atrofiada. Nuestras reacciones instintivas al respecto son extremas y no se exploran, porque de inmediato nos ponemos a la defensiva y nos sentimos incómodas. Consideramos, y nos parece que es más fácil, más respetable y más ‘a la moda,’ ocuparse del intercambio. Nuestras reacciones psicológicas convalidan un hábito mental sobre la manera ‘apropiada’ de dar—dar sin llegar al exceso—y desde luego y por lo tanto, esta manera de dar realmente no cambia nada.

En tanto potenciales dadores, nos movemos en puntas de pie de manera políticamente correcta en una sociedad que está devastando el planeta y creando diariamente hambre y muerte para los millones que viven ‘en otros lugares.’ Rescatamos nuestro aplomo a costa de nuestra eficiencia, y prevalece el lado negativo del statu quo. Los que se mantienen despiertos ante el sufrimiento de los muchos y de la enfermedad del sistema caen en la desesperación, porque no alcanzan a ver el costado de la vida basado en el regalo que continúa existiendo, o los destellos de cambio social que de verdad están ocurriendo. Las religiones y los gobiernos cooptan el regalar, haciéndolo aparecer como si fuera una táctica más de la masculación, a menudo un instrumento de la avaricia y la corrupción. A lo sumo, parece existir un deber cívico de ‘devolverle’ a la comunidad—siempre dentro de los parámetros preestablecidos del sistema.

En vista de todas estas consideraciones, decidí practicar el regalar de forma visible para lograr un cambio social, creando las organizaciones que ya mencioné. He creado y apoyado proyectos para el cambio social, usando el intercambio—trabajo asalariado—para cambiar el sistema hacia el regalar. La Fundación y Feministas para una Sociedad Compasiva son soluciones híbridas de esta clase. También uso el dinero que he heredado para entregar fondos a proyectos progresistas y feministas ya existentes, que buscan el cambio social. Durante muchos años conté con la ayuda de mi prima Sissy Farenthold, quien hizo carrera como líder y activista en política feminista, y que ‘conocía los entretelones’ mejor que yo. Sissy me ayudó a encontrar grupos a los que yo podía ayudar económicamente. Luego logré comprar lugares físicos (tierra y edificios) en los que se implementaban proyectos que ya estaban en funcionamiento, dirigidos por mujeres. También apoyé o inicié proyectos educativos o de activistas, contratando mujeres para administrar y llevar a cabo las iniciativas. Algunas de las mujeres ya habían comenzado sus propios proyectos o los crearon con posterioridad, con o sin mi colaboración o aporte. Ahora estoy trabajando en un libro sobre mi vida en que también contaré las historias de reunirme y colaborar con organizaciones importantes como Dawne, Sisterhood is Global (La Hermandad es Global), Wedo, Feminist Press (la Imprenta Feminista), Feminist University of Norway (la Universidad Feminista de Noruega), CoMadres del Salvador, Resourceful Women (Mujeres Inventivas) y muchas más.

He luchado con las contradicciones inherentes a practicar el regalar para cambiar el sistema que me proporcionó recursos para dar. También he luchado con las contradicciones de usar el intercambio—dándoles salarios a las mujeres—para cambiar el modelo del intercambio por el modelo del regalo. Y he tenido que adoptar la política de no darle a los individuos para su propio beneficio porque era esencial dedicar el dinero a los proyectos de cambio social. Tal vez otras personas hayan pensado que hay otras formas de practicar esta teoría. Esta forma fue la que se me ocurrió a mí con la ayuda de los regalos de oportunidad y suerte que me brindó la Diosa.

A veces, las mujeres de FFACS no estuvieron de acuerdo conmigo, ni entre sí. Tuvimos largas y a veces penosas discusiones, pero en general pudimos seguir adelante con la amistad y el feminismo intacto. Yo estaba comprometida a hacer que la Fundación fuese tan diversa como fuera posible, y sin duda ha sido el lugar donde mujeres blancas y de color, jóvenes y viejas, lesbianas y heterosexuales, mujeres locales y de otros países han podido trabajar juntas. De hecho, yo creo que ha sido un nicho ambiental para la paz, en el que una multitud de voces puede hacerse escuchar, y donde el pensamiento de los ‘muchos’ se pone en evidencia. Yo les estoy muy agradecida a las mujeres que se han involucrado con la FFACS a través de los años y me siento bendecida por haber estado en su compañía. En las reuniones del personal, que tienen lugar todos los miércoles, escuchamos los informes de cada una. La variedad increíble de información y de experiencias, el compromiso y la acción valiente confirman e inspiran nuestra hermandad—y dan esperanza hasta a la visitante menos entusiasmada.

Han surgido tantas necesidades sociales generales debido a la práctica psicótica del patriarcado, que los activistas que luchan por el cambio social tienen las manos llenas. La verdad es que cada necesidad está conectada con otra—las necesidades ambientales están conectadas con las necesidades humanas, el hambre con la militarización, el respeto a las madres solteras con la paz mundial, la violencia doméstica con la violencia racial y con la violencia internacional. Tirar del hilo de la maraña de problemas toca todos los otros problemas. Satisfacer cualquier necesidad de cambio social—‘hacer una diferencia’ como se dice generalmente—provee la posibilidad de practicar en forma visible e inteligente el paradigma del regalo, en un nivel social general.

El modelo de mujeres que dan para satisfacer necesidades sociales, dando tiempo, inteligencia, creatividad, compromiso y dinero, demuestra la potencia del paradigma del regalo generalizado, como la solución a la complejidad de problemas causados por la práctica del paradigma del intercambio. La práctica visible que hacen las mujeres del paradigma del regalo en pos del cambio social puede tener un efecto de onda expansiva muy amplio. Aunque en Estados Unidos hay muchos proyectos activistas en marcha, muchos funcionan de acuerdo a las estructuras patriarcales, perpetuando así los problemas que están tratando de arreglar.

Los proyectos que tratan el tema de la violencia en Estados Unidos, frecuentemente tratan de cambiar al individuo, o intentan una reforma legislativa sin cambiar la sociedad como un todo. Por ejemplo, las conexiones entre la violencia doméstica y la violencia internacional son a menudo ignoradas. Pero a pesar de esto, toda la gente que está involucrada en los movimientos en contra de la violencia sexual y doméstica, por la justicia social, por la paz, por los derechos humanos, y por terminar con el hambre, el racismo, la falta de vivienda, como también todo lo que tiene que ver con la salud, con las adicciones y con los problemas psicológicos debidos a la violencia patriarcal, se mueven hacia el paradigma del regalo. Ya sean mujeres u hombres, a sabiendas o no. Creo que es importante promover el liderazgo de mujeres en esta transición, porque originalmente las mujeres no están masculadas, son un modelo muy diferente al ‘uno privilegiado.’

En 1997 se celebró el décimo aniversario de la creación de la Fundación por una Sociedad Compasiva, aunque muchos de sus proyectos comenzaron antes. El Rancho Stonehaven, cerca de San Marcos, Texas, es un centro de retiros que se abrió en 1984. Está abierto todos los fines de semana, para retiros de grupos en pro de la paz y de grupos feministas, sin costo o a muy bajo costo. Literalmente, a través de los años, miles de personas que están trabajando para lograr cambios sociales, han sido cuidadas en esta atmósfera dirigida por mujeres. Margie First lo está administrando, ‘cuidando a los que cuidan.’ Otros proyectos comenzaron en los años 80, tales como La Casa para la Paz de las Mujeres de Austin, que estuvo abierta varios años y que cerró por un motivo u otro. El programa semanal de la Televisión Comunitaria de Austin, “Dejen que la gente hable,” conducido por Trella Laughlin, fue parte de las actividades realizadas desde 1985 hasta 1994. Varios programas habituales en la televisión comunitaria, incluyendo uno mío, “Valores feministas,” otro a cargo de Sally Jacques, “Artes y activismo,” y “La hora de las noticias de las mujeres,” conducido por Frieda Werden, han tomado su lugar.

Practicar el dar regalos en una economía de intercambio vacía a la persona que regala, si lo está haciendo sola. Yo soy la única persona que da dinero en esta organización (aunque las otras mujeres dan su tiempo, energía e imaginación) y mis recursos financieros están mermando. He tenido que poner fin al programa de donación que funcionó desde 1981 hasta 1994, y algunos otros proyectos. El Edificio de las Organizaciones de Base por la Paz alojaba las oficinas de la Fundación y proveía el espacio para muchas otras oficinas de grupos de pacifistas, tanto de mujeres como de hombres. Localizado sobre la calle principal del centro de la ciudad de Austin, este pequeño edificio era un hito para el cambio social en medio de la corriente dominante y mayoritaria. Lo vendí en 1996 para poder mantener la Fundación. Un hermoso lugar en el Lago Travis, nuestro segundo centro para retiros, llamado ‘Alma de Mujer,’ fue parte de la Fundación desde 1988 hasta que lo doné a la Red de Trabajo de Mujeres Indígenas en 1996. Este lugar continúa siendo administrado con éxito por la escultora indígena Marsha Gómez, con la ayuda de Esther Martínez.

En 1985—junto a un grupo que ayudé a formarse llamado ‘La Internacional Feminista para la Paz y la Comida’—pude fundar y establecer la Carpa para la Paz en Nairobi, Conferencia Final de la Década de la Mujer de las Naciones Unidas. La carpa tuvo mucho éxito, proveyó un espacio seguro para el debate y la discusión entre mujeres cuyos países estaban en guerra entre sí. Miles de mujeres atendieron los eventos que ahí se realizaron. Dos mujeres que ayudaron a organizar la carpa fueron la alemana Ellen Diederich, y la cantante afro-germana, Fasia Jansen, que han trabajado con la Fundación durante muchos años, primero formando una Caravana para la Paz de mujeres a la Unión Soviética (antes de la caída del Muro de Berlín) y luego creando la Tienda de las Cuatro Direcciones (un intento de hacer marketing asociado a una causa). Ellas continúan con sus trabajos en pro de la paz. Muchos otros grupos colaboraron con la Carpa para la Paz, incluyendo WILPF y WIDF. Fue un modelo exitoso para propiciar el diálogo de las mujeres, que posteriormente fue imitado muchas veces.

También se organizaron en Estados Unidos las Caravanas para la Paz, en las que las mujeres iban de pueblo en pueblo hablando de la reunión de Nairobi. La cuáquera americana Alice Wiser y la alemana Gertrude Kauderer, actuaron de choferes de las caravanas durante varios años en el verano. Mientras tanto, hicimos una cantidad inmensa de trabajo de apoyo para los movimientos de autodeterminación de Centroamérica, enviando delegaciones a El Salvador para investigar los abusos cometidos contra los derechos humanos, las actividades de los escuadrones de la muerte, y la implicación de Estados Unidos en ello.

Ellen y Fasia organizaron una gira de las Madres de los Salvadoreños Desaparecidos por Europa, que sirvió para divulgar información. Enviamos una delegación de fiscales generales en búsqueda de pruebas a América Central (yo fui parte de la delegación). He apoyado a mujeres del Hemisferio Sur para que viajen por Estados Unidos contando las realidades de sus países (a través del Proyecto de las Mujeres del ‘Tercer Mundo’ del Instituto de Estudios Políticos, organizado por la chilena Isabel Letelier).

Todo este trabajo culminó en dos reuniones entre mujeres líderes de Estados Unidos y mujeres comandantes del FNLM de El Salvador. En estos encuentros amistosos quedó bastante claro que los valores de las mujeres son suficientes para superar la guerra y el antagonismo. Hablamos de nuestros niños y del futuro. Tuvimos discusiones políticas muy serias, pero también bailamos y cantamos juntas.

Durante mucho tiempo me he comprometido con las mujeres del Hemisferio Sur y con el feminismo internacional. He apoyado a mujeres en grupos internacionales y en conferencias, y he ayudado con publicaciones y redes de comunicación. A través de los años, he apoyado una serie de proyectos en el Sur, y de mujeres del Sur que viven en el Norte. Actualmente la activista filipina Charito Basa está en el comité ejecutivo, trabajando con mujeres inmigrantes que viven en Europa.

Creo que los medios de comunicación son muy importantes para hacer conocer al público el punto de vista de las mujeres. En 1991, comencé FIRE, Emprendimiento de Radio Feminista Internacional, un programa diario desde la perspectiva de la mujer, una hora en español y otra hora en inglés, en la Radio Internacional para la Paz, una estación de onda corta en Costa Rica. María Suárez, de Puerto Rico, y Katarina Anfossi de Chile son las instigadoras de estos programas.

WINGS, el Servicio Internacional de Recolección de Noticias de las Mujeres, fue iniciado independientemente por Frieda Werden y Katherine Davenport en 1986. Después de la muerte de Katherine, Frieda regresó a Austin, y se integró al personal de la Fundación en 1992. Desde entonces ella ha continuado produciendo programas semanales de WINGS, en colaboración con muchas voluntarias a quienes también entrena. Frieda provee también entrenamiento de radio en WATER, Acceso de Mujeres a Recursos Electrónicos, un sitio en Austin que fue concebido y cuidado gratuitamente por la videógrafa Fern Hill. En WATER, las mujeres reciben entrenamiento gratis en vídeo, radio y computación. Felicia Hayes y Vicky Kilgore proveen ese entrenamiento y son parte del personal de la Fundación. Una vasta comunidad de mujeres ha crecido alrededor de WATER, usando sus recursos y entregando muchas horas de voluntariado. Un esfuerzo de colaboración particularmente atractivo, es el Festival de Medios del Día Internacional de la Mujer, un evento multimedia de 24 horas, montado exclusivamente por mujeres y que involucra a otros medios de la ciudad.

Casa de Colores, un museo y centro de recursos indígena, está abierto al público en la frontera entre Texas y México, bajo la dirección de Helga García Garza. Con festivales de Danza, reuniones de jóvenes y adultos, medicina tradicional y de sanación, unen antiguas tradiciones, de los indígenas de México y de Estados Unidos. Estas reuniones y el museo de arte y de artesanías, permiten a la gente del Sur y del Norte volver a conectarse con su herencia cultural.

Parte del esfuerzo para cambiar los valores fluye hacia el movimiento para la alternativa espiritual, en especial al movimiento de la Diosa, y apoya a las tradiciones espirituales ligadas a la tierra de los grupos indígenas. El Programa de la Diosa de Stonehaven, organizado por la activista espiritual Pat Cuney ha estado funcionando y muchas de las autoras y maestras del movimiento de la Diosa han dado talleres allí.

Construí un templo a la Diosa egipcia Sekhmet en el desierto de Nevada, cerca del sitio donde se hacen las pruebas nucleares, en honor al nacimiento de mis hijas y como toma de posición en contra de las pruebas nucleares desde el punto de vista de la espiritualidad femenina. La estatua de la Diosa con cabeza de león, esculpida por Marsha Gómez, tiene una placa que dice, “Puedan las mujeres ser tan fuertes como el león al dar a luz al futuro.” La estatua de la ‘Madre del Mundo,’ también por Marsha Gómez, comparte el espacio sagrado. La sacerdotisa de la Wicca, Patricia Pearlman, cuida el templo y le da la bienvenida a los que van a meditar, a los que protestan en contra de las pruebas nucleares y a los que celebran los misterios. Yo pude devolver los veinte acres de tierra donde se encuentra el templo a los Shoshone Occidentales, a quienes pertenecieron originalmente esas tierras. Un grupo de mujeres jóvenes y algunos hombres jóvenes, llamado ‘Caos,’ construyó en sí el edificio de paja y fardos y el templo de emplasto, bajo la dirección de Yoli Reyes, Pamela Overeynder y Jody Dodd.

Un tema en particular que me preocupa es el daño que se ha hecho al medio ambiente y a la salud con las radiaciones nucleares. Las mujeres que trabajan en la parte de la organización (más directamente político y no deducible de impuestos) las Feministas para una Sociedad Compasiva, han creado excelentes y eficientes proyectos para oponerse a las propuestas para un vaciadero de desechos nucleares en el oeste de Texas, en el pequeño pueblo de Sierra Blanca, en la frontera con México. Erin Rogers ha sido particularmente eficiente en la organización contra el vaciadero, colaborando con otros grupos de activistas.

Susan Lee Solar ha creado la Caravana para la Paz, un museo antinuclear móvil, y viaja de pueblo en pueblo discutiendo el tema nuclear. El transporte de los desechos nucleares es muy peligroso, y el museo móvil es particularmente eficiente para informar a la gente a lo largo de las rutas por las que viajan los desechos nucleares. La Fundación también ha decidido hacer relevamientos sanitarios cerca de antiguas bases militares que ya no están en funcionamiento, para detectar la presencia de residuos nucleares y tóxicos y los efectos que pueden tener en la población. Yana Bland, quien inició la Asociación de Mujeres de la Región Mediterránea, con apoyo de la Fundación, ha dirigido una inspección cerca de la Base Aérea Kelly en San Antonio, Texas. Otros sondeos sobre la salud han sido ejecutados en las bases de Clark y Subic, en las Islas Filipinas, organizados por Myrla Baldonado con la ayuda de la Dra. Rosalie Bertell.

Es difícil, en tan poco espacio, describir todos los proyectos de las diferentes organizaciones. Recientemente, dimos una serie de conferencias, incluyendo una sobre los ‘Valores feministas en la familia,’ en la que Ángela Davis, María Jiménez, Gloria Steinem y Mililani Trask hablaron a un grupo de dos mil personas. Una segunda conferencia, sobre ‘Feminismo y Fundamentalismo,’ reunió a activistas y pensadoras de diferentes tradiciones para discutir la religión patriarcal desde el punto de vista feminista. Mahnaz Afkami, Marta Benavides, Yvonne Deutsch y Robin Morgan presentaron su pensamiento junto con un panel local, que incluía a la activista Cecile Richards.

Anualmente se llevan a cabo reuniones de activistas contra las pruebas nucleares, para crear redes entre las mujeres que se oponen al ciclo nuclear. En todas nuestras actividades reconocemos las conexiones que hay entre los temas, especialmente la existente entre el gasto en armamento, la creación de pobreza y el agotamiento del medio ambiente. Después de la venta del Edificio para la Paz, cambiamos nuestras oficinas a un edificio de oficinas común y corriente. Un grupo central de coordinadores de proyectos especiales trabaja ahí, incluyendo a Pat Cuney, Sally Jacques, Suze Kemper, María Limón, Sue MacNichol y Doll Mathis. Las oficinas de la Fundación y de la administración de las Feministas, están en Kyle, Texas, dirigidas por San Juanita Alcalá, Rose Corales y Nancy Wilson. Nuestra incondicional contadora es Mary Nell Mathis.

Estas actividades y muchas otras, que no puedo citar por falta de espacio, han sido un intento de practicar el paradigma del regalo en diferentes niveles, y en partes de la ‘realidad’ de la que generalmente es excluido. La Fundación ha crecido en forma orgánica, con muchas idas y venidas; igual que la vida, es desordenada y alborotada, y también cuidadora y generadora de conciencia. Tantas cosas y teorías fabricadas por el hombre son como de plástico, con todas sus moléculas en línea recta, o como las ciudades con casas en hileras ordenadas e interminables.

Poner en práctica una teoría significa que tiene que filtrarse a través de contradicciones y malos entendidos, a través de la incredulidad y de otros marcos de pensamiento, para poder crecer, florecer y dar sus frutos en diferentes maneras. Una dificultad adicional surgió a raíz de que recién ahora, después de muchos años de práctica. Sólo expliqué esta teoría en forma verbal, y quizá no siempre fui muy convincente. Estuve dispuesta a asumir este riesgo, porque creo que, debido a que las mujeres hemos sido socializadas para cuidar nutriciamente, todas (o casi todas) nosotras ya operamos de acuerdo a los valores del paradigma del regalo.

Sin embargo, frecuentemente estos valores están enterrados bajo un revestimiento de creencias del paradigma del intercambio. Las contradicciones que sufren las mujeres reciben una u otra explicación, y aprendemos a vivir en el patriarcado al permanecer no conscientes de nuestros valores, o haciéndolos entrar en el campo de las emociones. La Fundación para una Sociedad Compasiva y las Feministas para una Sociedad Compasiva son, además de todos los servicios que han brindado y los cambios que han logrado fomentar, organizaciones encargadas de generar conciencia. Su existencia altera la re-alidad, satisface la necesidad de tener un ejemplo de mujer que regala en lo externo, que convalida a la dadora interna que todas tenemos. Le da así al paradigma del regalo la dignidad que debe tener si ha de ser reconocida como el principio por el cual la humanidad puede lograr la paz.

Soñé con estas palabras: “La paz en la Tierra es el próximo paso en la evolución humana.” Que llegue pronto.


Posdata 2005

La Fundación está cerrando ahora mientras he utilizado toda mi herencia y he dejado de invertir en propiedades relacionadas con el petroleo, por lo menos con los que tuve algún control. Ya había cerrado la mayoría de las funciones de la Fundación en 1998, aunque algunos proyectos todavía permanecían. Ahora solo habrá dos proyectos que quedan FIRE (www.fire.or.cr) y el templo de Sekhmet (www.sekhmettemple.com). Algunos proyectos como WINGS (www.wings.org) siguen autónomamente. Ud. puede pedir materiales sobre la Fundación y otros libros sobre la economía del regalo y también DVDs de las dos conferencias recientes del Centro del Estudio de la Economía del Regalo, en www.gift-economy.com. Un video de mi vida, Giving for Giving, será disponible pronto también. Además puedes ponerse en contacto conmigo en el sitio de web. Estaría encantada de oír de ti.